Читать книгу 250 ejercicios de entrenamiento (Fútbol) - Endré Benedek - Страница 7

Оглавление

CAPÍTULO I

JUEGO Y LUCHA

CÓMO ADQUIRIR UNA CONDUCTA DEPORTIVA

Los deportes -incluido el fútbol- sólo pueden ser considerados como lo que realmente son, es decir, un juego. Esto es cierto, tanto cuando se trata de conseguir puntos en un campeonato o simplemente superar una vuelta suplementaria en cualquier otra competición. Gracias a su inagotable riqueza de ideas, gracias a su diversidad y a su carácter imprevisible, el fútbol ejerce sobre la juventud una gran atracción. También es cierto que, como en otras disciplinas deportivas, sólo se conocerá el éxito si nos entregamos a fondo. Sin embargo, hay deportes en los que uno lucha contra otro, pero sin poder tocarse. Una de las características del fútbol es, al contrario, que un hombre se bate contra otro hombre.

En el deporte lo que generalmente importa es presentarse como el mejor o como el que tiene más talento. Sin embargo, las razones de una victoria… o de una derrota sólo deben ser deportivas. Fair-play, esta conocida divisa inglesa, resume todas las exigencias morales que se le piden al jugador, exigencias que derivan de reglas y de reglamentos (escritos o no) de las diferentes disciplinas deportivas. El deporte -el fútbol también- debe conseguir un deportista irreprochable moralmente, honesto y abierto. Cualquier jugador de fútbol debe intentar ser mejor que su compañero: debe hacerlo todo para conseguir la victoria, pero siendo siempre deportivo en todos los enfrentamientos que deba afrontar.

En un partido rápido, de alto nivel atlético y muy comprometido, pueden verse incumplidas cualquiera de las cualidades. Es una consecuencia natural del juego.

Lo que debe evitarse son las faltas «llamadas tácticas» que un jugador comete para impedir que el adversario lleve adelante una acción; sin embargo, debe realizarlo sin poner en peligro su integridad física.

Pero, cuando en un enfrentamiento o ataque, no es el balón sino las piernas del adversario las que se ven afectadas para intimidarlo o eliminarlo del partido, entonces podemos hablar de falta grave. Incluso cualquier tentativa por jugar de. este modo debe considerarse falta grave.

Por interés en la evolución de nuestro propio juego, tenemos la obligación, preconizando siempre un juego correcto, respetar las reglas correspondientes para así evitar cualquier gesto antideportivo.

Por esto, no basta con desarrollar en el jugador toda su potencia física en vistas al combate hombre contra hombre, ni hacerle adquirir la técnica y la táctica del enfrentamiento, también es necesario que disponga de las cualidades psíquicas y morales que garanticen una realización del desafío tan eficaz como deportiva. La adquisición de tales cualidades contribuirá a aumentar la intervención y a determinar la conducta deportiva del jugador.

El desarrollo de estas cualidades psíquicas y morales exige un trabajo metódico y regular; en consecuencia, debe ser parte integrante del entrenamiento. Al contrario, no debe sólo desarrollar estas cualidades; en efecto, para cada jugador y para cada equipo deben fijarse unos objetivos concretos.

CAUSAS DE UNA CONDUCTA ANTIDEPORTIVA

Para el aprendizaje de cómo enfrentarse, el factor pedagógico reviste una especial significación. El juego en sí mismo, y, especialmente, el comportamiento del jugador en los enfrentamientos permiten realizar ciertas deducciones sobre su carácter. Sus cualidades psíquicas en el desafío, así como su actitud irreprochable en el terreno moral deben ser dirigidas, influenciadas y educada. La importancia del factor pedagógico se ve acrecentada por el hecho de que el juego se producirá delante de numeroso público que influirá, sin duda, en el desarrollo de su personalidad; al mismo tiempo, la actitud del jugador ejercerá una acción siempre creciente sobre el espectador.

Es por esto que debemos buscar los factores que pueden provocar una conducta antideportiva o un juego incorrecto.

Como primeras causas, debemos citar una condición física deficiente, los signos de aparición de fatiga y una superioridad deportiva. En tales casos, al final de la jugada, pueden producirse numerosas faltas que implicarán irregularidades e incorrecciones.

Faltas de técnica con balón o de técnica en el enfrentamiento también pueden crear una conducta antideportiva en el juego. El jugador que posee una técnica insuficiente, cometerá más faltas; si, además, presenta errores en la técnica del enfrentamiento, cometerá todavía más. En consecuencia, la suma de estos dos defectos sólo puede ser la base de un juego incorrecto e irregular.

Las faltas tácticas también perjudican el desarrollo del enfrentamiento. El jugador se enfrenta con su adversario cuando no es necesario y estos contactos superfluos pueden ser el origen de brutalidades.

Las falsas ideas de que el jugador debe practicar un juego duro, pero correcto, pueden provocar faltas. Un jugador que teme los contactos, que evita la lucha de hombre a hombre y que, considera el juego duro del adversario como irregular, reclama en todo momento, intenta, en general, «cobrarse» esta supuesta falta de su autor.

Lo que no ofrece nunca buenos resultados, es inducir a un jugador a jugar duro cuando no está bien preparado. Los esfuerzos del jugador por satisfacer estas exigencias, pueden, en algunos casos, degenerar en juego incorrecto.

El carácter y la importancia del juego en sí mismo puede influir en el comportamiento del jugador. Partidos que tienen como objetivo la primera o la segunda posición, se caracterizan generalmente por un acentuado ardor en el combate. Cuando el campeonato llega a su fin, cada punto y cada gol pueden ser decisivos. El jugador, cuyos nervios están en plena tensión, se ve inducido a cometer faltas. Cuando ganar es imprescindible, al estar sometido a fuertes cargas psíquicas, muchas veces no puede elegir los medios.

Cuando se siente inferior al adversario, el sentimiento de abandono puede provocar una conducta antideportiva. El jugador cometerá faltas si, jugando con regularidad, no llega a la portería del adversario. El miedo a perder y la irritación causadas por el fracaso pueden conducir a que el jugador pierda los nervios.

Una conducta incorrecta por parte de los espectadores puede ser el origen de una actitud negativa de un jugador o de todo un equipo. Al mismo tiempo, el comportamiento antideportivo de un jugador, su «actuación» puede excitar las pasiones de los espectadores. Una decisión protestada del árbitro también puede desatar la cólera de los jugadores y de los espectadores; esto creerá un ambiente tal, que las faltas serán el plato fuerte.

El cómo el árbitro dirija el partido será esencial para el correcto desarrollo del mismo. Es él quien, en primer lugar, garantizará la deportividad del partido, pero no es el único.

CÓMO EDUCAR A LOS JUGADORES

El desarrollo deportivo del partido sólo puede garantizarse por los esfuerzos de todos los participantes. Debemos educar a nuestros jugadores para que eliminen la incorrección como un medio consciente para realizar el partido. Cuanto mejor sea la condición psíquica y física del jugador, menos se dejará influir por las circunstancias externas y mejor sabrá dominarse a pesar de las presiones tanto psíquicas como físicas que el fútbol le provocará.

La tarea del entrenador es, en primer lugar, concebir un juego correcto pero viril y duro y, en segundo lugar, persuadir a los jugadores de la necesidad de jugar de esta manera. Los jugadores deben estar preparados para realizar el partido de esta forma, tanto en el terreno técnico como en el táctico, tanto en el plan psíquico como en el físico. Cada entrenador tiene como misión educar a sus jugadores a ser siempre fair-play, a pesar de la dureza en aumento del combate deportivo.

El jugador debe convencerse de la necesidad y de las ventajas del desarrollo de un partido que, en el marco de las reglas de juego, esté basado en una intervención física llena de coraje pero lógica al mismo tiempo; al mismo tiempo, debe asimilar las exigencias y la habilidad técnica y táctica correspondiente.

Para que el ambiente del partido sea deportivo, es determinante, en primer lugar, la concepción del juego y el comportamiento general del jugador. Es por esto que se debe insistir en la autodisciplina del jugador. Es en este aspecto donde el ejemplo del capitán del equipo y de los jugadores de más edad y experimentados será una eficaz ayuda para el proceso de educación. En este aspecto, el jugador, a nivel individual, debe reconocer que, en todas sus acciones y actuaciones, ha de tener presente la colectividad, representada por el equipo; éste, por otra parte, tiene también responsabilidades para con el jugador. El jugador consciente de que su conducta antideportiva puede tener consecuencias para todo el equipo, debe moderarse en los momentos difíciles. Si hacemos comprender a nuestros jugadores que perder honorablemente no es un deshonor, también debemos explicarles que una victoria inmerecida no es necesariamente un honor.

La mayoría de las discusiones acerca de un partido de fútbol tienen como origen las diversas opiniones sobre la lucha hombre a hombre; pero sólo corresponde al árbitro decidir si el enfrentamiento es regular o no. Por lo tanto, es la concepción del juego que presente el árbitro la que influirá de forma decisiva en el desarrollo deportivo de un partido.

El trabajo colectivo entre los dirigentes, los entrenadores y los especialistas en ciencias del deporte no sólo es necesaria para la normativización de una concepción de juego progresiva, sino también para la educación del jugador.

Las oportunas intervenciones del periodista en este trabajo colectivo sólo ayudarán al entrenador en su trabajo.

Hemos de insistir en esto, es responsabilidad de la prensa. Ésta incide profundamente en la opinión pública y puede contribuir muy eficazmente en la lucha contra la actitud antideportiva, contra el juego incorrecto en beneficio de una concepción de juego progresiva.

250 ejercicios de entrenamiento (Fútbol)

Подняться наверх