Читать книгу La filosofía de Michel Foucault: edición ampliada y actualizada - Esther Díaz - Страница 5
ОглавлениеSe puede leer cada uno de mis libros como un fragmento de autobiografía.
Michel Foucault
En el octavo libro de la Odisea, se lee que los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar. En el recorrido por el devenir histórico se advierten desencuentros como para que a los filósofos no les falte algo que pensar. Las “desdichas” que posibilitan la filosofía son desencuentros entre la teoría y la práctica, entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se proyecta y lo que se logra. En esa escisión entre las palabras y las cosas se instauran las problematizaciones. Ellas son una de las condiciones de posibilidad de la filosofía.
La filosofía de Foucault es una ontología histórica. Ontología, porque se ocupa de los entes, de la realidad, de lo que acaece. Histórica, porque piensa a partir de los acontecimientos, de datos empíricos, de documentos. Una ontología histórica es una aproximación teórica a ciertas problematizaciones epocales.
La obra de Foucault puede dividirse en tres etapas: la arqueología, la genealogía y la ética. Aquí se analizan solamente los textos fundamentales de esas etapas. El resto de los discursos de Foucault, se mencionen o no durante el desarrollo del texto, son citados al final del libro.
En su primera etapa, la arqueológica, Foucault procura hacer una ontología histórica de nosotros mismos en relación con la verdad a través de la cual nos constituimos en sujetos de conocimiento. En un segundo momento, el genealógico, intenta producir una ontología histórica de nuestros modos de sujeción en relación con el campo de poder a través del cual nos constituimos en sujetos que actúan sobre los demás. En la tercera etapa, la ética, pretende elaborar una ontología histórica de nuestras subjetividades en relación con los cuestionamientos a través de los cuales nos convertimos en agentes morales. En los tres períodos Foucault se ocupa de las formas de subjetivación como producciones históricas.
Adhesiones y rechazos aparte, el pensamiento de Foucault se ha incorporado a la temática filosófica contemporánea. Como toda concepción filosófica, constituye un espacio abierto al ejercicio sagital de la crítica y del reconocimiento. Tal es la actividad teórica que me propongo. Mi discurso intenta sumarse al de todos aquellos que, ejerciendo una función contradogmática, eligen la búsqueda de los placeres del pensamiento racional. Incluso, cuando en esa elección se prefiere reflexionar sobre las secretas aventuras del desorden y de las diferencias.
Foucault nació el 15 de octubre de 1926. La fecha parece una premonición; si Nietzsche hubiera vivido, ese mismo día habría cumplido años, exactamente ochenta y dos. Nietzsche vivió cincuenta y seis años; Foucault, cincuenta y ocho. Murió el 25 de junio de 1984 en la Salpêtrière, uno de los establecimientos de encierros más tematizados por él en su juventud.
Era provinciano. Nació en Poitiers. Allí realizó sus primeros estudios. Época de bonanza. Más tarde comenzaron los inconvenientes. En un ambiente de incertidumbre y guerra, supo de fracasos estudiantiles. Primero en el cuarto año del colegio secundario; luego en el intento inicial para acceder a la educación superior. Y, finalmente, para obtener la agregación. La elaboración de estas duras experiencias de vida puede haber dado, tal vez, la temática de la primera parte de la obra de Foucault: su preocupación por el saber, por la verdad, por la episteme. La arqueología.
Los sucesos de mayo de 1968 abrirán otra etapa en la vida de Foucault y, al mismo tiempo, otra etapa en su obra. Comienza la genealogía. La problemática del poder, desde el punto de vista teórico, se inscribe límpidamente en una búsqueda vital de militancia activa. Foucault necesita una teoría que dé cuenta de las prácticas sociales en las que subsiste. Canaliza esta inquietud analizando las exclusiones del discurso y el origen de la prisión. Surge su teoría del poder a través de una búsqueda a la que le dedicó doce años de su vida.
Al comenzar la década del 80, la reflexión sobre el poder le deja paso a la reflexión ética. Hay una bisagra que las articula: el sexo. Foucault, herido de muerte, piensa sistemáticamente sobre el amor, el deseo y el cuidado de sí. Asume la más clásica de sus indagaciones filosóficas porque, rastreando las relaciones éticas entre libertad y verdad, se pregunta cómo hacer una obra de arte de la propia vida.
¿Dónde termina la vida? ¿Dónde comienza la obra? Vanas preguntas de agrimensores intelectuales. Los acontecimientos vitales no representan el crepúsculo donde se hunde la obra, sino el espacio en el que se realiza. El discurso mediatiza la realidad de quien lo enuncia. En la obra está la vida, en la vida está la obra.
Los testigos de la primera juventud de Foucault recuerdan su rechazo por el nombre del padre. Su nombre legal es Paul. Así se llama su padre. Foucault siempre se hizo llamar Michel, el sobrenombre elegido por su madre. Su padre quería que fuera médico, tal como él mismo lo era. Foucault no obedeció. Denunció, en cambio, los mecanismos coercitivos de la práctica médica. El dispositivo paterno se había propuesto un objetivo estratégico: que Paul fuera médico. Pero la “astucia del dispositivo” produjo un plus no deseado ni esperado: un Paul que fue Michel y un predestinado a la medicina que se dedicó a la filosofía.
Foucault sufrió las restricciones características del orden escolar católico, las mezquindades propias y ajenas de la vida comunitaria estudiantil, la marginación por su elección sexual, y sufrió, también, algunas intervenciones médico-psicológicas a causa de juveniles intentos de suicidio. Más tarde, desde su teoría, describirá las condiciones que hacen posibles las prácticas sociales constituyentes de sujetos a través de las cuales llegamos a ser lo que somos. Esas prácticas que nos sujetan pero que no nos determinan. Más bien nos encauzan sosteniendo el advenimiento de la individualidad.