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MADAME ARTHUR Y OCAÑA, TRAVESTISMO EN TRANSICIÓN
ОглавлениеEn el paisito de Francisca Franca donde tener un poco de pluma podía suponerte unas vacaciones forzosas en el campo de concentración para homosexuales de Tefía (Fuerteventura) (36) o una temporadita en el infierno de las prisiones de Huelva o Badajoz (37) según se fuera top o bottom respectivamente, es fácil comprender que el contexto no invitaba a subirse a un escenario para hacer un playback de Marisol precisamente y, sin embargo…¡el travestismo se abrió camino!
Autoproclamada y generalmente reconocida como el primer travesti que tuvo los collons de subirse a un escenario durante el franquismo, Madame Arthur (nacido Modesto Mangas en un pueblo de Salamanca, como el hornazo) fue la reina del Paralelo barcelonés a base de tacón, lentejuela y mala leche, dotada de una belleza que él mismo describía como una mezcla entre “el cuerpo de Cleopatra y la cara de una jaca cortijana de Álvaro Domecq”.
Lenguaraz y socarrona, Madame Arthur lo mismo afirmaba haber estrenado Las Leandras con Celia Gámez (38), que haber sido condecorada por Franco con la Medalla al Mérito del Trabajo, que se declaraba católica no practicante porque no iba a “mariconear de noche e ir a misa de día” o detractora de las primeras manifestaciones del orgullo gay porque no le parecían bien esos “gritos y desnudeces” (39).
Si el salmantino reinaba subido en los escenarios del Gambrinus o el Barcelona de Noche escandalizando a toda la gauche divine (40) barceloní, las Ramblas y el barrio chino eran el dominio de Jose Luis Pérez Ocaña, conocido simplemente como La Ocaña.
Antes de morir por las quemaduras provocadas por un disfraz que se le prendió fuego, el andaluz Ocaña tuvo tiempo de mezclar performance, pintura, religión y travestismo en una personalidad artística única. Se podía encontrar a La Ocaña vestida de ángel frente al Palau del Liceu o visitando cementerios vestido a lo Carmen de Merimée junto a sus inseparable Camilo y Nazario, el dibujante de comics que recientemente ha recuperado sus vivencias junto al travesti en su biografía La Vida cotidiana del dibujante underground.
Con la muerte de Ocaña en el verano de 1983 finaliza esta primera etapa del viaje que nos ha llevado del teatro griego a los ochenta del siglo pasado, con una España que se quiere librar de cuarenta años de caspa franquista a base de hombreras y cardados, un Madrid en plena movida bendecido por la visita de Andy Warhol y una Barcelona donde las Olimpiadas todavía suenan a futurible. A partir de aquí, serán las ilustres artistas invitadas a este libro las que ejercerán de impagables guías en este viaje al corazón del travestismo español.