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“La experiencia de la maternidad me radicalizó”.

Adrienne Rich

Todos los seres humanos sobre la faz de esta tierra vivimos en el vientre de una mujer antes de salir al mundo. Todos somos hijos de alguna madre. De aquí la importancia de mi objeto de estudio: la experiencia de la maternidad, como experiencia subjetiva. En realidad, vengo aquí a contarles sobre mi maternidad, cómo esta cambió mi forma de ver el mundo y cómo me motivó a buscar caminos para el activismo maternal.

En la comunidad científica se maneja el concepto de descubrimiento múltiple (también conocido como simultánea invención) que es la hipótesis de que descubrimientos más científicos e invenciones se realizan de manera independiente y, más o menos, simultáneamente por múltiples científicos e inventores. Este concepto creo que ilustra el momento histórico que estamos viviendo, en el que a las mujeres por primera vez se nos está permitiendo socialmente hablar con honestidad y franqueza sobre la maternidad. Es así que múltiples autoras, ilustradoras, poetas, cantoras, científicas, directoras de cine, periodistas, trabajadoras, entre otras, estamos alzando nuestra voz, simultáneamente, en esto de las experiencias maternales imperfectas. Cada una desde su voz más auténtica.

Antes de ser madre jamás se me hubiera ocurrido escribir un libro y, obviamente, mucho menos sobre la maternidad. Pero esta nueva realidad me permitió entrar en contacto con una parte de mí única, inexplorada e incomodísima. La maternidad tiene mucho de incomodidad; es incomodo ver espejados nuestros más odiados atributos en nuestros hijos, la pérdida frecuente de la paciencia, la sensación de pérdida de control, la pérdida de libertad y, además, para las que queremos “triunfar” profesionalmente, nos pone en lugares de tensión todos los días.

Este libro nace en las notas del celular hace tres años cuando nació mi hija. Mientras ella lloraba de noche, a veces toda la noche, yo me cuestionaba cuándo todo “esto”, que aún no podía describir con palabras ni con sentires, iba a pasar. Pero este libro empezó a tener forma de narrativa a las tres de la mañana del miércoles ocho de enero de dos mil veinte mientras le daba teta a mi hijo más pequeño de cinco meses. Tener a mi segundo hijo me permitió, aunque más cansada y con menos paciencia, tener insight sobre todo lo que había vivido con mi hija, y muchos de esos sentimientos, que no lograba identificar, afloraron de nuevo. Esta vez me agarro más preparada, más consciente, menos abrumada y con un renacer creativo.

Maternar. Para mí maternar es la mezcla perfecta entre cuidar y amar, pero cada mujer lo combina de modo diferente, desde diferentes lugares: con pareja, sin pareja, con pareja del mismo sexo, siendo en realidad abuela o tía, teniendo una discapacidad, sufriendo violencia, teniendo plata o pasando por situaciones económicas muy complicadas, teniendo ayuda doméstica, viviendo la vida en comunidad o completamente sola, de modo libre u obligada, viviendo la maternidad de modo comparativo o individual, con ambiciones profesionales o tal vez con el deseo de quedarse en casa con sus hijos, desde la vulnerabilidad o desde el empoderamiento, sintiéndome supermamá, aspirando a ser supermamá, entre muchas otras configuraciones interseccionales. Por lo tanto, todas las experiencias son radicalmente diferentes y, como tales, no podría jamás decir qué es bueno o malo, qué es conveniente o no y, menos aún, qué es lo que cada una debe sentir.

En mi caso tengo un gran compañero, con quien criamos a nuestros hijos, quienes son “sanos”, y gracias a él (y a mí) logré escribir este libro en el momento de la vida en el que me encuentro. A pesar de ello, muchas veces me sentí sola, desesperada y abrumada. Este es el lugar desde donde escribo, mi lugar de madre. Asimismo, desde mi lugar privilegiado de madre trabajadora de clase media alta, logro recuperar estos tiempos y reclamarlos para, justamente, escribir este libro y dialogar con una suerte de pensamiento abstracto que me permite (en algunas ocasiones, cuando el cerebro me funciona) teorizar sobre el rol de las madres y del pensamiento maternal en la sociedad moderna.

Pero, en general, soy una madre común y corriente, por lo que obviamente este libro no es un manual ni el manifiesto maternal (no pretendo ser Karl Marx). Despotrico de igual manera en contra del servicio materno obligatorio, como de la idea de que solo las mujeres no-madres pueden ser feministas. Me equivoco mucho, aprendo todos los días, miro mi celular mientras estoy con mis hijos, los dejo mirar pantallas y comer golosinas, lloran, se caen y se pegan, se hacen chichones, se enferman, pocas veces se enfrían y nunca pasaron hambre (pues al final del día soy una madre judía). Mi hija miente, tiene berrinches y es lo más cool del mundo. Mi hijo llora, no duerme y su sonrisa desdentada lo es todo para mí. Mis hijos lo son todo para mí, pero eso no me inhibe de contarles lo que hay más allá del amor, romper el tabú de que las madres solo podemos ser felices por nuestra propia naturaleza maternal.

Como decía Enrique Pichón Riviere: “Los seres humanos somos conscientes de las pautas y normas sociales, pero no somos conscientes de las pautas, modelos y prohibiciones ‘internalizadas’ mediante las cuales la sociedad se hace presente dentro nuestro”. Esta internalización se da mediante diversos mecanismos de control e integración social. La maternidad tiene muchos mecanismos de control expresados a través de mandatos sociales, los cuales pretendo visibilizar a lo largo de estas páginas, primero para hacer una catarsis de sanación, pero además para que, eventualmente como sociedad, podamos derribarlos.

Esta es una historia real, basada en hechos reales. Habla de mi sentir de madre. Por eso nada de lo que digo en estas páginas se puede (¿ni se debe?) medir ni comprobar. Pero lo más importante de todo es que este libro es un vehículo de reconocimiento a la labor que hacemos día a día, los trescientos sesenta y cinco días del año, sin licencias, sin vacaciones, sin hora libre ni medio día libre de funcionario público. Quiero que, a través de este libro, la madre y la casa se vean públicamente. Qué lo que sucede puertas adentro, corazón adentro, que se visibilice y que salga a la luz.

Para algunos, seguramente, lo que escribo sea en la voz de una mujer burguesa hipersensible y un sobreanálisis absolutamente innecesario. Tienen razón. Todo lo que digo, además de absolutamente inútil, tiene un gran sesgo basado en el hecho de que hoy en día tengo dos niños de menos de cuatro años. Este libro está compuesto de meras opiniones de una mujer que materna con sangre, sudor y lágrimas. Así que no crean nada de lo que digo. Hagan lo que sientan y sean felices, que para pararnos están los mandatos sociales recurrentes que nos taladran el inconsciente con que debemos hacer todo mejor, dar mucho más de lo que podemos dar y que nada de lo que hagamos será suficiente.

Si aún les quedan ganas de leer, a pesar de lo dicho anteriormente, y sienten que el positivismo tóxico ya no da para más, tal vez se encuentren asintiendo con la cabeza a lo largo de estas páginas, encontrando su camino de emancipación de las cadenas de mandatos sociales para embarcarse en un proceso de deconstrucción que nos lleve de la mano, juntas, con consciencia de clase hacia el despertar de las madres.

El despertar de la maternidad

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