Читать книгу Un día en la vida - Emmanuel S. Funes - Страница 14

DÍA 8 Aquí me encuentro, entre almohadones celestiales que sostienen mi cabeza de la manera más gentil que pudiera existir en el planeta. Me hace sentir en casa, como un recuerdo lejano, enmascarado con buenas memorias que mi mente intenta poner por sobre el resto. Mi espalda descansa sobre espaldares impensados para el ojo humano; poseen una refinada estructura que sostiene con perfecta precisión cada una de las vértebras que componen mi espina dorsal, aligerando cualquier presión que pueda llegar a existir. Una angulación perfecta, donde toda la energía fluye por el cuerpo y lo llena de una sensación de comodidad infinita, de plenitud y vibración con el entorno. Una comodidad tan agradable, que invita a seguir encontrándome a mí mismo en los parajes de la mente, perderme entre los desconocidos secretos del inconsciente, y me adentra en la gran tierra de los sueños.

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Con pequeñas vacilaciones, mi mente parece recordarse a sí misma que vive en otro mundo, alejado del disturbio diario, pero en el que, al parecer, no le gusta quedarse.

Cuando conectas con el majestuoso infinito de lo que nos rodea, solo queda aprovechar por completo ese momento y aprender lo máximo del yo que se muestra ante mí, que, finalmente, eres tú y soy yo.

Las cadenas diarias que nos aturden no deben quitarnos de nosotros mismos, lo que somos.

Cuando sientas que flotas por el extenso infinito y percibas a la gravedad ejercer acción sobre tu cuerpo, quédate todo el tiempo que sea necesario, no inundes tu mente de pensamientos sin sentido que te arrastren al círculo vicioso de inconsciencia rutinaria que demarca la vida con el calendario. Quédate donde tu desarrollo se produce mediante tu interacción con el universo.

Un día en la vida

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