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2. Breve estado de la cuestión

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«Uno no puede ponerse del lado de quienes

hacen la historia, sino al servicio de

quienes la padecen».

ALBERT CAMUS

Hace una década el historiador Jean-Louis Guereña iniciaba uno de sus artículos lanzando una pregunta: «¿Es la sexualidad objeto de la Historia?».5 Desde que formuló la cuestión hasta el momento en el que escribimos estas líneas, el número de investigaciones realizadas sobre la materia no ha hecho sino hacer afirmativa la respuesta.

En los dos últimos lustros la historiografía se ha encargado de iluminar esas parcelas que, todavía hoy para algunos, son ajenas al campo de la historiografía e incluso poco dignas de ser investigadas.

Podemos continuar con otra pregunta, ¿por qué ahora y no antes se han interesado los investigadores por el tema de la sexualidad?

El interés del ser humano6 muta en función de su tiempo presente, el cual, inevitablemente, condiciona tanto el tema de trabajo como su visión sobre el mismo. En definitiva, la subjetividad es inevitable incluso en la elección del objeto de estudio. Aspectos como la disponibilidad de fuentes o la posibilidad de publicación también condicionan el tema de investigación.

La historiografía, como ser vivo que es, va cambiando su interés a favor o en detrimento de un determinado asunto. En los últimos años ha despertado su curiosidad por la sexualidad. Este despertar es debido, probablemente, a una mayor maduración social y a lo yermo y necesitado que está el tema de estudio al haber arrastrado durante décadas multitud de prejuicios sociales.

Si comparamos el panorama de investigaciones españolas sobre la sexualidad con el producido por universidades anglosajonas, apreciamos un claro retraso en el ámbito hispano. La New York University cuenta con el Center for the Study of Gender and Sexuality, dirigido por la profesora Ann Pellegrini, así como con el Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender and Queer Student Center. Aunque dicha universidad es una de las que al cabo del año publica un mayor número de investigaciones sobre esta materia, la pionera en este campo fue la San Francisco State University, la cual lleva más de medio siglo estudiando y apoyando la investigación de la historia de la sexualidad.7

En los últimos años está despuntando la universidad británica de Leeds gracias al trabajo realizado por el grupo de investigación History of Sexuality, formado entre otros por el historiador Richard Cleminson.

¿Qué tenemos es España? Apenas un par de grupos de investigación en nuestras universidades; no obstante, una lanzadera palia ese atraso español: las editoriales, que son en nuestro país las que cubren en cierta medida el vacío al dar voz a esos temas a los que el academicismo cierra sus puertas. De nuevo, las universidades españolas alienadas en su microcosmos.

Cabe destacar que la lesbiana ha sufrido un doble olvido historiográfico, por un lado, por su orientación sexual y, por otro, por su condición de mujer.8

¿A qué se debe ese vacío? Uno de los motivos de mayor peso es la escasez de fuentes que permitan rastrear el «lesbianismo». Sin embargo, la dificultad de acceder a los documentos no justifica la resignación a no hacer nada, ya que, como veremos, el lesbianismo llegó a ser incluso penado por la ley, como prueban una serie de expedientes y las propias fuentes orales.

También es habitual que muchos autores aleguen la falta de referencias en sus obras al lesbianismo por la negación de la sexualidad femenina que defendía el franquismo. Como expresa Olmeda «admitir el lesbianismo era admitir que las mujeres podían encontrar satisfacción afectiva y sexual independientemente del varón».9

Dicho autor dedica al lesbianismo un capítulo de los dieciocho que conforman su obra, o lo que es lo mismo, tan solo ocho páginas. De estas, una parte importante son copadas por el testimonio de Empar Pineda, feminista y lesbiana cuyas palabras revelan su experiencia al final del franquismo.

Arturo Arnalte también dedica un breve capítulo al lesbianismo, aunque a diferencia de Olmeda, además de emplear testimonios orales para reconstruir la «vida cotidiana» de las lesbianas, recurre a los textos del jurista Antonio Sabater y al discurso de Pérez Argilés. Combinando estas fuentes consigue ofrecer una visión más completa de ese fenómeno invisibilizado y negado pero latente.

Un aspecto que no debe pasar desapercibido es el anonimato al que optan las no heterosexuales tanto en la obra de Olmeda como en la de Arnalte. El hecho de que prefieran dar nombres ficticios revela, si no el trauma, sí, desde luego, la existencia todavía de cierto temor por su orientación sexual.

Además, esa desatención a la mujer no heterosexual está ligada a que la crónica de la homosexualidad en el franquismo está siendo escrita sobre todo por hombres. Las pocas investigaciones que se ocupan del lesbianismo han sido realizadas por mujeres (lo mismo ocurre con los estudios sobre historia de las mujeres).

La única investigación publicada hasta la fecha que se ocupa íntegra y exclusivamente del lesbianismo es Mujeres bajo sospecha10, editada por la socióloga Raquel Osborne. La cronología abarcada no se limita al periodo franquista, sino que se extiende de 1930 a 1980, proporcionando así una idea de las rupturas y continuidades que supuso el Régimen en lo referente a la sexualidad.

El hecho de que la obra esté formada por investigaciones tanto de historiadores o sociólogos como de especialistas en medicina o en legislación confirma que el tema de la sexualidad es y debe ser abarcable desde muy diversas ciencias sociales.

El sociólogo Lucas Platero también ha contribuido a reducir el vacío del lesbianismo en el franquismo con la publicación de diversos artículos sobre la masculinidad en el Régimen. Ha investigado, además, el caso de María Elena N. G., una mujer detenida en Barcelona a la edad de veintiún años acusada de masculinización y lesbianismo.

Sara Ramos y Teresa Rabazas defienden que los estudios sobre mujer y género fueron introducidos por la sociología.11 Con el estudio de la mujer no heterosexual se repite la jugada; la sociología ha sido la pionera.

Más recientes son las obras Control, represión y reeducación de los homosexuales durante el franquismo y el inicio de la transición (2016), de Jordi Terrasa Mateu, y parte del ensayo de Rosi Legido, Escondidas en el cine. Censura y personajes sáficos (2021).

En definitiva, tras este breve recorrido, queda patente que la homosexualidad durante el franquismo ha sido una cuestión inexistente para la historiografía hasta hace apenas una década. Siguen quedando muchos interrogantes, demasiados espacios en blanco y una larga lista de cuestiones por resolver. Con este ensayo pretendemos arrojar algo de luz sobre el tema.

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5. GUEREÑA, Jean-Louis: «La sexualidad en la España contemporánea (1800-1950)», Hispania, vol. 64, n.º 218, 2004, pp. 825-833.

6. Expresión del lenguaje creado por la sociedad heteropatriarcal.

7. No debemos olvidar que ambas ciudades, por su historia, quedan en cierto modo ligadas al movimiento homosexual. San Francisco por concentrar a un número considerable de población gay gracias a su tradición liberal y, Nueva York, por ser el escenario de los mitificados disturbios de Stonewall (1969).

8. ORTIZ GÓMEZ, Teresa: «Estudios de mujeres: España», en KRAMARAE, Cheris y SPENDER, Dale (dirs.): Enciclopedia Internacional de las Mujeres. Edición especial para el ámbito hispanohablante (Rosa García Rayego y Gloria Nielfa Cristóbal, editoras de la edición española), 5 vols., Madrid, Síntesis, 2006, vol. 2, pp. 899-901.

9. OLMEDA, Fernando: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid, Oberon, 2004, p. 157.

10. OSBORNE, Raquel (ed.): Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad 1930-1980. Madrid, Fundamentos, 2012.

11. RABAZAS ROMERO, Teresa y RAMOS ZAMORA, Sara: «La construcción del género en el franquismo y los discursos educativos de la Sección Femenina», Encounters on Education, vol. 7, 2006, pp. 43-70.

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