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DÍA 27 Nunca debemos dar por hecha la derrota. Tenemos que preservar ese último aliento de esperanza y energía para sobrellevar las adversidades que nos presenta el camino. No siempre resultará como esperamos, pero no dudemos en entregar el máximo potencial que, como seres humanos, podemos llegar a dar.

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La vida está llena de senderos. Las decisiones que tomamos día a día forjan la ruta que cimentamos frente a nosotros. Como un río que fluye al medio de la montaña con los árboles como silentes vigías y las aves volando raudas a su alrededor. Nuestra vida es un flujo energético constante que podemos aprovechar al máximo si queremos. Todos tenemos la capacidad de generar grandes cosas. Está en el poder, la perseverancia y la fuerza de la decisión, la clave para dar esos pequeños pasos hacia nuestro destino.

No pensemos en la vida como una receta mágica que debemos seguir al pie de la letra. La vida nos entrega la ventaja de poder innovar, quebrar la expectativa, romper el esquema y, desde ahí, crear algo nuevo. Algo con más fuerza que contenga dentro de sí nuestras propias convicciones y experiencias, siendo el resultado del aprendizaje logrado a lo largo de los años que hemos intentado vivir; ese que en ocasiones pareció reacio, pero que, en otras, significó el puntapié requerido para continuar el movimiento, el camino.

La derrota es parte del viaje. Es la manifestación física de las probabilidades de la vida. A veces ganas, otras pierdes. Que nunca te desaliente perder. Es un martillazo más en la construcción de tu existencia. Lo importante es cómo veas y adoptes esa derrota, cómo seas capaz de mirar la carretera y continuar, sin mirar atrás, solo con la idea de que te tienes a ti y que, mientras estés con vida, el libre albedrio terrenal y universal del que gozas, está hecho para ti, como ser consciente que vives y habitas el planeta tierra.

Un día en la vida

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