Читать книгу Los Apóstoles - Ernest Renan - Страница 8

CAPÍTULO III.

Оглавление

Índice

Vuelta de los apóstoles á Jerusalem. — Fin del período delasapariciones.

Año 34

Las apariciones, sin embargo, como hijas que eran de un exceso de entusiasta credulidad, comenzaron á disminuir; las imaginaciones populares se asemejan á las enfermedades contagiosas; fermentan pronto y cambian de forma; la actividad de las almas ardientes se inclinaba ya en otro sentido; lo que se creia oir de boca del divino Resucitado, era la órden de precederle, predicando su doctrina para convertir al mundo. Mas, ¿por dónde empezar? Naturalmente por Jerusalem[155]. En su consecuencia los jefes de la secta resolvieron la vuelta á dicha ciudad, y como estos viajes se hacian comunmente en caravana, en la época de las fiestas, es de suponer que la vuelta de que se trata tuvo lugar por la fiesta de los Tabernáculos, á fines del año 33, ó por la Pascua del 34.

De este modo quedó abandonada la Galilea por el cristianismo, y acaso para siempre, pues si bien es probable que la pequeña sociedad que quedó allí se conservara aún algun tiempo, no se vuelve á oir hablar de ella, y á no dudarlo, fué destruida, como todo lo demás, al ocurrir el espantoso desastre que sufrió el país cuando la guerra de Vespasiano. Los restos de la dispersa comunidad se refugiaron más allá del Jordan. Despues de la guerra, no dominó pues en Galilea el cristianismo, sino el judaismo; la Galilea era el centro judáico del país de Talmud[156]: la Galilea no figuró pues sino por espacio de una hora en la historia del cristianismo, pero fué la hora santa por excelencia, que dió á la nueva religion lo que necesitaba para ser duradera, es decir, su poesía, su encanto penetrante. «El Evangelio», así como los sinópticos, fué una obra galilea, y nosotros trataremos de demostrar luego, que «el Evangelio», así entendido, ha sido la causa principal del triunfo del cristianismo y es la más segura garantía de su porvenir.

Es probable que permaneciera en Jerusalem una fraccion de la pequeña escuela que rodeaba á Jesús en sus últimos dias, y como en el momento de la separacion se creia ya en la resurreccion de Jesús, no es extraño que esta creencia se desarrollase por ambas partes bajo un aspecto muy distinto, lo cual á no dudarlo dió lugar á las diferencias que se notaban en el relato de las apariciones. Habíanse formado dos tradiciones, una Galilea y otra Jerosolimita; segun la primera, todas las apariciones, excepto las del primer momento, habian tenido lugar en Galilea, y con arreglo á la segunda, todas se presentaron en Jerusalem[157]; el acuerdo de las dos fracciones de la pequeña secta sobre el dogma fundamental, confirmó naturalmente la creencia humana; todos abrazaron la misma fé; todos repitieron con efusion «¡ha resucitado!», y quizás la alegría y el entusiasmo produjeron otras visiones. Puede suponerse que hácia esta época tuvo lugar la vision de Jacobo, de que habla San Pablo[158]: Jacobo, era hermano, ó al menos pariente de Jesús, y como no aparece que le haya acompañado durante su última permanencia en Jerusalem, es probable que se fuera con los apóstoles cuando estos marcharon de Galilea. Como todos los grandes apóstoles tuvieron su vision, es difícil que á éste «hermano del Señor» no se le presentase la suya, que debió ser una de las llamadas eucarísticas, es decir, aquellas en que se aparecia Jesús cortando y ofreciendo el pan[159]. Más tarde los grupos de la familia cristiana que se unieron á Jacobo, y se llamaban los hebreos, supusieron que esta vision tuvo lugar el dia mismo de la resurreccion, y quisieron que fuese la primera de todas[160].

Es muy notable, en efecto, que la familia de Jesús, algunos de cuyos miembros fueron durante su vida incrédulos y hostiles á la mision de aquel[161], forme ahora parte de la iglesia, figurando en el puesto más elevado. Debe suponerse que la reconciliacion se hizo durante la permanencia de los apóstoles en Galilea; la celebridad que adquirió bien pronto el nombre de su pariente, aquellas quinientas personas que creian en él y aseguraban haberle visto resucitado, son circunstancias que pudieron causar cierta impresion en el ánimo de los miembros de la familia del divino Maestro[162]. Desde el establecimiento definitivo de los apóstoles en Jerusalem, se vé con ellos á María, madre de Jesús y á los hermanos de éste[163], y por lo que respecta á María, parece ser que Juan, creyendo obedecer con esto á una recomendacion de su Maestro, la habia adoptado y llevado consigo[164], siendo probable que la condujera á Jerusalem.

Esta mujer, de cuyo carácter y circunstancias no se sabia nada, desempeña desde entonces un papel importante, y empezaban á ser conocidas las palabras que el Evangelista pone en boca de una desconocida: «¡Bendito sea el vientre que te ha llevado y los pechos que te han alimentado!» Es probable que María sobreviviese pocos años á su hijo[165].

En cuanto á los hermanos de Jesús, la cuestion es aún más oscura: Jesús tuvo hermanos y hermanas[166], mas parece, no obstante, que en la clase á que se daba el nombre de «hermanos del Señor» hubo parientes en segundo grado, si bien esto no es de importancia por lo que respecta á Jacobo. Este que se titula hermano del Señor, y á quien vamos á ver figurar en primer término en los treinta primeros años del cristianismo, ¿era Jacobo hijo de Alfeo, que parece haber sido primo hermano de Jesús, ó un verdadero hermano de éste? Los datos que tenemos para aclarar este punto, son tan inciertos como contradictorios, pues lo que sabemos de Jacobo nos ofrece una imágen tan distinta de la de Jesús, que se le resiste á uno creer sean tan distintos dos hombres nacidos de la misma madre. Si Jesús es el verdadero fundador del cristianismo, Jacobo fué un peligroso enemigo que estuvo á punto de perderlo todo por su mezquino espíritu; más tarde se creyó ciertamente que Jacobo el Justo, segun le llamaban, era un verdadero hermano de Jesús[167], pero es probable que hubiese alguna confusion en este punto.

Como quiera que sea, los apóstoles no se separaron en lo sucesivo sino para emprender sus viajes; Jerusalem era su centro[168]; parecian temer dispersarse, y ciertos hechos revelaban que era su deseo no volver á Galilea, lo cual acaso hubiera ocasionado la disolucion de la pequeña sociedad. Se supuso que una órden particular de Jesús les prohibia abandonar á Jerusalem, al menos hasta que se hiciesen las grandes manifestaciones que esperaban[169]; las apariciones iban siendo cada vez más raras; se hablaba mucho menos de ellas, y empezábase á creer que no se veria ya al Maestro hasta que apareciese solemnemente en las nubes. El pensamiento de todos se preocupaba con una promesa que se suponia hecha por Jesús: decíase que durante su vida, el divino Maestro habia hablado con frecuencia del Espíritu Santo, concebido como una personificacion de la sabiduría divina[170]; habia prometido á sus discípulos que este espíritu seria su fuerza en la lucha que iban á emprender, su inspiracion en las dificultades y su abogado, en fin, si tuvieran que hablar ante el público. Cuando comenzaron á disminuir las visiones, fijáronse todos en aquel espíritu considerándole como un consuelo, como otro Jesús que el maestro enviaria á sus amigos; algunas veces figurábanse los fieles que apareciendo Jesús repentinamente en medio de sus discípulos, habia circulado entre ellos una corriente de aire vivificador[171] salida de su propia boca, y otras se consideraba la desaparicion del Maestro como precursora de la venida del espíritu[172] prometida en sus apariciones[173]. Muchos establecian una union íntima entre esta venida y la redencion de Israel[174]; toda la actividad mental que la secta desplegara para crear la leyenda de Jesús resucitado, iba ahora á consagrarse á la formacion de un conjunto de creencias piadosas sobre la venida del espíritu y sus maravillosos dones.

Parece, no obstante, que aún tuvo lugar una gran aparicion de Jesús en Betania ó en el monte de los Olivos[175], y ciertas tradiciones aseguran que en aquella dió el Maestro á sus discípulos las últimas instrucciones y reiteró la promesa de enviar al Espíritu Santo, revistiéndoles al propio tiempo del poder de redimir los pecados[176]. Los rasgos característicos de estas apariciones iban siendo cada vez más vagos; confundíanse los unos con los otros; se acabó por no pensar mucho en aquellas; y quedó sentado que Jesús estaba vivo[177], que se habia aparecido suficiente número de veces para probar su existencia, y que podia aparecerse aún en visiones parciales hasta la gran revelacion final en que todo quedaria concluido[178]. La vision que tuvo San Pablo en el camino de Damasco es del mismo género de las que ya hemos hablado[179]. De todos modos admitíase en un sentido idealista que el Maestro estaba con sus discípulos y estaria hasta el fin[180]. En los primeros dias, cuando las apariciones eran muy frecuentes, considerábase á Jesús como un habitante de la tierra que estaba en ella continuamente, llenando más ó menos las funciones de la vida terrestre; pero cuando aquellas disminuyeron, pensóse que Jesús habia entrado en la gloria para sentarse á la diestra de su Padre, y todos decian: «Ha subido al cielo.»

Esta frase se redujo para la mayor parte á una imágen vaga ó de induccion[181], pero para otros indicaba una escena material. Suponíase que despues de la última vision, comun á todos los apóstoles, en la cual les dió sus instrucciones supremas, Jesús habia subido al cielo[182]; y más tarde se desarrolló la escena, transformándose en una leyenda completa. Refirióse que ángeles celestiales, rodeados del aparato de manifestaciones divinas, muy brillantes[183], aparecieron entre una nube para consolar á los discípulos, asegurándoles que volverian á verlos; la imaginacion popular, atribuia á la muerte de Moisés las mismas circunstancias[184], y acaso se recordaba con este motivo la ascension de Elías[185].—Una tradicion[186] supone que esta escena tuvo lugar cerca de Betania en la cima del Monte de los Olivos, sitio que era muy querido de los discípulos sin duda porque Jesús habitó allí.

La leyenda asegura que despues de aquella escena maravillosa entraron los discípulos en Jerusalem «con alegría[187];» pero nosotros daremos á Jesús el último adios poseidos de tristeza, y á fé que volver á encontrarle vivo, aunque vagando como una sombra, nos sirve de gran consuelo. ¡Esa segunda vida de Jesús, imágen pálida de la primera, está aún llena de encanto, por más que se haya perdido su perfume en el espacio y que al elevarse en la nube para sentarse á la diestra de su Padre, nos haya dejado aquí entre los hombres! ¡El reinado de la poesía ha concluido; María Magdalena vive retirada con sus recuerdos, y por esa eterna injusticia por la que el hombre se apropia él solo la obra en que la mujer tuvo tanta parte como él, Céfas la eclipsa y es causa de que la olviden! No más sermones en la montaña, no más poseidas curadas, no más cortesanas arrepentidas, no más mujeres extrañas á la obra de redencion, pero que Jesús no rechazó. El Dios ha desaparecido verdaderamente; la historia de la Iglesia será con frecuencia en lo sucesivo la historia de las traiciones de que fué víctima Jesús; pero tal como es, esta historia puede considerarse como un himno á su gloria; las palabras y la imágen del ilustre Nazareno, vivirán en medio de las miserias infinitas como un ideal sublime, y se comprenderá mejor cuán grande fué; cuando se haya visto cuán pequeños eran sus discípulos.

Los Apóstoles

Подняться наверх