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APURÍMAC Víctor Zarabia Almanza
ОглавлениеEstudió artes plásticas en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú. Además de cineasta es pintor e instructor de artes marciales. Ha dirigido los documentales Antawuayllasmantapacha (Desde Andahuaylas), De Andahuaylas a la cuna de oro Choquequirao, El carnaval autóctono del Perú, Pampachiri: bosque de piedras y el largometraje de ficción El último guerrero chanka (2011). Lo entrevistamos el 8 de noviembre del 2011, en Lima. Volvimos a entrevistarlo el 6 de diciembre del 2015, en Ayacucho, durante el I Festival de Cine Regional Ayacucho 2015. Publicamos aquí una edición de ambas entrevistas.
¿Cuándo y dónde naciste? ¿A qué se dedicaban o se dedican tus padres?
Nací en 1979, en Andahuaylas. Mi padre falleció cuando yo tenía once años; era profesor de un colegio y, en los tiempos de Sendero, el terrorismo lo mató. Mi madre es ama de casa, pero con secundaria completa; ella nos crio porque mi padre dejó de existir en 1991, pero también viví con un tío que estudió en Bellas Artes, es artista plástico y de allí nacen mis primeros pasos hacia la pintura y el arte en general. Nunca tuvimos beneficios de parte del Gobierno por la pérdida de mi padre, pese a que él murió como trabajador del Estado y víctima de la violencia subversiva.
¿Dónde has estudiado?
Yo me formé en Bellas Artes. Mi especialidad es Artes Plásticas. En lo que respecta a producción de cine hice cursos vía online, por internet, en algunas escuelas de España, sobre producción, preproducción, posproducción, escritura de guion. Constantemente hago mis actualizaciones también a través de las páginas web de algunas escuelas, porque creo que el mundo es cambiante y siempre hay algo que mejorar.
Hice cursos de jeet kune do, tae kong do, wushu y kung-fu en algunas escuelas en Lima, y adquirí una formación más amplia con algunos maestros particulares, quienes me enseñaron más de las artes marciales. También tuve una escuela y academia de artes marciales en Lima, en el Casino Club de la Policía de La Molina, donde enseñaba a los alumnos y a los oficiales.
He aprendido algunas técnicas de modelado en arcilla, resina, fibra de vidrio y látex, lo que me ha servido bastante para aplicarlo en la película. Me estoy especializando, vía internet, en algunos cursos de efectos mecánicos, porque pienso que es la clave para poder lograr buenos efectos en el cine, porque siempre se van a mezclar lo mecánico con lo digital. Lo último que hice fue un curso sobre ciencias cinematográficas en una escuela de dos días en el Instituto de Hollywood, con el maestro Dov Simens, quien ha cambiado radicalmente algunas cosas que había aprendido en otras escuelas, y creo que por allí voy empezando a tener un tipo de formación más amplia.
Hemos leído que también has seguido cursos de teatro, con el profesor Aniceto Dongo Farfán. ¿Es correcta esa información?
Sí, eso lo hice en Andahuaylas. Cuando estuve en el colegio participé en concursos de poesía, escritura, dibujo, teatro, danza. Sobresalía en teatro. Siempre hacíamos en grupo números teatrales y ganábamos en toda la región de Apurímac. Eso fue lo que me animó a tratar de aprender más actuación. Y allí conocí a Aniceto Dongo, que es un gran maestro. Tiene 72 puestas en escena y una experiencia amplia, porque con esas obras recorrió parte de América Latina.
Tenemos entendido que en artes marciales ha sido muy importante en tu formación un libro de Bruce Lee, El tao del jeet kune do.
Claro. El libro es, más que todo, una preparación profunda sobre el tao, la energía que viene de adentro y el universo. El tao del jeet kune do prácticamente ha sido la base de todo mi aprendizaje, aunque no me he aferrado a un solo estilo de artes marciales. Eso es lo que aplicaré en mi segunda película. Voy a fusionar todos los estilos y a tratar de crear un estilo propio del arte marcial peruano o andino.
¿Desarrollas la pintura paralelamente al cine y las artes marciales?
La pintura es parte de mi vida. Yo creo que aunque tenga ochenta años, si Dios quiere, voy a pintar. No dejo de pintar. Me doy un tiempo para hacerlo. A veces me piden algunos cuadros y pinto temas que le interesa a un grupo o a personas particulares. Yo no tengo una línea. No soy surrealista o solamente impresionista o de estilo andino, sino que me enfoco en la necesidad de los demás. Trato de hacer algo más comercial, algo que englobe toda la pintura. Hago abstractos, fotografía, paisaje. Hago de todo.
¿Y en cine, cuáles han sido tus influencias?
Mis influencias más que todo vienen de Hollywood. Yo he crecido viendo películas de China y norteamericanas, como las de Bruce Lee, Chuck Norris, que son más de artes marciales, de acción. El templo de Shaolin, algunas películas de Raymond Chow, David Carradine, Jackie Chan, Van Damme. Películas de ese corte, que me han influenciado bastante, porque viendo esas películas también practicaba artes marciales. Pero luego me fui integrando con otras películas, como El Señor de los Anillos. Veía la parte de los efectos especiales, porque las películas de Bruce Lee no tenían efectos digitales. Y bueno, voy viendo todo, diferentes géneros, hasta el terror, Drácula de Bram Stoker, por ejemplo.
¿En qué te gustaría capacitarte o especializarte?
Dirección y guion. Pienso que tengo un don para escribir. Cuando se me vienen las ideas, lo hago lo mejor que puedo. En el 2002 escribí un libro y lo registré en el 2004. Es un libro excelente. He puesto en prueba a diez personas, se los he regalado, y nueve me dijeron que estaba muy bien logrado. Entonces, allí he evaluado que sí puedo escribir.
¿Es una novela?
No es novela. Trata sobre los chankas y es un libro de automotivación. Ellos tienen sus principios, sus valores ancestrales. Me gusta ese tipo de libro. Por ejemplo, yo alabo bastante al El delfín de Sergio Bambarén, con el que se logró la película animada en 3D. Necesitamos ese tipo de historias acá en el Perú. O sea, ya estamos cansados de ver lo mismo. Hacemos ver lo mismo que nunca vamos a poder olvidar. Imagínate que vienen personas de Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, que han vivido hace veinte años el terrorismo, la violencia subversiva. Cogemos un tema y lo traemos de veinte años atrás al presente y decimos vamos al cine a ver una película, llamémosla Para nunca más volver al terrorismo. ¿Y qué pasa? Llevamos a las mismas personas que han sufrido en ese tiempo la violencia, ¿y cómo se van a sentir esas personas al ver eso? Van a traer todo el trauma al presente, y van a seguir viviendo con eso. Lo que estábamos olvidando, lo vamos a mostrar nuevamente. Nosotros nos hacemos daño, es algo psicológico. Yo creo que hay que tratar de hacer un cine variado. O sea, no está mal que se haga eso, pero es malo que se haga en cantidades. Todo el mundo se enfoca en hacer cosas que no aportan nada. No avanzamos. Hay que hacer un género que sea de autorrealización, donde se cuenten historias sencillas. La gente quiere eso. Quiere el ejemplo de un héroe. Y que el Perú se diferencie de otras naciones por hacer un tipo de cine de automotivación y autorrealización personal. Tenemos historias, leyendas. Tenemos todo para impresionar al mundo con eso.
Antes de hacer El último guerrero chanka, has hecho otros audiovisuales. Hablemos un poco sobre esos trabajos.
Bueno, en un principio yo me enfoqué más en documentales. Hice algunos documentales, por ejemplo Antawuayllasmantapacha, en español Desde Andahuaylas. Todo lo que tenía Andahuaylas, sus riquezas ancestrales, culturales, turísticas, paisajísticas. Hice un recorrido por lugares que no se habían explorado antes. Con el equipo de XZ Films empezamos a grabar lugares inéditos, caminando muchos días, y estrenamos el documental en Andahuaylas. Fue el año 2007. Llegamos aquí a Lima a hacer una presentación en un evento cultural de San Borja. Ese mismo año nació otra idea de hacer un recorrido de diez días caminando desde Andahuaylas hasta Choquequirao, que está a 3008 metros sobre el nivel del mar. Ese se llama De Andahuaylas a la cuna de oro Choquequirao. De allí hice otro, que es sobre el carnaval originario de los Andes, el puklla, se llama El carnaval autóctono del Perú.
También hice cortometrajes, por ejemplo, Cholinator, una versión de Terminator, pero a lo andino, con efectos especiales. El personaje desciende con un cascarón del espacio, desnudo, y va a quitarle su ropa a la gente, pero no en un bar, sino en el campo, a un grupo de alumnos que habían ido de paseo. También hice un cortometraje de artes marciales, La amenaza, mezclado con terror. La idea era practicar un poco para lo que se venía, El último guerrero chanka.
¿Cómo costeaste la producción de El último guerrero chanka?
Bueno, lo que hice fue tocar puertas a muchas empresas de Andahuaylas. Unas personas me sugirieron venir a Lima a pedir ayuda a los andahuaylinos que tienen empresas aquí. Lo hice, pero me he decepcionado en esa búsqueda de apoyo. Conseguí cien soles por allí. De tanto tocar puertas, algunos me apoyaron con diez soles, quince soles. Una empresa de transporte me dio veinte soles. Fue una frustración, porque, imagínate, ¿con cien soles qué iba a hacer? Algunos me ayudaron con una cinta de embalaje, con un balde de pintura, una brocha, para hacer la escenografía, decorar. Tocamos puertas a la Municipalidad, al Gobierno Regional. Fuimos muchas veces hasta Abancay para que nos salga siquiera un apoyo de quinientos soles para el combustible; nos prometieron, pero nunca llegó ni un sol. El expresidente del Gobierno Regional también nos prometió, pero al final nunca nos dio ni un solo sol.
Que esta experiencia les valga a muchos que están empezando. Si no hay un apoyo de las instituciones privadas o estatales, tienen que buscar sus propios recursos. Así, nosotros empezamos en el 2007 buscando nuestros propios recursos; cuando la productora estuvo constituida comenzamos a grabar eventos de todo tipo durante dos años. Grabábamos entierros, bautizos, velorios, wasi wasi, nada se nos escapaba. En Andahuaylas hay fiestas tradicionales casi todo el año. Desde Navidad hasta el 28 de enero, más o menos, es pura fiesta. Y cuando ya tienes experiencia y contactos, la gente va llamando.
Con eso empezamos a recaudar, sin darnos cuenta, ochenta mil soles. No éramos muchos, pero se sumaba, y fue así como recaudamos el dinero, y con eso empezamos a comprar una cámara para el rodaje de la película. Incluso para la isla de edición nos sirvió ese dinero. Se sumó todo hasta el proceso final. Y de allí para adelante recién cuando llegamos a Lima buscamos los apoyos, porque ya no teníamos más dinero.
¿Cuántas personas estuvieron en la producción?
Netamente en la película fuimos ocho personas. A veces se sumaban hasta doce. En el peor de los casos cuatro, porque había que caminar lejos y no todos podían ir. Teníamos que hacer muchas cosas a la vez. Nos amoldábamos, teníamos que adaptar nuestro tiempo y los personajes a los tiempos de los actores y el equipo técnico.
La parte en sepia, en la que parece que hay mucha producción, mucha gente, ¿cómo la hicieron?
Eso lo hemos grabado con una cámara 3CCD en el 2007. Teníamos una cámara que trajo una amiga de Francia. Empezamos a trabajar con esa cámara.
Queríamos hacer [una película sobre] la guerra de los chankas con los incas. Iban a ser más años, más preparación y más presupuesto. Hemos empezado a grabar creyendo que íbamos a tener todo el apoyo de las autoridades, pero no lo tuvimos. Fue así como nació El último guerrero chanka. Utilizamos la ficción del hechicero trayendo la historia al tiempo presente. Y lo que habíamos grabado quedó como la parte épica. El guion se fue elaborando, adaptándose a las circunstancias que teníamos, porque nadie nos apoyó.
Ahora, en la segunda película que pienso hacer ya no quiero un parámetro que nos limite. No será todavía la película de la guerra de los chankas con los incas; esa será la tercera. Quiero tener más experiencia, más gente, para hacerla. Será una cosa más ambiciosa. Pero la segunda película también tendrá un corte alucinante. Demandará más presupuesto, pero quiero que con ella se diga que en el Perú se hace una película que rompe esquemas, al menos en el género. Sé que se ha hecho La teta asustada, que ha logrado el nivel que hemos visto, hasta la nominación al Óscar. Yo me he soñado ganando el Óscar, y cuando yo me sueño una cosa así, la consigo. Mi reto es que con la segunda producción vamos a lograr el Óscar y eso lo saben todos los del equipo. Estoy buscando gente que tenga ese mismo pensamiento y la estoy consiguiendo. Si tú tienes la idea de llegar allí, todos tienen que hablar el mismo lenguaje. Si alguien dice no, esa persona no te sirve. Soy así, radical, pero tengo que juntar esas cabezas, esos cerebros. La idea es sacar la nueva película afuera, y traer la estatuilla para el Perú, sí o sí. Y si no lo logro con esta segunda película, yo creo que La guerra chanka-inca la va a conquistar. Es una producción que va a contar con efectos especiales. Por ejemplo, se va a ver la batalla de treinta mil guerreros chankas con sesenta mil guerreros incas en Espíritu Pampa, en Vilcabamba.
En El último guerrero chanka, ¿asignaron presupuesto para cada uno de ustedes o cada uno trabajó ad honorem?
Todo fue ad honorem, hasta ahorita, se podría decir.
¿Nadie ha cobrado nada?
Se les ha pagado a los actores. Toda la recaudación en Andahuaylas fue para los actores. Ni un sol todavía para el equipo técnico porque así lo decidimos. Fue por pasión que hicimos este trabajo. Lo que a mí me hace sentir más dichoso es que he hecho algo que nadie ha hecho en Andahuaylas, ni siquiera las autoridades: difundir nuestra cultura, nuestros paisajes, y que la gente se identifique con ello. Eso no tiene precio para mí.
¿Cómo elegiste a tus actores?
Hicimos dos castings. El primero fue el 2006, porque el 2007 queríamos empezar. Convocamos y vinieron de colegios, universidades, gente que hacía teatro, profesores que hacen teatro. Creían, en un primer momento, que los productores eran de Lima. Cuando se enteraron de que eran de Andahuaylas cambiaron las cosas. ¡Pero si en Andahuaylas nunca se ha hecho cine! En aquel entonces, algunos del equipo todavía eran chibolos, entonces peor, no creían. Decían: “Pero ¿con qué experiencia? Para hacer cine tiene que venir uno de Hollywood o de Lima, donde hay mucho productor”. Pero nosotros dijimos: “Cusco hace sus películas, Ayacucho, Juliaca, ellos hacen sus películas. No esperan que vengan de otros lugares. Si alguien va a venir de afuera, claro que va a poder hacer sus películas, pero ¿quién se va a llevar el mérito? El realizador de aquel lugar. Solo va a usar el escenario. Pero si queremos tener el mérito en nuestro propio lugar, con la misma gente, hay que hacerlo nosotros”. Y así empezamos haciendo un casting, empezamos a conseguir actores o talentos, y con ellos comenzamos a hacer prácticas en la Casa del Maestro, en el estadio, en algunos lugares del bosque, en un hotel que nos apoyaba también. Empezamos con el profesor Aniceto Dongo. Él me dijo: “Yo quiero ver primero el guion. Sin guion no puedo hacer nada”, y le di el guion. Así empezamos.
Ya teníamos tres meses grabando ensayos, aparte de las escenas épicas que estábamos haciéndolas paralelamente, cuando se malogró la cámara 3CCD. Empezamos a grabar una secuencia con otra cámara que era un digital 8, pero no queríamos trabajar con un digital 8, sino con una cámara 3CCD. Buscamos. Nos prestamos dinero. Fuimos a Cusco, Arequipa, Tacna, hasta Chile. Entré a páginas web para comprarla, y no conseguí. Regresé a Lima, tampoco había en Lima. Conseguí una HC3, una Sony pequeñita, HDV 1080, que logré comprarla con 1250 dólares, también con un préstamo. Pero no nos sirvió de nada porque pasaron seis meses y también se malogró esa cámara. Así que paralizamos el trabajo como un año y medio, y la gente se fue. Dijeron “no, esto fue una estafa porque nunca se grabó nada, lo de la cámara solo es un pretexto”. Más nos endeudamos porque la primera cámara era de una amiga que vino de Francia, y al final tuvimos que hacerla arreglar. Lograron arreglarla, pero la dueña ya no quiso prestarla. Al comienzo la alquilábamos, después nos la estuvo dando en forma de apoyo hasta que se malogró. Después de año y medio, hicimos un nuevo casting, en diciembre del 2009, para empezar con fuerza hasta setiembre del 2010.
¿Ningún actor del primer casting volvió?
Solo volvió una persona, Jeimi. A los demás los fuimos consiguiendo en otros castings que hicimos.
¿Cuánto duró el rodaje?
Empezamos el 26 de diciembre del 2009. Duró hasta septiembre del 2010.
¿Y el guion? ¿Tuviste que cambiarlo mucho?
Se reestructuró tres veces. La primera vez era sobre la guerra chanka-inca, una historia más amplia. Tuvimos que reestructurar. Luego, la segunda vez, contábamos con sesenta actores, entre principales y secundarios, pero era difícil trabajar porque no llegaban a su hora. Volvimos a empezar, nuevamente reestructuramos. Para el 26 de diciembre del 2009 ya tenía el guion y a los personajes que aparecen en la película. Había estado buscando quién hiciera del guerrero chanka hasta que al final dije: “Yo lo voy a hacer. A mí me gusta la actuación y puedo hacerlo. Si Jackie Chan actúa, dirige, hace la coreografía y tantas cosas, ¿por qué yo no puedo hacerlo?”.
¿El diálogo se respetó tal cual estaba en el guion o fueron improvisando, creándolo con los actores?
El guion está acabado, uno tiene ya la estructura necesaria, pero hay cosas pequeñas que hay que rehacerlas en el proceso de rodaje, y a eso se llama improvisar, usar más creatividad a la hora de grabar. No significa que te hayas salido del guion.
Ha habido buena elección de locaciones. El túnel, por ejemplo, ¿estaba planificado desde el comienzo? ¿Pensaste hacer la película en esos lugares específicamente?
Bueno, lo del túnel se fue adaptando al guion. Teníamos algunos túneles que eran muy pequeños, más o menos de cien metros. Eso era al principio lo que se iba a grabar, pero fuimos investigando más. Cuando escribí el libro, el 2002, había escrito sobre los chankas y que había unos caminos subterráneos de Andahuaylas a Cusco. Eso está en mi libro. Fue una idea que yo había recogido de crónicas, investigaciones sobre la cultura chanka, que decían que sí existen caminos hacia el hurin pacha, hacia abajo, donde están enterrados los tesoros, los líderes y los guerreros. También eran usados para esconderse allí en tiempo de guerra. Y, bueno, esa era mi idea porque había leído, nunca había visto los caminos, pero los menciono en mi libro, están dentro del libro, y yo los veo ahora y digo: al escribir he atraído esos caminos. Y fue así porque me sorprendí el 2008, casi para el 2009, cuando encontramos los caminos. Allí están, cuarenta kilómetros bajo tierra. Inclusive hay dos cráteres de meteorito más allá de eso, que no he mostrado en la película.
¿Cómo lograste la atención de los medios para la película?
Lo que hice fue entrar a Cinencuentro y Cinemaperú. Me pareció más interesante Cinencuentro porque era una página que vendía; Cinemaperú era más para intercambiar. Dije: “Por los dos lados voy a bombardear”. Por Cinencuentro me contacté con algunos medios que querían hacerme una entrevista. También busqué contactos de El Comercio, fotógrafos que conocía allí. Así llegué a comunicarme por correo con Rodrigo Bedoya. Él me llamó e hicimos la primera entrevista, vía celular, que salió en El Comercio. De allí empezaron a llamar de Panamericana Televisión y de ATV. Los dos querían la primicia. Entonces yo dije: “Hay que priorizar a Panamericana porque soy corresponsal allí”. Aparte, Panorama es un buen programa. Salió la nota en Panamericana. A la otra semana, ATV dijo: “Ya, igual queremos hacer la entrevista, ¿se puede?”. “No hay ningún problema”, respondí. Y ATV mandó a un corresponsal y con él empezamos a trabajar. Pero Cinencuentro fue el primer medio.
¿Por qué se demoró el estreno de El último guerrero chanka?
Fue por razones técnicas, en realidad. Se iba a estrenar el 26 de mayo del 2011, pero la cadena de Cine Star, del señor Aman Kumar Kapur, tenía previsto comprar seis proyectores en DCP, hizo el pedido a Estados Unidos, pero no estuvieron listos para la fecha exacta. Tuvimos que postergar el estreno para el 11 de agosto. En la conferencia de prensa del 25 de mayo anunciamos que se iba a postergar el estreno.
¿Cómo se acordó la nueva fecha de exhibición en Lima?
Yo quería que la película se estrenara el 28 de julio, en Lima. Con Aman Kumar habíamos fijado esa fecha. La gente no va ese día exacto, pero por el hecho de que la fecha sea 28 de julio, la van a recordar más rápido: película, 28 de julio por el día de la patria. Pero no alcanzamos porque ya estaba calendarizado ese día. Aman ya estaba convencido. Todavía le dije: Ollanta va a venir. Ya estaba hecha la tarjeta, tenía un contacto. Pero Aman me llama al día siguiente y me dice que no se puede, que sea el 11. Lo malogró. Al comienzo me dijeron nueve salas, pero se estrenó solo en seis. Mucha gente creía que estaba en el Cine Star Aviación, pero allí no estaba.
Tu película tuvo 5400 espectadores. ¿Cómo fue el trato con Kumar para la taquilla?
El trato fue 50-50. Inclusive en la segunda semana iba a ser 60-40; 60 para la producción y 40 para el exhibidor. No se logró ese acuerdo. Me ha pagado con el céntimo exacto. Creo que todo fue transparente y hubo caballerosidad.
¿Cuál fue el apoyo de Hernán Garrido Lecca y del Museo Andrés del Castillo?
El apoyo de Garrido Lecca se produjo gracias al alcalde de Andahuaylas de entonces, Óscar Rojas Palomino, quien nos hizo el contacto. Garrido Lecca se interesó y nos contactó con uno de los productores de Alpamayo, le dijimos que necesitábamos un kinescopado con una empresa argentina, y nos dijo que si el doctor Garrido Lecca estaba dispuesto a darnos un presupuesto, que aprovecháramos la oportunidad. Fuimos nuevamente donde el doctor Garrido Lecca y le dijimos que necesitábamos cien mil soles. Nos dijo que estaba bien, que la mitad sería como auspicio y que lo pusiéramos de coproductor, y que la otra mitad tendríamos que devolverla después de hacer nuestra recaudación. Evaluamos, hablamos con Guarango; Guarango nos ofreció un DCP más barato que se podía llevar de una sala a otra sin necesidad de sacar copias, y que nos iba a costar diez mil soles, cómodo en realidad; al final salió doce mil soles porque hicimos arreglo de color. Fuimos donde el doctor Garrido Lecca y le dijimos que teníamos una forma más cómoda que iba a resultar, y que ya teníamos un patrocinador que iba a pagar el DCP, que era el Museo Andrés del Castillo. Pero le dijimos que nos interesaba que él fuera de todos modos coproductor y nos ayudara en publicidad, quizá con cincuenta mil o cuarenta mil soles. Ya, nos dijo, no hay problema. Llamó a Alicia Meza y a otra persona, y les dijo que nos armara una publicidad en los medios. Ellos pagaron esa publicidad, y también la publicidad de los afiches, banners para cines, gigantografías, volantes. Yo no conocía mucho al doctor Garrido Lecca; sabía que era economista y que había sido ministro, pero lo que me atrajo fue que era un hombre de negocios y que le gustaba el cine, así que le dije que quería hablarle de negocios y de artista a artista, porque sabía que él también había hecho películas. Así nos comunicamos. La cuestión política no me interesaba; sé que con el alcalde de Andahuaylas tenían nexos políticos, pero a mí eso no me interesaba.
Aparte del pago del DCP, ¿en qué más los apoyó el Museo Andrés del Castillo?
Nos apoyó también con la recepción del avant premiere, para la primera fecha, el 25 de mayo. El museo pagó el buffet, los arreglos, la música, las invitaciones, pagó los pasajes de los actores (diez actores), pagó los hoteles en Lima, y posteriormente, el 10 de agosto, también la recepción del avant premiere. No escatimaron nada, nos brindaron el mejor espacio; inclusive a los que nos entrevistaban les regalaban un paquete con pasajes, libros, parte de su marketing. Nos trataron muy bien.
El Comercio también los apoyó…
Sí. En algunas vallas de la Vía Expresa pusieron banners de la sección Luces de El Comercio con El último guerrero chanka. Como en diez puntos de Lima. Fue apoyo de Martha Meier Miró Quesada. Después nos apoyó con dos mil dólares en efectivo, haciendo el pago del subtitulado en inglés que incluía un DCP, un DVD y una entrega de máster en un disco duro de quinientas gigas. El Comercio nos apoyó desde un primer momento, nos estuvo siguiendo en todas las fechas. Hicimos una función exclusiva para la prensa, y allí estaba la señora Martha Meier Miró Quesada; me dijo que le gustó el paisaje y la fotografía, y que quería ayudarme personalmente. Allí le dije lo del subtitulado en inglés porque estábamos entre los cuatro seleccionados para representar al Perú en el Óscar. Me dio el dinero. Hicimos el subtitulado con Guarango, con Tito y Ricardo Cabello, muy puntuales, muy caballeros.
¿Cómo fue lo del Óscar?
En el 2011 yo estaba en Cusco y me llamaron del Ministerio de Cultura. Una secretaria, no recuerdo su nombre. Estaban preseleccionados El inca, la boba y el hijo del ladrón, Bolero de noche y Octubre. Les parecía que mi película también podría estar preseleccionada. Estaban viendo cuál podría ir. Pero, me dijo, la condición es que tengan su DCP subtitulado. Me preguntó si estaba de acuerdo. Yo no pensé ni un segundo y la respuesta fue sí. Es más, le dije, tengo un patrocinador que me puede pagar el pasaje, la visa, todo lo que ustedes quieran1.
¿Qué pasó entre diciembre del 2011 y ahora, 2015?
Estuvimos exhibiendo la película en Lima, Juliaca y Andahuaylas. No hemos podido hacer un estreno en todas las regiones porque no pudimos capitalizar. Teníamos deudas por pagar e inclusive sufrimos un robo en San Juan de Lurigancho.
¿No obtuvieron ganancia?
No fue mucha. Nos sobró, pero no sumas gigantes. En el 2012 presenté al Conacine un proyecto que se llama Leyenda2, pero no fue aprobado. Empecé a escribir otros guiones. Tres guiones hasta la actualidad, registrados en Indecopi. Algunos proyectos eran muy caros, por ejemplo, el de la guerra entre los incas y los chankas. También en ese lapso los integrantes del grupo empezaron a hacer su vida, se casaron, se fueron independizando; pero yo quería seguir haciendo cine, me gusta el cine y empecé a escribir los guiones.
Háblanos de tu experiencia con Dov Simens.
En el 2011 estuve también con el maestro Dov Simens, que vino de Hollywood por intermedio de Luis Alberto Cayo. Nos dio un refuerzo gigante a muchos realizadores; a mí y a Dorian Fernández, que ha hecho varias películas, y a muchos otros. Me metí en la cabeza que puedo más.
Este año hice un casting, en la ciudad de Lima, de artistas marciales. Me encontré con un monje shaolin, el único monje shaolin peruano, vive en Lima. Aprendí con él nuevas técnicas de kung-fu tradicional. Estoy entrenando mucho más, reforzando mi sistema marcial, y tengo una escuela en Andahuaylas. Tengo un proyecto de cine para desarrollar en cuatro regiones; estoy elaborando los vestuarios y las armas marciales, que no se han mostrado en ninguna película de Hollywood. Voy a hacer una parte en Lima, otra en un bosque de bambú, en Chiclayo. El núcleo se desarrolla allí. Hay también un bosque rudimentario de piedras, y lo otro va a ser en Choquequirao. Va a llevar un título universal. El ochenta por ciento promete peleas, ya no caminatas largas para mostrar escenarios turísticos. Las luchas serán precisas, no aburridas, largas. No será una película cómica, pero tendrá humor.
Dov Simens recomienda que las producciones tengan un look internacional; al elegir locaciones nacionales muy precisas, ¿no estarías apartándote de esa recomendación?
La intención de mis locaciones no es mostrar turismo. He aprendido a armar un gran guion desde la perspectiva del maestro Dov Simens. Él me ha dado unos tips precisos para no moverte cada cinco minutos del asiento, para que la película te atrape, te entretenga, te mantenga vivo, no dormido. Eso es lo que capté. Bueno, escribí una historia y dije: “Estos escenarios los tengo que conseguir, no importa dónde sea, aunque sea tendré que viajar a China, pero este escenario quiero”. Lo encontré en Chiclayo, pero no es que quiera vender Chiclayo. No nos interesa vender lugares; nos interesa que la película sea sólida, se enfoque en un género y le guste a la gente. Si voy a usar Cusco, Choquequirao, es porque conozco ese lugar y se asimila a mi historia. La película va a confundir, la gente se va a preguntar si es una película peruana o no. Porque al final hacemos lo que nos gusta, el género, en este caso las artes marciales. Otras películas se hacen por moda; por ejemplo, como todos hacen terror, yo también tengo que hacer terror. No siempre sucede eso. Pero al final no considero el cine como arte solamente, sino como arte y negocio, porque si no pienso en eso, ¿cómo voy a hacer dos, tres películas? Dorian [Fernández-Moris] lo tiene bien claro. Él dijo: “Tengo una cámara y hago algo al estilo La bruja de Blair, busco actores y me sale Cementerio general; no importa que la gente diga está mala o está buena, pero yo tengo un objetivo: seguir haciendo películas”. Mi objetivo ahora es hacer una película veinte o treinta veces mejor que El guerrero chanka, si no, mejor no la hago. Mi película tiene que gustar a la gente y tiene que capitalizar más.
(Edición: Emilio Bustamante)