Читать книгу René Salamanca y el clasismo - Enrique Arrosagaray - Страница 5

Оглавление

Advertencia útil

Diecisiete voces de protagonistas nos cuentan la historia que vol­camos en estas páginas. ¿Qué historia? Pretendemos tener un eje: la experiencia clasista de los trabajadores de la fábrica IKA-Renault, de Córdoba. Y al mismo tiempo, tratar de dilucidar qué es esto del clasismo de boca de quienes lo ejercieron, porque no resulta ex­traño que René Salamanca, un hombre de izquierda con partido, se haya definido clasista; pero también hubo obreros de izquierda sin partido, como los de Grandes Motores y de Perkins, que se de­finieron como clasistas. En el mismo sentido, no pocos peronistas de IKA-Renault e incluso radicales, como el indispensable Alfredo Mendiolaza, fueron clasistas.

Ocho voces pertenecen a obreros de IKA-Renault, dos a obreros de Perdriel, dos a obreros de FIAT Concord, otras dos a obreros de Grandes Motores Diesel, una a un obrero de Perkins, otra a un tra­bajador de Luz y Fuerza, y la restante a un diputado.

Aparecen otras voces dentro de nuestro texto que opinan o apor­tan sobre lo tratado en algunas páginas, por algún tema puntual.

Como se ve, nosotros damos importancia fundamental a las vo­ces de los protagonistas; sus relatos tienen mucha más relevancia que nuestro texto, que apenas sirve para enlazar, para contextuali­zar y también para opinar un poco.

Porque si fuimos a buscar a sus casas a protagonistas de impor­tantes luchas obreras de los años 70 en Córdoba, es para que sus palabras y sus juicios lleguen hasta vuestros ojos con la mayor fres­cura posible.

Acá está la palabra de numerosos delegados, integrantes de co­misiones internas, de cuerpos de delegados y de comisiones direc­tivas clasistas de las más grandes fábricas.

Tenemos un método para entrevistar que no es rígido: nosotros vamos en busca de algunas respuestas y las obtenemos; pero tam­bién dejamos que el entrevistado nos vaya llevando por donde él quiera. Porque él sabe mejor que nosotros cuáles etapas de sus lu­chas son las más valoradas por él.

En esa caminata oral, como nos gusta llamarla, con frecuencia aparecen asuntos mucho más importantes que los que veníamos a escarbar.

Sabemos que estas luchas gestaron grandes emociones persona­les; buscamos esas emociones y nos sentimos triunfantes cuando vemos que a nuestro entrevistado se le cierra la garganta o se le en­rojecen los ojos. Ni qué hablar cuando a nosotros mismos la emo­ción nos impide ver por dónde debemos seguir.

Sobre algunos temas no hay respuestas en un capítulo, pero ellas aparecen en otros capítulos. Sobre algunos temas aparece más de una respuesta, con frecuencia complementaria, con frecuencia en­frentada. Sabemos que hay más de una respuesta a una misma pre­gunta y las dejamos brotar.

Uno de estos capítulos pertenece a los recuerdos y a las opinio­nes de “el Turco” Nicolás Hadad. Pero Hadad fue mucho más que un entrevistado. La ayuda material del Turco Hadad fue imprescin­dible para que esta investigación haya sido posible. Sin duda valoró la idea que yo tenía y que le conté, porque él fue trabajador de esta planta en aquel período y porque tomó algunas responsabilidades sindicales y políticas. En los cuatro viajes que hice a aquella ciudad puso a mi disposición su tiempo, su casa, su coche ¡y el combus­tible! Para buscar todo lo que nos parecía útil conocer y escuchar. Recorrimos la ciudad de punta a punta varias veces e incluso debi­mos viajar a otras ciudades cordobesas en busca de algunos hom­bres con historias. Además, el Turco estuvo siempre del otro lado del teléfono o vía internet, para responder a docenas de preguntas pe­queñas y puntuales que a lo largo de cuatro años de trabajo le hice.

Es indispensable decir que también su esposa Marta hizo el es­fuerzo, con buena cara, de cocinarle y tener en su mesa a un tipo no muy simpático, que encima tenía algunas mañas para comer.

Y en el trajín del trabajo, no solo Hadad me llevó al punto de en­cuentro con cada entrevistado, sino que estuvo presente durante las charlas haciendo algunas acotaciones y algunas preguntas. Por eso aparece con frecuencia en este libro, más allá de lo que él mis­mo relata en su propio capítulo.

Los entrevistados, no tengo dudas, son todos muy valiosos. La abrumadora mayoría de ellos fueron tan cálidos que no me alcan­zan las palabras de agradecimiento. Lamentablemente los años pa­san para todos y hay muchos de estos trabajadores de la Renault que hubiera querido conocer, charlar y abrazar, pero ya no están.

No pretendo con este libro cerrar ningún balance; por el contra­rio, la intención es abrir y abrir puertas y ventanas a la diversidad de recuerdos y opiniones de los protagonistas, porque si no, con el tiempo, la historia queda cerrada por las historias oficiales. Creo que este es el logro de una herramienta, que es la de la historia oral o la investigación oral de la historia.

Lo que desborda en este trabajo es la oralidad. No es que menos­precie los papeles y los archivos, por el contrario. Seguramente a este trabajo le falta algo más de archivos, de bibliografía, etc. Pero hacerlo de esta manera fue mi decisión, claro, y afronto las consecuencias.

René Salamanca y el clasismo

Подняться наверх