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A modo de prólogo

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Pertenecemos con el P. Enzo a la misma generación. No hemos conocido a Don Orione. Entramos a la Congregación después de su muerte. De muchachos vimos, diría que de lejos, a los patriarcas, el P. José Zanocchi, el P. Dutto, el P. Contardi: algún saludo, alguna que otra prédica, un breve retiro, nada más. Conocimos de cerca, a muchos sacerdotes que Don Orione envió a Argentina antes de morir: el P. Corazza, el P. Kisilak, el P. Cabri y otros. Nos educaron quienes habían convivido con el fundador en el Paterno como jóvenes seminaristas. Era frecuente oír su encendido testimonio: “Don Orione quería, nos decía así, una vez en las buenas noches”… Alguien nos lo presentaba exigente, serio; otro dulce, tierno, o bien alegre mezclándose con los jóvenes en el patio. Era el mismo Fundador en distintas versiones. Podría parecer contradictorio, pero ¡no! Don Orione era todo eso. Cada uno conservaba en su corazón el aspecto que había marcado su vida.

Además de esta trasmisión oral del carisma teníamos acceso a las fuentes que eran escasas en la época. Abrevábamos en la primera biografía del santo, escrita por el P. Domingo Sparpaglione, las Constituciones de 1954, en italiano. También en una breve selección de cartas de Editorial Pío XII de Mar del Plata, en castellano, al igual que un pequeño libro de “El espíritu de Don Orione” editado en Victoria.

Pero lo mejor eran, por cierto, los testimonios vivos que nos hablaban de la persona de Don Orione, su figura, su ternura. Eran célebres las “Buenas Noches” del P. Rébora que, con expresivos gestos del rostro, con más suspiros que palabras, nos fotografiaba la Misa de Don Orione. “¡Ah, si ustedes supieran cómo era su Misa, ah!...”. No nos decía nada, pero nos decía todo. O el relato lleno de emoción del P. Alpeggiani recordando el día que falleció su madre, cuando el Fundador calmó su angustia con un beso en la frente: “Hijo, desde hoy Don Orione será tu madre”. Y remataba con voz entrecortada: “y con ese beso pude caminar seguro y me sostuvo en los momentos más difíciles de mi vida”.

Así se forma una “tradición”, los que conocieron a Don Orione nos transmitieron su experiencia. Los que no lo conocimos, recogemos ese testimonio y lo transmitimos, a su vez, cada uno con sus acentos, sus anécdotas, privilegiando lo que nos parece, con el peligro de tocar de oído. Para no desafinar hay que descubrir la partitura original. Porque pasando el tiempo, todos pertenecemos a la generación que no conoció al Fundador y necesitamos preguntarnos: ¿Cuál es el verdadero Don Orione? ¿Qué es lo central, el corazón de ese Fundador grande, admirado, polifacético? ¿Qué es lo periférico, el envoltorio de usos y costumbres de épocas y lugares que nos regalaron su rico carisma? De ahí la necesidad de ponerse a estudiar.

Felizmente surgieron entonces nuevas publicaciones: biografías, cartas (Lettere I y II), hubo mayor acceso a la abundante documentación. En particular recuerdo el impacto que nos hizo leer la Vida de Don Orione de Giorgio Papasogli, un hagiógrafo especializado, que nos presentaba al Fundador estudiando el contexto de la Iglesia y de Italia, más allá del piadoso modelo de “vidas de santos”. Estaba yo en el Chaco en los años ‘70. Recuerdo la emoción con que revivía el relato del “viaje de despedida” de Don Orione antes de regresar a Italia. La visita a Corrientes, Sáenz Peña, Itatí. El pedido al Visitador: “Déjeme aquí donde nadie quiere venir”. Las mejores cartas sobre la Virgen (“estoy en Itatí…”), sobre el Papa, escritas navegando por el Paraná (“he visto los pescadores, les hablo de Pedro…”). “Estoy en tierra orionita, me dije, ¡Don Orione estuvo aquí!” Esto provocó en mí: ¡qué ganas de conocer mejor lo que encontró y vivió en Argentina!

En este proceso se inserta el propósito del P. Enzo de relatar la vida del fundador desde Latinoamérica, como lo explica en las “Notas preliminares” de este estudio. Aporta su competencia como estudioso y como biblista. No se limita a los hechos, nos describe el contexto, nos ayuda a entender el sentido. ¿Qué Argentina encontró Don Orione? El autor comienza por la crónica, pero el propósito es hacer algo de “historia de la salvación”. Nos dice: “vamos a mirar a Don Orione en la Argentina de aquel tiempo, para comprendernos mejor a nosotros, sus herederos espirituales y carismáticos en la Argentina de hoy”.

La parte central del trabajo es el relato de los dos viajes de Don Orione a Latinoamérica:

El primer viaje (1921-1922): relata su visita a Brasil, el contacto con los primeros misioneros. La llegada a Argentina, las primeras fundaciones: Victoria, La colonia de Marcos Paz, viaje a Mar del Plata. Sus idas y vueltas entre Brasil y Argentina.

El segundo viaje (1934-1937): parte del grandioso Congreso Eucarístico Internacional, describe la fundación de nuevas obras: casa de formación en Lanús, Avellaneda, Cottolengo de Claypole, sede de Carlos Pellegrini. Visitas frecuentes a Luján. Realiza sus viajes al interior (Mar del Plata, Tres Algarrobos, Rosario, Mendoza), el vuelo en avión a Santiago de Chile, sus idas a Uruguay y despedida de Brasil. Por último, navegando por el río Paraná, emprende el “viaje de despedida” para visitar a sus hijos del Santuario de Itatí (Corrientes), Sáenz Peña (Chaco), Rosario y el regreso a Italia.

A medida que avanza la historia van apareciendo temas que merecen ser profundizados. El autor, como quien encuentra la punta del ovillo, va tirando y ahondando, y de ahí surgen 5 documentadas investigaciones que, para no interrumpir el relato, se colocan al final a modo de “excursus”:

Don Orione y la presencia eclesial de los negros en Brasil

Analiza el proyecto de Don Orione de fundar 2 congregaciones de negros, lo cual, a priori, hoy nos parece discriminatorio. Visto el contexto, la abundante documentación, se puede comprender que, por el contrario, se trata de una indignada reacción a la exclusión injusta, a la vez que la revancha de los negros, otrora bárbaramente esclavizados, llamados a enriquecer el clero local y a evangelizar África, haciendo “lo que los blancos no quisieron o no supieron hacer”. El proyecto no se realizó, de todos modos la Congregación siempre aceptó a los negros en el seminario y no es casual que nuestros dos primeros Obispos brasileros sean afroamericanos: Mons. Aloisio Hilario De Pinho, fdp, y Mons. José Carlos Dos Santos, fdp, fallecido prematuramente.

¿Qué Argentina encontró Don Orione?

Repasa la historia argentina desde el proceso de la independencia hasta la llegada del Fundador, documentando las dificultades de la Iglesia en adaptarse a la nueva realidad, hasta recomponer la relación con el Estado. El Congreso Eucarístico Internacional (1934) fue un milagro de fe, un tiempo de madurez para la Iglesia argentina que despertó al laicado que apoyó el proyecto de caridad de Don Orione.

Don Orione, ¿un profeta de nuestro tiempo?

Por variadas razones, sobre todo para el uso político del tema, en Argentina aparece de vez en cuando, un Don Orione “profeta”. Es una especie de Nostradamus que anuncia con tintes apocalípticos, las desgracias que azotan al país. Y como en Argentina no faltan crisis, periódicamente reaparecen y se van actualizando sus anuncios catastróficos en revistas políticas y de esotérica barata. Es la primera vez que se estudia el tema a fondo. Vale la pena tomar en cuenta lo que el autor esclarece con investigación seria y competencia de biblista.

La famosa anécdota con Monseñor Aragone

Es una continuación del excursus anterior. Surgieron relatos no bien precisados de un distanciamiento de Don Orione con el Arzobispo de Montevideo, Monseñor Aragone, con una presunta profecía que anunciaba que la Congregación lo recibiría. Si bien Mons. Aragone pasó sus últimos años en el Pequeño Cottolengo de Claypole, queda abierta la discusión sobre la posible profecía.

“Instaurare”, “charitas”, “a la cabeza de los tiempos”

Se examinan aquí tres lemas característicos de Don Orione, los dos primeros tomados de textos paulinos y el tercero propio del santo. Propone la mejor traducción para comprender los textos bíblicos que son inspiradores de la fundación y se pregunta a qué eclesiología responden.

Concluye la obra con dos apéndices:

Los “medios” modernos y la “inculturación” en la praxis de Luis Orione

Aborda los más diversos temas que muestran a Don Orione abierto a la novedad, “estar a la cabeza de los tiempos”, aceptar las distintas costumbres de los pueblos, en lo que hoy llamamos “inculturación del Evangelio”. Señala el contacto de Don Orione con medios técnicos: viajes en avión (nuevo en la época), el uso del automóvil (poco común entonces), valerse de la radio y la grabación de discos, para sus mensajes, la valoración del cine y los medios modernos para anunciar el evangelio. Llega a tocar aspectos nuevos de la “cuestión social” como el “feminismo”.

Buen humor y santidad

Se recogen una decena de escritos, anécdotas estilo florecillas en que Don Orione hace gala de buen humor, con su deseo de ser el santo de la alegría. Y cita justamente el modelo de los santos: San Francisco que buscaba la perfecta alegría, Santa Teresa “Nada te turbe”, San Francisco de Sales: “un santo triste es un triste santo” junto al testimonio de Don Bosco, alegre hasta en la prueba. Viene espontáneo recordar a San Pablo VI que, en el momento más difícil del post Concilio, escribió la exhortación apostólica Gaudete in Domino. Al igual que el Papa Francisco que está poniéndole a todo su Pontificado el sello de la alegría con Evangelii gaudium (su carta programática), Amoris lætitia”, sobre la familia y Gaudete et exsultate sobre la santidad en la vida cotidiana.

Hasta aquí llegó el P. Enzo, cuando lo sorprendió la muerte. Dedicó sus últimos años a esta tarea, con pasión de hijo, con competencia de estudioso, con su estilo franco, incisivo. Para ello indexó los escritos de Don Orione y analizó abundante documentación. Esperamos que no sea el final, sino un paso más hacia la meta que él mismo propone, siempre en las notas preliminares: “Este trabajo es (quiere ser...) el comienzo, la preparación, de lo que Dios y los hombres mediante, aspira a ser algún día un estudio de más largo aliento, un libro, sobre Don Orione y su “familia” religioso-laical, en Argentina y –con brasileños, uruguayos, chilenos, paraguayos, venezolanos, peruanos, etc.– en Latinoamérica”.

En continuidad con la propuesta que nos deja el P. Enzo, me animaría a preguntar también: ¿Qué le aportó Argentina a Don Orione? Porque en los años que estuve en la Curia General oí de algún anciano una afirmación que me dejó pensando: “Don Orione volvió distinto de Argentina” (“de América”, decían allá). Al P. Mugnai se lo escuché más de una vez; él era particularmente sensible a este tema por sus 20 años en África, fundando la misión. Cuando le preguntaba en qué volvió distinto, siempre tuve una respuesta imprecisa: “No sé… más distinguido, nos hablaba de otro modo, más convencido, no sé… distinto”.

Si sus hijos pudieron intuir que Don Orione volvió “distinto”, aún sin saber precisar bien en qué consistía eso, quiere decir que fue muy fuerte lo que vivió el Fundador en Argentina. Y que las palabras radiales de despedida: “Quiero decirles a todos y asegurarles que en Argentina he encontrado para siempre mi segunda patria y que con la ayuda de Dios volveré a ella, vivo o muerto, porque quiero que mis cenizas descansen en el Pequeño Cottolengo Argentino de Claypole”, no las decía simplemente para quedar bien, sino que estaba narrando una honda experiencia. Que puede ser modelo para nosotros, sus hijos de hoy, llamados a vivir el mismo carisma con muchos rostros, en una Iglesia en camino, en un mundo en cambio.

En efecto, hemos cambiado tanto que yo podría decir que, hace 60 años, hice mis primeros votos en una Congregación. Que hoy es otra. Me refiero a su distribución geográfica y al país de origen de sus miembros. Basta ver una foto actual de la Curia General multicultural o de nuestros religiosos jóvenes. Por eso es más necesario que nunca, leer, entender y vivir a Don Orione desde cada cultura. Llevando nuestro aporte específico y enriqueciéndolo con ese “plus” que cada cultura nos regala.

Nadie lo podía decir mejor que el Papa Francisco: “No hay que guardar el carisma como una botella de agua destilada, hay que hacerlo fructificar con coraje, confrontándolo con la realidad actual, con las culturas, con la historia, como nos enseñan los grandes misioneros de nuestros institutos”. (1) El Papa nos marca el rumbo...

...El P. Enzo dio estos primeros pasos. A nosotros nos toca seguir el camino.

P. Roberto Simionato, fdp

Claypole, julio de 2020.

1- Discurso a los participantes en la Asamblea Nacional de la Conferencia Italiana de los Superiores Mayores (CISM), Vaticano, 07.11.2014.

Don Orione, Latinoamérica y Argentina

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