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Introducción

El arte [poético] estremece, porque establece

una relación con algo que está vivo y latente,

nombra lo que se está creando y

tiene ese poder de reconfigurar el mundo.

Ricardo Esquer

La urdimbre poesía-naturaleza

¿Por qué hablar con los poetas en una época convulsa? En nuestro tiempo, la pregunta parece más pertinente que nunca. Originalmente la planteó Hölderlin, y le sirvió a Heidegger en 1946 al palpar el drama y el desastre que devino de la segunda guerra mundial. La fuerza de la pregunta proviene de un poema que Hölderlin leyó escrito por Rilke en 1924, y que a la letra dice:

Como la naturaleza abandona a los seres

al riesgo de su oscuro deseo sin

proteger a ninguno en particular en el surco y el ramaje,

así, en lo más profundo de nuestro ser, tampoco nosotros

somos más queridos; nos arriesga. Sólo que nosotros,

más aún que la planta o el animal,

marchamos con ese riesgo, lo queremos, a veces

(y no por interés) hasta nos arriesgamos más

que la propia vida, al menos un soplo

más... (…).

Rilke parece adelantarse a su tiempo. Aporta en este poema una lectura teórica de la naturaleza que nos resulta, aún ahora un desafío a nuestro tiempo y que, por lo tanto, es más pertinente que en ningún otro momento. En el poema la naturaleza es vista como un reino de dioses extintos, deslindada de cualquier pacto que la subordine. De igual manera, no se plantea al ser humano como sujeto situado por delante, encima o fuera de la naturaleza. El poeta manifiesta que la naturaleza no admite objeto que se doblegue a la mirada de ningún sujeto, como tampoco concibe que pueda haber sujeto alguno cuya relación con la naturaleza sea concederle alguna cualidad de objeto. El autor da más pasos. Expresa que la vida es zona libre de fines morales. Su experiencia está más cerca al riesgo que al castigo o al premio del paraíso; acercando al ser humano “hasta un soplo más” a la incertidumbre. Comprendida así la naturaleza, nos lanza hacia su territorio fuera de los preceptos morales, por lo tanto, desde este punto de vista, el ser humano no tiene que ser salvado, condenado o engrandecido, sino repensado dentro del tejido pulsante de la vida como propuesta filosófica y como fenomenológica que, por ejemplo, inspira a Heidegger.

El poema contiene una riqueza que mancomuna al conocimiento filosófico, el conocimiento subjetivo en una codificación estética que fecunda en el lector una riqueza interpretativa, en diálogo con el artista.

¿Para qué poetas en tiempos de penurias? La potencia y la claridad de la poesía, que contiene al mundo subjetivo, lleva a Heidegger a responder con mayor pertinencia a nuestro mundo contemporáneo. El pensador responde: para aprender a Habitar, para “ser-en-el mundo” dentro del mundo real (2014: 3). Las implicaciones de esta formulación tienen gran relevancia en el presente libro. Esta perspectiva da oportunidad de integrar reflexiones recientemente producidas en función de la crítica que surge del modo escindido de habitar y desde los parámetros de la monocultura (occidental), que han derivado en una crisis múltiple.

La opción teórica de mayor fuerza en esta obra es el giro ontológico (fenomenológico, ético, estético) que consiste en afirmar que no hay esfuerzos científicos que tengan relevancia si no han sido atravesados por los desafíos del presente y de la realidad concreta y la experiencia. Lo que implica hacer de los objetos de estudio invitaciones a dialogar, a generar porosidades en sus fronteras epistemológicas, a edificar marcos éticos que abran o acaso descubran sus horizontes reflexivos. Este giro invierte sus energías en el ejercicio de ciertos valores para construir un conocimiento situado y pertinente, lo mismo que para descentrar al ser humano en la sobrevivencia y encajarlo en las redes de vida en el mundo real; es decir, para construir una contingencia “compleja” (Najmanovich).

Se entiende que así se puede mirar al mundo desde dentro, asumiendo una práctica contrahegemónica y decolonial en la forma de producción del conocimiento y en la forma de relacionarse con el mundo. Estos planteamientos son reconocidos en las posturas del pensamiento ambiental latinoamericano y en la educación ambiental crítica, pero también son cercanos a una antropología que se plantea comprender la vida humana desde esquemas más relacionales con la vida (desde el mundo subjetivo e intersubjetivo y con los otros “otros”, es decir, con quienes forman los entramados ecosistémicos) (Descola; Tim Ingold; Escobar; Haraway; Latour).

Es por ello que en este libro se plantea un diálogo entre la poesía, los poetas y los ambientalistas, especialmente educadores ambientales y estudiantes de biología ligados a la maestría en Educación Ambiental de la Universidad de Guadalajara. En los entretelones de este diálogo se apuntalan relaciones interdisciplinarias entre los plexos teóricos del pensamiento ambiental latinoamericano, de la educación ambiental y de la antropología social, especialmente a partir de las etnografías menos convencionales y del arte, de la poesía. Estos campos abren espacios transdisciplinares al encontrarse con el giro ontológico naturalista ya referido, y con la hermenéutica de la poesía y del diálogo entre los interlocutores poetas y ambientalistas.

De ahí que es posible ver, en este trabajo, cómo la poesía muestra su sensibilidad predictiva basada en la honda contemplación que tiene con el mundo, se producen sentidos poéticos de los símbolos de la naturaleza, se generan discursos conjuntos y discursos que entrañan la presencia de los poetas o los ambientalistas, para abrir nuevos senderos de comprensión del mundo y de producción de sentido en comunión con la naturaleza.

Es así como la poesía, como posibilidad estética, resultó un campo fértil que, tensando la experiencia emotiva, sensorial y reflexiva, ayudó a producir conocimiento motivado en configurar un alterno modo de pensar, un modo de pensamiento ambiental. Por lo expuesto, considero que esta experiencia puede ser de interés para el pensamiento ambiental, especialmente para los educadores ambientales, para el quehacer de los antropólogos sociales, y para los poetas bajo una perspectiva tejida interdisciplinariamente.

Una investigación interdisciplinaria, en diálogo con el arte, la antropología y la educación ambiental

¿Por qué la crisis ambiental no nos inquieta lo suficiente para abonar a un cambio cultural? La preocupación surge de haber agotado las formulaciones apocalípticas o las predicciones científicas de la catástrofe por venir. Es decir, de haber agotado las posibilidades para formular pedagógicamente el gozo y la libre motivación a transitar a una cultura ambiental, como cambio paradigmático de relación con la naturaleza (y con el entramado social). La inquietud compartida con el equipo del posgrado en Educación Ambiental donde laboro, en la Universidad de Guadalajara, nos llevó al arte y a la ruta de exploración a construir la respuesta.

Así, desde el 2011 en equipo comenzamos a generar experiencias de encuentro entre el arte y la naturaleza, especialmente desde la literatura. Recorrimos los géneros narrativos como el cuento y la novela con autores mexicanos y con educadores ambientales. Encontramos en el proceso la riqueza, el gozo y la reflexión que nos dejó la lectura y la producción literaria conducida por poetas en ejercicio, de vocación y de gran calidad literaria reconocida. En el proceso aprendimos a encontrarnos con los literatos y a apreciar con respeto la atura de su compromiso crítico. El género de la poesía siempre estuvo en las pláticas o en las lecturas con los autores o con los colegas educadores ambientales de otras instituciones del país. Generamos material didáctico y ensayos abordando la relación entre el arte y la educación ambiental. Ha sido un encuentro de fecundas reflexiones. Pero no voy a negar que enfrentarse con la poesía de manera más sistemática y atendiendo al propósito de nuestra búsqueda siempre fue un reto mayúsculo que como equipo no quisimos experimentar. Hasta ahora, en una tesis doctoral o a propósito de ella. La seriedad, la disciplina, la sistematicidad y, sobre todo, la madurez que imprime un proceso de formación como la producción de una investigación de doctorado en antropología abonaron a tener en perspectiva el abordaje de un género literario nada fácil de asir. Así comenzó la aventura de tejer este proyecto en colectivo y con una perspectiva interdisciplinaria.

El diálogo, estrategia de investigación

¿Qué dice la poesía contemporánea de la naturaleza en un presente convulso? Responder a esta pregunta desdobla la potencia estética que tiene la poesía para girar la manera de posicionarnos filosófica (ética, ontológica, epistemológicamente) y físicamente como humanos dentro de la trama de la vida y de ser plenos en ello. Mirada que implica el compromiso de una antropología crítica que busca la pertinencia en medio de un panorama de crisis de civilización.

Para ello, la investigación puso en diálogo a trece poetas de los estados de Aguascalientes, Colima, Michoacán y Jalisco, con ambientalistas (educadores ambientales) ligados a la maestría de Educación Ambiental de la Universidad de Guadalajara, donde participa la autora de este libro. Como insumo del diálogo, reunimos y analizamos la poesía producida en las entidades mencionadas, ligada a la naturaleza. Este esfuerzo arrojó un corpus de poco más de 3,000 poemas. Entre los hallazgos de la obra sorprendió que la expresión poética dominante es “celebrar la vida”; clavar reflexiones filosóficas existenciales o éticas para conocer el lado B del vivir; también expresa el dolor, no sólo en la devastación, sino en el desprecio por la vida y del sufrimiento que imprime la desolación. El rico horizonte interpretativo de la poesía del occidente mexicano se atestigua a la luz; la vastedad del agua, la entraña de los paisajes, como de los animales y las plantas. Los aportes también se generaron en el ámbito de la comunicación y el diálogo, entidades conceptuales que dan cuenta de la experiencia de producción de conocimiento conjunto; pero también fueron base para el análisis del diálogo construido en su calidad procesual y en su dimensión filosófica. En este libro, el lector podrá leer la producción de discursos integrados o subproductos que cuentan con gran fuerza hermenéutica en los intersticios de la poesía y el ambientalismo, pues fueron elaborados en el diálogo.

El occidente de México, coordenadas generales y literarias

El occidente de México forma parte de la experiencia poética de la riqueza ambiental (o sea, cultural y ecosistémica) y de su deterioro. Este territorio fue tomando sentido en el proceso de la investigación, cuando emergieron rasgos de una “identidad poética” apuntalada por las reflexiones de los autores literarios participantes en el estudio. Para efectos de el estudio se tomaron en cuenta los estados de Aguascalientes, Colima, Jalisco y Michoacán.

Se trata de una región que goza de una gran conectividad históricamente, tanto que es posible encontrar lugares donde se yuxtaponen los límites territoriales en una identidad cultural. Es el caso del sur de Jalisco y el norte de Colima, conocido como Jaliscomán, donde además es posible identificar rasgos de la cultura nahua. O bien en los límites entre Jalisco y Michoacán, zona llamada Jalmich, formada en las intermediaciones del lago de Chapala, donde aún hay presencia de la cultura purépecha. Jalisco también limita con Aguascalientes. En el sitio conectan con las mesetas y las zonas más áridas de la región.

Así, los poetas que habitan el occidente de México se reconocen entre ellos, tanto por sus actividades como por la identidad cultural que se forja en esta región.

En el contexto gobal, el territorio mexicano está ubicado en la franja Megadiversa, que contiene el 70% de la diversidad biológica del planeta (Conabio, 2016). La zona occidental de México se caracteriza por su ubicación en el límite de dos regiones fisiográficas de América: la Neártica y la Neotropical. El Eje Volcánico Transmexicano, característico del occidente mexicano, da la condición transicional de la vegetación y de corredor de una importante diversidad de animales. Así, esta zona se caracteriza por sus paisajes volcánicos (con presencia de géiser), lagos (en Jalisco se encuentra el lago de Chapala, el lago más grande del país), barrancas, ríos (en esta zona desemboca una de las cuencas más importantes, la del río Lerma-Chapala-Santiago, también de las más contaminadas), serranías y zonas costeras. La gran diversidad y contrastes importantes entre sus paisajes, aporta experiencias poéticas diversas sobre éstos, como se verá más adelante.

A esta riqueza geográfico-biológica corresponde también una cultural e histórica de la región, pues cuenta con un patrimonio prehispánico importante (Faugère, 2018), tanto que las culturas prehispánicas florecieron sin recibir influencia de la considerada cultura madre (olmeca). Además, en esta época esta zona era centro de actividades especializadas y de intercambio con Teotihuacán (Ramírez, 1980, en De la Peña, 2006) y hasta Centroamérica. Prueba de ello es la producción de sal, de obsidiana tallada y de conchas labradas del Pacífico; productos y artesanías que eran intercambiadas desde el occidente.

Dado que en esta región se dibujan valles en los que se asientan poblaciones y ciudades importantes, los habitantes, entre ellos, los poetas, tienen la experiencia de admirar en el horizonte la presencia de elevaciones o cerros, formados especialmente por los volcanes. Se hablará también de las costras pétreas que han dejado las erupciones volcánicas. De igual manera, la poesía experimenta el relieve altiplano o las depresiones del territorio y de la experiencia de los ríos (entubados o abiertos), de los escurrimientos de agua de lluvia y de la lluvia misma, de manera importante. También lo será la costa y el desierto. En algún poema se escucharán, además, los ecos de un lenguaje nativo purhépecha o nahua. Estos elementos biogeográficos serán reflejados en la identidad de la poesía del occidente, como se verá más adelante, en la voz de los autores o en sus obras.

Ahora bien, el occidente también refleja los procesos que caracterizan al presente a nivel global, tales como el cambio climático, en lo ecológico; o la expansión de la violencia, en lo social. Ambos procesos configuran una realidad compleja que también ha sido retratada en la poesía. El complejo integrado de estas realidades hace una interconexión de lo local con lo global. Por ejemplo, el aumento en la presión sobre la naturaleza y la degradación de los ecosistemas han desencadenado procesos de injusticia, pobreza y violencia tanto a nivel planetario como en zonas costeras, montañosas, riparias, valles y planicies del occidente del país. Además, puede apreciarse que, por ejemplo, la expansión urbana e industrial, muchas veces desordenada, existe en prácticamente todos los municipios de los estados en cuestión, lo que genera, entre otras consecuencias, asentamientos marginados, cuya población económicamente activa es expulsada a migrar (Gerritsen, et al., 2005). Este occidente mexicano también es tristemente conocido en el ámbito nacional e internacional por su irresponsabilidad en el tratamiento de las aguas servidas e industriales, colocando a la cuenca del Río Santiago en una de las más contaminadas de mundo. Sabidos son también los daños que sufre la población más pobre e indefensa de la región, incluyendo especies no humanas. Por otro lado, en la Sierra Madre Occidental y en el Eje Neovolcánico Transversal ya se han expresado efectos del cambio climático asociado a la amenaza de especies, como las mariposas monarcas que han reducido sus poblaciones (Del Castillo, 2016), también persisten las altas tasas de deforestación, la frecuencia de incendios y el aumento de plagas en los bosques. Problemas que, adicionalmente, repercuten en el azolvamiento de los lagos y en la pérdida de suelo fértil. Cabe señalar que estos desafíos son percibidos y enfrentados por los movimientos ambientales, pero también han suscitado inquietud entre los poetas participantes en el proyecto. Algunos de ellos han denunciado algunas de estas prácticas, unidos especialmente a los grupos activistas locales. Cuando se han visto amenazados manantiales por la apertura de actividades mineras o se han derribado árboles o se han hecho cambios de uso de suelo debido a la generación de espacios urbanos y comerciales, ahí han estado sumados los poetas que participan en este proyecto.

En el occidente de México se han generado conflictos graves, según Del Castillo (2016) predominan los relativos a la minería, a problemas agrarios, a los derechos indígenas, a asuntos de seguridad y justicia, medioambientales y de construcción de infraestructura, muchos de los cuales terminan en expresiones violentas; además confluye el terror causado por el crimen organizado extendido a otros delitos relacionados con la deforestación y la expulsión de poblaciones humanas, problema que tiene vinculaciones hasta países centroamericanos (McSweeney, 2014). Como se observa, en el occidente mexicano también se evidencia la desigualdad socio-política y ambiental, producida por las dinámicas del sistema capitalista (Harvey, 2006; Massey, 1984).

La literatura en la región

Ahora bien, la región occidente tiene un patrimonio literario en su haber. Así, las cuatro entidades federativas a las que pertenecen los poetas participantes han sido, de una u otra manera, motivo o inspiración de novelas. A continuación se da cuenta de algunos de estos testimonios literarios que han abordado la naturaleza en cada entidad incluida en el proyecto. Sin embargo, es necesario hacer una consideración. Desafortunadamente, el registro en internet es pobre, por lo que no ha resultado fácil dar con el nombre de novelistas y cuentistas y con el título de sus obras de narrativa; y cuando se encuentran algunos autores y títulos, la información no es precisa para identificar si abordan o no la descripción de paisajes y de la sociedad local. Esta carencia se sintió más marcada en Aguascalientes. Es decir, para hacer un recuento general de la narrativa de los cuatro estados, habría que realizar lo mismo que se hizo para la poesía: recorrer las librerías de las capitales para hacer acopio de las obras, cuestión que estuvo fuera de la intención de la presente investigación.

Resulta evidente que hay más registro del estado de Jalisco, en buena medida porque varios de los autores de esta entidad tuvieron proyección nacional tanto por la calidad de su obra como por haberse ido a vivir a la Ciudad de México, que centraliza la proyección de los creadores.

Aguascalientes

Entre los escritores de Aguascalientes está Eduardo J. Correa, que publicó en 1929 la novela El precio de la dicha y en 1931 La sombra del prestigio, ambas se desarrollan en la ciudad de Aguascalientes, aunque la denomina Termápolis. Destaca en la actualidad el prolífico autor hidrocálido Benjamín Valdivia, quien entre su variada obra publicó la novela El pelícano verde (1989).

Colima

Un reconocido escritor e intelectual colimense es Gregorio Torres, en cuyos cuentos hay descripciones sociales y ecológicas de dicha entidad. También José Lepe Preciado es un autor con narrativa que aborda asuntos sociales y descripciones del territorio de esta entidad. Lo mismo, Felipe Sevilla del Río, quien en su obra narrativa desarrolló temas ligados a Colima. Destaca la amplia producción contemporánea de Rogelio Guedea, que ha publicado alrededor de una decena de novelas y múltiples obras en otros géneros. Entre las mujeres, ambas también poetas, sobresalen Griselda Álvarez Ponce por sus libros de cuentos La sombra niña (1966) y Tiempo presente (1970); y Guillermina Cuevas, por su narrativa: Piel de la memoria (1995), Dulce y prehistórico animal (2012), Ya floreció la vainilla (2016) y Pilar o las espirales del tiempo (2002).

Jalisco

El estado de Jalisco es cuna de autores de reconocido prestigio nacional e internacional, aunque no todo lo que han escrito se remite a lugares del occidente del país, pero es posible identificar en sus novelas descripciones que resultan familiares con la geografía de dicha entidad, a pesar de que en su contenido no se explicite que se desarrollan en tal territorio.

También desarrolladas en el medio rural, con componentes de la naturaleza, las obras de José López Portillo y Rojas, especialmente sus novelas La parcela (1898) y Fuertes y débiles (1919), fueron importantes aportaciones a la literatura mexicana de principios del siglo XX. A su vez, el jalisciense Mariano Azuela realizó importantes aportes a la novela de la Revolución mexicana, en las que la descripción del medio rural siempre ocupó un lugar relevante, en su prolífica obra destacan obra como Los de abajo (1916), Malhora (1923), Los caciques (1917 y Mala yerba (1909). Por su parte, Agustín Yañez, nacido en Guadalajara, le da un sello trascendente a la novela mexicana con su obra Al filo del agua (1955) que tiene como escenario el pueblo de Yahualica, Jalisco.

Desarrollada en Zapotlán y sus alrededores, la novela La Feria (1963) de Juan José Arreola, desde la perspectiva de sus personajes, aborda historias, hechos y lugares que permiten hacerse una idea tanto del perfil cultural como de las características del lugar en el que se lleva a cabo el argumento. En la obra de Juan Rulfo, específicamente en El llano en llamas (1953) y en Pedro Páramo (1955), se tratan elementos esenciales de la realidad jalisciense, extrapolable en buen medida a otras regiones del país, en los que la pobreza, la tenencia de la tierra, los dramas sociales, la riqueza o lo exiguo de la naturaleza, la injusticia, el desaliento forman parte medular de dichas obras.

Michoacán

En el caso del estado de Michoacán, la producción novelística es profusa, por lo que es igualmente difícil hacer un recuento amplio, de ahí que se incluyan a continuación sólo algunas obras destacadas. Por ejemplo, José Ceballos Maldonado es autor de novelas como Bajo la piel (1966) y Después de todo (1969), desarrolladas en la provincia michoacana. Más conocida es la obra La vida inútil de Pito Pérez (1938), de José Rubén Romero, en la que hay descripciones de la sociedad y paisajes michoacanos, al igual que al inicio de otra de sus novelas, Apuntes de un lugareño (1932). Por su parte, Xavier Vargas Pardo publicó un libro de cuentos que se desarrolla en áreas campiranas del citado estado, titulado Céforo (1961). Un obra más reciente, ligada al lago de Zirahuén, es Las razones del lago (1990), de María Luisa Puga.

Cabe señalar que el occidente de México conserva un recelo con los centros de poder desde la época prehispánica hasta la actual. En esta lucha, la literatura empuña uno de los proyectos más destacados para medir fuerzas contra las políticas centralistas del país; lucha que los poetas aguerridos culminan con el Premio Poesía de Aguascalientes desde 1931 que aún mantiene relevancia e influencia en el acontecer literario de México.

Descripción capitular

De manera general, se puede decir que el libro se organiza en dos grandes partes: primero aparecen los insumos teóricos que dan sentido a los alcances y al diseño del pensamiento interdisciplinario con el que se realizó la investigación; después se muestra el diseño del diálogo (donde se presentan a los interlocutores) y sus resultados. Aparecen primero los resultados del análisis de la obra poética; después, los resultados del diálogo.

Bajo esta explicación general, a continuación describo uno a uno los capítulos que contiene este libro. El primero se titula “La vida en resistencia, la renovación ambiental estética”, aborda los elementos formales del giro filosófico (ontológico-ético-estético-epistémico), dando sustento a la perspectiva transdiciplinaria y del enclave ambiental para comprender a la poesía y su potencial transformador simbólico de la naturaleza. Se analizan las posiciones teóricas, filosóficas y políticas presentes en el “giro”, que van del antropocentrismo al biocentrismo, al ecocentrismo, y a las surgidas del “giro ontológico del naturalismo moderno”. Una vez hecha esta exposición, se inicia una propuesta pedagógica de producción de conocimiento estético ambiental. En ella se espera que el lector experimente el músculo de la poesía para acudir a la convocatoria de “la gran asamblea democrática” (compuesta por humanos y no humanos) propuesta por Bruno Latour (2017). Es así como al final de este capítulo, la pedagogía ambiental nota su potencialidad para dar sentido a este giro ontológico y que puede tener una importante significatividad entre la comunidad de educadores ambientales.

El segundo capítulo está dedicado a conocer a los actores participantes del proyecto. Por lo que se denomina “Los actores: poetas y ambientalistas”. En él se contempla un apartado en el que se describe a cada uno para comprender mejor la construcción del diálogo que se estableció entre ellos y la evolución del mismo.

“Bajo el diálogo: poesía y naturaleza”, es el nombre del tercer capítulo. En él se traza sintéticamente el trayecto metodológico para responder a la pregunta ¿Qué dicen la poesía y los poetas contemporáneos del occidente de México sobre la naturaleza? Se expresan los resultados surgidos de la obra poética y del diálogo con los poetas. Primeramente, se expresan estos resultados de forma numérica, descriptiva y más superficial del análisis lexicológico. Luego, hermenéuticamente, de forma más integrada y profunda. En un segundo momento descriptivo, se aborda la pregunta ¿De qué hablan los poetas y su poesía cuando abordan a la naturaleza? La respuesta alude a dos aspectos: a los referentes poéticos y a la naturaleza en la comunicación del poema. En ambos está presente el testimonio de los poetas. Los autores se asombran de lo hallado en la obra del occidente, es decir, de la presencia de la naturaleza en las obras, a pesar de que ninguno de ellos se adjudicó una postura ambientalista “yo no soy ecologista”, dijo alguno. Con relación a los referentes poéticos, aparecen tres grandes que abren un amplio horizonte interpretativo. En primer lugar, los poemas hablan de la luz. En los poemas se distinguen 63 formas de luz, en todas sus formas sentimos una verdad en el cuerpo, que la luz nos alimenta y ensancha la existencia. En segundo lugar hablan del agua, de ese inmenso lienzo que es el mar o la lluvia y que nos comunican con la memoria, con la nostalgia, con el erotismo. Encontramos 47 formas distintas de evocar al agua en los poemas. Y finalmente, y nunca menos importante, los poemas hablan del paisaje. Nos muestran 55 formas paisajísticas en el occidente de México, una clasificación más amplia que la utilizada en biología para conocer estos horizontes. La hermenéutica señala que el paisaje en los poemas es lenguaje, diseño, señales arquitectónicas que comunican sentimientos, afectos y estados de conciencia de un todo relacional y en movimiento, donde el poeta se retrata formando parte. Existe otro gran referente poético, en el testimonio de los autores: los árboles, especialmente los urbanos, los que parecen levantarse como ningún otro signo en el corazón emotivo de los poetas. Desde el punto de vista de la huella comunicativa del poema, vemos que las obras hablan del gozo, de celebrar la vida; después, la poesía reflexiona recargada en un “objeto” del mundo natural, y en menor medida, la poesía se duele. Así, la naturaleza es un referente de celebración en la producción poética del occidente de México, donde el agua y los animales forman parte importante de las posibilidades poéticas. También se evidencia que mediante la naturaleza, la poesía cumple su función primera para elaborar reflexiones éticas, epistémicas o existenciales. Del dolor, del que se escribe poco, los poemas hablan del agua y de los paisajes, en mayor medida. Ahora bien, encontramos que el deterioro ecológico resulta un registro involuntario, se da cuenta de él a través de la preocupación por la naturaleza, por el miedo a su pérdida, por su añorada belleza. Señalan que el deterioro de la naturaleza ha significado también el deterioro de las palabras. La naturaleza, dicen, es importante para nombrar, porque sus palabras siempre están al alcance de la carne y de la piel, referentes que se compenetran con la belleza o con el dolor. Para los autores, la discusión sobre la relación entre la poesía y la naturaleza les ha abierto un horizonte reflexivo, placentero, experiencial, político. Sin embargo, manifiestan su deseo por explorar más la región de la mano de actores sociales que la conocen a profundidad, los educadores ambientales y de los movimientos sociales que defienden la naturaleza, donde los primeros son puente y amalgama.

El cuarto capítulo, “Poesía y naturaleza, el consaber construido”, presenta el resultado del diálogo directo entre poetas y ambientalistas. Se trata de la composición discursiva lograda por ambos actores, llamado “consaber”1 (Fuentes, 1991: 20-21). Es decir, un saber compartido derivado de la relación de comunidad que emprendimos poetas y ambientalistas durante año y medio, caracterizado por una comunicación profunda y reflexiva, lo que nos convierte a los participantes en autores y atentos lectores del manuscrito. Es el resultado discursivo de la etnografía, derivada de este proyecto. El estilo de redacción forma parte de la construcción etnográfica producida en el diálogo generado en el proyecto, por lo que se asume la perspectiva de Clifford Geertz (1989), sobre “el antropólogo como autor”, o bien, desde la propuesta de Tim Ingold (2000) que reconoce en la etnografía y su escritura la búsqueda de la educación: “Este sentido de admiración que Rorty le atribuye al poeta ¿no yace también en la raíz de la sensibilidad antropológica? Tal como la poesía, la antropología es una búsqueda de la educación”, (idem: 151). El discurso integrado se construyó con fundamento en las “categorías relacionadas sobre la base de una relación semántica [que muestra] la relación entre todos los términos [o momentos de diálogo, con sus productos] incluidos” (Rodríguez et al. 199: 229). Los temas surgieron de la obra poética, en los cruces de categorías y temas identificados durante el análisis colectivo. Tales como: 1) Sobre los fines de la poesía y el papel de los poetas, 2) Experiencias y significados de la naturaleza en el territorio de los poeta, 3) Poesía y utopía, 4) Poesía y naturaleza en el occidente de México, 5) Diferencias generacionales entre los poetas contemporáneos, 6) Poesía y cosmovisiones indígena, 7) El proceso de escritura de los poetas. Cada tema significó un impulso a responder desafíos a la reflexión construidos por el colectivo. A esta revisión se suma el análisis de los componentes surgidos en la voz de los poetas como unidad analítica (por tanto, en sus narrativas, sus respuestas, participaciones y en los discursos elaborados en los diez diversos momentos del diálogo). Los registros de estas experiencias fueron retomados y articulados nuevamente por el equipo que realiza de manera colaborativa este proyecto (ambientalistas o educadores ambientales de la maestría en Educación Ambiental de la Universidad de Guadalajara) para luego, exponerlo a la lectura de los poetas, lo que significó abrir una nueva experiencia de diálogo que florece en el texto.

El capítulo quinto se denomina “Signos y sentidos poéticos, agua, luz y paisajes en el occidente de México”. El contenido surge de la integración de dos experiencias de producción de conocimiento: la lectura hermenéutica sobre la obra poética del occidente de México realizado con el grupo de investigación colaborativa de la maestría de Educación Ambiental de la Universidad de Guadalajara (explicado en el capítulo dos) y la producción discursiva de los poetas en los encuentros y entrevistas. El resultado es la composición discursiva-estética surgida de la relación dialógica, cuyo estilo de escritura etnográfica sigue el camino de la imaginación poética de Bachelard (op. cit.: 53): una imaginación activa que une el fenómeno de la belleza con la voluntad de visión, donde “la imaginación tiene que ‘participar’ a la vez de la vida de las formas y de la vida de las materias”. Estilo literario que corresponde a un trabajo de “autor-función”, del antropólogo propuesto por Clifford Geetz (1989: 17). Así es como se presentan los núcleos temáticos, como la luz, el agua y los paisajes encontrados en los poemas y que fueron ahondados por los poetas en un encuentro que fue abierto al público interesado. En el capítulo se despliegan los múltiples sentidos que cada uno de estos temas o “motivos” del mundo natural proponen para enriquecer la experiencia y el significado de cada uno de ellos en la vida cotidiana. Los insumos para ello fue tanto el diálogo como la hermenéutica dialógica desarrollada en el proyecto.

El sexto y último capítulo expresa las conclusiones del trabajo bajo el título: “Habitar en la época de la poesía y la naturaleza”. Se trata de un aporte organizado en cuatro asuntos que concluyen: i) sobre la poesía y el cambio de época; ii) sobre la antropología y las emergencias para el cambio de época; iii) sobre la etnografía construida con diálogo con los poetas y iv) sobre el futuro de esta línea de investigación. En este capítulo se intenta dar cuenta sobre la perspectiva que resulta al reunir tanto el aparato crítico teórico y metodológico, como la perspectiva etnográfica donde se implica a la poesía como potenciador del paradigma que se construyó; esto es, como posibilidad para comprender los tejidos vivos de los que forma parte la vida humana, tanto como para desdoblar enriquecidamente la etnografía realizada en el proyecto. Desde luego que en este capítulo se alude a los resultados obtenidos al acudir a la poesía y a los poetas en diálogo con los ambientalistas, por lo que se expresa la riqueza que levantan los signos y símbolos poéticos producidos en el occidente de México, así como el campo semántico que abre cada gran referente de la experiencia de la naturaleza por algunos poetas de esta región y que participaron en este proyecto. Así pues se da cuenta de la mirada ambiental en parte del patrimonio estético de este sitio del país.

Al final se impulsa a dar continuidad a esta línea transdiciplinaria que conjunta la antropología, la poesía y el pensamiento ambiental, especialmente con la educación ambiental, campo que, al verse en el diálogo por medio de sus actores sociales, nutre de ricas y vigorosas potencialidades para su ejercicio pedagógico.

No sobra reconocer que la poesía es convocada en todo momento en el presente libro, no sólo para ilustrar con sus poderosas imágenes o para dar cuenta de su potencia creativa, sino, sobre todo, para generar en el lector la experiencia de comprensión transdiciplinaria, sintiente y emocional que nos aloja desde dentro del mundo y nos inscribe en el ejercicio de un mundo imposible desde la cansada racionalidad moderna y posible desde el pálpito de la vida.

1 “La etimología [de la comunicación] tan citada del ‘poner en común’, al atender a la función esencial de la comunicación, significa la acción de compartir: la interacción por la cual los actores participan en la construcción de un con-saber que establece entre ellos una relación de comunidad y los identifica como entes con-vivientes” (Fuentes-Navarro, R., 1991. La comunidad desapercibida: investigación e investigadores de la comunicación en México. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO).

Naturaleza y poesía en diálogo

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