Читать книгу El fin del dragón - Eduardo Rosalío Hernández Montes - Страница 7
ОглавлениеCAPÍTULO 1
Un mundo extraordinario
Esta historia comienza cuando un hombre adulto, de complexión delgada, piel morena, pelo café oscuro, ojos morados; con vestimenta compuesta meramente por una camiseta azul celeste, pantalones de mezclilla azul oscuro y zapatos grises simples; despierta recostado en un suelo de textura peculiar después de haber estado desmayado por un tiempo. Confundido y desorientado, abre lentamente sus ojos, mientras recobra sus sentidos, y deslumbrado por la intensa luz cegadora del sol, por instinto, cubre su vista con su brazo. Enseguida, intenta levantarse del suelo a la vez que observa su brazo con detenimiento y, posteriormente, todo a su alrededor. Contempla el terreno con asombro…, como si todo lo que ve fuera nuevo para él. Y, de hecho, no se equivoca, pues ha abierto los ojos luego de haber permanecido dormido durante bastante tiempo en este mundo de apariencia misteriosa… Aunque, como problema…, ha perdido su memoria.
El hombre, a pesar de encontrarse en un mundo completamente desconocido, no se inquieta en absoluto, ya que, de alguna forma…, el lugar le resulta familiar…, como si sintiera que pertenece a este mundo. Lo primero que pasa por su cabeza es cómo es que llegó aquí, e incluso se cuestiona sobre su propio nombre, lo cual comienza a alarmarlo un poco, pues no recuerda absolutamente nada de sí mismo, como si hubiera perdido cualquier recuerdo relacionado a sí mismo, como quién es o, más importante, cómo es que llegó a este lugar.
Al tratar de encontrar sus recuerdos con desesperación, comienza a perder la cabeza. A volverse loco por el simple hecho de hacerse tantas preguntas sobre sí mismo en tan poco tiempo…, y ninguna con respuesta… Pero antes de perder la razón, de alguna parte cercana se escucha algo extraño e inquietante, similar a un gruñido. Un sonido inesperado que asustaría a cualquiera en esta situación, aunque lo extraño es que él no se asusta, pues de inmediato se da cuenta de que el sonido provino de su estómago. Solo es su cuerpo diciéndole que está hambriento.
Dicho ruido interrumpió sus pensamientos abrumadores y le ayudó a calmarse un poco, replanteándose de mejor manera una sola pregunta en la cual enfocarse. “¿Qué es lo que va a hacer ahora?”, es la interrogante, respondiéndose a sí mismo: “En lugar de enloquecer perdiendo el tiempo buscando preguntas sin respuestas, será mejor que por ahora me concentre en mantenerme con vida. Ya cuando sea el momento indicado, me enfocaré en encontrarme a mí mismo y descubrir quién soy realmente.”. De esta manera, queda claro que pese a no saber absolutamente nada de sí mismo, cuenta con el razonamiento, sensatez e inteligencia para analizar y comprender su situación, y establecer un inicio inmediato a su supervivencia en este mundo desconocido.
Ya decidido, el hombre se levanta del suelo para poder explorar el terreno en el que se encuentra y buscar algún alimento. Aunque justo cuando se pone de pie, ve un libro a un constado de donde despertó. Al levantarlo para examinarlo, se percata de que la cubierta de este no muestra ningún tipo de información (algo muy peculiar en un libro). Pero más se sorprende cuando lo abre y se da cuenta de que todas las páginas están… ¡en blanco!, y por más que lo hojea no encuentra ni una sola palabra, absolutamente nada, ni siquiera alguna ilustración referente a algún tema o algo por el estilo. Al principio, pensó que no le sería de utilidad, pero luego de reflexionar un poco más, cree que en algún momento podría servirle para anotar algo que encuentre relevante a lo largo de su travesía en este mundo, por lo que decide llevarlo consigo.
Después de recoger el libro, el hombre voltea a su alrededor en busca de algo que pudiera comer, reconociendo así el lugar en el que está, siendo este mayormente llano y cubierto de césped, arbustos, flores y árboles, estos últimos en su mayoría de color café y algunos de color blanco con manchas negras; pero nada de su interés.
Ya muy hambriento, piensa que lo mejor sería caminar y explorar más allá de donde alcanza su vista, con la esperanza de encontrar algo más que árboles…, o, si no, terminará comiendo madera. Sin embargo, luego de tan solo avanzar unos cuantos pasos, un sonido interrumpe su andar, aunque esta vez no fue el mismo que antes, sino el gruñido del que parece ser un cerdo salvaje que podría estar merodeando en la cercanía.
Obviamente, el hombre voltea y corre hacia donde provino el sonido, hasta llegar a un lugar con un pequeño estanque rodeado de flores rojas y amarillas. Y mayor es la impresión cuando divisa a tres cerdos salvajes a un costado del estanque. Al instante, piensa en cuál sería la mejor manera para atrapar al menos uno de ellos (asumiendo él mismo desde el principio que solo tiene la capacidad suficiente para atrapar a un único cerdo…, o simplemente tiene pocas expectativas). Como sea, no hay mucho tiempo para pensar, y antes de poder perder la oportunidad, se impacienta y corre de frente hacia uno de los cerdos lo más rápido que puede y con los brazos extendidos… Pero, desafortunadamente, al que escogió como presa fue demasiado rápido y escurridizo, y lo único que consiguió fue gastar energías. Además, terminó golpeándose con fuerza contra el tronco de un árbol después de la breve persecución, perdiendo ahora de vista a los tres cerdos salvajes.
De nuevo tirado en el suelo, el hombre se encoje sobre sí, mientras muchos pensamientos negativos aparecen y lo atormentan. No obstante, un cambio repentino en su suerte lo sorprende, pues gracias al fuerte golpe que se dio contra el árbol, de este cae una manzana justo en su cabeza, un fruto hermoso, de un brillante color rojo y de aspecto muy apetecible. Tanta fue su sorpresa y admiración que podría decirse que casi se la come con los ojos. Él, por supuesto, no duda en agarrarla y darle un gran mordisco hasta llenar sus cachetes con esta jugosa manzana. Por muy simple que parezca, esto generó un sentimiento melancólico y nostálgico en su interior…, aunque al mismo tiempo satisfactorio y consolador. Tan solo esta única manzana bastó para calmar su hambre, al menos un poco, pero también para apaciguarlo con unos efímeros segundos de paz y tranquilidad.
Después de haberse terminado la manzana, el hombre considera que puede alimentarse de las demás que están en los árboles, al menos hasta que pueda cazar algún cerdo salvaje. El problema está en cómo bajarlas de los árboles si son demasiado altos para poder treparlos, además de que tienen pocas ramas de las que sujetarse, y la mayoría no parecen poder soportar su peso. Entonces, lo único que se le ocurre es tirar abajo el árbol para que caiga junto con las manzanas (una idea brusca y un tanto irracional, aunque también cuenta como una solución), y así podría aprovechar también para conseguir madera que podría servir para crear herramientas que le puedan ser útiles en un futuro. Pero conseguir derribar el árbol él solo y sin instrumentos parece una tarea imposible, sin olvidar que todos los árboles tienen troncos muy gruesos y fuertes, a excepción de los blancos, solo que estos no parecen dar manzanas.
Sin embargo, el hambre y el deseo de supervivencia del hombre son más fuertes que su razonamiento actual, así que, sin pensarlo demasiado, le da un puñetazo al tronco de uno de los árboles, descargando contra él todas sus emociones e inquietudes. Increíblemente, él apenas siente dolor, lo cual lo sorprende bastante, pues está seguro de haber golpeado el tronco con todas sus fuerzas. Además, cuando mira el lugar donde golpeó, observa una muesca significativa en el tronco. En cambio, podría decirse que su puño no recibió casi nada de daño. Resultado que no habría pensado lograr con tal facilidad.
Una vez consciente de lo conseguido, el hombre cree contar con una fuerza y resistencia superiores a lo que aparenta, suficientes para tirar un árbol con las manos desnudas sin que su cuerpo reciba un daño significativo. Por lo tanto, lleno de confianza, golpea el tronco una segunda vez, consiguiendo así agrandar la fisura sin recibir dolor, por lo que, ahora sin detenerse y confiando plenamente en sus capacidades, golpea el árbol una y otra vez. Hasta que, luego de un rato, logra partir el tronco lo suficiente para que este pierda el equilibrio sobre sí y caiga por fin al suelo junto con una gran cantidad de manzanas iguales a la que comió. Enseguida, arranca todos los deliciosos frutos de las ramas, y, mientras tanto, degusta unas cuantas para saciar su hambre. Aunque ahora surge un nuevo problema: ¿cómo llevará consigo tantas manzanas y la madera si apenas puede cargar con unas pocas manzanas en sus brazos? No obstante, el hombre resuelve dicho percance al percatarse de que su pantalón de mezclilla tiene varios bolsillos en los que puede guardar algunas manzanas. Pero, inesperadamente, cuando intenta meter una, esta es “absorbida” con una facilidad sorprendente y sin provocar algún tipo de cambio en el bolsillo o en el pantalón como tal, como si la manzana hubiese desaparecido por completo, pues el bolsillo ni siquiera parece estar abultado (como normalmente se esperaría al introducir un objeto de un tamaño a considerar), y por más que busca alrededor, no encuentra la manzana, sino hasta que vuelve a abrir su bolsillo, encontrándola dentro, solo que esta, de alguna manera, adquirió un tamaño menor al normal, como si se hubiera encogido. Además, por dentro el bolsillo parecía increíblemente grande y espacioso, mucho más a como se creería al verlo desde el exterior, lo cual explicaría por qué no se abultó al meter la manzana.
Sea como sea, el hombre no le da más vueltas al asunto, y mucho menos sabiendo que esto es algo conveniente para él. Así que simplemente procede a meter en sus bolsillos todas y cada una de las manzanas que hay por el suelo y en las ramas del árbol, sin disminuir su asombro por el cambio repentino en el tamaño que adquieren las manzanas y la facilidad con la que se las lleva, pero también por el hecho de poder sacarlas sin dificultad alguna y sin sufrir ningún tipo de alteración, aparte de volver a su tamaño normal cuando él quiere, y sin perder su sabor original.
Una vez guardadas todas las manzanas en su pantalón “mágico”, el hombre se acerca hacia el tronco del árbol caído para intentar conseguir madera. Aunque, sorpresivamente, cuando voltea hacia la base del árbol, ve encima una parte del mismo, pero de menor tamaño, como si hubiera sucedido lo mismo que con las manzanas, lo cual lo sorprendió mucho, pero aún más cuando se acerca y toca el pedazo miniatura del tronco, provocando que este de repente recobre el mismo tamaño que tenía, encajando a la perfección en la base del árbol; y si lo vuelve a tocar, de nuevo retoma su tamaño a escala, cabiendo incluso en la palma de su mano y, asimismo, en el bolsillo de su pantalón, mismo que facilita enormemente su capacidad para transportar objetos de gran tamaño y peso.
Aquí es cuando el hombre comienza a darse cuenta de que se encuentra en un mundo muy, muy extraño…, aunque fascinante.
Después de haber descubierto que puede manipular el tamaño de los objetos que toma y llevarlos consigo (o por lo menos es así con las manzanas y los troncos de los árboles), el hombre decide seguir golpeando el resto del árbol para conseguir más secciones del tronco. Pero antes de seguir, se da cuenta de que el libro que había recogido comenzó a vibrar sutilmente, lo cual llama su atención, así que decide abrirlo para descubrir qué sucede. Y justo en el instante en el que lo hace, todas las hojas se desplazan rápidamente por sí solas, hasta detenerse en una página específica, misma que contiene información, en concreto, sobre el tronco que había recogido, señalando que este es un “Tronco de roble”, junto con una especie de proceso en el que se ilustra la “transformación” de un tronco de roble a cuatro “Tablones de madera de roble”. Lo extraño es que él juraría que el libro no contaba siquiera con una sola página que contuviera algo parecido, reafirmando que lo revisó por completo. Aunque, por todo lo que ha experimentado durante este corto rato, en lugar de seguir confundiéndose a sí mismo, decide mejor no pensar demasiado en este tipo de cosas, sobre todo si le favorecen.
Al encontrarse en la etapa de aprendizaje acerca de este mundo y sus secretos, el hombre no duda en crear los cuatro tablones de madera como le indica el libro, transformando así el tronco de roble de su forma a escala en cuatro tablones de madera de igual proporción con solo ejercer un poco de presión con su mano y pensar en lo que quiere obtener. Al mismo tiempo, el libro vuelve a vibrar, aunque esta vez una gran cantidad de páginas se van llenando con nueva y abundante información, aparentemente, sobre diferentes creaciones, solo que ahora utilizando los tablones de madera que acaba de conseguir. Entre las recetas se observa cómo hacer “Palos de madera”, “Botones de madera”, “Tazones de madera”, “Placas de presión de madera” y “Mesas de trabajo”, de lo cual, lo más interesante en este momento es la mesa de trabajo, por lo que el hombre decide crearla, utilizando así los cuatro tablones de madera que había hecho. Al construirla, enseguida descubre que esta también toma un tamaño a escala, pero al momento de colocarla en el suelo, esta adopta un tamaño más grande y realista acordes a la perspectiva.
Con esto, sin duda alguna, el libro será de inmensa ayuda en la vida del hombre, respecto al apoyo que le brindará para entender con exactitud el concepto y utilidad de cada objeto que encuentre y que desconozca.
Al principio, no pareció suceder nada raro con la mesa de trabajo, pero justo cuando el hombre se apoya en ella para analizarla detenidamente, las ilustraciones que explicaban los procesos de creación que había visto en el libro cambiaron, mostrando además nuevas recetas. Él, valiéndose del razonamiento, deduce que esto podría deberse a que puede crear objetos más complejos que exigen un espacio de trabajo idóneo, como lo es la mesa de trabajo, misma que permite una mejor manipulación de los objetos en su tamaño a escala, a diferencia de hacerlo sin ella, pues así puede crear ciertas cosas en cualquier lugar con la ayuda de su libro, pero limitándose a objetos más simples.
Con esto, el hombre comienza a entender un poco mejor cómo funciona este mundo, por lo cual se dispone a conseguir más recursos para descubrir nuevas cosas y comprender todavía más los fundamentos que rigen este mundo, y así ir llenando su libro con más información sobre el tema de la creación de objetos interesantes; empezando por recolectar más troncos de los árboles.
Entonces, volviendo al árbol que derribó antes, el hombre comienza a golpearlo para conseguir más troncos de roble, que luego utilizará para crear algo útil.
Desgraciadamente, no todo en este mundo resulta ser tan fácil y conveniente como el hombre ha experimentado desde que despertó. Una realidad que se hace presente de la peor manera posible…, pues, mientras se encontraba concentrado en partir el resto del tronco del árbol que derribó, justo detrás de él se escucha un siseo aterrador, tan cerca, fuerte y repentino que le erizó la piel al instante… Todos sus sentidos se alarman, e, instintivamente, da un salto hacia enfrente con el fin de alejarse de lo que sea que esté produciendo este abrumador sonido. Al instante, voltea para descubrir el origen del siseo, reconociendo algo sumamente horrible, algo que lo pone pálido en segundos, ya que el siseo proviene de un verdadero ¡monstruo! Se trata de una criatura del mismo tamaño que él, con el torso alargado y de piel tosca, escamosa y de color verde; no tiene brazos, pero sí cuatro patas en su parte inferior; su rostro es inexpresivo, pero totalmente espeluznante… Es un ser traído del mismísimo infierno… Aunque lo más increíble y perturbador es cuando el hombre ve cómo este monstruo, de alguna manera, comienza a “inflarse”, al mismo tiempo que el volumen del siseo aumenta y su cuerpo se va cubriendo por un resplandor intenso… Así, hasta que su cuerpo parece ya no poder más…, llega al límite y… ¡explota! desde su interior, produciendo una devastadora explosión que crea un gran agujero en el suelo y tumba bastantes ramas, hojas y manzanas de los árboles cercanos a la detonación, inclusive más de las que el hombre recolectó; sin siquiera dejar evidencia alguna de qué era este monstruo.
Después del inesperado encuentro, el hombre, todavía sorprendido y aterrado, se tira al suelo apoyándose de un árbol para recuperar el aliento, pensando en que si en este mundo habitan más criaturas como la de ahora, entonces su vida corre grave peligro, pues no se le ocurre ni una sola forma de sobrevivir a un encuentro directo contra una monstruo como este. Esta vez tuvo suerte al percatarse a tiempo y actuar al instante, pero aun así estuvo bastante cerca de ser golpeado por la explosión del monstruo… Un solo descuido… podría significar su muerte de forma instantánea si es alcanzado por una explosión de tal magnitud.
Este primer encuentro le deja al hombre más que claro la importancia de apresurar el avance en todos los aspectos… si es que no quiere morir…
Pronto, ya un poco más calmado, se arma de valor para investigar el hueco en la tierra que dejó la explosión, en busca de algún indicio del monstruo causante de tal destrucción, encontrando en el fondo un poco de polvo de color gris oscuro, al que recoge por simple curiosidad. Al instante, el libro llama su atención nuevamente, en cuyo interior se reescribe una página, la cual menciona que el polvo recogido es “Pólvora”, aunque la que encontró parece ser inservible por la explosión. Además, nueva información aparece en otra página de una sección aparte del libro, aunque esta vez… sobre la criatura aterradora, a la que llama “Bestia explosiva”, junto con un texto muy peculiar que describe a este monstruo y expresa lo siguiente: “Una bestia que se encuentra frecuentemente de noche, pero también de día. Detrás de los árboles se esconde y te observa, y cuando menos te lo esperas, con una poderosa explosión te encuentras.”. Carece de grandes detalles y nada de lo que menciona ayuda a aliviar el miedo que este monstruo provoca al topársela de frente (o de espaladas, como sucedió).
De cualquier forma, el hombre, más que dejarse abrumar por la posible existencia de estas bestias explosivas y el temor de volver a encontrarse con otra, decide apresurarse a conseguir algún arma con la que por lo menos pueda sentirse un poco más seguro. Por lo tanto, retoma de inmediato su objetivo de conseguir más madera.
Dejando de lado el inoportuno percance con la bestia explosiva, el hombre continúa golpeando más árboles para conseguir más troncos. Y de repente, junto con el impacto de la caída de uno de los árboles, de este se desprende, además de manzanas y ramas delgadas, algo que llama su atención, siendo esto un “Brote de roble”, mismo que podría utilizarse para el crecimiento de otro árbol de este tipo en cualquier lugar en el que sea plantado, o al menos esto describe el libro sobre este pequeño, pero prospero tallo. Por lo cual, el hombre lo guarda y lo lleva consigo en su bolsillo.
Luego de obtener suficientes troncos de roble, el hombre procede a transformarlos en tablones de madera, y con ellos crea unos cuantos palos de madera, pues, por simples que sean, son la base para crear cualquier herramienta primitiva de utilidad y demás posibles creaciones. Aunque antes, en su búsqueda de la receta para transformar los gruesos tablones de madera en palos delgados y prácticos en su libro, se topa con nuevas recetas con el uso único de los tablones de roble, que explican cómo hacer “Escaleras de madera de roble”, “Losas de madera de roble”, “Trampillas de madera de roble” y “Puertas de madera de roble”; cosas ideales para la construcción de un refugio provisional que serviría para mantenerse seguro ante el posible peligro. Por otra parte, incluyendo como “ingrediente” las ramas de los árboles que recogió, puede crear “Vallas de madera”, “Puertas para vallas”, “Carteles”, “Escaleras de mano de madera” y, mucho más importante, ¡herramientas de madera!, como picos, hachas, palas, azadas e, incluso, ¡espadas!, y solo con unos cuantos palos y tablones de madera, según indica el libro.
Todo lo nuevo que lee capta su interés totalmente, pero sobre todo las herramientas, pues es lo que había estado buscando y lo que tenía en mente por hacer desde el inicio, y el hecho de que el libro le facilite el método para crearlas, es una oportunidad y alivio enormes.
Entonces, de entre todas las opciones, lo primero que el hombre decide crear es una espada de madera, más que nada por seguridad, por si de repente se encontrase de nuevo con otro monstruo; y, segundo, un hacha de madera para conseguir más troncos de una forma más fácil y rápida, dejando atrás el método primitivo y cansado que es golpear los árboles con los puños. Aunque, por el material de las herramientas, no se debe tener altas expectativas en su eficiencia.
Posteriormente, ya creada la espada y el hacha de madera en la mesa de trabajo apoyándose de su libro, el hombre prueba el hacha talando más árboles, consiguiendo así más madera, manzanas, brotes y ramas que sirven como palos, un poco más rápido que con los puños; mas no solo a los árboles de roble, sino también a los de corteza blanca que había visto antes, a los que el libro llama “Árboles de abedul”, cuyos troncos pueden ser transformados también en tablones de madera, resultando en lo mismo que con los de roble, solo que de un color más claro, pero de misma utilidad.
Como conclusión, durante el proceso de recolección de madera, el hombre tuvo que acudir a su mesa de trabajo constantemente para crear más hachas de madera, ya que, aunque hayan mejorado un poco la eficiencia de la actividad, estas se rompen fácilmente con el uso continuo, mas no supone un gran problema, considerando que la cantidad de este recurso tan útil que es la madera va en aumento.
Después de un largo tiempo, ya un poco exhausto, el hombre cree tener suficiente madera para todo lo que pudiese necesitar, así que recoge su mesa de trabajo y, por extraño que suene, la guarda en su pantalón junto con el hacha de madera que estaba usando. Se tira al cálido césped y come unas cuantas manzanas, mientras observa el lento pasar del sol junto con las nubes y el relajante hondeo de las hojas de los árboles desde su perspectiva.
Pero el momento de paz y tranquilidad solo fue breve, ya que su intención era solo apaciguar su estómago con un par de manzanas y recuperar energías. Y una vez cumplido lo anterior, se levanta del suelo, y con una mirada un tanto seria y con la espada de madera en mano, se dirige hacia el estanque de agua que había encontrado antes.
Al llegar, su sorpresa es evidente cuando se da cuenta de que de nuevo están los tres cerdos salvajes indefensos justo donde los había visto antes, por lo que, sin dudarlo, empuña su espada de madera, y cuando cree estar preparado, sale de entre los matorrales y corre rápidamente hacia uno de los cerdos, al cual persigue de cerca y sin interrupción. En esta ocasión, ya con sus movimientos escurridizos memorizados, basta con acercarse lo suficiente y acertar un golpe con la espada de madera para derribar al cerdo y dejarlo vulnerable sobre el suelo, siendo este el momento perfecto para el hombre, quien enseguida pone fin a los alaridos y al pataleo incesantes del cerdo clavándole la espada directamente en el pecho, aunque con dificultad por la falta de filo. Como resultado, acaba con la vida del animal con el menor sufrimiento posible, y así consigue varias “Chuletas de cerdo crudas”, según afirma el libro; ahora por fin podrá comer algo además de manzanas. Sin embargo, la carne no luce muy exquisita estando cruda, por lo que considera que lo mejor sería cocinarla de alguna manera… Aunque, desafortunadamente, en este instante el sol comienza a ocultarse y todo se torna muy oscuro.
En este momento, el hombre empieza a entrar en pánico, ya que andar por este mundo desconocido sin luz que lo cobije podría ser muy peligroso. Lo más indicado sería resguardarse en un refugio improvisado, y con la información que tiene en su libro y con toda la madera que recolectó, él mismo podría construir uno. Pero el tiempo está en su contra, y al estar privado de luz, reconoce ruidos de todo tipo por doquier, lo cual lo abruma todavía más. Aunque en este momento de inquietud recuerda que también puede crear palas y picos de madera en la mesa de trabajo, herramientas que podría utilizar para cavar un agujero en el suelo y pasar la noche dentro de una pequeña cueva. Así que, sin perder más tiempo, saca su mesa de trabajo de su bolsillo, la coloca en el suelo, crea una pala y un pico de madera y comienza a cavar en la tierra justo debajo de él. O al menos esto último le gustaría, pero los sonidos inexplicables de alrededor se vuelven más fuertes, y por el miedo no puede apartar la mirada de lo que sea que haya cerca, reconociendo que no podrá cavar un agujero en el cual protegerse antes de que aquello que lo acecha desde la sombras… decida aparecer…, pero tampoco piensa quedarse inmóvil esperando lo peor, así que antes de cualquier otro imprevisto recoge su mesa de trabajo y corre desesperadamente sin rumbo aparente, aunque en realidad observa a sus costados en todo momento, no solo por si aparece algún monstruo, sino también para intentar reconocer el entorno, determinando así su ubicación y la de su objetivo, siendo este el gran hueco que hizo la bestia explosiva en la tierra, mismo al que por fortuna llega en poco tiempo gracias a que no estaba muy lejos y al rastro de árboles que fue derribando; donde de inmediato clava su pala y comienza a cavar, topándose así al poco tiempo con una capa de roca sólida, contra la que el pico de madera no parece ser el más indicado, pero aun así sirve para abrirse paso al menos un poco, aunque con bastante exigencia física y desgaste rápido en su estructura, lo cual obliga al hombre a detenerse un par de veces para colocar su mesa de trabajo y crear más picos de madera.
De cualquier forma, a pesar de los percances, el hombre logra hacer un gran hueco entre toda la roca, lo suficiente para considerarlo como refugio provisional, omitiendo el hecho de que se trata de una pequeña, fría y oscura cueva. Aunque todavía falta algo muy importante: cerrar la entrada para impedir que algún invitado no deseado pueda entrar. Para eso, se le ocurre la idea de crear una puerta de madera para poder entrar y salir fácilmente, puesto que prefiere no bloquear el acceso con piedra o tablones de madera por la preocupación de que el techo se derrumbe y quede atrapado en la oscuridad, valiéndose también de la idea de que una bestia explosiva no podría abrir la puerta al no tener manos…, aunque siempre existe la posibilidad de que literalmente explote junto con la puerta (un pequeño detalle que pasa por alto). Pero cuando coloca la mesa de trabajo dentro de la cueva y busca la receta de la puerta en el libro, curiosamente, en este aparecen nuevas recetas, o al menos eso alcanza a ver con la limitada luz de la luna que llega a la cueva; y esta vez el material principal es la piedra que consiguió picando, misma con la que puede crear nuevas cosas como “Escaleras de piedra”, “Palancas”, “Losas de piedra”, “Muros de piedra”, “Hornos de piedra” y, más importante aún, ¡herramientas de piedra! Además de ser esto último lo más atractivo, el horno de piedra es el que atrae su atención, sobre todo porque es justo lo que necesita para poder cocinar las chuletas de cerdo. Pero además de las creaciones con piedra, se da cuenta de que también hay recetas para crear “Cofres de madera” y “Botes de madera” que hasta ahora no podía hacer, pues, como ve, requieren de muchos tablones de madera, con los cuales no contaba sino hasta que ocupó para hacer las hachas y picos de madera.
Ya con las cantidades necesarias, el hombre, además de la puerta de madera, crea un horno de piedra y un cofre de madera, para cocinar las chuletas de cerdo y para guardar y ordenar todos los materiales que ha conseguido, respectivamente.
En cuanto la oscuridad comienza a cubrir por completo el interior de la cueva, el hombre rápidamente coloca la puerta de madera en la entrada, empotrándola contra la roca, y enseguida intenta encender el horno para poder iluminar la cueva…, aunque hasta ahora olvidaba dos cosas muy importantes: ¿cómo prenderá el fuego? y ¿cómo lo mantendrá sin combustible alguno en el horno? No tenía idea de cómo conseguir lo que en su cabeza parecía irrelevante. Pero en este momento de desesperación, inhibiendo su razonamiento, introduce todos los materiales que tiene dentro del horno hasta colmarlo… Sorpresivamente, en cuanto lo hace, una gran llama se produce de forma espontánea en el interior del horno de piedra, algo que deja al hombre sin palabras y lo hace retroceder, pues ahora tiene fuego sin la necesidad de generar alguna chispa o energía que encendiera las llamas, aunque también por el inesperado fogonazo que casi le quema el poco vello facial que tiene.
Ahora el hombre dispone de luz y calor, aunque, intrigado sobre qué es lo que mantiene el fuego con vida, observa fijamente el interior del horno, descubriendo así que el combustible que se está consumiendo son los palos, tablones de madera y troncos, aunque también hay algo más que parece estar liberando chispas…, algo delgado y aplanado que no deja de producir un sonido como el de la bestia explosiva… “¡Las chuletas de cerdo!”, reconoce; mismas que metió descuidadamente junto con todo lo demás, por lo que, al momento en el que se percata de su error, sin pensarlo dos veces, mete las manos al fuego y saca la carne cruda…, que ahora ya no está del todo cruda, además de la piedra, tierra y demás objetos que introdujo, para mantener el fuego controlado y que no se extinga. Ahora bien, coloca las chuletas en la parrilla de la parte superior del horno, cocinándose así uniformemente, mientras que al mismo tiempo la cueva se cubre de luz y calor agradables, pero solo por poco tiempo, ya que, lamentablemente, la madera no dura mucho tiempo como combustible para mantener el fuego encendido, y en cuestión de pocos minutos solo quedan brasas. Para ello, solo habría que meter más tablones, solo que, antes que quemar toda la madera que tiene, el hombre piensa que tal vez podría utilizar las herramientas de madera que había creado anteriormente, ya que, de cualquier manera, después podría crear nuevas, e incluso podría hacerlas de piedra.
Y así fue como a duras penas el hombre pudo mantener el fuego el tiempo suficiente para poder cocinar totalmente la carne del cerdo salvaje, aunque también, gracias a la calidez que el horno irradiaba y al cansancio que acumuló, poco a poco va cerrando sus ojos…, hasta quedar completamente dormido, recostado y encogido sobre sí mismo en el frio suelo de la cueva…, sin darse cuenta de que el fuego solo duraría unos pocos minutos más luego de quedarse dormido…
Al despertar, el hombre abre lentamente sus ojos con la esperanza de aparecer en el lugar al que pertenece…, deseando que todo lo sucedido haya sido solo un mal sueño… Pero nada ha cambiado. Todavía sigue en la cueva… Aunque esto no lo deprime, porque significa que lo que hizo no fue en vano; quizá realmente este es el lugar al que pertenece… Tal vez después pueda responderse quién es en verdad, pero por ahora solo queda levantarse y retomar sus actividades de supervivencia.
Ya completamente despierto, se asoma por las ventanillas de la puerta de madera, y se da cuenta de que la noche ya ha transcurrido, así que decide salir al exterior. No sin antes asegurarse de que no hay peligro afuera y de tomar la carne de cerdo cocinada del horno de piedra con una gran felicidad en el rostro, así como el horno de piedra, la mesa de trabajo, el cofre y la puerta de madera.
Luego de salir al exterior y sin peligro a la vista, el hombre se prepara para este nuevo día, esta vez con el objetivo de explorar sus alrededores. Por lo tanto, para comenzar con la exploración, empieza por determinar en qué dirección ir. Aunque en este momento divisa a lo lejos a una criatura idéntica a la que explotó detrás de él el día anterior, y, además, bajo la sombra de un árbol un poco más lejos alcanza a ver una silueta blanca, delgada y, aparentemente, del mismo tamaño y forma que él, pero lo extraño es que dicha criatura no parece tener piel…, ni siquiera carne, literalmente es un esqueleto viviente. Más curioso aún, aquel esqueleto, además de moverse en dos pies sin problema alguno, sostiene un objeto con una de sus extremidades superiores, mismo al que, después de verlo detenidamente, reconoce como un arco. ¡Un esqueleto vivo con un arma de ataque a larga distancia! Al darse cuenta, el hombre queda atónito, aunque tan solo por unos segundos, ya que, en el instante en el que se percata de la presencia de aquel monstruo, nuevamente su libro muestra una página con información específica acerca del esqueleto, llamándolo “Arquero esquelético” (o solo “esqueleto”, para los amigos), junto con una breve descripción: “No tiene carne ni cerebro, pero no quieras tomarle el pelo, pues precisión con el arco le sobra, la cual le funciona muy bien, ya que ataca desde las sombras… y muy pocos lo prevén.”.
Luego de leer la poca información que le proporciona el libro, el hombre, intimidado, regresa a la seguridad de la cueva para pensar un momento sobre qué debería hacer ahora, pues sabe que no tiene posibilidad alguna de sobrevivir si se encuentra de frente con una bestia explosiva o un esqueleto ¡armado!, y mucho menos contra los dos al mismo tiempo.
Dominado por el miedo, no tiene más opción que quedarse en la cueva hasta que los monstruos se marchen lejos de su guarida. Pero pronto, la desesperación por estar mucho tiempo en la cueva sin poder hacer algo de provecho lo motiva a pensar en qué otra cosa podría hacer además de esperar. Entonces, se le ocurre que sería una buena idea picar más allá de la cueva, y así conseguir más piedra, y quizás encuentre algo nuevo o, incluso, otra forma de salir al exterior. Por lo tanto, vuelve a colocar los “muebles” de su hogar provisional, y, a pesar de que ya conoce las recetas para crear herramientas de piedra, crea un par de picos de madera, ya que gastó la mayoría de la piedra que consiguió haciendo el horno de piedra, y antes que acabar con la que le queda, piensa que lo mejor sería primero conseguir más. Así que de inmediato comienza a picar en una de las paredes de roca.
No obstante, luego de picar durante un rato, el hombre se topa con unas manchas negras incrustadas en algunas rocas, y al tratarse de algo nuevo e intrigante, no duda en golpear esas extrañas manchas oscuras con su pico, pero tan solo al primer golpe su pico de madera se destruye, siendo este el segundo de los dos picos que había hecho, aunque por lo menos pudo conseguir bastante piedra, misma con la que ahora puede crear tantos picos de piedra como quiera. Sin embargo, por el momento solo crea uno, además de una espada de piedra mucho más resistente y eficiente que la de madera, aprovechando la oportunidad.
Ya con el pico de piedra, enseguida lo estrena picando las manchas negras, las cuales resultan ser pequeñas rocas oscuras de un mismo mineral, mismas que va descubriendo con mayor facilidad y rapidez gracias al pico de piedra, hasta separarlas por completo de la roca natural, desprendiéndose así varias piezas de diferentes formas y tamaños. Justo cuando el hombre levanta uno de estos minerales del suelo, su libro lo reconoce como “Carbón mineral”, mostrando en una de las páginas una nueva receta para crear “Antorchas”, utilizando carbón y palos de madera, y sin la necesidad de recurrir a la mesa de trabajo. Además, después de recoger todo el carbón y disponerse a picar lo demás que faltaba, observa, del hueco que hizo, unas pequeñas esferas brillantes de tonalidades verdes cambiantes y muy llamativas. Por curiosidad, extiende su mano lentamente para tomar uno de los peculiares orbes, pero en cuanto lo hace, de alguna manera, todos comienzan a moverse hacia él por cuenta propia, y por la reacción tan repentina, retrocede y cae de espaldas por miedo a estas esferas, aunque estas no se detienen y continúan acercándosele, hasta que, sorpresivamente, todas son “absorbidas” por su cuerpo y desaparecen sin dejar rastro alguno.
A pesar del inquietante incidente, lo extraño es que a simple vista no hubo cambio físico alguno en el hombre, quien, muy sorprendido, busca a aquellos orbes brillantes por todas partes…, mas no encuentra ninguno.
Cuando el susto pasa, el hombre se levanta del suelo y vuelve a intentar picar el carbón que todavía queda entre la pared de roca, aunque temeroso al no saber qué más pudiese pasar. Y al igual que antes, además de carbón, también se desprenden más esferas brillantes de la roca natural, que igualmente son absorbidos por su cuerpo, mismo que sucede cada vez que pica más de este mineral, y en cada ocasión tanto el tamaño como la cantidad de los orbes varían, llegando el punto en el que ya no se sorprende por el comportamiento tan extraño de estas… cosas. Aunque todavía más extraño, él cree ya haber tenido una experiencia así, como si esta no hubiera sido la primera vez que se relaciona con estas esferas, asegurando que las obtuvo de una forma diferente en algún otro momento, ya que recuerda haber tenido la misma sensación que ahora, concretamente, cuando sacó las chuletas de cerdo cocinadas del horno de piedra. Además, cree que ese debe ser el único momento y de mayor sentido en el que pudo haber conseguido más de estos orbes sin darse cuenta, pues en ese momento todavía se encontraba somnoliento. Así que lo más probable es que al cocinar también aparezcan estas esferas intangibles y curiosas, aunque solo es una mera especulación de él. Realmente, la única forma de estar seguro de lo que cree sería comprobándolo, pero por ahora deja de lado este tema y decide usar una parte del carbón que consiguió para crear unas cuantas antorchas e iluminar la cueva, y la otra parte la guarda para otra necesidad.
Para probar la funcionalidad de las antorchas, el hombre procede a colocar una en la cueva, aunque es justo en este momento cuando se da cuenta de que no tiene cómo encenderla, lo cual es un gran problema. No obstante, este imprevisto se soluciona por sí solo, ya que, justo cuando toma la antorcha con su mano, esta se prende en llamas de manera instantánea, al igual que como sucedió con el horno de piedra.
Posteriormente, ahora con una fuente de luz manipulable, el hombre avanza con mayor confianza picando la roca durante un largo tiempo, encontrando así un poco más de carbón, pero también un nuevo mineral adherido a la roca, casi con las mismas características que el carbón, solo que este es de tonalidad café claro. Además, al picarlo, dicho mineral no se separa totalmente de las rocas, al contrario de como sucede con el carbón. De cualquier manera, el hombre logra picarlo, aunque sin poder deshacerse por completo de las rocas que lo cubren. Aun así, es suficiente para que el libro lo identifique, mencionando que se trata de “Mineral de hierro”, con el cual, por alguna razón, no se puede crear absolutamente nada, o al menos el libro no muestra algo relacionado, intuyendo el hombre que lo más probable es que se deba a que el objeto principal está mezclado con la roca. He ahí el dilema. Pero si ese es el verdadero problema, ¿cómo podría separar la roca del mineral? Luego de pensarlo con detenimiento, lo único que se le ocurre, al no poderse valer de la mesa de trabajo para transformar el objeto en cuestión, según lo indica el libro, es recurrir al horno de piedra como su última opción, con el fin de extraer el mineral por medio de calor, aunque por ahora decide guardar el mineral de hierro obtenido y seguir picando por si encuentra algún otro objeto nuevo. Sin embargo, su actividad se interrumpe tan pronto se le rompe el pico de piedra, habiendo conseguido todavía un poco más de carbón y otros dos minerales de hierro más, mismos que le sirvieron para comparar su extracción y darse cuenta de que, a diferencia del carbón, de estos no aparecen más orbes brillantes, lo cual le resulta un poco extraño, aunque aun así sigue sin comprender la utilidad de esos objetos, así que no le toma mucha importancia.
Una vez el pico de piedra está destruido, el hombre se da cuenta de que ya no tiene más tablones de madera ni troncos para hacer más, por perder una gran parte cuando intentó encender el horno; tan solo algunos palos de madera que alcanzan apenas para un pico de piedra nuevo y otra antorcha más. Siendo así, utiliza los palos para crear otro pico de piedra, pero no para seguir picando, sino para tenerlo listo cuando tenga que necesitarlo de nuevo, pues, considerando que ya ha paso bastante tiempo bajo tierra, decide salir a la superficie de una vez por todas. Entonces, enseguida echa un vistazo hacia el exterior, reconociendo que no hay ningún peligro a la vista y que aún queda mucha luz del día por delante. Por lo cual, recoge todas sus cosas de la cueva y sale con toda confianza, teniendo en mente explorar el territorio en el que se encuentra. Pero antes, por curiosidad, voltea hacia el lugar donde había visto al esqueleto al amanecer, en donde, extrañamente, solo ve los que parecen ser huesos en el suelo; sin olvidarse tampoco de la bestia explosiva, de la cual no hay rastro alguno.
Sea lo que sea que haya sucedido con aquellos monstruos, el hombre no se preocupa más por eso, sino en aprovechar la luz del sol para ser productivo. Entonces, comienza por conseguir una gran cantidad de recursos, suficientes para poder construir un hogar en mejores condiciones que su refugio en la cueva, principalmente madera, aprovechando, en cuanto puede, para hacer un hacha de piedra, la cual mejora aún más el proceso de tala de los árboles. Al mismo tiempo, va recorriendo la zona en busca de un lugar adecuado para cimentar su casa.
Después de un largo rato rondando por el campo y talando más árboles, el hombre por fin llega a una zona mayormente llana y sin tantos árboles, perfecto para construir una casa. Además, ve unas cuantas gallinas corriendo por los alrededores. Sin duda, un panorama hermoso que le sube el ánimo, ya que se trata de algo que difiere de la existencia de los monstruos aterradores.
Como ya había pasado mucho tiempo y la noche no tardaría en llegar, el hombre investiga de inmediato el nuevo territorio. Y cuando parece encontrar el lugar indicado para su hogar, empieza por establecer las dimensiones que este tendrá. Es así como, sin retraso alguno, da inicio a la construcción, comenzando por el suelo, el cual debe ser considerablemente grande para tener espacio suficiente. Una vez definido el tamaño, procede a cavar un poco en la tierra para sustituir el suelo de césped por los tablones de madera de abedul que recolectó, pues considera que quedarían bien para su casa, o al menos mejor que dejarlo así; para lo cual tuvo que crear una pala de piedra. En cambio, las paredes serán de piedra, pensando en que así su casa resistirá incluso la detonación de una bestia explosiva… probablemente. Mientras que el techo también será de madera, pero ahora de roble, pues no cree contar con suficiente madera de abedul ni piedra para hacerlo.
No obstante, a pesar de que construir resulta ser bastante fácil gracias al manejo y colocación tan prácticos de los objetos en este mundo, por el poco tiempo que disponía, el hombre apenas alcanzó a terminar de construir las paredes de piedra antes de que el sol se ocultara, incluyendo el establecer la que será la entrada, a la que concluye colocando dos puertas de madera de roble para su fácil acceso; por lo que no tuvo más opción que terminar con lo faltante al día siguiente.
Por ahora, bajo la seguridad de cuatro paredes de piedra sólida, el hombre se dispone a organizar el interior de su nueva casa, colocando la mesa de trabajo, el horno de piedra, el cofre de madera y antorchas para iluminar.
Al final de todo, el resultado es una casa en muy buenas condiciones y de buen aspecto…, omitiendo el hecho de que todavía no está concluida, al menos la menor parte, y que no resulta muy acogedor encerrarse por cuatro grandes muros de piedra que bloquean la vista al exterior.