Читать книгу Un día en la vida - Emmanuel S. Funes - Страница 22
DÍA 16 Quiero contarte la historia de un niño pequeño, quien no podía saltar sobre los charcos de agua. Le daba miedo, no lograba imaginarse capaz de llegar a la otra orilla. El charco, esta vez, no era diferente. Parecía un mar ante sus ojos. Cada rayo de sol se reflejaba en la superficie del agua y proyectaba su majestuosa imagen por los aires y alrededores. El desafío era saltar aquello, algo tan magníficamente creado por la naturaleza, que no somos capaces de entender.
ОглавлениеSaltar charcos demuestra vigor; alcanzar el otro extremo significa crecer un poco más, porque en ese momento, solo piensas en probar tus habilidades recién adquiridas, ver qué tan capaz eres para sacar adelante nuevas aventuras y enfrentar otras adversidades. Es la época en que más coraje tienes, el momento en que eres invencible, pues no te preocupas de las consecuencias y simplemente piensas en descubrir.
El agua reflejó un rayo directamente a la cara de aquel pequeño. Le nubló la vista, pero seguía atento, pues sabía que era un desafío. El agua lo llamaba a saltar sobre ella y el sol le acariciaba el rostro como diciéndole: “¡Vamos! ¿O no eres capaz?”. ¡Claro que era capaz! Miró atento hacia el otro extremo. Se concentró. Inclinó ligeramente el cuerpo hacia adelante, respiró y corrió a toda velocidad. Cada paso marcaba una huella de fuerza y convicción en el suelo, que vibraba de forma más fuerte con cada pisada.
El tiempo se detuvo cuando se encontraba ahí, en el aire, a medio camino. El último impulso había sido perfecto… Justo antes de saltar, cuando su corazón latía al máximo, pensó en él, en su cuerpo, en su mente, en todas las conexiones nerviosas responsables de aquel movimiento, y se relajó. Pisó con todas sus fuerzas, se agachó, y con todo el impulso de su cuerpo, se extendió por los aires, confiado en que caería al otro lado.
El aterrizaje fue perfecto, había cruzado el charco. Se concentró y lo consiguió. Aquel sería el primero de muchos, pero él sabía que en ese momento los había superado y ya no les temía. Entendió que no lo podían dañar, que tenía las capacidades para saltarlos y, finalmente, se volvió consciente del lugar que ocupaba en el mundo.