Читать книгу Los parados - Enric Sanchis Gómez - Страница 10

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LA VIDA COTIDIANA DEL PARADO

Se habla mucho, pero se sabe sistemáticamente muy poco de lo que hacen o dejan de hacer los parados. Lo que ahora nos proponemos es contribuir a colmar ese déficit de conocimiento adentrándonos en la vida diaria de los entrevistados. Sobre todo nos interesa contrastar la consistencia de algunos lugares comunes acerca de la tendencia de los parados a abusar de los dispositivos de protección, si bien debe reconocerse que la gravedad y duración de la crisis en curso ha obligado a los defensores de este tópico a moderar sus intervenciones en el debate público. Abordaremos cuestiones como la intensidad y métodos de búsqueda de empleo y las exigencias al respecto. Dedicaremos particular atención al significado que se le atribuye al trabajo, al tema de los falsos parados y el trabajo negro y al uso del tiempo. Es importante saber hasta qué punto el parado tiene organizada su vida cotidiana, si controla la situación en que está inmerso o se deja zarandear por ella y acaba siendo un individuo desorientado que no encuentra sentido a nada de lo que hace.

La gran mayoría de los entrevistados (70) están en paro por causas objetivas (reducción de plantilla, cierre de la empresa, fin de contrato). Sólo en seis casos se hace referencia a algún motivo que puede codificarse como personal: 1) Un licenciado universitario de 27 años que desde los 16 trabaja de camarero durante los fines de semana en un salón de bodas y de socorrista en verano. Con eso y becas se sacó la carrera. Por tanto, estadísticamente es un ocupado Hace cinco meses renunció a su empleo de vendedor a comisión para hacer un master (AMM-4). 2) Un okupa de 25 que trabajando unos dos meses al año (jornalero agrícola, camarero) tiene suficiente para vivir. Estadísticamente es un inactivo (JMLV-8). 3) Un hombre de 28 que al acabar la ESO entra a trabajar en una fábrica de pasteles. Seis años después deja el empleo porque tiene expectativas sólidas de encontrar otro mejor, el asunto no cuaja y no le readmiten. Desde entonces lleva seis años en paro (JCT-1). 4) Una mujer de 41 que tras la maternidad a los 29, de acuerdo con su marido, renuncia al nuevo contrato indefinido en los grandes almacenes donde llevaba trabajando tres o cuatro años como temporal a causa de las dificultades de conciliación. Actualmente en proceso de separación, busca empleo desde hace siete meses (PRM-6). 5) Un hombre de 51 despedido a los 47 estando de baja a causa de una lesión de espalda no reconocida como enfermedad laboral. En paro desde entonces (ESV-2). Y 6) Un hombre de 50 comercial en una concesionaria de venta y reparación de vehículos, quince años en el sector, más de cinco en la empresa. Diez meses en paro, hace unos dos años la empresa empezó a deshacerse poco a poco de gente para evitar el ERE. Considera que fueron por él:

Mi despido ha venido generado porque se me ocurrió comentarle a un compañero que me iba a presentar a las siguientes elecciones sindicales. […] Tenía contrato indefinido, aunque eso no sirve para nada. Y a raíz de ahí pues se conoce que llegó a oídos de… y si tú tienes idea de que este fulano puede ser conflictivo o va a ser muy reivindicativo, pues tratas de quitártelo de en medio. […] Presentaron una cuenta de resultados de no sé cuántos años que quedaba claro que habían bajado las ventas. ¡Pues claro, si se dedicaban a la venta de automóviles! […] La gente que no es fácil de manejar, en algunos sitios no interesa. [JAM-2]

¿Cuál es la primera reacción ante el paro? Pueden distinguirse dos respuestas típicas. Por una parte los ocupados del mercado de trabajo primario que han seguido una trayectoria laboral de tipo fordista. Para éstos supone una auténtica sorpresa, algo que nunca pensaron que les podría ocurrir a ellos. El paro se les viene encima como un mazazo. Por otra parte los ocupados del mercado secundario familiarizados con la precariedad. No es la primera vez que se encuentran en esta situación y la viven con cierta normalidad. Tanto en un caso como en otro, durante las primeras semanas muchos experimentan una especie de alivio: por fin se acabó la incertidumbre y tensión que tuvieron que soportar en la última etapa de ocupados, cuando empezaron a sospechar que la cosa acabaría mal. Luego viene la búsqueda cada vez más ansiosa de empleo; finalmente, en muchos casos, la adaptación resignada a la nueva condición de parado. Ilustrar la primera respuesta con algún testimonio es muy sencillo:

No es la primera vez que estoy en el paro. Anteriormente, con 49 años, ya estuve quince días nada más, y aquella situación la recuerdo…, una situación tremenda, no la asimilaba. Yo estoy trabajando toda mi vida, desde los 18 años, en una empresa familiar [fundada por mi padre] […] y yo eso de estar parado sin hacer nada no me entraba en la cabeza, era una cosa que no comprendía. Entonces lo pasé muy mal, una sensación absolutamente nueva. En esta segunda ocasión, aunque también ha sido por supuesto fatal, porque entre otras cosas ya tengo una edad que pienso que no tengo ya prácticamente ninguna posibilidad…, pero ya iba como más preparado porque ya tenía experiencia y sobre todo porque pasamos un par de años muy malos en la empresa, y después el ERE y tal. En fin, digamos que estaba más preparado. [PRM-5]

El contrapunto nos lo ofrecen un trabajador de la construcción y una licenciada en Derecho de 49 años. Casada sin hijos, consiguió su primer contrato de trabajo a los 24 «en el plan de choque contra el paro, de plan para hoy y hambre para mañana, de fomento del empleo juvenil, cuando el primer Gobierno socialista contrató a mansalva interinos para todo tipo de administraciones. Entonces entré en la Administración Pública». Desde entonces no ha dejado de cambiar de empleo: «Uf, legales tengo quince contratos diferentes, en diferentes puestos de trabajo». Lleva 38 meses en paro: «Ya me lo esperaba, no era la primera vez. Es toda una vida dedicada al paro. Como he estado toda la vida entrando y saliendo, y prácticamente mi vida ha sido la de parada con algún periodo extra de contrato basura, pues era volver a la situación normal, que es la de parada. Ahora, sí que fui consciente de que ya no volvería a entrar en el mercado laboral» (VEZ-1). El de la construcción lo cuenta así:

Yo tengo 51 años, he conocido otras crisis, estoy en el gremio de la construcción, me han despedido muchas veces […] y digamos que estoy acostumbrado. Mi situación se la planteo yo a una persona que lleva veinte años fijo en una empresa, que tiene mi misma edad, y yo creo que esa persona sí está cagada del todo. […] Tú conoces el gremio y lo sabes, o sea, son miles de contratos, porque son circunstancias técnicas; entonces te acostumbras. [PRM-1]

Más de la mitad (51) llevan más de doce meses sin trabajo y muchos de ellos ya cuentan este periodo vital en años, tantos como los de crisis. Este dato no debe sorprender a nadie, ya que el paro de larga duración se ha multiplicado durante este periodo. Carles Simó y Juan Antonio Carbonell, en su análisis ya mencionado de las EPA enlazadas, han estudiado dónde han acabado un año y medio después (seis trimestres) cuatro muestras de parados de larga duración:

1ª (T1-2006 a T2-2007): ocupados, 32,42%; parados, 49,76%; inactivos, 17,82%.

2ª (T3-2007 a T4-2008): ocupados, 28%; parados, 52,98%; inactivos, 19,02%.

3ª (T1-2009 a T2-2010): ocupados, 22,34%; parados, 62,66%; inactivos, 15%.

4ª (T3-2010 a T3-2011): ocupados, 18,76%; parados, 65,53%; inactivos, 15,71%.

Casi todos los inactivos eran desanimados. Asimismo, al aplicar regresiones logísticas a la EPA del cuarto trimestre de 2011 observan que, independientemente del nivel educativo, el riesgo de acabar en paro de larga duración es un 24% superior entre las mujeres y que los mayores de 44 años tienen 4,3 veces más probabilidades de permanecer en esta situación que el grupo de 16 a 24 años. Si queremos entender qué significa estar en desempleo y qué consecuencias tiene, son las vivencias de los parados de larga duración las que han de centrar nuestra atención.

Cincuenta y cinco ya habían estado en paro en alguna otra ocasión, mientras que para 28 es la primera vez. 51 han cambiado más de dos veces de empleo, 21 sólo una o dos veces, y 14 han perdido el único empleo que tuvieron. Muchos (45) no perciben ningún tipo de ayuda económica, bien por haberla agotado, bien por no tener derecho a ella. Por el contrario, 27 están cobrando la prestación contributiva y otros 15 perciben el subsidio asistencial (por lo general 426 euros mensuales).

Casi todos (77) podrían incorporarse al empleo que se les ofreciese en un plazo máximo de dos semanas, es decir, cumplen una de las dos condiciones que exige la EPA para definir a una persona no ocupada como parada. Y sólo 14 manifiestan no estar buscando empleo frente a 73 que sí lo hacen, siendo en general la búsqueda muy intensa, incluso diaria. Así, 56 dijeron que habían hecho alguna acción de búsqueda durante la semana anterior. Setenta y dos, por tanto muchos más de los 42 que cobran prestación o subsidio, están registrados en las oficinas del antiguo INEM, lo que no significa que todos los que cobran estén buscando efectivamente empleo. La mayoría compagina varios métodos de búsqueda. Entre ellos destaca el recurso a Internet por parte de 44, lo que explica que se busque también durante los domingos. El reparto de currículums se sigue utilizando aunque con gran escepticismo, así como el recurso a familiares y conocidos.

Cincuenta manifiestan buscar «cualquier tipo de empleo», mientras que 34 utilizan algún criterio discriminante:

De momento estoy siendo selectiva, no me apetece ir a lo que sea, porque entiendo que no sería justa conmigo misma; llevo muchos años…, creo que puedo ofrecer mucho en mi perfil y voy a intentar que sea en ese perfil, en el de la documentación y la archivística o en el de la educación. […] Llevo muchos años currando y formándome en esos campos […]. Aunque sé que la situación aboca a que termine buscando de cajera de supermercado, de momento me niego a eso. [PRM-3]

Las exigencias al respecto están directamente relacionadas con la cualificación e inversamente con la duración del desempleo, si bien el desasosiego por encontrar ya un empleo cualquiera puede comenzar pronto. 51 estarían dispuestos a cambiar de domicilio y 61 a dormir fuera de casa algunos días a la semana si el empleo que se les ofreciese lo requiriera. Los 24 y 12 que respectivamente dicen lo contrario suelen remitir a complicaciones familiares o al sobrecoste que ello supondría, no compensado por los ingresos esperados.

Salario de reserva, ventajas del paro y significado del trabajo

«Aprovechándose del paro a veces algunas empresas ofrecen empleos en condiciones abusivas. A su entender, ¿por menos de qué cantidad de dinero no debería un trabajador aceptar un empleo?» Es así como introdujimos en la entrevista lo que el análisis económico llama salario de reserva: aquella cantidad por debajo de la cual un individuo, por las razones que sean, no está dispuesto a aceptar un empleo. Los economistas ortodoxos vinculan el salario de reserva a prestaciones por desempleo demasiado generosas, inducidas por la presión sindical, que provocarían paro voluntario y conducirían al parado hacia la trampa del desempleo de larga duración, del que después le será más difícil salir.

Otra manera de enfocar la cuestión, inspirada en el pensamiento económico de Alfred Marshall, sostiene que «el mercado de trabajo no puede entenderse sin tener en cuenta que los participantes, en ambos lados, tienen ideas muy claras de lo que es justo e injusto» [Solow, 1992: 23]. Esto lo dice un economista, no un moralista. Si no se respeta cierto límite por debajo del cual el trabajador sabe que tiene derecho a rechazar un empleo y el empleador que no lo tiene a ofrecerlo, el mercado no funciona. Desde este punto de vista el salario de reserva sería la consecuencia lógica de unas normas sociales derivadas de esas ideas que impiden el desbocamiento de una competencia hobbesiana por el empleo disponible que acaba perjudicando sobre todo a los vendedores de fuerza de trabajo, pero a la larga también a los compradores. Los dispositivos de protección por desempleo también guardan cierta relación con esas normas, que explican por qué los salarios no suelen bajar en proporción cuando el paro alcanza un nivel significativo. Lo que está ocurriendo a este respecto en España con motivo de la crisis puede interpretarse como un intento de impugnar tales normas, sobre las que se ha construido un sistema de relaciones laborales más orientado a la negociación que al conflicto, sustituyéndolas por otras más ajustadas a los intereses a corto plazo de las empresas. Más aún, todas las reformas laborales llevadas a cabo desde los años ochenta apuntan en la misma dirección [Fundación 1º de Mayo, 2012]. ¿Qué entienden nuestros parados por salario justo o digno, es desproporcionado su punto de vista respecto al salario de reserva, tienen expectativas desmesuradas en cuanto al empleo que consideran merecerse?

No lo parece. Pudieron codificarse sesenta y cinco respuestas, y lo primero que sugieren es debilidad en la propia posición, moderación, realismo si se prefiere. En no pocos casos hubo que aclarar que se estaba hablando de un empleo normal, de esos de ocho horas al día, lo que demuestra la familiaridad con el trabajo precario. Una licenciada de 27 años que vive con sus padres considera que por menos de tres euros y medio la hora no debería trabajar nadie: «Claro. Es que cualquier trabajo que tú hagas, aunque sea una tontería, requiere una responsabilidad o un esfuerzo físico o mental que tiene que estar recompensado. Tú no puedes trabajar por mucho menos. Encima, cuando tú pones tu salud, tu esfuerzo y todo, no… Es que es lo básico, comer, vestirte, tener un techo» (AGA-6). Muchos comenzaron advirtiendo que «depende» (de si hay expectativas de mejora, de estabilidad, de aprender, de las circunstancias familiares). Respuestas de este tenor en las que tiende a equipararse el salario digno con el mínimo legal no son raras:

Es que se ven las cosas que se ven y yo ya no sé. Evidentemente, como mínimo el salario mínimo interprofesional. Pero es que estoy viendo…, en esta última entrevista que tuve.., éramos una veintena de personas, te estoy hablando de esta empresa de gas y electricidad y todo eso, para el departamento comercial y tal. Es que no ofrecían ningún tipo de sueldo, era exclusivamente comisión; y la gente aceptaba, gente mayor, joven, gente de todo tipo. Pero yo desde luego qué menos que el salario mínimo interprofesional, eso lo mínimo. [PRM-5]

La respuesta más frecuente es 800 euros, cantidad que se superó en veinte casos. Veamos el de una mujer de 28 años, licenciada, que sigue viviendo en casa de sus padres:

En general yo creo que menos de 1.000 euros no debería cobrar una persona en un país como España. Ahora, tal y como están las cosas… ¿800? [En mi caso concreto], aunque tuviera que seguir viviendo con mis padres y no me pudiera independizar, yo por 700 euros trabajo. Es que por 600, es que estoy desesperada, es que yo creo que hasta por 600, o por 500, ahora que lo pienso. […] Es que mis amigos y yo estamos así. O cuando te preguntan: «¿Expectativas salariales?» Es que no sabes cómo decirle: no, es que no tengo, expectativas no tengo. [ESV-7]

Los más exigentes son cuatro, tres de ellos con estudios universitarios: 1) Hombre, 51 años, titulado en la antigua FP-2, mando intermedio de la construcción, casi dos años en paro, no percibe prestación ni subsidio; su compañera trabaja como autónoma, sin hijos a cargo; hace chapuzas cuando puede, fija su salario de reserva en 1.500 euros (PRM-1). 2) Hombre, 27, ingeniero técnico, 16 meses buscando su primer empleo, vive con sus padres sin apreturas (padre prejubilado). No habla en sentido estricto de salario de reserva; distingue entre el salario mínimo que debería cobrar un trabajador cualquiera a cambio de ocho horas de jornada (900 euros) y lo que cree que está ganando ahora una persona de sus características (unos 1.300 euros) (AMM-2). 3) Mujer, 45, separada, dos hijos a cargo, pagando hipoteca, más de tres años en paro, sin prestación ni subsidio; considera que con menos de 1.300 euros no llegaría a fin de mes (AOM-7). La cuarta ya la conocemos, es la que se teme que acabará buscando de cajera de supermercado: «Te digo lo mismo que con lo del tipo de empleo que busco […] soy más exigente. Yo tenía un buen sueldo en mi anterior empresa. Yo ahora por menos de, a lo mejor, 1.300-1.400 euros, entiendo que no aceptaría un empleo». Tiene 44 años, tres hijos y está casada con un trabajador social ocupado estable; lleva once meses en paro, percibe prestación y busca empleo con intensidad.

En el extremo contrario, algún joven llegó a hacer consideraciones del tipo «que me den lo quieran, a ver si así consigo colocarme de una vez y demostrar que me merezco más». Y no debe pasarse por alto el hecho de que en no pocos casos el entrevistado tenía muy clara la diferencia entre el salario digno y lo que no iba a tener más remedio que aceptar, porque en el paro no se suele estar cómodo.

De hecho, cuarenta y ocho niegan absolutamente que estar en paro pueda tener alguna ventaja o ser vivido como una oportunidad. Los treinta y cuatro que opinan de otra manera suelen referirse a la posibilidad de mejorar la formación, pero siempre bajo la condición de estar cubierto por la prestación. Es el caso de un arquitecto técnico a punto de cumplir los treinta años que ha aprovechado los dieciséis meses que lleva en paro para hacer un master e intentar establecerse por su cuenta:

¿[Ventajas de] estar en paro y cobrando la prestación? […] Hombre, cuando me quedé en paro un amigo me decía: El paro, ¡madre mía!, ahora en el paro, no vas a encontrar nada, ya verás en tu casa, el aumento de gastos, no sé qué… Él decía que no, yo entiendo que [ventajas] sí. No tengo que hacer nada y cobro todos los meses […]. A mí me ha permitido hacer más estudios, que era imposible completamente con el trabajo que tenía. Me ha permitido aumentar mi formación. Y yo eso lo valoro mucho. En ese sentido, claro, estar en el paro y sin prestación no tiene ventajas. [ESV-8]

O el de la misma mujer que no quiere acabar de cajera:

Como cuando recibí la carta de despido sentí como alivio, quise utilizar este período que no sabía cuánto iba a durar para reciclarme. Para eso lo he utilizado. Pero además, a nivel personal vivimos en una sociedad en la que el horario, las prisas, lo rigen todo […]. Yo decidí limpiarme y bajar el ritmo y mi nivel de ansiedad, que era muy alto. Y eso lo he conseguido en este año, disfrutar de cosas que no había disfrutado nunca, algo tan simple como desayunar con mi hija [la pequeña] o llevarla en bici al cole. Para mí ha sido muy importante. [PRM-3]

Casi nadie relaciona el paro con la posibilidad de disponer de más tiempo libre, más bien prevalece la percepción de que eso es una falacia:

¡Sí, hombre, sí, de organización creativa del tiempo libre! Vamos a ver, a todo se le puede dar la vuelta; […] es como si decimos que para el empleo la Segunda Guerra Mundial fue un ERE de narices, que es lo que fue realmente […] y al final el Holocausto no fue…, sino que sirvió para dinamizar la economía. Darle la vuelta se la podemos dar a todo. [VEZ-1]

No obstante, a veces se apunta que siempre puede haber algún aprovechado que lo utilice para columpiarse. Un inmigrante argentino de 47 años (diez en España, casi cuatro en paro, último empleo regular tres años en un restaurante, sin cargas familiares) reconoce haberlo hecho:

Al principio me pagaban 700 euros […] y podía estar en mi casa mirando la tele. Ganaba 1.000 trabajando, 700 sin hacer nada, estaba muy bien. […] Después cobré una ayuda por ser mayor de 45 años, durante un año. […] Los primeros seis meses me hice medio el longuis, tengo que admitirlo. […] Partamos de la base de que los seres humanos, si nos ofrecen trabajo, muchas veces miramos para otro lado. […] Pero después de los primeros meses empecé a cobrar los 400… Dije: bueno, esto no me alcanza para nada, tengo que salir a buscar trabajo, no me queda otra; y salí. Los primeros meses no, pero después no me dormí. […] Ya no tengo nada para cobrar. […] Y salí a buscar en hostelería y no había, y después apareció esto de cuidar a la abuela y […] ahí comencé a venderme para cuidar abuelos. […] Otro abuelo conseguí en una empresa, pero me estafaban, te hacían trabajar y no pagaban. […] Y todo lo que hago es así. [JMLV-2]

Es entre las personas de más edad donde domina con más fuerza la opinión de que estar en paro no tiene ninguna ventaja. Al analizar las respuestas en función del sexo se observa que los hombres son algo más proclives que las mujeres a reconocer ventajas (20 sobre 45 frente a 14 sobre 37 respectivamente), lo que en principio choca con la visión tradicional de que las mujeres se adaptan con más facilidad al paro.

Atribuir o no ciertas ventajas al desempleo protegido puede guardar alguna relación con la posición del trabajo en la escala de valores. A finales de los años ochenta Beretta [1995] hizo una encuesta en once países industrializados (nueve europeos, Israel y Estados Unidos) al objeto de contrastar la teoría según la cual en la sociedad postindustrial el trabajo habría ido perdiendo importancia (objetiva y subjetivamente) en favor de las dimensiones extralaborales de la vida individual y social, de manera que sólo se valoraría en el mejor de los casos en términos instrumentales. La encuesta incluía dos preguntas de particular interés: 1) El trabajo es sólo una forma de ganar dinero y nada más; 2) Quisiera tener un trabajo remunerado aunque no necesitase el dinero. Las respuestas cuestionan tal teoría. Destaquemos algunas de las conclusiones de Beretta.

Más allá de las particularidades culturales de cada país, el trabajo encierra una multiplicidad de significados, y el estrictamente monetario no es el que prevalece. El deseo de trabajar aunque no se necesite para vivir representa una actitud que atribuye al trabajo un valor en sí mismo. Esta actitud se mantiene estable en todos los países y todas las clases de edad, con la excepción de los mayores de 60 años, entre los cuales predomina la opinión opuesta. La identificación fuerte con el trabajo se explica por sus elementos extraeconómicos, no por los ingresos que proporciona. El deseo de autorrealización no excluye el trabajo. La exigencia de más tiempo libre procede sobre todo de quienes viven el trabajo en términos expresivos. Cuanto más gratificante es la experiencia laboral mayores son las exigencias e intereses extralaborales. La liberación de las energías psíquicas y de los intereses culturales no se produce totalmente en el ámbito extralaboral sino en continuidad con la experiencia de trabajo. Por tanto, la sensibilidad respecto a los llamados valores postmaterialistas no comporta una reducción de la importancia del trabajo en el ámbito de la experiencia vital.

Por lo que se refiere a los jóvenes, en general no puede decirse que presenten diferencias significativas respecto a las generaciones adultas. Entre ellos están más difundidos los valores postmaterialistas y el trabajo no es considerado el aspecto más importante de la vida, pero las peculiaridades juveniles son en cierta medida un hecho vinculado al ciclo vital y están destinadas tendencialmente a atenuarse con la edad.

En cuanto a los entrevistados, no sin dificultad 51 han sido clasificado como orientados en términos expresivos hacia el trabajo, 28 en términos instrumentales y dos como negativamente orientados; lo que sugiere que el trabajo sigue siendo para la mayoría de la gente mucho más que un simple medio de vida. La valoración expresiva domina más claramente entre los jóvenes y las mujeres, lo que debe estar relacionado con sus mayores niveles educativos. Veamos algunos casos, comenzando por los dos negativos.

El primero es un ingeniero técnico agrícola que nunca ejerció como tal, tiene 44 años, lleva doce meses en paro, los últimos nueve sin cobrar, vive solo, de sus ahorros y la ayuda de su madre. La diferencia más importante entre trabajar y estar en paro es «sinceramente, que acabo más cansado cuando trabajo y que ahora no cobro». Porque el trabajo «es absorbente».

Yo trabajo para vivir, no vivo para trabajar, y cuando trabajaba, desgraciadamente, el trabajo me absorbía demasiadas horas […]. Para mí la diferencia [entre tener un empleo o no] es básicamente los ingresos […]. La diferencia es que yo ahora hago cosas que cuando trabajaba no podía hacer. […] Sí. Estar en paro [tiene ventajas], tienes más tiempo libre y puedes dedicarte a la gente que quieres, a la familia en este caso [su madre está delicada]. Tienes incluso tiempo para pensar. Si no te dedicas a hundirte, sino a pensar en positivo. […]

El trabajo es…, […] un invento para esclavizar al ser humano, una forma lúdica de pasar el tiempo…, aunque dicen que si te lo pasas bien ya no es un trabajo […], tal y como lo hemos montado se ha convertido en una penosa necesidad. […] No me gusta el trabajo. [ESV-6]

El segundo es el inmigrante que se tomó los primeros meses de paro como unas vacaciones:

Hay un dicho en Buenos Aires que es: «El día que encuentre al que inventó el trabajo lo voy a llenar de hostias». […] Me parece una mierda lo del trabajo, que tengas que depender de un trabajo para poder comer o hasta para ser feliz, porque si ahora yo tuviese un trabajo que me pagan una mierda y me explotan, sería más feliz, tendría trabajo. […] Eso de que el trabajo dignifica no lo creo […] si es por eso vamos a buscar a los políticos, que se supone que trabajan de políticos y no los dignifica, los indignifica, ¿no? O ser empresario: mira lo que he logrado en la vida… ¡ah!, te felicito, hijo puta.

En mi familia hay personas que han trabajado toda su vida como burros para después terminar hecho mierda de la espalda y la cintura y todo, y no sé si es bueno, porque nunca se termina de recibir lo que uno da. Hay gente que ha conseguido trabajar en lo que le gusta y ganar dinero, pero después deja de trabajar y qué hace, después de trabajar 50 años, 40 años en una misma empresa.., te quieres matar […]: «no, no, quiero trabajar»; también es una mierda esto […]. Entonces, no sé, el trabajo es una necesidad que no sé si es tan gratificante como se dice. Si lo tienes, porque te explotan, y si no lo tienes porque no tienes nada. Creo que es eso. Acá en España, un día un chico me dice: Mira si será malo trabajar que tienen que pagarte para que vayas. Creo que esa frase resume bastante [lo que es] el trabajo. [JMLV-2]

Para AMM-1, cabeza de familia de 47 años, un trabajador manual que estudió hasta EGB y ha tenido que cambiar varias veces de empleo y de oficio, el trabajo es «seguridad, tanto para mi familia como para mí, eso es lo que me aporta, seguridad. Es como estar pidiendo que te toque la primitiva; hoy en día es así». En cambio, DGB-5, universitario de 28 años, tiene claro que no es sólo una fuente de ingresos: «Aparte del dinero que pueda aportar, yo creo que el trabajo es también algo personal; para mí, pues una forma de sentirte valorado dentro de una empresa, de un conjunto de personas, algo que te hace sentirte satisfecho de ti mismo». Algo parecido expresa esta mujer de 33, titulada en FP2, que lleva casi cuatro años en paro después de haber trabajado durante nueve como administrativa en la misma empresa y necesita trabajar para estar bien. No concibe el futuro al margen del trabajo:

¡No, no, en casa no, por favor! Ya son muchos años, ya he estado mucho tiempo en casa, necesito trabajar ya, es que para mí, te distraes con…, ya no es simplemente trabajar por distraerte, ¿no? Es trabajar por lo que te gusta, lo haces bien. […] Aparte del tema económico para mí es una distracción, es algo que me gusta, es como un hobby, y yo tengo el hobby de que me gusta trabajar. […] Es una distracción, te relacionas con gente, lo necesito. [EAV-4]

Pero, como dice Beretta, el trabajo encierra una multiplicidad de significados, y reducir un discurso complejo a un código de respuesta a veces es una operación delicada. El de este trabajador manual de 50 años ha sido codificado como expresivo, a pesar de que comienza advirtiendo que «lo principal [del trabajo] sería una manera de sustento en mi familia»:

Pero el trabajo en sí para mí siempre ha sido una manera de desarrollarte, de sentirte útil.., de que estás moviendo unos engranajes que van a ser buenos para toda la sociedad. En el momento en que te quitan de ese mecanismo te sientes inútil, […] es una sensación de frustración. Entonces, el trabajo es una recompensa, una satisfacción de que estás haciendo algo bien, de que sirves para algo, de que en mayor o menor medida la sociedad te reconoce que estás haciendo algo bien. [ESV-2]

En cambio, el discurso de este universitario de 27 años ha sido interpretado en términos instrumentales, lo que no significa que sea unidimensional:

Para mí el trabajo es la forma de ganarse la vida dignamente, pero pienso que hay que trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Simplemente es una forma de ganar dinero para cubrir las necesidades, dar unos estudios a tus hijos, ahorrar y, bueno, disfrutar de la vida. [¿Y si fueses rico trabajarías?] Depende de lo rico que fuera. […] Y depende del trabajo que fuese, claro. Si fuera muy rico, […] sí, pues yo creo que trabajaría de profesor.., o de agricultor llevando las tierras de mi abuelo, […] trabajaría, por hacer algo, si no yo creo que estaría depresivo y me tiraría por una ventana o algo. [AMM-4]

Y también se ha codificado como instrumental el discurso matizado de la universitaria de 44 años integrada en una familia nuclear típica que intenta no acabar de cajera:

Para mí el trabajo es sinónimo de independencia. No creo, fíjate, ahí discrepo un poco de ese tema marxista de que el trabajo dignifica. Yo no creo que una persona que se levanta a las cinco de la mañana y vuelve a su casa a las diez de la noche por una mierda de sueldo considere que sea digno. […] Si tú estás limpiando por 600 euros y consideras que eso es digno, pues ¡ole tus narices! Pero en el momento en que tú sabes que te están explotando y no tienes otra cosa a la que agarrarte y lo estás haciendo para que tus hijos coman ese día… En fin, ahí discrepo. No sé.., sobre todo es independencia, y ayudar a construir algo en la sociedad. O sea, en el momento en que tú entiendes que tu trabajo es importante para los demás, para ti y para los demás, ahí está la dignidad del trabajo. [PRM-3]

Cuando una mujer vincula trabajo e independencia está valorándolo como vía de emancipación, afirmándose como sujeto autodefinido; lo instrumentaliza sólo en el mismo sentido en que lo hacía el empresario calvinista, que lo consideraba vía de salvación. El significado que esa mujer atribuye al trabajo está muy lejos del que tiene para quien lo utiliza como vía de acceso a un nivel de consumo superior. Esta de 52 años (dos meses en paro) que empezó a trabajar en 1975 y que nunca ha «necesitado marido ni pareja de hecho» para cotizar, entiende que el trabajo es «una parte importante de la vida […] y mucho más importante debe de ser para alguien que esté haciendo un trabajo que ha estudiado para ello y que es la ilusión de su vida»:

Es una parte esencial, que sin él no puedes vivir. Yo desde pequeña.., como que has nacido para trabajar, y de hecho toda la vida trabajando, y es como que no podrías estar sin ello. Pero […] también es un esfuerzo el levantarte a una hora, madrugar, cuado un trabajo no es el trabajo de tu vida. Yo haría cualquier cosa si fuera un trabajo que me gustara más. Pero claro, es importante, y es lo que he hecho siempre y no concibo estar sin trabajo. De hecho ahora [en paro] parece que estás en… […] Ahora todavía es pronto [sólo dos meses en paro] y yo confío en que salga algo y creo que… Pero hay gente…, una compañera mía nos decía que, como nuestro horario era de mañana, pues que le da vergüenza hasta salir a la calle por la mañana, porque la ve la gente. O el sentirse que no está trabajando es como si estuviera haciendo algo malo o que estuviera buscando.., ¿sabes?, que te hace sentir mal a ti mismo. O sea, que es importante. [AMM-5]

La consideración conjunta de los discursos relativos al salario de reserva, las ventajas del paro y el significado del trabajo generados dentro de un colectivo en el que predominan los parados de larga duración, no protegidos y a la búsqueda de cualquier tipo de empleo, se presta a dos lecturas contrapuestas. Por una parte puede cebarse el fuego ortodoxo enfatizando que hay parados que instrumentalizan las prestaciones usándolas como escudo protector frente a empleos no deseados, alargando la búsqueda y acomodándose a la situación. Estadísticamente se sabe que el parado no protegido encuentra empleo antes que el protegido, y quien cuenta con prestaciones cortas antes que el que está más tiempo cubierto. Por otra, puede señalarse que los protegidos son una minoría, que la mayoría de los parados viven mal esta experiencia, que del paro también se sale hacia la inactividad y que hay indicios de que la salida más rápida hacia el empleo de los nada o poco protegidos está asociada a una mayor probabilidad de volver al paro, de donde se deduce que la protección (además de mitigar las consecuencias económicas del paro) permite una búsqueda más eficiente de empleo [Toharia, 1997]. En definitiva, puede ponerse en primer plano la figura del parado como culpable de su situación o como víctima de acontecimientos que no puede controlar. Ambas tienen su fundamento empírico y su sesgo ideológico. Quien escribe entiende que no es éste lo que le induce a contemplar a casi todos los entrevistados como víctimas de una crisis económica políticamente muy mal gestionada desde el poder político.

Falsos parados y trabajo negro

En el imaginario colectivo por falso parado se entienden básicamente dos cosas: 1) Un individuo que está registrado en la oficina de empleo, cobrando el paro (más bien la prestación que el modesto subsidio) y trabajando en negro a cambio de una remuneración significativa. 2) Un individuo que, a diferencia del anterior, no está trabajando pero tampoco busca empleo sino que deja pasar tranquilamente el tiempo hasta que un poco antes de agotar la prestación se pone a buscar; o bien que se permite rechazar ofertas porque «en realidad» no «necesita» trabajar. Caso diferente es el de quien está ocupado en la economía sumergida sin cobrar por desempleo, que obviamente no puede ser concebido como parado, ni verdadero ni falso. El juicio moral que merecen estas situaciones no puede evitar un punto de ambigüedad. El primer caso es el del defraudador en sentido estricto, cuya conducta será reprobada con mayor o menor contundencia en función de sus circunstancias familiares y de los ingresos que perciba por ambos conceptos. El segundo caso es contemplado con más tolerancia por aquello de que la prestación es en parte un derecho derivado de la cotización y en parte una ayuda solidaria que ofrece la sociedad a cambio de no abusar de ella. En cuanto al que trabaja en la economía sumergida sin cobrar paro, si lo hace por cuenta ajena la reprobación tenderá a caer sobre quien le ofrece tal posibilidad; si lo hace por cuenta propia («¿con IVA o sin IVA?») será calificado como un mal ciudadano o alguien que se busca la vida como puede. Sea como sea, la gente tiende a pensar que hay muchos falsos parados y un fraude significativo a los dispositivos de protección del desempleo, percepción no necesariamente incompatible con la de que a pesar de todo también hay mucho paro.

Por todo ello nos interesaba conocer el punto de vista de los entrevistados, a los que les preguntamos directamente: ¿Es verdad que hay mucho falso parado? Aunque a veces hubo que aclarar el concepto, en general la mayoría por falso parado entiende sobre todo una persona que está percibiendo la prestación y trabajando. Es en relación con la noción de falso parado cuando se manifiesta con más claridad la diferencia entre la concepción social del paro y sus definiciones formales. La respuesta de este parado (el mismo que sospecha que lo despidieron porque quería presentarse a las elecciones sindicales) parece fundamentada y probablemente es compartida por buena parte de la opinión pública. Obsérvese cómo asimila reiteradamente la condición de parado a la de no disponer de ningún tipo de ingresos:

Yo estoy en el paro y te lo digo bien claro. Tal es mi situación que si yo cobro el paro pero luego además todas las mañanas encuentro una cosita que voy dos horas a hacer una tontería y a final de mes me dan 300 euros, a mí me van a venir muy bien. Lo que no puede ser es que haya gente que sistemáticamente… Mi hijo el mayor trabaja en la banca y él mismo lo cuenta: viene la gente a primera hora… Oye, que vengo a cobrar el paro. Y vienen con el mono de trabajo y con prisas porque se tienen que ir a hacer la chapuza. Entonces, si realmente de los cinco millones de parados, todos estuvieran sin ingresos de ninguna clase, estábamos todos en la calle. Es mentira, hay muchísima gente que coge por otro lado, porque si no, no es lógico. […] Ahora [hay] menos, porque ha bajado y ha bajado para todos [la posibilidad de encontrar algo], pero cuando estábamos en niveles de los dos, dos millones y pico, pues había mucha gente que sí. Además que es que yo lo veía. A mí me ha venido gente a comprar coches que estaba en el paro. [JAM-2]

Los entrevistados se muestran claramente divididos al respecto: mientras 35 creen que efectivamente hay mucho falso parado, 37 lo niegan. Veamos algunos testimonios.

Muchísimo [falso parado], cantidad de gente. Tengo un amigo que es constructor y […] las personas que subcontrataba están cobrando el paro en España y trabajando en Marruecos. […] Como ahora puedes pasar la revisión por internet (el DARDE), es muy fácil […]. Como allí no dan de alta a nadie, están trabajando y cobrando un dineral y cobrando el paro en España. Conozco un montón de gente que está cobrando subsidios, paros, y trabajando, claro. O autónomos que están sin darse de alta trabajando. Hay muchísima economía sumergida en España. Ese es otro gran problema. [EAV-3, mujer, 42 años, tres meses en paro, el marido cuatro años, dos hijos estudiando.]

Sí, ya te digo, economía sumergida. Por ejemplo, los albañiles no tienen otra cosa; algo tendrán que hacer […]. Lo que no puede ser es decir: No, hay que acabar con la economía sumergida. Bueno, pero que acaben con la que tienen que acabar. Por ejemplo, en mi empresa tenían muchísimo dinero en negro. ¿Por qué no acaban con eso? […] A mí me pagaban la mitad de mi sueldo en negro […], no te dejaban tenerlo en la nómina. […] [Y cuando surge alguna posibilidad de] hacer algo, en familia; porque ahora tampoco puedes arriesgarte […], hay gente que a lo mejor no te paga. O a lo mejor son ganchos, que ahora hacen muchos anuncios de: Busco un albañil para tal; y a lo mejor es alguien del Estado. Sí, así es como están cogiendo a la gente. [A mi cuñada la cogieron], sí, y salió en la tele que lo están haciendo. Para pillarlos. […] Pero ¿por qué no pillan a la gente que tendrían que pillar? Pues eso, ya no te puedes fiar de nadie. Prefieren que te mueras de hambre. [EAV-4, mujer, 33 años, casi cuatro en paro, marido albañil en paro desde hace casi tres años.]

Hombre, que estén trabajando en negro y cobrando prestación, alguno conozco. Yo creo que hay muchos, y a lo mejor de esos cinco millones estoy seguro que un millón, por no decirte más, hacen sus cosillas por ahí. […]

Yo tengo un conocido, realmente ya no sé si está cobrando prestación, porque no sé el tiempo que lleva parado, pero yo sé que ese chico tiene faena y está todos los días trabajando, es electricista también… Muchas veces tiene que llamar a algún amigo para que le ayude. A mí mismo me ha salido algún trabajo, pero esporádico, de una tarde. […] No es un trabajo para decir: me llevo 800 o 900 euros al mes estando parado. […] No lo suficiente como para que digas: pues me pongo de autónomo y voy a ver si tiro. No llegas, porque ponerte de autónomo significa Seguridad Social. […]

El problema de darte de alta es que como tienes que pagar tantas cosas… […] Pues no me compensa, prefiero quedarme así. Yo creo que ese es un poco también el motivo, teniendo en cuenta que la gente tiene sus cosillas y no sabe si va a poder ganar más o menos…Si vieras que ya tienes un volumen de trabajo constante, pues a lo mejor me lo planteo.

[…]

[No conozco ningún caso, pero] estoy seguro de que habrá gente que esté cobrando del paro y los mismos empresarios les digan: «Tú vente aquí, haces tus horitas y ya te pago yo bajo mano». Seguro. [EAV-8, hombre, electricista, 29 años, diez meses en paro, cobra prestación.]

Yo creo que sí, pero no porque conozca a nadie sino porque yo creo que esta situación sería insostenible si no. O sea, tantos parados como hay según las estadísticas… No sé cómo somos tan pasivos para no echarnos a la calle y liarla. […] Yo creo que sí, que tiene que haber economía sumergida, por eso te decía antes que si hubiera más inspectores y las cosas se controlaran… Porque si no, no sé cómo somos tan pasivos, no tan buenos ya, sino tan tontos. No lo entiendo. [PRM-2, mujer, 50 años, COU, 13 meses en paro, cobra prestación.]

¿Gente trabajando en negro y tal? Sí, sí creo que lo hay, claro. De hecho muchas personas cobran unas asignaciones por desempleo que no… Claro, cuando así no podían vivir, tenían que haber hecho ya alguna otra cosa. O se van a robar o son de los que deciden tirarse por el balcón de su casa […] o evidentemente tendrán que buscar complementar sus ingresos con algo para poder vivir. Sí que la hay. Yo creo que la mayoría de gente que está en esa situación es por el motivo que te digo. ¿Que también habrá algunos piratillas, cabrones que prefieren trabajar así porque ganan más que declarando y tal? Imagino que también lo habrá pero creo que son los menos. Creo que la mayor parte de esa economía sumergida es también empujados por una necesidad. [JMLV-7, hombre de 40, cuarto año en paro, conductor de grúas en la construcción, ni cobra subsidio ni está registrado en el antiguo INEM (cree que no sirve de nada), ha vuelto a casa de sus padres.]

El testimonio de esta universitaria de 38 años es de particular interés. La empresa que la despidió le ofreció seguir trabajando en negro, lleva 36 meses en paro, ha agotado la prestación, afirma conocer muchos falsos parados, ella misma hace cosas en negro, y cuestiona la definición de falso parado:

Me hicieron una propuesta que en principio era ilegal […]. Despedirme con 20 días por año trabajado, tener derecho a cobrar el paro y seguir trabajando desde mi casa, que ellos me ponían internet […]. Era un fraude, y yo sabía que no lo iba a hacer.

[…]

Hoy en día ¿quién no conoce algún parado? […] Y lo que te comentaba: Pues mira, yo he hecho no sé qué, yo ahora estoy haciendo no sé cuántos. Pues todos de extranjis. Tú tienes x cantidad de dinero y no llegas a comer ni a pagar tu casa, pues te tendrás que buscar la vida, ¿no? […]

A ver, no… Una cosa es que tengas que buscarte las castañas para poder comer y otra cosa (que haberlos haylos) es que estés trabajando, que de hecho yo lo he visto en gente, en la primera empresa [donde trabajaba], que estaba cobrando el paro, diciéndole al jefe: No me hagas contrato y así […] me junto con 3.000 euros al mes. Pero hoy por hoy, en mi situación y la de la gente que conozco, no es ese el caso; es a lo mejor sacarte 80, 100 euros al mes, para compensar lo del subsidio, que ya no llega ni a 400 euros, son 390 lo que cobro yo. […]

Entonces, vale, yo misma estoy haciendo trabajos en negro, pues trabajos de diseño gráfico a unas empresas de conocidos […]. Además estoy limpiando casas, o sea que a mí ahora mismo no me importa trabajar de lo que sea, nunca se me han caído los anillos ni se me van a caer ahora. […] Estamos hablando de cosas esporádicas, pocas, pero vamos, que si necesitas pagar la hipoteca (porque para comer siempre tienes a alguien que te ayuda) pues te está permitiendo pagar eso, porque lo que te corresponde [el subsidio] se acaba y ya no hay más, porque trabajo no hay. […]

Si con eso [el subsidio] pagas la hipoteca y luego tienes que comer o poner gasolina […] tienes que sacar dinero de alguna parte; y si el Gobierno no te ayuda a que tengas un trabajo, pues tendrás que buscarte la vida. No somos falsos parados, hacemos lo que podemos para poder seguir adelante y esperar a que esto se pase. Es una manera de subsistir, y de hecho creo que no estamos haciendo nada malo. ¡Jolín, hay gente que hace cosas peores! [EAV-2]

También esta licenciada en periodismo de 45 años pone objeciones a la definición de falso parado y además niega que haya tantos. Tiene dos hijos, está separada, lleva más de tres años en paro, no cobra ayuda. Toda su historia laboral se ha desarrollado en precario, bajo contratos de auxiliar administrativo o sin contrato:

Yo no puedo defraudar a Hacienda, pero si me ofrecen un trabajo sin contrato ten por seguro que lo voy a hacer. Me joroba mucho, porque yo lo que quiero es cotizar, evidentemente, porque ya soy mayorcita, pero no por otra cosa. […]

No [hay mucho falso parado]. Otra cosa es que no aceptes 20 euros al día por hacer.., me da igual. Eso no es tener trabajo. Yo he trabajado en estos tres años [de paro] en algunas cosas. Eso no es tener trabajo, eso es guarrear […]. Ni cotizas ni tienes seguridad en tu empleo ni tienes protección de ninguna clase. ¿Eso qué trabajo es? […] Eso no es trabajo […], eso es rebajarte como trabajador. [AOM-7]

Reflexiónese por último sobre el caso de la joven maestra (ESV-7) que lleva dos meses en paro tras el cierre del hogar tutelado en que trabajaba como educadora a causa de los impagos de la Administración. Cobra la prestación y da tres horas de clases particulares a la semana. Así ejercita sus habilidades, «mata el gusanillo» (le gustan mucho los niños) y ocupa parte del tiempo libre.

Como hemos podido ver, la distancia entre las definiciones formales de parado y su imprecisa conceptualización popular es cubierta mediante una noción igualmente ambigua de falso parado elaborada con elementos contradictorios que por una parte defiende la imposibilidad de que «de verdad» haya tantos parados («si fuera cierto la gente no podría aguantar»), y por otra reconoce que a pesar de ello sigue habiendo mucho paro, pues «también hay muchísima gente que lo está pasando muy mal». Lo que la gente suele ignorar es que quienes cobran paro y trabajan están tratados en la EPA como ocupados, y quienes no buscan empleo como inactivos, lo que no impide que el paro estimado siga siendo altísimo. Y tampoco sabe que no todos los beneficiarios de prestaciones por desempleo están incluidos en el paro registrado.

Estas cuestiones suelen ser tratadas con muy poco rigor en el debate público. Gente que pasa por experta contribuye a la confusión, ya sea de mala fe (para generar un estado de opinión tolerante con el endurecimiento del dispositivo de protección), ya sea exhibiendo una ignorancia irresponsable en sus declaraciones. Antes de hablar deberían tomarse la molestia de echar un vistazo a la evidencia disponible al respecto. Nosotros lo hemos hecho comparando los datos del SEPE sobre perceptores de ayudas por desempleo con la EPA correspondiente al cuarto trimestre de 2011[Sanchis y Simó, 2014], y lo que esa evidencia sugiere no concuerda con el discurso dominante.

Una de las dos preguntas que constituyen la sección G del cuestionario de la EPA se interesa por si se está percibiendo algún tipo de prestación o subsidio por desempleo (en adelante ayuda). Si cruzamos las respuestas con la situación respecto a la actividad económica obtenemos los resultados que se muestran en el cuadro I. El análisis de estos resultados a la luz de otros datos procedentes de la misma fuente ayuda a clarificar el debate sobre falsos parados y fraude. Pero antes de entrar en materia, con los datos del cuadro delante, queremos plantear otra cuestión que no afecta de lleno al tema que nos ocupa pero que consideramos obligado destacar aquí: la de cuántos parados en términos relativos hay bajo el dispositivo de protección.

Cuadro I.

Posición laboral y percepción por desempleo (4º trimestre 2011)


Fuente: EPA, IV-2011 (elaboración propia).

La proporción entre los 5.273.600 parados EPA del cuarto trimestre de 2011 y los 1.936.765 que declaran percibir ayuda es del 36,72%. Compárese esta cifra con la tasa de cobertura oficial que calcula el SEPE relacionando todos los perceptores de ayudas con una parte del paro registrado (promedio de 2011: 70,67%, dato obtenido en línea). Nuestra tasa es discutible, pero la oficial es indefendible. No vamos a entrar ahora en el debate sobre el método óptimo de cálculo. Por ejemplo: la nuestra se convertiría en el 45,13% si contempláramos también a los beneficiarios inactivos y ocupados; en el 46,80% si incluyéramos además (por razones fáciles de entender) a los que no saben o no contestan a la pregunta (ns/nc); la proporción entre el número de perceptores en diciembre según el SEPE (véase el párrafo siguiente) y el paro EPA es del 55,50%. Cifras todas ellas muy alejadas de la tasa oficial. Hay quien se ha tomado la molestia de definir una tasa (también discutible) que ha llamado de protección, para distinguirla de la oficial de cobertura, y de calcularla cada vez que aparece una nueva EPA. Así, en el primer trimestre de 2015 la tasa de protección era del 29,4%, mientras que la de cobertura obtenida por el SEPE (media enero-febrero) ascendía al 56% [Negueruela, 2015]. No vamos a entrar ahora a debatir, decíamos, cuál es la manera más adecuada de calcular esa tasa, pero sí queremos señalar que la que da a conocer el SEPE cada mes es engañosa, apenas informa de la situación efectiva de desprotección en que se encuentra la mayoría de los parados.

Lo primero que destaca del cuadro I es que a la EPA se le miente muy poco y que su nivel de fiabilidad es muy alto. En efecto, según el SEPE durante el cuarto trimestre de 2011 hubo un total de 2.791.065 beneficiarios de todo tipo de ayudas por desempleo en octubre, 2.892.197 en noviembre y 2.927.098 en diciembre (datos obtenidos en línea). Siendo la EPA una encuesta trimestral continua, sus resultados difícilmente pueden coincidir con los registros mensuales del SEPE, pero la moderada diferencia entre unos y otros induce a pensar que la estimación de la EPA es consistente. Curiosamente, si a quienes declaran percibir ayuda les sumamos los 191.473 ns/nc obtenemos un total de 2.935.987 efectivos, cifra que apenas se diferencia de la del SEPE de diciembre, lo que sugiere que casi todos los renuentes a contestar están percibiendo ayuda.1 Pero no nos precipitemos con las conclusiones. Supuestamente, los ocupados son los que tienen más motivos para mostrarse recelosos ante el encuestador, seguidos quizás de los inactivos, mientras que los parados no tienen nada que ocultar. Sin embargo los ocupados sólo son el 40,51% (77.567) de quienes no responden. Además, aunque se trata de porcentajes mínimos, no deja de llamar la atención que los parados sean proporcionalmente los más reservados y los ocupados los menos, cuando lo que cabría esperar es todo lo contrario (ns/nc el 0,43% de los ocupados, el 0,59% de los inactivos y el 0,87% de los parados).

Por lo que se refiere a los 641.021 inactivos que reciben ayuda, el 60,30% (386.276) son mujeres, el 47,70% (305.678) tienen 50 o más años, y el 15,03% (96.397) son desanimados. Finalmente, si a los 166.728 ocupados que se declaran perceptores les sumamos los 77.567 ns/nc obtenemos un total de 244.295 candidatos a ser definidos como auténticos defraudadores. Antes de hacerlo deberíamos tener en cuenta que 39.151 de ellos (incluyendo los 5.604 ns/nc) han trabajado un máximo de 10 horas durante la semana y que la ayuda no es incompatible con cualquier tipo de ocupación. Es el caso de los afectados por un ERE. Siempre según la misma EPA, hay 60.335 personas en esta situación, 29.357 de las cuales están ocupadas, siendo casi todas las demás inactivas; y de las ocupadas cobran ayuda 16.231 (16.741 si incluimos a los ns/nc). A la luz de todo ello, uno diría que los supuestos defraudadores (con ingresos significativos derivados de la ocupación) difícilmente llegan a 200.000, en cuyo caso tendríamos el 3,79% del paro EPA y el 6,83% de los beneficiarios de ayuda en diciembre de 2011. Dicho en otras palabras, si ya sabíamos que ni la EPA estima ni el SEPE cuenta más parados de los que «realmente» hay, ahora podemos concluir que tampoco hay tanto «falso parado» como afirman interesadamente algunos en el debate público político y que el fraude al dispositivo de protección del desempleo no es importante.

Todo esto confirma de alguna manera la conclusión obtenida hace quince años en un estudio sobre la posición laboral de los perceptores de ayuda por desempleo entre 1987 y 1997 a partir de la EPA [Toharia, 1998]. Redondeando grosso modo para todo el periodo, casi el 80% de los varones que declararon estar recibiendo ayuda se encontraban efectivamente en paro, entre un 5 y un 10% estaban ocupados y entre algo más de un 10 y algo menos de un 20% eran inactivos. En cuanto a las mujeres, dos de cada tres estaban en paro, un 5% trabajando y en torno al 30% fuera del mercado de trabajo. El hecho más significativo es, pues, que había un colectivo relativamente importante de beneficiarios no ocupados sino económicamente inactivos.

Como hemos visto, más de un tercio de los entrevistados creen que hay mucho falso parado. Ahora bien, una cosa es reconocer la existencia de ciertas situaciones más o menos irregulares y otra criminalizarlas, aun aceptando que es algo que en principio no se debería hacer. El razonamiento al respecto suele seguir la lógica siguiente, cuestionando al mismo tiempo la noción de falso parado: Un padre de familia que ha perdido un empleo «de verdad», que con lo que cobra de paro no le llega a fin de mes, ¿qué ha de hacer si se le presenta la ocasión de conseguir un dinero extra? ¿Está por eso menos en paro? Con la que está cayendo, en un país donde cada cual tira para su casa, ¿por qué han de pagar los platos rotos estos desgraciados?:

Hombre, lo tiene que haber [trabajo negro y falso paro]. A fin de cuentas estamos en el país de la picaresca. Y es normal que cuando te dan 400 euros de paro nada más, pues necesites sacar dinero por otro lado para mantener a tu familia. Viendo las cantidades en negro que se lavan desde arriba, que un parado tenga un trabajillo extra de 500 euros al mes no me parece un delito. […] Qué se le va a hacer […]. Si mientras encuentran una solución a su situación están haciendo eso, pues tampoco me parece mal. Quiero decirte que la culpa del trabajo en negro siempre la ha tenido el empresario, no el trabajador. El trabajador tiene su parte de culpa […] pero sobre todo el empresario, que de primeras prefiere sin contrato, y la gente en situación de desesperación coge lo que le ofrezcan. [AGA-8]

Combinar la ayuda por desempleo con ingresos derivados de algún tipo de actividad no es un fenómeno nuevo. Ya en Marienthal, durante la Gran Depresión, todo el mundo sabía que sólo de los subsidios era imposible vivir, y procuraba completarlos mediante estrategias variopintas: agricultura de autoconsumo, pesca y caza furtivas, búsqueda de carbón en la vía del tren… Pero en general las actividades ocasionales estaban reservadas implícitamente para quienes no percibían ayuda, bien por solidaridad, bien porque cualquier tipo de trabajo llevaba consigo el riesgo de perderla. Y según pasaba el tiempo y la situación se deterioraba las denuncias anónimas crecieron considerablemente, en particular las injustificadas. Quienes estudiaron aquella comunidad señalan: «Un trabajo ocasional no declarado puede ser objeto de la apertura de un expediente por parte de la comisión industrial del barrio. He aquí algunos casos típicos que han supuesto la supresión de los subsidios: un obrero que ha ayudado a cortar árboles a cambio de una cierta cantidad de madera para la calefacción; una mujer que vende leche y que se ha quedado con una parte para sus hijos; un hombre que ha ganado algo de dinero tocando la armónica» [Lazarsfeld y otros, op. cit.: 62]. No se sabe quiénes eran los denunciantes, pero puede suponerse que estaban absolutamente en paro y no percibían ayuda, y que con sus denuncias pretendían eliminar competidores en la búsqueda desesperada de ingresos alternativos, tanto al empleo «de verdad» como al subsidio.

Hasta aquí llega el análisis científico fundamentado en alguna evidencia empírica (que la hay para todos los gustos). A partir de aquí comienza el debate político ideológico sobre la generosidad y los efectos no deseados del dispositivo de protección de los alejados del empleo, ya sean parados o inactivos. En ese debate las dos posiciones extremas están representadas por los partidarios de limitar su alcance para que no incentive conductas inadecuadas y por quienes objetan que eso sólo servirá para aumentar la precariedad económica de los más débiles, que en todo caso tienen vetado el acceso a un empleo estándar.

El tema del falso parado plantea otra cuestión de interés que pone al descubierto una debilidad del guión utilizado en las entrevistas. Buscábamos gente que se autodefinía como parada, dábamos por descontado que no trabajaban. Por eso no se nos ocurrió preguntar si –tal como se formula en la EPA– durante la semana anterior «trabajó aunque sólo fuera una hora», en cuyo caso estadísticamente era un ocupado. Esta eventualidad apareció de manera indirecta y espontánea en un número no desdeñable de casos. Pero al no haber sido abordada sistemáticamente no podemos saber a ciencia cierta cuántos entrevistados salpican su estancia en el paro con actividades ocasionales remuneradas. Sólo en el caso de que tales actividades no se hubieran hecho durante la semana anterior, la autodefinición de parado coincidiría con el criterio de la EPA. Por otra parte, sí preguntábamos cuánto tiempo estaba en paro, dando por buena la respuesta sin entrar en detalles respecto a si durante todo ese tiempo había hecho alguna actividad remunerada. Sin embargo es posible que la duración declarada del tiempo de desempleo no se corresponda con la efectiva y, por tanto, que la estimación del paro de larga duración resulte afectada. La pregunta E2 de la EPA se interesa por la fecha (año y mes) en que se dejó de trabajar. El problema es qué entiende cada cual por «trabajar». Un caso del que volveremos a ocuparnos más adelante (ESV-5) ilustra perfectamente lo que se viene diciendo.

Es un hombre de 59 años que comenzó a trabajar a los 15 tras hacer los dos primeros cursos del antiguo bachillerato elemental. A lo largo de toda su vida sólo había conocido el paro durante periodos breves, hasta que a los 54 perdió su último empleo de camionero asalariado. Afirma con absoluta convicción llevar cinco años en paro. Sin embargo, durante el mes de agosto anterior (la entrevista tuvo lugar a primeros de octubre de 2012) firmó un contrato de veintidós días con el Ayuntamiento de su pueblo para sustituir al cartero titular durante sus vacaciones. Por otra parte, en un momento determinado reconoce sin reservas que de vez en cuando redondea el subsidio asistencial de 426 euros (que viene percibiendo todos los meses, salvo aquel agosto, desde que agotó la prestación) con alguna que otra actividad no declarada (y difícilmente regularizable) como guiar senderistas los sábados por 50 euros o restaurar fotografías antiguas de particulares. ¿Es esto trabajo negro, falso paro? En todo caso, paro él no es un auténtico trabajo, ni siquiera el de cartero; pequeña alegría económica al margen, sólo una forma de distraerse. Por eso dice que está en paro desde hace cinco años y cada vez más convencido de que no volverá a trabajar. Vuelve a ponerse de manifiesto la necesidad de utilizar un concepto de paro distinto de los oficiales, y la dificultad de distinguir entre la experiencia de paro y la de trabajo precario.

Los parados

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