Читать книгу Un día en la vida - Emmanuel S. Funes - Страница 72

DÍA 67 ―¡Vamos! ¡No es imposible! ¡Un pie delante del otro y lo lograremos! ―Gritaba el General King a sus soldados. Cruzar Asia en su totalidad, hasta llegar a su extremo más lejano no había sido tarea fácil. Lo habían conseguido en base a interminables luchas, encarnizadas batallas que solo producían bajas, pero que tenían como objetivo lograr un plan aun mayor, acabar con el enemigo americano.

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El frío tal vez era similar al de miles de años atrás, cuando miles de humanos realizaron aquella misma travesía, tal vez con la misma esperanza de ese momento, con la diferencia de que, en esta ocasión, traían muerte y no vida.

“No me enlisté para esto”, decían algunos; otros contemplaban algo único en el planeta y, con mucha certeza para ellos, tal vez lo último que tendrían oportunidad de conocer. “Realmente era estrecho”, se dijo King, casi riendo con ironía mientras ideaba un plan para cruzar todos esos kilómetros. Tenía mucha confianza en sí mismo, pero siempre titubeó en los momentos cuando la supervivencia de los suyos dependía de sus decisiones. Era un hombre lleno de problemas y cuestionamientos, con una gran carga en su conciencia. Aunque por fuera de hierro, por dentro se quebraba tan fácil como una rama en los últimos días del verano. Vivía atormentado día a día por sus demonios y las consecuencias de sus acciones, como dos pequeños acompañantes que le recordaban constantemente qué tipo de persona era. Cuando recuperaba la concentración, volvía a sus labores militares, sin duda un ejemplar excepcional. Capaz de reconocer los peligros de la batalla y las oportunidades para ganar en los momentos precisos, no por nada era el General King, cuarta generación de militares, una dinastía de guerreros capaces de dar su vida, y que forjaron cada piedra que cimentó la base del imperio que era su nación.

Cuando salió el sol y se alistaron, comenzó de nuevo la travesía… Miles de pasos fueron necesarios para observar lo más hermoso que podrían haber tenido frente a sus ojos, casi como descubrir un planeta nuevo; una sensación indescriptible recorrió a todos al unísono, una felicidad compleja que al mismo tiempo los acongojaba. Un dulce amargor recorría su garganta y papilas gustativas. La primera parte completada, comenzaba la segunda. Quizás la más difícil, pero no por eso menos emocionante. Organizaron sus pertenencias, al igual que cada día. Arreglaron sus equipos y trazaron el plan. El asedio comenzaría a la brevedad, el momento que esperaban y al mismo tiempo temían, pues podía significar casi dicotómicamente hablando, el inicio o el fin de todo lo que conocían como existencia.

Un día en la vida

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