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El retoño en las entrañas

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Esta vida que creo adentro

Me hizo volver a pensar y crear

Esta vida que tengo adentro

Me hace replantear

¿Es esta la vida que ahora tengo?

Decía la autora Erica Jong: “Ningún estado es tan similar a la locura, por un lado, y a lo divino, por el otro, como el estar embarazada. La madre se duplica, luego se divide por la mitad y nunca más estará completa”. Comparto completamente la visión. Estar embarazada es muy loco. Crecer un individuo adentro es increíble. Verle en las ecografías y sentirle moverse es realmente sensacional.

Nuestra niñez es donde comienza la maternidad y el embarazo es su prefacio. Te va preparando poco a poco para compartir tu cuerpo (y todo tu ser) con otro individuo. Esto no termina en el embarazo, de hecho continúa por mucho tiempo más. ¿Se entiende que un ser humano sale de tu cuerpo al cabo de 40 semanas, más o menos? Es muy bizarro. Desde nuestra posmodernidad en la que nos creemos civilizados, en el medio del siglo XXI en la mayoría de los casos, las mujeres nos embarazamos, gestamos en nuestros úteros y nuestras almas a los futuros humanos y luego los parimos. ¡Me siento prehistórica!

He escuchado las cosas más bizarras sobre las clases de parto. Por ejemplo, estas mujeres que parieron y que son supuestamente profesionales le dicen a otras mujeres embarazadas que si sienten un “olor a churrasquito y ven humo” durante la cesárea no se asusten, porque te queman la piel y podés llegar a sentir ese olor. Además te muestran un bebé masivo, intentando informar que algo de ese tamaño saldrá por algún lado. Como estas, un montón de cosas más que lo único que no hacen es prepararte para el parto, sino que te dejan con más dudas y miedos. En esas “clases” se inculca el miedo, esto siempre se usó como mecanismo de control por parte de un sistema que muchas veces nos quiere vulnerables, sintiéndonos que no sabemos nada y que debemos “aprender”.

Es sorprendente que en vez de sentarnos todas con nuestras parejas en un círculo a compartir y hablar de nuestras experiencias, no nos hicieran sentar a todas en fila como si estuviéramos en la escuela (del siglo XIX). Este tipo de dinámicas no ayuda para nada, es más, es contraproducente para sentirse empoderada o sostenida durante la gestación. Gracioso además que “pasen falta” como si al final del parto nos fueran a dar el carnet con las materias y las notas. Clase de parto: puede y debe mejorar rendimiento; parto: satisfactorio; lactancia: casi satisfactorio; conducta: sobresaliente (calladita y sin decir nada, ¡eh!). Y parece que hasta le tienen que firman el “boletín” natal los padres. Es irrisorio.

De alguna manera la humanidad se ha reproducido y nunca antes necesitó de clases de parto ni de partosutras. La división de trabajo y la especialización que ha tenido lugar en el siglo XIX, ha llevado a que existan servicios y carreras profesionales que estén al servicio de la mujer embarazada, pero al mismo tiempo en su contra. Clases de parto, pilates para embarazadas, doulas, yoga prenatal, consultoras de lactancia, de sueño, de alimentación BLW, de movimiento libre, meditación prenatal, masajes pre y postparto, entre otros servicios, han jugado roles a veces muy positivos en el acompañamiento del embarazo y otras veces, bastante negativos. En esto que maternamos solas, los roles que tradicionalmente cumplían las diferentes mujeres de la tribu, ahora los ofrece el mercado. A veces la lógica del mercado es algo perversa y no contempla los impactos en la salud mental de sus consumidoras.

Lo mismo la cantidad de controles y estudios a los que hay que someterse. Es realmente descabellado. Muchas veces se nos trata como si estuviéramos enfermas, cuando el embarazo es un estado “natural” en la mujer. En mi caso, di con el ginecólogo ideal (después de pasar por cuatro aterradores). Un tipo comprometido, presente, empático, excelente profesional y mejor persona, pero de todos modos no zafé de todos los controles, los exámenes constantes y la amenaza de la balanza cada menos de un mes. Tuve que hacer un gran trabajo mental de contrología para no entrar en pánico cada vez que tenía consulta. Elegí hacerme pocas ecografías, solo las necesarias, me convencí de que ya tendría tiempo de conocerlos.

En mi segundo embarazo, por ser madre añeja (de treinta y cinco), tuve que hacer aun más exámenes y estudios de carácter genético. Muchas veces me planteé, de existir algún problema con el bebé en la panza, qué podría yo (o el médico) hacer. ¿Podría llegar a abortar? ¿Estaría preparada para hacer algo así? Si bien estoy absolutamente a favor de la despenalización del aborto, no sé si yo podría haber abortado. Esto es tan particular en cada mujer que me es imposible afirmar algo que nos represente a todas.

Lo que sí sé es que el embarazo es algo muy personal, pero de alguna manera la gente cree que es de todos. Se sienten con derecho a tocarte la panza, a hacer preguntas superíntimas, a presionarte para que hagas ciertas cosas o no las hagas. Te examinan, opinan sobre tu cuerpo: si estas gorda o flaca, linda o fea, afectada o no por las hormonas. Es indignante. ¿Por qué está opinando, señora? Realmente, nadie le preguntó.

Lo otro que me parece brutal es la ansiedad de la gente. Cuando estás soltera te preguntan cuándo viene el novio (noten por favor que nadie te pregunta cuándo viene la novia o si realmente estás interesada en relaciones sexo-afectivas); cuando tenés pareja, cuándo viene el casamiento (nadie te pregunta si efectivamente creés en la institución matrimonial o si la creés necesaria como mínimo); cuando te casas/juntas todos te preguntan para cuándo encargás (nadie te pregunta si querés y/o podés tener hijos); cuando tenés al primero todos te pregunta cuándo viene el segundo (nadie te pregunta si realmente la pasaste bien con el primero) y cuando tenés el segundo te preguntan para cuándo el tercero. Y así sucesivamente, en una espiral ad infinitum.

La maternidad es personal. Cada una la construye, o no, como puede y poco agregan las opiniones y preguntas. Por eso, cada vez que me encuentro con una embarazada, intento no preguntar, no atomizar, dejarla ser en su proyecto de maternidad. Sin opiniones ni pareceres, sino con la alegría y emoción de quien lleva a su hijo adentro, una sensación única y alucinante.

El despertar de la maternidad

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