Читать книгу El fin del dragón - Eduardo Rosalío Hernández Montes - Страница 9

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CAPÍTULO 3

Acechando desde las sombras

De camino a su hogar, curiosamente, el hombre vislumbra un rebaño de ovejas salvajes cubiertas de lana blanca pastando a espaldas de su casa, por lo que, obviamente, corre hacia ellas para intentar atraerlas a su corral, aunque lo único que consigue es espantarlas y alejarlas en la dirección opuesta. Y como no tiene nada que sirva para llamar su atención como con las gallinas, no tiene otra opción más que dejar de molestarlas hasta descubrir cómo atraerlas hacia el corral.

Retomando su camino a casa, pensando aún en las ovejas, imagina alguna forma para llamar el interés de esos animales, justo como hizo con las gallinas al seducirlas con semillas, solo que en este caso las ovejas fijan su atención en el pasto que abunda por todo el campo, por lo que el hombre no conseguirá atraerlas con algo que ellas mismas encuentran con gran facilidad; así que el césped no servirá para esto.

Al ya estar en la comodidad de su hogar, el hombre continúa con sus demás labores, como sacar los lingotes de hierro de los hornos de piedra y terminar de construir su casa, expresamente, en concluir el techo de una vez por todas. Y, mientras tanto, sigue pensando en el tema de las ovejas en busca de algo que le pueda servir para atraer su atención y encerrarlas en su corral.

Luego de bastante tiempo divagando en sus pensamientos, afirma que las ovejas no se interesarán en carne ni manzanas, sino solo en el pasto simple, del cual solo puede conseguir semillas, mismas que sirven para atraer a las gallinas, y aunque lo más seguro es que no consiga lo mismo con las ovejas, podría utilizarlas para cultivarlas de alguna forma, y así conseguir pasto de mejor calidad que sea de sumo interés para las ovejas, surgiendo esta idea por la receta para crear azadas que describe su libro, precisamente, para este tipo de actividad; ya sea de madera, piedra o hierro, con la que podría acomodar la tierra del campo de una forma en la que pueda cultivar las semillas que tanto les fascinan a las gallinas.

Con una idea clara en mente y un largo día por delante, el hombre, después de terminar con sus tareas incompletas, se dirige directamente a su mesa de trabajo para crear una azada de hierro, y enseguida sale de su casa en busca de un buen lugar para sus cultivos, siendo este a un costado de su hogar, donde clava de inmediato su azada en la tierra fértil para amoldarla de la mejor forma para que las semillas que plante puedan brotar sin problemas. Al terminar, lo que falta ahora son las semillas, así que comienza a buscar más de estas por toda la zona hasta conseguir suficientes. Y una vez las consigue, las coloca en los surcos de su campo de cultivos.

Curiosamente, luego de terminar de plantar las últimas semillas, el hombre se asegura de no haber olvidado ninguna, percatándose así de que las primeras que plantó salieron a la superficie, lo cual es extraño, pues juraría haberlas cubierto por completo con tierra, mas imagina que solo debió haber sido un descuido suyo, así que vuelve a enterrarlas. Pero en cuanto lo hace, al voltear a un costado, observa lo mismo con las otras semillas que plantó, viéndolas salir de la tierra una tras otra, como si la tierra las estuviera rechazando.


Ante tal reacción, el hombre comprende que algo está haciendo mal. Seguramente olvidó un paso muy importante, algo que debe estar omitiendo. Pero por más que piensa en cómo hacerlas crecer naturalmente, no encuentra la solución, lo cual es muy frustrante, ya que se supone que tienen un lugar adecuado, moldeado y expuesto a los rayos del sol; características ideales para el desarrollo satisfactorio de estos cultivos. Aunque simplemente no sucedía.

Por otra parte, la falta de comida y el desgaste físico comienzan a afectar el raciocinio del hombre, y al ver que sus cultivos literalmente no están dando frutos, decide dejarlos a un lado y aprovechar la luz del día restante para conseguir alimento más rápido. Y como todavía no quiere sacrificar más gallinas para este propósito, planea ir al río a intentar atrapar algunos peces… “Los peces del río… ¡Eso es!”, reflexiona el hombre, comprendiendo que el ingrediente que le falta a sus cultivos para que las semillas germinen es la fría y refrescante agua del río. Y al ser una especulación lógica, no duda en regresar a su campo de cultivos, cavar un agujero en la tierra e, inmediatamente después, verter el agua del río que antes recogió con su cubeta de hierro, observando así a la tierra de alrededor “absorbiendo” uniformemente el agua hasta alcanzar a las semillas, las cuales, ahora con todos los factores que requieren, poco a poco vuelven a integrarse por sí solas en la tierra húmeda y fértil, divisándose inclusive un pequeño tallo verde brotando de una semilla.

Lamentablemente, el agua que trajo consigo no es suficiente para distribuirse y humedecer toda la tierra en la que plantó la semillas, y, por lo tanto, algunas de ellas se mantienen aún en la superficie. Por consiguiente, el hombre decide regresar al río para traer más agua en su cubeta.

Así es como el hombre, muy emocionado, logra viajar dos veces al río y volver a sus cultivos trayendo más agua, pero en la tercera vez que llega al río, por su descuidado control de su apetito por el conocimiento y la experimentación, pasa por alto el transcurso del tiempo, dándose cuenta, de la peor manera, de que el sol está por ocultarse, percibiendo cómo lentamente la luz natural del sol va desapareciendo y toma su lugar la oscuridad de la noche que se aproxima rápidamente…, y con ella los monstruos. Por lo cual, él sabe que tiene que apresurarse a llegar a la protección de su casa, pues, por tantas distracciones que tuvo durante el día, no pudo centrarse en lo más importante: su vida misma, la cual corre peligro al andar en el exterior rodeado de criaturas monstruosas, sin olvidar que al final nunca creó la armadura de hierro que tanto había planeado hacer.


Desgraciadamente, el camino de regreso a casa es bastante largo, y ahora complicado por la oscuridad y la presencia de criaturas hostiles que aparecen por todas partes atacando al hombre, quien simplemente sigue corriendo hacia su hogar evitando enfrentamientos innecesarios e iluminando su andar con la luz de una antorcha, aunque en algunos momentos del recorrido las confrontaciones son inevitables, y se ve obligado a detenerse por unos instantes hasta que consiga abrirse paso de entre todos los monstruos, únicamente con la ayuda de su escudo, espada de hierro y la tenue luz de su antorcha.

Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de monstruos atacándolo simultáneamente, los cuales dificultan de gran manera su avance, especialmente las arañas gigantes por su velocidad, los esqueletos que disparan flechas sin cesar y las silenciosas y sorpresivas bestias explosivas que aparecen de la nada; el hombre logra evitar daños graves gracias a que ya conoce las habilidades y cualidades de todas las criaturas hostiles que ve a su alrededor. Aunque por culpa de la falta de alimento en su cuerpo comete algunos errores, resultando en heridas ocasionadas por los ataques incesantes de los monstruos. De cualquier forma, se centra principalmente en llegar a su casa lo más pronto posible, antes de que su situación empeore todavía más.

Luego de una agitada y exhaustiva carrera, el hombre alcanza a divisar su hogar, y con un último esfuerzo, entra y cierra las puertas para que ningún monstruo entre… O esto último quisiera, solo que en este tan inoportuno momento se da cuenta de que su casa ¡no tiene puertas!, ya que, con todo lo sucedido, no tuvo tiempo para reemplazar las que los zombis destruyeron por puertas de hierro. Y sin nada que les impida el acceso a los monstruos, el hombre corre el riesgo de que se repita lo mismo que la otra noche, aunque esta vez no tendría oportunidad de defenderse de los que pudieran entrar durante toda la noche por su falta de energía, así que forzosamente tiene que bloquear la entrada cuanto antes. Entonces, como último recurso, obstruye de inmediato la entrada de su hogar con unos cuantos tablones de madera, para al menos obstaculizar un poco el ingreso al interior. Corre hacia su cofre de madera, saca todos los lingotes de hierro, y mientras escucha cómo los zombis destruyen tablón tras tablón de la barricada que improvisó, crea dos fuertes y pesadas puertas de hierro en su mesa de trabajo, a las que enseguida se dispone a colocar en el marco de la entrada de su casa, alejando con su espada a los zombis que trataban de traspasar, justo antes de que el último tablón cediera.

Y así, favorecido una vez más por la increíble facilidad y rapidez con la que puede crear objetos de todo tipo, transportarlos y utilizarlos de una forma práctica en cualquier momento, el hombre recupera la seguridad de su casa, aunque no sin antes asegurarse totalmente de que las puertas de hierro en verdad son capaces de impedir el paso y soportar los ataques de los monstruos en el exterior.

Sin más preocupaciones por ahora, como ya es costumbre, el hombre se tira en el mismo rincón que las otras noche, completamente exhausto y un poco hambriento, quedándose dormido en el rígido suelo de madera de su casa, aunque con bastante ruido envolviendo y abrumando los alrededores de su humilde vivienda: quejidos, gruñidos y pasos por todas partes, e incluso encima del techo se escuchan extraños y agudos… “¿gruñidos?”, percibe el hombre, aunque no identifica ni comprende qué es lo que hay sobre su casa que esté produciendo dichos sonidos, y, sobre todo, cómo es que aquello pudo subir… De cualquier forma, nada impide que caiga dormido contra el suelo, producto de su cansancio físico y mental acumulados.

Al día siguiente, cuando el hombre por fin despierta, se levanta del suelo y, seguro de que ya no hay ruidos producidos por monstruos alrededor de su casa, empieza con sus tareas diarias, comenzando por salir de su hogar para tomar un poco de aire fresco… No obstante, cuando intenta abrir las puertas de hierro que colocó la noche anterior, no logra moverlas ni “una semilla” por más que las jala o empuja, quedado encerrado en su propia casa. Al reconocer que su fuerza no funciona para salir, en lugar de verse a sí mismo como un zombi desesperado intentando atravesar las puertas, decide buscar en su libro algo que le pueda servir para esta situación tan incongruente y vergonzosa, topándose con las recetas para crear botones, placas de presión y palancas, que podrían servir como interruptores que abran las puertas de hierro. Y como no pierde nada con intentarlo, pese al hecho de no saber cómo podría hacer para que funcionen, prueba a crear un par de botones de madera, a los cuales coloca sin ningún problema a un costado de ambas puertas de hierro, y enseguida presiona uno de ellos. Sorprendentemente, justo cuando lo hace, la puerta de al lado se abre con gran facilidad y ¡por sí sola!, aunque solo por unos segundos, para después volverse a cerrar de la misma manera; y lo mismo sucede con el otro botón y la otra puerta, quedando el hombre asombrado por conseguir abrir las puertas de hierro que hasta ahora parecían imposibles de abrir, y más aún cuando solo tuvo que utilizar un par de tablones de madera para crear dos simples botones. Pero lo importante es que ahora puede salir de su casa sin mayor complicación. Y obviamente, para abrirlas desde el otro lado también coloca dos botones más en la parte de fuera.

Ya por fin afuera de su casa, el hombre mira a su alrededor para confirmar que no hay más monstruos cerca, reconociendo, en este momento, que justo ahora había aparecido el sol desde el horizonte iluminando todo el campo, y con él a unos cuantos monstruos que todavía rondaban por la zona, de los cuales, sorprendentemente, los zombis y esqueletos se prendían en llamas justo en el momento en el que eran alcanzados por los rayos del sol, hasta ser consumidos por completo por el fuego; mientras que las bestias explosivas y arañas gigantes (vistas por primera vez en la superficie por el hombre) simplemente seguían merodeando los alrededores sin rumbo alguno y sin ser cubiertas por fuego espontáneo, como sucede con los zombis y esqueletos.


Dejando de lado este sorprendente y repentino descubrimiento, antes de distraerse con otra cosa, el hombre se dirige directo al corral de las gallinas con la intención de conseguir comida, ya que desde ayer no ha comido prácticamente nada, y no podrá pasar más tiempo sin alimento. Por lo cual, no tiene otra opción más que sacrificar a unas de las pocas gallinas que tiene. Sin embargo, a pesar de encontrarse un poco desanimado por verse obligado a hacer algo así luego de todo lo que tuvo que pasar para meter a las gallinas al corral, su ánimo cambia al instante en el que llega a este y observa a muchos pollitos corriendo por todas partes, e incluso otros más saliendo de sus cascarones justo ahora, incrementando así la cantidad de comid… gallinas que conseguirá en un futuro…, solo que parece bastante extraño que estos animales se reproduzcan y crezcan con tal rapidez, especialmente sabiendo que son de un mismo y único sexo… Aunque esto al hombre no le interesa demasiado, principalmente porque desde el principio no encontró una razón para justificar este hecho.

Aliviado por ello, no con alegría, pero sí con gratitud, el hombre sacrifica otras dos gallinas adultas para conseguir un poco de alimento, al menos hasta que se le ocurra otra forma de conseguir comida. Regresa a su casa y cocina la carne cruda en sus hornos de piedra, y mientras espera a que esté totalmente cocinada, aprovecha para utiliza los lingotes de hierro que tiene para por fin crear una poderosa armadura de hierro en su mesa de trabajo, además de un pico, un hacha y una pala; equipándose así con una “Careta de hierro”, “Pechera de hierro”, “Grebas de hierro” y “Botas de hierro”. Y así, aparentemente preparado para cualquier combate, sale de su casa con muchas ganas de poner todo el conjunto a prueba…, pero como ahora es de día y no hay enemigos cerca, tendrá que probar su nuevo equipo en otro momento.

Por ahora, retoma su objetivo de traer suficiente agua para sus cultivos para que crezcan lo más pronto posible en las condiciones más óptimas. Y de camino, equipado en todo momento con su armadura de hierro para irse acostumbrando a ella, va buscando más semillas y recogiendo las cosas que puede rescatar de los zombis y esqueletos que murieron calcinados por el sol.

Una vez que toda la tierra arada para los cultivos parece estar completamente húmeda y fértil, lo que resta ahora es plantar las semillas que fue encontrando para tener una mayor cantidad de cosechas, racionando a la vez una parte para alimentar a las gallinas.

Ya sin nada más que hacer en su huerto, decide volver a su casa para pensar en su siguiente objetivo. Aunque antes, el sorpresivo balar de un pequeño grupo de ovejas pastando muy cerca lo asusta, y por pensar que se trataba de algún enemigo, tropieza y cae al suelo al mismo tiempo que intenta sacar su espada de su pantalón, y ya en el suelo se da cuenta de que solo fue el sonido de un animal inofensivo, así que no hay ninguna razón para alterarse.

Curiosamente, luego de haberse percatado de que no hay peligro alguno y de intentar levantarse, observa en su mano derecha el pedazo de uno de los huesos de un esqueleto, al cual aparentemente tomó por equivocación en lugar de su espada de hierro, y este se rompió luego de haber sido aplastado por el peso de su cuerpo.

Increíblemente, justo cuando el hombre intenta ponerse de pie, ve cómo brota y crece un tallo verde en el lugar exacto en el que había quedado el resto del hueso pulverizado, mismo en el que él había plantado unas cuantas semillas, quedando perplejo ante la sorprendente velocidad con la que las semillas germinan. Con una expresión simple, pero razonable, pues con este conveniente descuido acaba de aprender que con el polvo de hueso que puede conseguir fácilmente con los huesos de los esqueletos, puede acelerar el proceso de crecimiento de sus cultivos, y prueba de ello es lo que acaba de presenciar literalmente frente a sus propios ojos. Y para asegurarse él mismo de que sus sospechas son ciertas, muele unos cuantos huesos más con sus propias manos, y enseguida esparce el polvo en otras semillas, consiguiendo así el mismo resultado; aunque también “desbloquea” una nueva receta en su libro, que consiste en la creación de “Bloques de hueso” utilizando una gran cantidad del polvo de hueso que está haciendo, aunque por ahora su atención está fijada en las semillas.

Entonces, ya sin duda alguna, el hombre echa más polvo de hueso en la hierba crecida de las semillas hasta que esté lo suficientemente desarrollada para cosecharla, pasando así de un tamaño minúsculo y color verdoso a alcanzar una altura un tanto mayor y una tonalidad amarilla, siendo este el punto en el que dejaba de observarse algún otro cambio por más polvo de hueso que seguía impregnándole. Por lo tanto, se atreve a arrancar las frágiles plantas de la tierra, descubriendo así, gracias a su libro, que en realidad lo que consigue no es exactamente lo que él esperaba desde un principio, sino que lo que tiene en manos son “Espigas de trigo”, las cuales por sí solas no sirve para mucho. Mas no es hasta que cubre con más polvo de hueso algunas semillas más y cosecha más espigas de trigo cuando el libro ahora sí muestra dos creaciones nuevas: “Balas de heno” y ¡“Pan”!, siendo esta última la de mayor interés, ya que se trata de ¡un alimento!, algo que jamás habría imaginado que aparecería en su libro. Además, en las ilustraciones que le muestra, este se ve muy apetecible.

Al final, después de cosechar todo el trigo con gran emoción, el hombre vuelve a plantar algunas cuantas semillas que también consiguió junto con las espigas de trigo, y como ya no le quedan más huesos para convertir en polvo que sirva como abono, las deja crecer naturalmente, al menos hasta que consiga más huesos…, aunque tampoco es que tarden mucho en crecer por sí solas.

Justo luego de terminar con todo lo relacionado con sus cultivos, el hombre es sorprendido una vez más por el balido de una oveja, que por alguna razón está justo detrás de él, lo cual es cuanto menos extraño, pues desde la primera vez que vio a las ovejas quiso encerrar… invitarlas a entrar en su corral, pero al final de todo no pudo llevarlas consigo.

Y pensar que ahora tiene a una de ellas justo al frente y en plena tranquilidad.

Es en este momento cuando se percata de que la oveja está interesada no en él, sino en el trigo que cosechó. Y para comprobarlo, bastó solo con ofrecerle un poco de su primera cosecha a la oveja extendiendo lentamente su mano con las deliciosas espigas, consiguiendo que esta pierda el miedo y coma de su mano, mientras que el hombre no puede ocultar su alegría, no solo por haber cosechado sus cultivos, sino también por haber logrado llamar la atención de este hermoso animal con algo tan simple que encontró de entre los forrajes del campo.

Entonces, sin pensarlo dos veces, el hombre se dispone a atraer unas cuantas ovejas hacia el corral de las gallinas, en el que planea encerrarlas por un tiempo hasta que construya otro corral únicamente para ellas.

Posteriormente, para que las ovejas se vayan acostumbrando a su nuevo hogar, el hombre las alimenta con una buena cantidad de trigo, y con la misma increíble velocidad que como sucedió con las gallinas, observa cómo estas comienzan a… aparearse prácticamente al instante… Parece ser que no les importa reproducirse en este espacio tan reducido a pesar de haber sido privadas de su libertad por el hombre. Lo cual es algo muy, muy sorprendente, ya que si la reproducción y el crecimiento son tan acelerados como él está presenciando, pronto conseguirá una gran cantidad de animales, tanto ovejas como gallinas (las cuales tampoco se quedan atrás en dicho aspecto); encontrándose también el mismo comportamiento incluso en sus cultivos.

Por lo tanto, para aprovechar al máximo esta favorable particularidad, el hombre sabe que no puede sacrificar a las ovejas hasta tener una gran cantidad de ellas, sin embargo, todas cuentan con abundante pelaje que puede obtener con facilidad con la ayuda de unas tijeras, mismas que, según recuerda, puede crear con tan solo un par de lingotes de hierro, cuya receta, efectivamente, se encuentra en su libro. Y al ser un proceso bastante sencillo el que sigue, no tarda en crear y conseguir unas tijeras de hierro, y con ellas trasquila a las ovejas, obteniendo así su suave y esponjosa lana, con la cual, según menciona el libro, se pueden crear “Alfombras”, “Estandartes”, “Cuadros” y ¡“Camas”! Este último objeto o, mejor dicho, mueble, es el de mayor interés para él, pues, evidentemente, gracias a una cama podría dormir con mucha más comodidad que dormir en el suelo como lo ha estado haciendo durante todos estos días, y quizá podría deshacerse del tan molesto dolor de espalda provocado.

Cuando por fin termina de trasquilar a todas las ovejas que capturó, el hombre entra a su casa para utilizar el trigo que consiguió para hacer todas las piezas de pan posibles, obteniendo así un nuevo alimento, un poco desabrido, pero que le servirá para llenar su estómago. Después, guarda la lana de las ovejas, un par de porciones de trigo que le quedó y algunas semillas en su cofre de madera. Aunque en este momento se da cuenta de que ya casi no hay espacio libre para guardar más cosas, mas esto no presenta un problema muy grande, ya que simplemente puede crear otro cofre más para guardar lo que falta, solo que el inconveniente de ahora es que ya no tiene suficiente madera, pues la mayoría que tenía la utilizó para reconstruir el suelo de su casa, construir el techo de la misma y el corral de las gallinas, y para crear herramientas y antorchas que ha ido requiriendo. Por lo cual, no queda más que recurrir a talar unos cuantos árboles y conseguir más de esta materia prima tan indispensable. No obstante, a lo largo de toda esta pradera en la que vive solo ha visto unos cuantos robles por el campo, cuyos troncos no serán suficientes para conseguir la cantidad de madera que precisa para lo que quiere y para todo lo que pudiera necesitar en un futuro. Ante esto, para evitar contratiempos en el porvenir, al hombre se le ocurre la idea de plantar alrededor de su hogar los brotes de roble y abedul que consiguió en el otro bioma cubierto por estos dos tipos de árboles, los cuales eventualmente crecerán lo suficiente para ofrecer madera resistente y óptima. Aunque por ahora se valdrá de la madera de los pocos árboles que hay por la zona para lo que requiere.

Al volver a casa con unos cuantos troncos de madera, el hombre procede a transformarlos en tablones, con los que crea un nuevo cofre de madera que de inmediato coloca a un lado del otro con el fin de mantener un orden en su hogar. Aunque con esto, sorprendentemente, ambos cofres de madera se ¡“fusionan”! en uno solo al instante, pero más grande y con mayor espacio, equivalente a dos cofres normales. Entonces, sin mayor comentario, el hombre procede a crear un par de cofres más, y de nuevo los pone a un costado del cofre grande con el fin de descubrir qué pasará ahora. Para su mayor asombro, solo los dos nuevos cofres de madera se fusionan, como si este fuera el límite; resultando así en únicamente dos cofres grandes de madera.

Con esto, el hombre, quien poco a poco se va acostumbrando a este tipo de reacciones “mágicas” y repentinas, en lugar de preguntarse cómo es que suceden este tipo de fenómenos inesperados, simplemente decide dejarse llevar por la naturaleza de este mundo y seguir con lo suyo, siendo su nueva tarea el crear un corral para las ovejas, ya que el de las gallinas es muy pequeño para dos especies diferentes y poco a poco está comenzando a saturarse de comid… de vida. Sin embargo, con la poca madera que tiene apenas alcanza a crear unas pocas vallas de madera, las cuales no son suficientes para mantener a las ovejas encerradas, aunque sí servirán para delimitar el tamaño que tendrá el corral y terminarlo posteriormente.

Una vez termina de colocar las vallas de madera en el que luego será el corral de las ovejas, el hombre planea ahora empezar una nueva tarea. Así que, siendo aún de día y para aprovechar la luz natural, se le ocurre explorar un poco más los alrededores, pero como no quiere alejarse demasiado de su casa por la poca comida con la que cuenta, decide mejor ir a un lugar más elevado desde donde pueda observar sus horizontes sin exponerse demasiado.

Entonces, después de vislumbrar una gran colina no muy lejana y de una breve caminata y asenso hasta el punto más alto de la misma, ya en la cima voltea a todos lados, descubriendo que, por el movimiento del sol y hasta donde le permite su vista, al norte, pasando el río de donde llevó agua para sus cultivos, hay montañas bastante altas, las cuales tienen muy poca vegetación y de una tonalidad más oscura a mayor altura; al oeste hay un pequeño lago, que al parecer está conectado con el río del norte; al sur se ve el que aparenta ser un bioma desconocido, un lugar cubierto de una capa blanca y repleto de árboles puntiagudos y más altos que los de roble y abedul; y al este no ve nada más que un inmenso océano al que el río desemboca.

En el momento justo en el que contempla todos los hermosos paisajes y lugares aledaños, el hombre queda fascinado, perdiendo así la noción del tiempo mientras continúa presenciándolos… Y no es hasta que llega la noche cuando recupera el sentido y reconoce que debe volver a su hogar antes de que aparezcan los monstruos en la superficie. Así que rápidamente baja del lugar donde se encontraba y se dirige a su casa con premura.

Ante las prisas, el hombre asegura que podrá llegar a su casa antes de toparse con alguna criatura hostil… Y tratándose de a las que ya ha enfrentado, tiene razón…, mas no es así con ciertos monstruos desconocidos, que aunque no los haya visto antes, sin saberlo, estos han estado atormentándolo y acechándolo desde un par de noches atrás…, pero no es hasta ahora que está expuesto cuando estas bestias se muestran ante él…, pues de camino a su residencia, justo cuando el sol se oculta por completo, detrás de él se escucha un gruñido agudo y, sin duda, muy aterrador, pero cuando voltea para averiguar el origen…, no logra ver al causante…, y por más que mira a sus costados no ve ni un solo monstruo persiguiéndolo, ni siquiera a lo lejos. Tampoco hay animales cerca que hubieran podido asustarlo inconscientemente, lo cual es realmente extraño…, aunque más todavía cuando el gruñido aparece de nuevo, oyéndose una y otra vez por todas direcciones, e incluso más de uno solo al mismo tiempo, lo cual lo confunde cada vez más.

El hombre empieza a entrar en pánico por no encontrar lo que sea que está acechándolo, por más que mira a sus costados con exasperación… Hasta que de repente, justo cuando decide obviar los intimidantes gruñidos y correr directo hacia su casa auxiliado con la luz de una antorcha antes de que la situación se torne peligrosa…, una criatura aterradora baja desde el oscuro cielo y lo ataca mordiéndolo con unos colmillos punzantes, tirándolo de espaldas hacia el suelo, para luego regresar a lo más alto en un instante, antes de que el hombre pudiera siquiera reaccionar; siendo seguido por una segunda criatura idéntica que actúa de igual forma, desapareciendo asimismo entre la penumbra… Aunque en la tercera ocasión el hombre, aterrado, agita su antorcha para espantar a la criatura antes de que lo volvieran a atacar…. Y, sorprendentemente, con este simple movimiento logra reconocer que no es una sola criatura…, sino ¡tres monstruos espeluznantes! sobrevolando alrededor de él; criaturas no muy grandes, pero sumamente intimidantes; de ojos verdes y brillantes, piel de color azul oscuro que se pierde entre la noche, con unos afilados colmillos y partes de su esqueleto expuestas. Criaturas que evidentemente tienen la ventaja sobre el hombre, quien, al percatarse de que está siendo hostigado desde las alturas por tres ágiles monstruos hasta ahora desconocidos, y de que en cualquier momento todo podría empeorar en cuanto los demás monstruos terrestres aparezcan, decide no entretenerse en intentar enfrentarse a estas temibles criaturas, y, en cambio, se levanta del suelo y corre directamente a su casa, mientras que estos monstruos voladores bajan una y otra vez de las alturas para atacarlo y causarle daño, para después regresar a la seguridad del cielo, donde no pueden ser atacados por el hombre, quien poco a poco comienza a enfadarse con estas irritantes y persistentes criaturas que lo incitan a darse la vuelta y pelear… Aunque al ser consciente de su peligrosa situación, él mismo controla su rabia y continúa corriendo mientras soporta los incesantes ataques de estos monstruos… Hasta que por fin logra llegar a su hogar gracias a que no estaba muy lejos, entrando enseguida y cayendo rendido al piso por el cansancio, el daño recibido y el encuentro inesperado que lo afligió por un largo rato. Por fortuna, el daño que recibió no fue grave, gracias a la armadura de hierro que lo protegió de los continuos ataques de aquellas criaturas voladoras.


Ya en la protección de su casa, el hombre agradece el haber terminado de construir el techo y de antes haberse asegurado de que ningún monstruo pueda entrar a su morada.

Sin más preocupaciones, luego de la carga de adrenalina y el miedo que soportó, el hombre abre su libro e investiga en busca de nueva información acerca de los nuevos monstruos, descubriendo así su nombre: “Pesadillas”, a las que el libro enseguida describe con lo siguiente: “Estas temibles criaturas aparecen en grupo a la tercera noche, y es cuando se pasean sin reproche. Junto con la luna se hacen presentes, queriendo jugar con sus oponentes, bajando del cielo nocturno para atormentar a su víctima, y a cada segundo herirlo con constantes mordidas.”. Curiosamente, después de leer esto, esta vez el hombre cree que podría haber información útil en la breve descripción, por lo que se dispone a repasar el escrito con detenimiento, centrándose principalmente en “la tercera noche”. Reconociendo que, al enfocarse en esas tres palabras y relacionarlas con su corta vida hasta ahora, han pasado ya tres noches desde que despertó en este mundo, por lo cual intuye que estos monstruos voladores o, mejor dicho, pesadillas han estado presentes desde hace dos noches, la tercera en la vida del hombre, como indica el libro, justificando también los mismos gruñidos que había escuchado la noche anterior sobre su casa; lo más probable es que hayan sido las causantes de tantos desvelos e inquietudes que el hombre sufrió. Y aunque solo sea una simple suposición, si no se equivoca, no podrá esconderse por siempre en su casa. En algún momento tendrá que prepararse para pelear contra las pesadillas que aparezcan, ya sea cada tres noches… o todas las posteriores a la tercera (como el caso de ahora).

No obstante, por el momento el hombre solo piensa en descansar. Y al ya tener el conocimiento y materiales necesarios para crear una cama, no tarda en crear una con unos cuantos tablones de madera y lana de las ovejas, a la cual coloca tan pronto como la crea, y, de igual manera, se recuesta en ella, quedando dormido placenteramente y al instante, casi como si olvidara que hay monstruos deambulando alrededor de su casa.

Al día siguiente, lleno de energía… y con la espalda en perfecto estado, el hombre despierta luego de una agradable noche durmiendo en su cálida cama nueva, levantándose de la misma justo al amanecer de un nuevo día. Aunque en este momento la serenidad es perturbada por los quejidos de algunos monstruos provenientes del exterior, observando él, al salir de su vivienda, a varios zombis y esqueletos quemándose luego de ser alcanzados por los rayos del sol, junto con las pesadillas de la noche anterior, las cuales igualmente arden en llamas y se desploman desde las alturas, mientras que él solo mira desde lejos con gran alivio.

Después de que aquellos monstruos terminaran hechos ceniza, el hombre sale con confianza de su casa, planeando aprovechar sus energías recuperadas y la luz del día para comenzar a hacer cosas productivas para su supervivencia. Primeramente, se dirige a su zona de cultivos para cosechar el trigo que ya está listo y replantar las semillas que vaya consiguiendo en el acto, quedándose con algunas para luego alimentar a las gallinas, y con trigo para las ovejas, y lo que sobre de esto último lo destina para crear todas las piezas de pan que pueda en su mesa de trabajo (una mesa para muchos usos diferentes, convenientemente).

Al final, ya que todo lo anterior no le toma mucho tiempo, el hombre decide invertir el resto de día explorando los alrededores. Así que guarda unas cuantas cosas en sus cofres, toma lo que cree necesario para su corta travesía, y cuando cree estar listo, sale de su casa y se dirige al oeste, concretamente, al lago que vio en esa dirección el día anterior. Hasta que, luego de un rato caminando y evitando a las bestias explosivas y arañas gigantes, llega al cuerpo de agua predicho, donde observa un panorama hermoso, un ambiente natural imperturbable a cada lado al que voltea, con grandes árboles por doquier, gallinas y ovejas rondando la zona, y una gran cantidad de peces nadando en las aguas ligeramente transparentes del lago. Al examinarlo con mayor detenimiento, el hombre queda maravillando ante la belleza natural del mismo y de lo que lo rodea, descubriendo, además de los animales y la vegetación de alrededor, algunos montones de materiales desconocidos, de los cuales reconoce dos que ya había visto presentes en las orillas del río del norte, siendo uno un conjunto de fragmentos pequeños de color amarillo claro que se encuentran por todo el lago, ya sea en las orillas como en la profundidad del mismo; material al que el libro define como “Arena” en cuanto el hombre toma una porción de este con sus manos, mencionando además, después de tomar una mayor cantidad, que con ella podría crear “Dinamita” juntado bastante con pólvora; y “Arenisca”, lo cual parecía ser un bloque de arena compacta; mientras que el otro material está compuesto por fragmentos más grandes que los granos de arena, pero de tonalidades grises y de formas diferentes. Igualmente, gracias al libro, el hombre descubre que este material se trata de “Grava”, la cual no parece servir para crear algún objeto interesante.

Dejando de lado la arena y la grava, el hombre utiliza unos cuantos tablones de madera para crear una nueva mesa de trabajo, pues la otra está en su casa. La coloca en el suelo y se apoya en ella para crear un bote de madera con el que pueda entrar al lago y acercarse al tercer material desconocido que había visto desde la orilla; y para aprovechar la oportunidad, crea también una caña para pescar con el hilo que había conseguido de la araña gigante contra la que se enfrentó hace un tiempo en la cueva, y que tomó de su casa antes de salir, pensando justamente en intentar pescar si es que existía la posibilidad.

Al terminar, recoge y guarda la mesa de trabajo en uno de sus bolsillos y coloca el bote de madera en el lago. Prueba que este sea resistente y funcional pese a su reducido tamaño y facilidad con la que lo creó. Estando ya seguro de lo anterior, se sube al bote y comienza a remar lentamente hacia el centro del lago, desde donde logra distinguir a aquel material que vio antes justo debajo de él. Así que, una vez seguro de que no hay peligro alguno cerca, salta del bote de madera y se sumerge en el agua hasta llegar al fondo. Rápidamente, saca su pala de hierro y comienza a cavar el material nuevo, aunque con gran dificultad por el entorno en el que está; consiguiendo así una muestra del mismo, al que lleva a la superficie, donde la examina con calma, reconociendo por sí mismo que este material es bastante suave, maleable y de color grisáceo, cuyo nombre es “Arcilla”, según el libro; y que parece no servir para crear alguna cosa relevante. Asimismo, luego de que el hombre baja unas cuantas veces más para conseguir más arcilla, descubre que también puede crear “Bloques de arcilla”, idénticos a los que ha estado escarbando.

Cuando cree tener una considerable cantidad de arcilla, el hombre sube de nuevo a su bote de madera para descansar y comer por un rato mientras contempla las vistas. Para después sacar su caña de pescar y hacer lo propio con ella. Entrando, de esta forma, en un estado de relajación y tranquilidad, mientras que al mismo tiempo consigue alimento alto en proteínas.

Luego de un muy largo tiempo pescando, el hombre piensa que ya es momento de regresar a casa. Así que guarda su caña de pescar junto con los peces que atrapó, los cuales son bastantes para haber sido su primera vez, ya que atraparlos resultó demasiado fácil, pues, solo con ser paciente, estos siempre picaban, incluso sin carnada en el anzuelo. Entre ellos encuentra peces de todo tipo, como “Bacalaos”, “Salmones” e, incluso, “Peces tropicales”, según indica el libro.

Y pensar que hay tal variedad de peces en este único lago.

Finalmente, cuando llega a la orilla, el hombre guarda su bote de madera en su pantalón y se dirige a casa. Aunque antes de regresar recuerda que no recolectó arena, la cual podría serle de utilidad en un futuro, específicamente, para crear dinamita…, a la que ojalá no llegue a necesitar. Por lo tanto, se detiene un momento para cavar bastante arena de la orilla del lago e, igualmente, la guarda en su pantalón sin problema alguno. La grava, por otra parte, no parece ser de mucha utilidad, así que simplemente no le muestra mayor interés.


Y ahora sí, el hombre regresa a casa a tiempo antes de que la noche arribara, con mucha comida y materiales nuevos en sus bolsillos, pero sobre todo con nuevos conocimientos.

El fin del dragón

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