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Despertar fe en el gran Sanador

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Como seguidores de Cristo, debemos trabajar con todos los métodos racionales para predicar el evangelio de la verdad presente. Tenemos que dar evidencia, no solamente por medio de palabras sino por acciones, de que Cristo está deseoso hoy de unirse con sus ministros devotos para sanar al enfermo y doliente. El Señor restaurará en la mente de sus obreros una ardiente fe en su poder. Cuando crezcamos en la fe del evangelio de Cristo y la estimulemos como se presenta en la Palabra de Dios, habrá en nuestros sanatorios, no solamente un conocimiento práctico de cómo tratar a los enfermos de acuerdo con los principios correctos, también habrá una manifestación de la fe viviente en Dios que guiará a los obreros a apoyarse en el gran Médico para obtener ayuda divina. Y el Señor vendrá para ayudar a los tales en respuesta a su fe en el poder divino.

Por el hecho de tener sanatorios para la curación de los enfermos no debemos cesar de pedir la ayuda del gran Sanador. Cuando se nos llama insistentemente a establecer sanatorios, no es únicamente para que dependamos de los remedios sencillos que se utilizan en ellos, sino para que dirijamos a los afligidos al gran Sanador de la enfermedad. Debemos rogar que su poder obre en armonía con nuestros servicios médicos. La obra de nuestro sanatorio sería mucho más exitosa si los médicos leyeran la Palabra más fervientemente y colocaran sus preceptos en práctica, si predicaran el reino de Dios y oraran por la gracia sanadora de Cristo, para que esta venga a los afligidos.

Presentemos el evangelio al enfermo, ligando a Jesús, el gran Sanador, con los remedios sencillos que se usan; y nuestra fe viviente obtendrá respuesta. Pero los que se allegan al gran Sanador deben estar dispuestos a hacer la voluntad de él, a humillar su alma y a confesar sus pecados. Al asirnos del poder divino con una fe que no sea negada, veremos la salvación de Dios.

Cristo declaró que vino a rescatar la vida de los hombres. Los seguidores de Cristo han de hacer esta obra, y deben hacerla con los medios más sencillos. Se debe enseñar a las familias cómo cuidar de los enfermos. La esperanza del evangelio debe revivir en el corazón de hombres y mujeres. Debemos buscar atraerlos al gran Sanador. Que los médicos obren inteligentemente en el desempeño del ministerio de curación, no con drogas, sino siguiendo métodos racionales. Entonces, por medio de la oración de fe, que se cimienten en el poder de Dios para detener el progreso de la enfermedad. Esto inspirará en los dolientes fe en Cristo y en el poder de la oración, y les dará confianza en nuestros métodos sencillos de tratar la enfermedad. Tal obra será un medio de dirigir las mentes a la verdad, y será sumamente eficaz en la obra del ministerio evangélico.–Carta 126, 1909.

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El ministerio médico

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