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Carta de envío De las obras de Doroteo de Gaza

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... al hermano que solicitó le fuesen enviadas las enseñanzas encontradas de nuestro Padre, abba Doroteo.

1. Admiro tu propósito, hermano muy querido, y felicito tu alma bendita a causa de tu celo por lo bueno y, como realmente es, por tu amor a lo bello. Pues buscar afanosamente y alabar fielmente las cosas de nuestro santo y bienaventurado Padre, que es llamado “Don de Dios” (Dorós-Théos), es alabar la virtud, amar a Dios y preocuparse por la verdadera vida. Pues como dice el Gran Gregorio: “La alabanza es causa de emulación, la emulación de virtud, y la virtud de bienaventuranza”75.

Debemos alegrarnos y regocijarnos, como corresponde, por esta actitud tuya. Pareces seguir las huellas del imitador del “manso y humilde” (cf. Mt 11,29), de aquel que, contemplando la renuncia espiritual de Pedro y de los que hicieron como él, se despojó él también de todo afecto a las cosas visibles y se entregó a sus padres según Dios, al punto tal de poder decir, como yo lo sé, al Salvador: “He aquí que hemos dejando todo y te hemos seguido” (Mt 19,27). Por eso “en poco tiempo, con el auxilio de Dios, plenificó lo que se alcanza en largo tiempo” (Sb 4,13), y sin tener que vivir en desiertos visibles ni en montañas, y sin considerar gran cosa el dominar las fieras devoradoras de carne, abrazando el desierto del alma deseaba las “colinas eternas que iluminan de un modo admirable” (cf. Sal 7,5), y pisoteó, más bien, las cabezas de las serpientes y escorpiones devoradores de almas (cf. Lc 10,19). Todo esto lo alcanzó en poco tiempo, con la ayuda de Cristo, gracias a los combates contra la voluntad propia, lo que le abrió el camino seguro de los Padres, lo que le hizo “suave” el bienaventurado fardo, y le manifestó que es “dulce”, en verdad, el “yugo” salvador de Cristo(cf. Mt 11,30).

2. Por este renunciamiento aprendió el camino excelso: la humildad y (el sentido) de: “Sé misericordioso y manso”, haciendo suya por las obras esta palabra de los santos Ancianos, siendo así adornado de todas las virtudes. Por eso el bienaventurado llevaba siempre en su boca el Gerónticon que dice: “El que llega a rechazar la voluntad propia ha llegado al lugar del reposo”. Sus afanes le habían hecho descubrir que todas las pasiones tienen por raíz la “filautia”, y que ella está unida a la dulzura amarga de nuestra voluntad. Utilizó este remedio enérgico e hizo morir junto con la raíz sus brotes malignos y así llegó a ser un gran “cultivador de plantas inmortales”76 y produjo el fruto de la vida verdadera, entrando en posesión del tesoro escondido en el campo (cf. Mt 13,44) después de haberlo buscado de modo admirable y encontrado, se enriqueció verdaderamente de bienes imperecederos.

3. Hubiese querido poseer una lengua e inteligencia adecuada para exponer también su santa vida en detalle, útil para todos como modelo de vida acabada, y cómo recorrió el camino paradojalmente estrecho y espacioso (cf. Mt 7,13-14): estrecho, por un lado, por no desviarse, ni dispersarse, cuidándose de no inclinarse ni a uno ni otro lado del precipicio -pues es así que el gran amigo de Dios, Basilio, definió lo estrecho del camino angosto que lleva a la salvación77-; y espacioso, por otro lado, por haber evitado cualquier apego y por la libertad respecto a los que lo guiaban según Dios y por lo excelso de su humildad. Esto solo, según el gran Antonio78, es más poderoso que todas las redes de las pasiones del diablo. Por eso también, como es verdad, llevó a cabo escrito: “Ancho es tu mandamiento, y mucho” (Sal 118,96).

4. Pero dejaré de lado ese trabajo, considerándome incapaz. Sé, en efecto que, además de todas sus riquezas personales, el bienaventurado no dudaba de proponer en su enseñanza, y cuando era conveniente, lo que encontraba provechoso en los filósofos paganos, en quienes escarbaba como una abeja industriosa, por ejemplo el “Nada en excesos”, el “Conócete a ti mismo”, y otras sentencias semejantes. Me limito a recordar éstas, no tanto porque me lo haya propuesto, sino porque me fuerza la incapacidad para recordar otras. Sin embargo, me atrevo a hacer lo que me has pedido con tanto celo y fervor porque sería grave rechazarlo y tengo temor de incurrir en el castigo si cedo a mi desidia. De este modo, con esta carta, les mando, solícitos banqueros de Dios, este talento que en mí está sin trabajar, es decir, las enseñanzas encontradas del bienaventurado, aquellas que él mismo ha recibido de sus Padres y aquellas que ha transmitido a sus propios discípulos, tanto por obras como palabras, tal como nuestro primer y verdadero Maestro y Salvador realizó (cf. Hch 1,1). Y si no ha sido posible encontrar todos sus santos discursos, sino sólo un pequeño número, con estos que han sido encontrados, aquí y allá por hombres diligentes, gracias a la Providencia de Dios, bastarán, por tu buena disposición, estos pocos textos que te presentamos, según la palabra: “Da ocasión al sabio y será más sabio” (Pr 9,9).

5. Tal era el bienaventurado Doroteo, guiado por Dios en su vida monástica, tal fue la vida que adoptó, conforme a su meta (scopós): con los Padres, la mayor renuncia a las cosas materiales, la sumisión sincera según Dios, la transparencia y la apertura de alma, la delicadeza de su conciencia, y, sobre todo, la espontaneidad de la obediencia “con sabiduría”, apoyado en la fe y hecha perfecta por la caridad; hacia los hermanos, sus compañeros de ascesis, veneración y afabilidad, sin orgullo ni familiaridad, sobre todo huyendo de las sospechas, de la curiosidad indiscreta y las rivalidades, lo que es la raíz de una religiosa bondad y la madre de la concordia más dulce que la miel; hacia los trabajos, el celo, la prudencia, la calma unida a la ponderación, marcadas por la firmeza de su carácter; con las cosas materiales, el cuidado, el respeto, el amor a lo bello (filocalía), pero son frivolidad, todo ello con un discernimiento divino; ante todo y sobre todo, la humildad, la acción de gracias, la magnanimidad, la constancia, la vigilancia, y la interioridad.

6. Pero ¿es necesario enumerar cada una de sus virtudes? Sería como contar las gotas de la lluvia y las olas del mar. Yo me fijé como regla para este discurso no decir más de lo que sea necesario. Es a ustedes que corresponde la dulce tarea de buscar todo eso, a ustedes, cuyas delicias son investigar esas cosas. Aprendan el modo como la divina Providencia, que dispone todo con cuidado, guió a ese Padre compasivo y afectuoso, para enseñar los misterios de Dios y cuidar con solicitud las almas, lleno de sabiduría y, más todavía, de compasión, sublime por la contemplación y más sublime todavía por la humildad, rico en Dios y pobre de espíritu; agradable por la palabra y más todavía por su presencia; médico conocedor de cada enfermedad y su remedio, que aplicó ese tratamiento santo y multiforme a los ricos, a los pobres, a los sabios, a los ignorantes, a las mujeres, a los hombres, a los ancianos, a los jóvenes, a los afligidos, a los dichosos, a los extraños, a compatriotas, a hombre de mundo, a monjes, a maestros, a patrones y siervos, a los esclavos y a los libres, haciéndose siempre todo a todos para ganar a un gran número (cf. 1 Co 9,22).

7. Es hora, estimado, de poner la mesa sabrosa de los discursos paternales, donde la ausencia de adorno literario no deja de ser una ventaja menor. Pues siendo tan grande y sublime en el hablar, Doroteo, que era verdaderamente un hombre de Dios, en obediencia al mandamiento (Rm 12,16) se inclina a las cosas humildes incluso en esto, prefiriendo un lenguaje simple y un estilo sin adornos. Por eso tú, que has encontrado un digno alimento para tu celo santo y sincero, sírvete con abundancia de mis provisiones, haz tuya la santa vida de aquel que tú amas tanto y ora mucho por mí, que soy tan poco vigilante.

Primero hablaré brevemente del bienaventurado Dositeo, que fue el primer discípulo de bienaventurado abba Doroteo, cuando estaba todavía en el monasterio de abba Séridos, y conducía la lucha para alcanzar la sumisión según Cristo.

75 Oratio 25,1.

76 GREGORIO DE NACIANZO, Oratio 45,8.

77 Cf. Reglas breves (Regulae brevis tractatae), 241.

78 Apotegma 7. Salvo indicación en sentido contrario, las referencias envían a la Colección alfabética griega.

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