Читать книгу Conflicto cósmico - Elena G. de White - Страница 46

Una terrible crisis

Оглавление

Esa resultó ser una terrible crisis para la Reforma. Lutero no dejaba de ver la tempestad que estaba por estallar, pero confió en que Cristo sería su sostén y su escudo. “Lo que está por acontecer no lo sé, ni me importa saberlo... ni siquiera una hoja cae sin la voluntad de nuestro Padre. ¡Cuánto más él cuidará de nosotros! Es poca cosa morir por la Palabra, puesto que la Palabra o el Verbo se hizo carne y murió él mismo por nosotros”.[26] Cuando la bula papal le llegó a Lutero, dijo: “La desprecio y la ataco como algo impío y falso... Es Cristo mismo el que resulta aquí condenado. Yo siento mayor libertad en mi corazón; porque al fin sé que el Papa es el anticristo, y que su trono es el de Satanás mismo”.[27]

Sin embargo, el mandato de Roma no dejó de tener efecto. Los débiles y supersticiosos temblaron ante el decreto del Papa, y muchos sintieron que la vida era demasiado cara para ser arriesgada. ¿Estaba por terminar la obra del reformador?

Lutero continuaba manteniéndose intrépido. Con terrible poder aplicó a Roma misma la sentencia de condenación. En la presencia de una multitud de ciudadanos pertenecientes a todos los rangos, Lutero quemó la bula del Papa, diciendo: “Una lucha seria acaba de empezar. Hasta ahora sólo he estado jugando con el Papa. Comencé esta obra en el nombre de Dios; ella terminará sin mí, y con su poder... ¿Quién sabe si no es Dios el que me ha llamado y me ha escogido, y si cuando ellos me desprecian, no debieran temer estar despreciando a Dios mismo?...

“Dios nunca eligió como profeta al sumo pontífice o algún otro gran personaje; pero, por lo general, eligió a hombres humildes y despreciados, y en una ocasión escogió aun a Amós, un pastor. En todas las edades, los santos han tenido que reprender a los grandes, a los reyes, a los príncipes, a los sacerdotes y a los hombres sabios, con peligro de su propia vida... Yo no digo que soy un profeta; pero digo que ellos deberían temer precisamente porque yo estoy solo y porque ellos son muchos. De lo que estoy seguro, es de que la Palabra de Dios está conmigo, y de que no está con ellos”.[28]

Sin embargo no fue sino después de una lucha terrible consigo mismo que Lutero decidió separarse finalmente de la iglesia. “¡Oh! ¡Cuánto dolor me ha causado, aunque tengo las Escrituras de mi lado, justificarme en el hecho de que debo tomar una decisión sólo en contra del Papa y considerarlo a él como el anticristo! ¡Cuántas veces me he hecho con angustia esa pregunta que con tanta frecuencia está en los labios de los partidarios del Papa: ‘¿Tú solo eres sabio? ¿Pueden todos los demás estar equivocados? ¿Qué pasará si al fin eres tú el que está engañado, y el que está induciendo a error a tantas almas, que serán eternamente condenadas?!’ Esta fue la lucha que tuve conmigo mismo y con Satanás, hasta que Cristo, por su propia Palabra infalible, fortaleció mi corazón contra estas dudas”.[29]

Apareció entonces una nueva bula, que declaraba la separación final del reformador de la Iglesia Romana, denunciándolo como un hombre maldito por el cielo, e incluyendo en la misma condenación a todos los que recibieran su doctrina.

La oposición es la suerte de todos los que Dios emplea para presentar verdades especialmente aplicadas a su tiempo. Hubo una verdad presente en los días de Lutero; hay una verdad presente para la iglesia hoy. Pero la mayoría de la gente en nuestros días no desea conocer la verdad más que lo que la deseaban los papistas que se oponían a Lutero. Los que presentan la verdad para este tiempo no deben esperar ser recibidos con mayor favor que el que tuvieron los primeros reformadores. El gran conflicto entre la verdad y el error, entre Cristo y Satanás, ha de intensificarse hasta el fin de la historia de este mundo (ver S. Juan 15:19, 20; S. Lucas 6:26).

[1]D’Aubigné, lib. 2, cap. 2.

[2]Ibíd.

[3]Ibíd., lib. 2, cap. 3.

[4]Ibíd., lib. 2, cap. 4.

[5]Ibíd., lib. 2, cap. 6.

[6]Ibíd.

[7]Ibíd., lib. 5, cap. 2.

[8]Ver John C. L. Gieseler, A Compendium of Ecclesiastical History [Un complemento de historia eclesiástica], período 4, sec. 1, párr. 5.

[9]D’Aubigné, lib. 3, cap. 1.

[10]Ibíd.

[11]Ver K. R. Hagenbach, History of the Reformation [Historia de la Reforma], t. 1, p. 96.

[12]D’Aubigné, lib. 3, cap. 4.

[13]Ibíd., lib. 3, cap. 6.

[14]Ibíd.

[15]Ibíd., lib. 3, cap. 7.

[16]Ibíd., lib. 4, cap. 2.

[17]Ibíd., lib. 4, cap. 4.

[18]Martyn, The Life and Times of Luther [La vida y los tiempos de Lutero], pp. 271, 272.

[19]D’Aubigné, Londres, lib. 4, cap. 8.

[20]Ibíd., lib. 4, cap. 10.

[21]Ibíd.

[22]Ibíd., lib. 5, cap. 1.

[23]Ibíd., lib. 6, cap. 2.

[24]Wylie, lib. 6, cap. 1.

[25]D’Aubigné, lib. 6, cap. 3.

[26]D’Aubigné, Walther, 3ª ed., 1840, lib. 6, cap. 9.

[27]Ibíd.

[28]Ibíd., lib. 6, cap. 10.

[29]Martyn, pp. 372, 373.

Conflicto cósmico

Подняться наверх