Читать книгу Un día en la vida - Emmanuel S. Funes - Страница 29

DÍA 23 “Sudamérica es poderosa”, pensaba el General Ottomandi mientras miraba las palmeras a su alrededor, dándole una sombra perfecta del sol abrasador que imponente vigilaba ese día. Sentía una brisa perfecta, pero escalofriante. Sabía que el enemigo podía aparecer en cualquier momento. La desventaja territorial era un hecho. No soportaba aquel calor, pero debía ser fuerte. No podía mostrar esbozo alguno de debilidad.

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“La pérdida del Noroeste de Sudamérica es imperdonable. No podemos perder contra ellos. Son inferiores”, se decía, mientras fumaba su cigarrillo y esperaba nervioso el desenlace. Confiaba en sus tropas, pero sabía que estaban extraviadas y rodeadas. Tenía fe en su proyecto, su clan, y estaba seguro de que aguantarían hasta el final, como verdaderos héroes.

Gritos en el exterior interrumpieron su introspección momentánea, ¡era hora! Cogió su fusil Van Shaal, modelo 699, el mejor en su clase… Salió por la puerta de punta en blanco. Avanzó con las tropas, los orgullosos miembros del batallón Dersnachen; caminaba con paso seguro y decisivo, atento a cualquier movimiento alrededor. Sonó el primer estruendo. Se detuvo. Necesitaba respirar en medio de la batalla. Distinguía gritos y colores, no estaba seguro. Vino el segundo estruendo. No lograba ver de dónde salían. Apuntó con el 699 directo a la cabeza de uno, se desplomó enseguida. A su lado, la fiera batalla se producía sin cesar, aguerridos soldados, envueltos por vivaces llamaradas que, con su tierno abrazo de calor y muerte, marcaban el paso de aquella danza mortífera. Llamas... Calor... Tercer estruendo. Cayó de bruces... Avanzó con su último aliento, disparando las últimas esperanzas con cada tiro, hasta que todo se apagó y la guerra terminó para él y todo su escuadrón…

Un día en la vida

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