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EDMOND DE BRIES, ESTRELLA DEL MADRID CANALLA
ОглавлениеMurciano como los paparajotes y cartagenero para más señas, Edmond –o Egmont– de Bries fue la gran estrella del transformismo en la Spain inmediatamente anterior a la Guerra Civil y, aunque su historia ha permanecido sepultada en el olvido, muy recientemente su figura está siendo recuperada gracias a obras tan minuciosas y necesarias como Orgullo Travestido del profesor Juan Carlos Usó (25) que recorre la trayectoria de la superestrella murciana a través de su presencia en periódicos y revistas de la época como Eco Artístico, Mundo Gráfico, Buen Humor y ABC entre otras.
Coutourier de éxito, envuelto en crímenes (26), cuasi secuestrado por un presidente Venezolano (27), autoproclamado mago y vidente (28), hermano de una estrella del music-hall en Broadway (29) y triunfador en Argentina y Chile, mito sexual para bellas y ricas aristócratas (30) y consumado imitador de las estrellas del arte frívolo como Raquel Meller, la Bella Emilia, Pastora Imperio o Lola Montes... si algún transformista hizo méritos para que su vida fuese llevada al cine, ese sería Edmond sin dudarlo.
Vestido con unas toilettes (31) que ríete tú de la Gala drag de Las Palmas, podemos imaginarnos a Edmond enloqueciendo al respetable castizo con sus fastuosas joyas y femenina figura cantando picaronamente aquello de japonesita ven que quiero yo libar los dulces ósculos de miel que tu boquita sabe dar y otros greatest hits compuestos para él por Álvaro Retana (32) mientras su famosa capa de armiño blanco de 17.000 pesetas dejaba entrever una clavícula sensual (33).
Al caer la noche del fascismo, Edmond hace mutis por el foro y de él no se vuelve a saber jamás. La leyenda lo sitúa como discreto propietario de la mercería madrileña El Botón de Oro (34), pero aunque nos gustaría imaginarle llevando una plácida existencia rodeado de encajes y pasamanería al corte, si hacemos caso a lo que el propio Retana dejó escrito en su Historia del Arte Frívolo (1964), Edmond murió solo y arruinado en Barcelona en torno a los años cincuenta soñando con reaparecer victorioso (35).
En 1982, muchos años después de la muerte de Edmond, Retana y casi todos los que recordaban las canciones de La Fornarina, Antonio Burgos recuperaba una anécdota sobre una actuación del transformista con la que quiero cerrar el capítulo con un buen sabor de boca:
“...la orquestilla ataca ese pasodoble, siempre el mismo, y ya está allí Edmond de Bries, envuelto en un maravilloso mantón de Manila de aquellos grandes, con rosas rojas... Se pega las dos o tres vueltas de rigor, va a romper a cantar pero no le deja un admirador que, dirigiéndose a la platea donde está Juan con Rogelio, el de la empresa, le espeta “Juan, ¡aprende ahí! Eso es un maricón y no tú con la cara de tigre que tienes!” (36).
¡Arte!