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La verdadera conversión
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.22
Muchos que hablan a otros de la necesidad de un nuevo corazón, no saben ellos mismos lo que estas palabras significan. En esta frase, “un corazón nuevo”, tropiezan especialmente los jóvenes. No saben lo que significa. Esperan que se efectúe un cambio especial en sus sentimientos. A eso llaman conversión. Miles han tropezado, para su ruina, en este error, no comprendiendo la expresión: “Es necesario nacer de nuevo”.23
No se trata de sentimientos, sino de un cambio de vida
Satanás induce a las personas a pensar que, porque han experimentado un arrobamiento de los sentimientos, están convertidas. Pero su vida no cambia. Sus actos siguen siendo los mismos de antes. Su vida no muestra buen fruto. Oran frecuente y largamente, y se refieren constantemente a los sentimientos que experimentaron en tal o cual ocasión. Pero no viven la nueva vida. Están engañados. Su experiencia no va más allá de los sentimientos. Edifican sobre arena, y cuando soplan vientos adversos, su casa se derrumba.
Muchas pobres personas andan a tientas en las tinieblas, en busca de los sentimientos que otros dicen haber experimentado. Pasan por alto el hecho de que el creyente en Cristo debe obrar su propia salvación con temor y temblor. El pecador convicto tiene algo que hacer. Debe arrepentirse y manifestar verdadera fe.
Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser entero. Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo y fijarlos en Cristo. Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál es la señal de un corazón nuevo? Una vida transformada. Se produce día tras día, hora tras hora, una muerte del orgullo y el egoísmo.
El carácter práctico de la religión genuina
Algunos incurren en un gran error al suponer que una elevada profesión sustituye al verdadero servicio. Pero una religión que no es práctica, no es genuina. La verdadera conversión nos hace estrictamente honrados en nuestro trato con nuestros semejantes. Nos hace fieles en nuestro trabajo diario. Todo seguidor sincero de Cristo mostrará que la religión de la Biblia lo habilita para usar sus talentos en el servicio del Maestro.
“En el trabajo no seáis perezosos”.24 Estas palabras se cumplirán en la vida de todo verdadero cristiano. Aunque el trabajo les parezca penoso, pueden ennoblecerlo por la forma en que lo hagan. Háganlo como para el Señor. Háganlo animosamente y con dignidad celestial. Son los principios nobles de acuerdo con los cuales se hace el trabajo, los que lo tornan totalmente acepto a la vista del Señor. El verdadero servicio liga al más humilde de los siervos del Señor en la Tierra con el más encumbrado de sus siervos en las cortes celestiales...
Como hijos e hijas de Dios, los cristianos deberían esforzarse por alcanzar el elevado ideal que el evangelio les presenta. No deberían conformarse con nada menor que la perfección, pues Cristo dice: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.25
La vida santificada
Hagamos de la sagrada Palabra de Dios nuestro tema de estudio, aplicando sus santos principios en nuestra vida. Andemos delante de Dios con mansedumbre y humildad, corrigiendo diariamente nuestras faltas. No separemos, por un orgullo egoísta, a nuestro ser de Dios. No acaricien ningún sentimiento de altiva supremacía, considerándose mejor que los otros. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”.26 Hallarán descanso y paz al someter su voluntad a la voluntad de Cristo. El amor de Cristo reinará entonces en el corazón, poniendo las motivaciones secretas de la acción bajo el dominio del Salvador. El aceite de la gracia de Cristo suavizará y subyugará el genio precipitado, fácilmente irritable. La sensación de los pecados perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión. Habrá una seria lucha por vencer todo lo que se opone a la perfección cristiana. Desaparecerán todas las desavenencias. El que otrora criticara a los que lo rodeaban, verá que existen en su propio carácter faltas mucho mayores.
Hay quienes prestan atención a la verdad y se convencen de que han estado viviendo en oposición a Cristo. Se sienten condenados y se arrepienten de sus transgresiones. Confiando en los méritos de Cristo y poniendo por obra la verdadera fe en él, reciben el perdón del pecado. A medida que cesan de hacer el mal y aprenden a hacer el bien, crecen en la gracia y en el conocimiento de Dios. Ven que tienen que hacer sacrificios para separarse del mundo, y, después de calcular el costo, consideran todo como pérdida, con tal de ganar a Cristo. Se han alistado en el ejército de Cristo. Tienen delante una guerra, y la emprenden animosa y alegremente, luchando contra sus inclinaciones naturales y sus deseos egoístas y sometiendo su voluntad a la voluntad de Cristo. Buscan diariamente al Señor para que les dé gracia para obedecerle, y son fortalecidos y ayudados. Esta es verdadera conversión. El que ha recibido un nuevo corazón, confía en la ayuda de Cristo con humilde y agradecida dependencia. Revela en su vida el fruto de la justicia. Antes se amaba a sí mismo. Se deleitaba en el placer mundanal. Ahora su ídolo ha sido destronado y Dios reina supremo. Ahora odia los pecados que en otro tiempo amaba. Sigue firme y resueltamente por la senda de la santidad (The Youth’s Instructor, 26 de septiembre de 1901).
Las cuerdas de Satanás
Los rigores del deber y los placeres del pecado son las cuerdas con las que Satanás ata a los hombres en sus trampas. Sólo los que estén dispuestos a morir antes que cometer un mal acto, serán hallados fieles (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 50).
22 Ezequiel 36:25, 26.
23 Juan 3:7.
24 Romanos 12:11.
25 Mateo 5:48.
26 1 Corintios 10:12.