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2.3. El odio contra la fraternidad

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Un segundo ejemplo de quiebre de lo utópico por lo distópico que nos sugiere Black Mirror se sitúa en la disolución del anhelo utópico de confraternidad que se vislumbra en Odio Nacional. (De nuevo, aquí solo aludiremos a este aspecto en particular del episodio; en la segunda parte, analizaremos su entramado ficcional completo y los temas que abre para la reflexión y toma de conciencia críticos de ciertos procesos de la contemporaneidad).

La guerra contamina toda la historia. Y así como la paz perpetua fue un momento de deseo de utopía, de superación de la guerra continua, la modernidad buscó, de nuevo, otra medicina utópica: el cooperativismo, el socialismo, la confraternidad como nuevos diseños sociales nacidos de los sueños27.

En la sociedad del siglo XIX, muchos movimientos cooperativistas, desde una matriz socialista, intentaron construir la fraternidad a través del apoyo mutuo, la igualdad y cooperación. El sueño del socialismo utópico saintsimoniano. Pero la utopía de la confraternidad cooperativista no pudo domar las tendencias individualistas. Tanto los falansterios como la comunidad de New Harmony, de Richard Owen, naufragaron. La realidad del capitalismo, del egoísmo y el interés individualista, las reglas de una economía de la competencia continua, destruyeron muchos de los emprendimientos cooperativistas.

Y si el cooperativismo supone confraternidad social, el cristianismo, en teoría, alienta la fraternidad espiritual: el amor de los unos a los otros. La Revolución Francesa, por su parte, también tremoló las banderas de una confraternidad política, la de los hombres libres e iguales ante la ley, imbuidos del mismo derecho a la libertad. Libertad, igualdad, fraternidad. Los tres gritos revolucionarios después de la toma de la Bastilla. Nos encontramos entonces frente a distintas figuras de la confraternidad: cooperativista, cristiana, política republicana. Diversas formas de utopía en definitiva, que fracasaron. El cooperativismo negado por el egoísmo capitalista; el cristianismo, por la desconfianza u odio hacia quien cree en algo distinto; la confraternidad política de los franceses negada por la ambición de algunos de imponerse y dominar, y de ahí las luchas (antifraternales) que se derivaron de ello (el Terror Blanco, el jacobinismo, Robespierre, la actividad incesante de las guillotinas decapitando adversarios políticos). A estas formas de la negación de lo fraternal se le agrega el fenómeno contemporáneo del desprecio por lo fraterno que incluya a todos en una unidad de las diferencias: el odio en las redes, su promoción de la división y del enfrentamiento continuo. La tendencia irreversible del aborrecimiento que niega la confraternidad se elabora en Odio nacional a través del odio digital que se extiende hacia el homicidio, primero de algunos personajes odiados; y luego, de los que odian. En Odio nacional, al final de la tercera temporada de Black Mirror, se avizora un desprecio de la confraternidad a través del odio propagado vía Twitter, que no se limita a la difamación y el insulto, sino que mata al objeto de su animadversión. El odio digital como fuerza distópica que hoy se reduce a los ataques digitales; y que, en el mañana que imagina la ficción de Brooker al menos, se convierte en una fuerza de asesinato, expresión máxima de la separación y enfrentamiento; lo contrario al deseo utópico de confraternidad. Los individuos cada vez más separados por el odio en las redes. Visión contraria a la que quiere ver a internet como construcción de una mente colmena, en la que los internautas interconectados participan de una suerte de comunidad digital planetaria que integra las individualidades en una cohesionada mente mayor28. Pero la mente colmena o conciencia colectiva se vincula más al intercambio de información (música, videos, archivos), que a una real conciencia de unidad por la interacción en red. En nada se vincula esto, entonces, con una unidad colectiva de valores profundos, como lo supondría la unidad fraternal. Nada de eso. Como contracara de la mente colmena, las colmenas digitales del odio online potencian las individualidades enfrentadas. Disgregación de lo colectivo positivo. La utopía de la confraternidad es negada por el odio digital. Si quedara alguna fraternidad, es la de los que, aun odiándose entre sí, animan la comunidad de los hater, de los que odian. Contradictio in adjecto: la comunidad de quienes odian (la “fraternidad” enferma de los que encuentran placer en odiar, o incluso en recibir el odio, siempre que esto les haga olvidar su íntima insignificancia) se autodisuelve porque el odio separa y no integra. Otra mirada distópica en Black Mirror sobre el futuro que ya golpea las pantallas del presente.

Pero estos dos ejemplos del ánimo distópico son de menor importancia ante la distopía mayor en Black Mirror: la desconfianza respecto a toda utopía tecnológica. Es decir, el desarrollo técnico concede mejor medicina, mejores comunicaciones o transporte, pero no una elevación de la condición humana. Black Mirror hunde un puñal de escepticismo en los que cantan loas a un tecnooptimismo militante y acrítico. Mientras hoy ya casi nadie niega el derrumbe de las utopías de antaño (la utopía política revolucionaria, o la cooperativista o socialista), algunos se refugian en la visión optimista de la evolución tecnológica como último reducto del espíritu utópico. Es el caso del transhumanismo. El movimiento que cree que la condición humana será transformada y mejorada por las tecnologías emergentes capaces de elevar las capacidades humanas físicas, psicológicas o intelectuales. Este sería el salto de lo humano a lo posthumano; del cuerpo orgánico, con sus enfermedades y deterioros, a un cuerpo postorgánico, que superaría los límites o carencias actuales de la humanidad29. En una visión también alimentada por la ciencia ficción, el transhumanismo compone actualmente una recuperación del fervor utópico en términos tecnológicos. Pero ante este optimismo, el cyberpunk o Black Mirror usan los faros de la ficción para hacer visible lo oscuro de un mundo tecnológico revertido en sí mismo. La desconfianza distópica frente al hipotético mundo mejor de los posthumanos, los caminos de los cyborgs30 o los smartphones como adhesivos electrónicos cada vez más difíciles de despegar de nuestras manos y mentes.

10 Tomás Moro (1478-1536), pensador, teólogo, político, humanista, escritor, poeta y traductor inglés, y además profesor de leyes y canciller del inefable Enrique VIII, padre de la no menos célebre reina Isabel Tudor, que le dio nombre a la época isabelina. Por su desacuerdo con el intento de divorcio del rey con Catalina de Aragón, su primera esposa, Tomás Moro, fervoroso católico, fue decapitado. Su legado máximo es, justamente, su obra clave Utopía, inicio de una larga saga utópica que atraviesa la modernidad. En esa saga, no debemos olvidar, sin que pueda ser motivo de nuestros análisis ahora, La ciudad del sol, de Tomasso Campanella (1602), o La Nueva Atlántida, de Francis Bacon (1626). Y sin olvidar tampoco que, para alguno, el imaginario utópico occidental comenzaría con la propia República de Platón.

11 El marqués de Condorcet (1743-1794), entre los turbulencias de la Revolución Francesa, oculto y perseguido por no haber votado la ejecución de Luis XVI, escribió, en 1794, Esbozo para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, cuya ley fundamental es el progreso del espíritu humano, lo que permitiría, en grados crecientes, la mejora moral y material del hombre.

12 Ver las reflexiones kantianas sobre el entusiasmo en su texto El conflicto de las facultades, ed. Gredos.

13 Ver Bey, H. (1991), Zonas temporalmente autónomas, en lahaine.org. Aquí, aborda el tema de las “utopías piratas” como un antecedente de la posible construcción de enclaves autónomos dentro de la vida cotidiana contemporánea.

14 La supuesta colonia fundada por piratas se autodenominó Liberi. En ella, los participantes renunciaban a sus nacionalidades, se unían sin diferenciar razas y usaban un lenguaje basado en la integración de términos del inglés, francés, holandés, portugués y el malgache nativo. El botín lo “socializaban” en un fondo común. No había dinero. No había necesidad de él. Todo era comunitario. La única fuente sobre esta presunta “utopía pirata” es Charles Johnson, Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, copia (en inglés) en la página de Brian Carnell, brian.carnell.com.

15 En Nosotros de Zamiatin, al Estado Único, concentrado en la sola persona del Bienhechor, todos les deben estricta obediencia. Los individuos despersonalizados, no tienen nombres y apellidos, son Números que visten igual, y toda su existencia es férreamente regulada, lo que incluye las relaciones sexuales. Entre el Bienhechor y el Gran Hermano hay una íntima afinidad. Se trata siempre de la concentración completa del poder en un aparato de Estado totalitario respecto al que los individuos son solo piezas funcionales y descartables. Ver Zamiatin, E. I. (2011), Nosotros, Madrid, Cátedra.

16 London, J. (1908), The Iron Heel (El talon de hierro), London, Macmillan Publishers. El “Talón de Hierro” es el nombre que le otorga el obrero revolucionario Ernest Evehard, al control del Congreso de los Estados Unidos, lo que le daría la excusa a la oligarquía para suprimir la democracia. Los obreros se organizan para resistir por una huelga sistemática de alcance mundial, que inmovilice todos los servicios y comunicaciones, y dejar así desprotegidos a los oligarcas. Pero por la fuerza de su respuesta, para 1912, el Talón de Hierro se convierte virtualmente en el gobierno del mundo, aplicando sus criterios autoritarios.

17 Entre las grandes obras distópicas del cine y la literatura, algunas ya mencionadas, habría que destacar: Nosotros, de Yevgueni Zamiatin; 1984, de George Orwell; Un mundo feliz, de Aldous Huxley; V de Vendetta, de Alan Moore y David Lloyd; Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago; Neuromante, de William Gibson; Leyes de mercado, de Richard Morgan; Mercaderes del espacio, de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth; El fugitivo y La larga marcha, de Stephen King; Blade Runner, de Philip Dick; la trilogía Matrix, de las hermanas Wachowski; Farenheit 451, de François Trufaut, basada en la novela homónima de Ray Bradbury; e incluso habría que agregar el videojuego BioShock, de Ken Levine. Una contrapartida a lo distópico, en clave utópica filosófica, sería Principio Esperanza, de Ernest Bloch; e incluso la Teoría estética de Theodor Adorno.

18 En Los Mercaderes del espacio se narra una sociedad en la que, según Kingsley Amis, “el sistema económico ha devorado al sistema político, donde las grandes compañías ejercen el poder, sin intermediarios, y hasta el fin... y la sociedad ha sido estratificada rígidamente en productores, ejecutivos y consumidores... No es meramente un mundo donde el hombre de la publicidad es el rey; combina además el lujo y la escasez, aparatos fantásticos junto a la falta de combustible, toda clase de bebidas y gomas de mascar, y una extrema escasez de proteínas. En este aspecto recuerda una observación de George Orwell sobre los lujos, en camino de convertirse en menos caros y fáciles de obtener que los artículos de primera necesidad”, en New Maps of Hell, 1961.

19 Ver, por ejemplo, J. G. Ballard, El mundo sumergido, novela de ciencia ficción de 1962. Se considera que es una de las primeras obras de clima ficción.

20 Con elementos de ciencia ficción, en un Dresde devastado por los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial, Vonnegut sitúa su visión distópica a partir del repudio de la guerra, el sinsentido de la existencia y la insignificancia del ser humano.

21 Este estado de encierro lo encontraremos, luego, en el análisis del episodio 15 millones de méritos, de Black Mirror.

22 Ver William Gibson, Neuromante, Barcelona, Minotauro.

23 En otro contexto, es curioso que la expresión “espejo negro” se refiere, por un lado, a la magia ancestral para la que este tipo de espejo permite ver más allá, como una bola de cristal o un cuenco lleno de agua. Por otro lado, existe también el “espejo de Claude” (o espejo negro), usado por pintores de paisajes. Se suponía que este tipo de espejo ayudaba a obtener obras con los matices tonales de Claude Lorrain, referente fundamental del clasicismo en el paisajismo pictórico.

24 El arte de la guerra de Sun Tzu como filosofía de la vida. Uno de tantos ejemplos. “Un ejército es comparable al agua; así como el agua que fluye escapa de las alturas, y busca las tierras bajas, así un ejército evita la fuerza y golpea sobre lo débil”, en Sun Tzu, “De la debilidad y la fortaleza” (aforismo 27), en El arte de la guerra, ed. Andrómeda.

25 El “orden westfaliano” se refiere al equilibrio geopolítico que dominó la política internacional europea entre 1648 y 1789, y de 1815 a 1914, y que surgió a consecuencia del Tratado de Westfalia. Este tratado, de 1648, puso fin a la fatídica Guerra de los Treinta Años, entre protestantes y católicos; pero más específicamente, entre los Habsburgos y los incipientes Estados nación de Francia, Suecia, Dinamarca y los Países Bajos. Este orden se basó en el equilibrio entre las fuerzas de los países y el respeto a la soberanía nacional. Se pulverizó luego del inicio de la Primera Guerra Mundial.

26 I. Kant, Sobre la paz perpetua, Madrid, Ediciones Akal, S.A., 2012.

27 Las figuras de la separación en la historia son múltiples: creyentes y ateos; gentiles, paganos y cristianos; patricios y plebeyos; ricos y pobres; progresistas y conservadores. Estas diferenciaciones siempre consolidan el enfrentamiento y no una integración en el respecto a la diversidad. El cooperativismo y los socialismos diversos nacieron de una sociología del cambio por el ensueño: el sueño de la superación de la sociedad egoísta y capitalista por la apelación a la superioridad moral de la comunidad cooperativa, humanista, y con un no tan lejano eco de fraternidad cristiana. No en vano Marx acusó a Saint Simon, referente del socialismo romántico, de “socialista utópico”.

28 Volveremos sobre este tema de la mente colmena o inteligencia enjambre en el capítulo “Abejas robóticas y las picaduras del odio”.

29 Sobre varios de los temas que abre el transhumanismo: singularidad, inteligencia artificial, el posthumano o el cuerpo postorgánico, puede consultarse como introducción Sibilia, P., (2005), El hombre postorgánico, Buenos Aires, F.C.E.

30 Un cíborg o cyborg es un “organismo cibernético” que combina en su constitución elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos. Su intención de fondo es el mejoramiento de lo orgánico por medio de la tecnología. No debe ser confundido con los robots de tipo androide. El término aparece en 1960 para referirse al humano mejorado para adaptarse a nuevos entornos extraterrestres. Su temática de filosofía de fondo es la creciente hibridación o integración entre hombre y máquina. De forma más cercana y menos futurista, una persona con un marcapasos o un implante coclear podría ser calificada como un cíborg. En su versión futurista, el cíborg es un híbrido que ya no es plenamente ni maquina ni humano. Volveremos sobre este tema en el capítulo “Ash, Roy y más allá de Orión”.

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