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El inicio de los tiempos
ОглавлениеÉpoca difícil la que se vivía en aquel extraño mundo, matizada por las guerras constantes, la sangre y la muerte como única vía de escape a los acontecimientos, donde solo los ejércitos más poderosos podrían sobrevivir, o a decir mejor, el destino era la desaparición y el sometimiento para los pueblos más débiles. Una fuerza extremadamente diabólica hacía eco del poder, dispuesta, con su gran ambición, a sembrar el terror en todas las latitudes, en todas las esquinas, en todos los confines, con una única concepción, la de apoderarse de todo cuanto existiera. Por tales motivos, en la tierra por aquella época existían solo dos conceptos importantes, matar para conquistar, o matar para no ser conquistados.
Las fuerzas del mal eran protagonizadas por los vulcanos, unas terribles criaturas de las que más vale hablar en detalles, con un ejército altamente equipado y organizado, siendo este, el más grande del mundo. Eran dirigidos los militares del mal por alguien mucho más sádico, más negativo que ellos mismos, que tal vez en alguna lengua perdida su nombre sería traducido a “Muerte; Infierno”. El profeta Von Cross, quien hacía entender que sus únicos sueños eran los de dirigir al mundo entero, era esta figura reprochable. No se puede vivir con tanta ambición y con tanta vanidad a la vez, el mundo no nació para ser dirigido, el mundo surgió para dirigirse a sí mismo. Pero de la única forma en que los malos pueden entrar en razón es a través de las armas, mientras ellos se sientan poderosos, nada cambiara, y si está dentro de sus posibilidades te despojarán de todo cuanto tengas.
Las fuerzas del bien estaban representadas por diferentes especies que no se metían en problemas o se metían en ellos cuando resultaban ser ineludibles, los humanos no tenían otra opción que enfrentar lo que se avecinaba, de lo contrario, quizás yo no hiciera esta historia, porque quizás aquellos humanos tuvieron alguna relación con los de nuestros días, a menos que los “humanos” que vemos hoy y que van a la escuela con nosotros, o al trabajo, o vemos en la calle, a menos que esos humanos hayan venido de otro mundo ¿Nunca se lo han preguntado? Algo ciertamente probable. Pero aquellos al igual que nosotros estaban dispuestos a sobrevivir, como lo estaríamos nosotros si se nos colocara entre la espada y la pared. Y la única forma de vivir era encarando a los malditos vulcanos.
Los otros seres del bien eran los freezzies y los anders, los primeros aún deben habitar en algún rincón oculto en nuestros días, porque su inmortalidad es reconocida en las historias que aquí se reseñan, los segundos eran tan mortales como los humanos, pero se reproducían, así que aunque usted nunca haya visto alguno, no se le ocurra decir que no existen, porque en algún lugar puede existir un anders, en algún lugar un anders puede ser lo tan feliz que es usted o sentirse lo tan amargo que se siente aquel que recibe una obra de mal, nunca hagamos algo para que un anders, un freezzies o un humano se sientan mal, cuando se sientan bien los otros también nosotros nos sentiremos de esa forma. Referente a las dos especies distintas a la nuestra podemos decir que a diferencia de nuestros antepasados, si lo fueron y no vinieron nuestros vecinos de otro planeta, no se sentían amenazados por los vulcanos, por tanto no se preparaban desde el punto de vista militar, y no trataban siquiera de ayudar a los antecesores humanoides, algo que sería nefasto para todos, porque terminarían exterminados, en la unidad radica la fuerza.
Ahora, hablando completamente de los humanos se puede decir que tenían un buen nivel de organización, ejércitos bastante unidos entre sí y con determinados sistemas de exploración, pero sus posibilidades de sobrevivir eran pocas. Se estaban preparando para una guerra contra Vulcania, la cual consideraban el fin de sus tiempos, por conocer la verdadera ferocidad de los soldados del enemigo, muy sagaces y bien armados, los cuales además de sus características propias tenían poderosas bestias a su servicio conocidas como waiks y por encima de ello contaban con la sabiduría, inteligencia y adivinación de El profeta. No obstante esto, los humanos hacían lo posible por estar lo suficientemente adiestrados para cuando los vulcanos decidieran atacarlos resistir. Aunque la muerte estuviera a las puertas de la sociedad, nadie se iba a dar por vencido, porque siempre sus habitantes se han caracterizado por luchar, mientras tuvieran una gota de vida, así lo harían.
La guerra entre la humanidad y Vulcania era inminente, ya nadie ni nada la podía evitar. En las poblaciones de nuestros antecesores de la época se vivía un auguro terrible, donde todos hacían algo por contribuir con la causa. Las mujeres y niños no eran tan débiles como suelen serlo, trabajaban tan duro como los hombres, la recolección de frutas, la recogida de productos agrícolas, la caza, y las diversas actividades domésticas eran los principales aportes de los mismos. En cambio los hombres tenían el tiempo bastante compartido, entre actividades dedicadas a la producción, almacenamiento y entrenamiento militar.
Los humanos que anteriormente habían estado divididos en tres reinos distintos ahora solo pertenecían a uno, y estaban bajo el mando del rey Adriano II, hijo de Adriano I, quien gobernó por casi treinta años en las tierras de La Pravia Central y logró, tras casi ocho años de guerra entre los humanos, llegar a acuerdos de paz, lo que dio traste al camino de la unión, sus dos rivales a muerte, Ganzie El predicador y Kristin El herrero reconocieron la sagacidad del mismo y concedieron los acuerdos de paz que fueron respetados por los sucesores a los respectivos tronos de los reinos humanos. Ahora, la misión estaba en manos de Adriano II, este era un hombre de tanto alcance como su padre, al final, su sangre era de un rico linaje que provenía de los Querellós, los que tuvieron grandes líderes, desde caballeros hasta nobles y reyes provenientes de las tierras del sur.
Por toda la experiencia acumulada por Adriano, en los enfrentamientos que lo llevaron a pelear durante años contra los hombres rojos del este, y que dio al traste con el dominio y la paz en los territorios más orientales de La Pravia, se podía concluir que este hombre, que este soberano era un gran estratega militar, por lo que la mayoría de sus súbditos, soldados y demás militares, se sentían bastante seguros bajo su mando, y le eran fiel.
Cuando Adriano II llevaba siete años en el poder, los reyes de las dos Pravias restantes, del este y del occidente, murieron trágicamente. A Burgos, rey de La Pravia del Este, quien asumió el poder tras derrocar a Constance I, heredero de Kristin El herrero, lo mató una serpiente venenosa cuando cabalgaba con su esposa la dama de los Montephelliers, el caballo se asustó, el monarca cayó al suelo y la serpiente lo mordió, por las descripciones de algún escribano de la época que no dejó plasmado su nombre ni su firma siquiera, podemos concluir que si no era una serpiente de cascabel era algo bastante parecido.
Y el mismo lo narró en su idioma de la siguiente forma, a lo que pudimos traducir:
Estaba allí el monarca Burgos, el tirano asesino de El Gran Constance I, heredero de Kristin el Herrero; El rey estaba mirando aquella bestia diabólica, embestida en un campanear más musical que los festines de los viernes, mirando a su presa en el suelo, con el deseo perfecto de devorarlo lo antes posible. Pero el monarca no tenía la misma posición, por cuanto él era una presa y ella un depredador, aquella serpiente de cuello largo, danzarina y juguetona, estaba dispuesta a quitarle el último aliento, su esposa, la hija más chica de los Montephelliers, solo lloraba ante la tragedia y los guardias desesperados no podían hacer nada porque la víbora de las campanas sería letal. Al final, el rey sabría que todo sería oscuro y que no vería un nuevo amanecer.
Este texto se conservó en una caverna por muchos años, era una reseña de un libro de anotaciones de un escritor desconocido que al parecer no dejó plasmado su nombre porque no era devoto del rey aunque andaba con él, de esto no se tiene mucho conocimiento, pero lo cierto es que nos da alguna información de los sucesos de la época. No solo de la muerte del soberano, sino de otras cosas más, pero lo que nos ocupa es precisamente su muerte y no su vida.
La otra tragedia sucedió con Hermes II, heredero de Ganzie El Predicador, quien en ese mismo año estaba comiendo en un gran banquete en su Palacio de invierno, sentado con su esposa y los miembros de la corte, disfrutando de la buena música, y de comida exquisita. Tenía en los platos los mejores manjares de la época, y las aves resultaban ser de las carnes más codiciadas, en parte porque producirlas no era tan difícil, tenían granjas de pollos, avestruces, patos, ocas, y otras. Mientras el rey comía sin preocupación se le atoró en la garganta un hueso de pollo, comenzó a toser y los médicos se movilizaron rápido, pero ante la desesperación del mismo, no tuvieron mucho que hacer, el rey no murió por asfixia, tomó un cuchillo y se cortó el cuello, sacó el hueso de pollo, orgulloso se lo mostró a todos, pero la vida se le escapaba, no se había dado cuenta de lo que había hecho, y de esa forma murió.
Una mujer por más que quisiera no podía heredar el trono, nadie le iba a hacer caso, se vivía en un mundo de patriarcado. Así, tras la muerte de Burgos, su viuda, Lalia de Montephelliers, decidió antes que la jauría se repartiera a pedazos el reino, era mejor que Adriano II lo asumiera, por lo que este hombre personalmente entró a las tierras de La Pravia del Este con sus tropas y asumió el mando, nombrando una jefatura militar de confianza y llevándose varios de los caballeros de Burgos para que formaran parte del nuevo estado mayor, a fin de evitar confrontaciones, las cosas funcionaron a la perfección. Con la muerte de Hermes II la esposa del mismo decidió tomar lección de la dama de Montephelliers para evitar una situación interna, lo cual fue asumido por Adriano de la misma forma, el rey tomó a ambas por sus mujeres, y dormía con cada una de ellas a razón de una noche y dos de descanso, al contar a su primera esposa. Esto no fue criticado por nadie en el reino pues todos entendían bien el motivo.
Y como lo dicho antes, Adriano II era muy previsor, sabía que la mejor forma era mantener unidas Las Pravias, con las esposas de los difuntos lo estaba logrando a la perfección y no la pasaba tan mal, pero algo muy importante era la preparación militar, las armas con la que contaban los humanos no resultaban ser muy adelantadas, las espadas no eran de los mejores materiales ni los arcos tenían un alcance tan envidiable como los de sus enemigos. Los principales soldados eran los infantes, que traían consigo enormes lanzas para encajar con ellas a los waiks, vulcanos o a cualquiera que intentara acercárseles, pero aun ellas no significaban garantía alguna de supervivencia, pues los soldados vulcanos tenían potentes arcos, eran muy buenos con las espadas y sería difícil que los detuvieran solo por el largo de las lanzas. Había hombres muy valientes, pero para estos tiempos se necesitaba algo más que valentía. El soberano tenía que pensar y poner a pensar a cada uno de sus altos militares, para tratar de sobrevivir a los tiempos. La oscuridad que reinaba en el mundo era hedor de los tiempos futuros, porque si la humanidad no pasaba esta prueba, no habría segundas oportunidades, la extinción podría decir ¡Gané! Era necesario que algún milagro los salvara, que alguna fuerza divina los ayudara a realizar el examen, porque de lo contrario, el color rojo de la sangre y la fetidez a los cuerpos podridos sería el único recuerdo que quedaría de todo, y que a medida que los gusanos hicieran el trabajo de degradación, desaparecería hasta nunca jamás. La historia parecía sencilla, pero el peligro resultaba ser verdaderamente real, las lágrimas de los infelices de nada servirían porque la compasión no es la mejor forma de vivir, la esclavitud tampoco, la libertad sería lograda, o la muerte la solución.
En tiempos de otrora las cosas resultaban más sencillas, no había organización, a nadie le importaba el otro, cada cual para sí, pero ahora estaban viviendo en comunión y es por eso que los vulcanos, guerreristas al fin, veían como un enemigo potencial a los humanos, o solo los veían como un maniquí que les serviría de entrenamiento militar y como forma de aliviar el estrés provocado por no combatir desde tiempos de antaño cuando vivían en otro planeta y tenían que lucharse el pan de cada día sobre la base de la muerte y del miedo. La cuestión era que cualquiera que fuere su punto de vista estaba poniendo en peligro la existencia de una especie íntegra, pero eso a ellos les preocupaba en lo más mínimo. Querían destruir un mundo entero. Lo peor del caso es que quien se suponía debía ser racional no lo estaba siendo y resultaba ser el más egoísta de todos, El profeta, así sencillamente le decían a aquel adivino, El profeta. Nadie sabía cómo era exactamente, algunos opinaban que se trataba de un viejo caduco que no tenía nada que hacer y lo poco que hacía era en estado de enajenación, otros hablaban que se trataba de un injerto del diablo el cual fue expulsado del infierno porque no estaba haciendo bien su papel allá, así que vino a la tierra a probar suerte. ¿Cómo era? Nadie más que los vulcanos lo podían decir. Dicen que no era el único, que había una profetiza también, pero que esta no se inmiscuía en sus actividades. Profeta y profetiza eran los últimos con el don de la sabiduría de todos los tiempos y épocas, algunos explican que la ambición del profeta lo llevó a matar a todos cuanto se le parecían para convertirse de esta forma en el único. Pero en realidad lo que sabe la gente, y por tanto, este fiel servidor suyo, es que esto se trata de teorías, o de historias que han dejado caer los vulcanos en determinados lugares para, quizás, si el mito es más grande, el miedo también lo es.
No obstante el miedo, el terror que pudiera existir en aquellos tiempos peligrosos, aunque la muerte anduviese dando vueltas cerca con su guadaña, los pueblos no se iban a salir corriendo para tratar de encontrar una guarida donde vivir por siempre, porque vivir a escondidas es sencillamente no vivir. Los pueblos, y en especial los humanos, le iban a hacer el frente que se merecen los malos de la época y mundo, para que estos supieran que con la dignidad de un hombre no se juega, aun cuando terminen con su vida. Pero ello a los vulcanos les importaba un bledo, porque sencillamente, la misión era «divertirse» sin más ni menos. De nada servía la valentía si con ella se moría, pero sería mejor morir luchando, que vivir escapándose de las tierras que los vieron nacer, por miedo a la muerte, los hombres y mujeres nunca han sido así, no viven con ese miedo, y si lo tienen no son capaces de darlo a entender, prefieren desangrarse en el campo de batalla, antes que admitirlo.
Todo estaba preparado para la guerra, las fuerzas vulcanas estaban listas para partir hacia donde su profeta les indicara. El líder militar de Vulcania, el jerarca Akra esperaba la decisión. Una reunión se desarrollaría en la sala de los profetas donde participarían Von Cross, el jefe militar Akra y los diez jerarcas vulcanos de mayor rango, líderes de columnas, que eran los principales mandos de todas las fuerzas. El ser de la adivinación era inteligente, creía que no se equivocaba, pero sentía cierto temor para sí, existía una profecía que solo conocían la profetiza y él, y que decía así “(…) en tiempos de los tiempos nacerá del amor el fin de las profecías y en la eternidad un inmortal será quien haga la balanza de la justicia, el profeta ha muerto, el que levitó lo ha hecho posible”. Aquella profecía dañaba y mantenía preocupado a Von Cross, porque sin duda alguna el único que existía era él. Otro punto importante era el hecho que se refería a un inmortal, precisamente los únicos que el profeta no podía ver en su adivinación, esto significaba que algún vampiro o freezzies lo iba a matar en una época determinada, pero que como todo llega y su vida es inmortal, ese momento podría ser cualquiera y su vida peligraba. De vampiros o freezzies los más peligrosos eran los primeros, por su fortaleza física, por su agresión, porque se alimentan de la sangre, pero sobre todo, porque además de los profetas, los otros que pueden levitar son ellos, ningún freezzies es capaz de elevarse en el aire.
A pesar que los habitantes de la ciudad de Bloonding no eran una amenaza potencial para los vulcanos, por cuanto no tenían un ejército ni organización conocida y porque no atacaban a las ciudades o a grandes grupos, un interés personal de El profeta decidió que el punto de ataque sería esta ciudad. Era mejor destruir la única amenaza que tenía, según las profecías, lo cual podía ser cierto o podía no serlo, de desaparecer. Al más sabio de todos le gustaba su vida eterna y no quería que se la arrebataran. La profetiza en cambio le explicaba al profeta—contra las profecías no se puede luchar, así como las han escrito se cumplirán. Tal vez el hecho que te conviertas en su enemigo es lo que haría a un vampiro querer matarte, si todos te quisieran nadie te desearía el mal, es mejor la amistad que el odio—. Pero el profeta tenía un corazón malo, era un verdadero tirano, es por eso que su respuesta, aunque con cierto temor era —si tengo enemigos, los extingo, así nadie podrá odiarme— y siempre agradecía por sus consejos a la profetiza, pero insinuaba que no le hacían falta, aunque quizás en lo más profundo de sí quisiera dar su brazo a torcer.
Ninguno de los jerarcas ofreció objeción ante lo indicado por El profeta, lo de ellos era ir a la guerra sin importar a quien tenían que aniquilar. La decisión de Von Cross fue enviar cinco columnas a la ciudad de Bloonding, para exterminar todo signo de vida, buscar a los vampiros y eliminarlos, tres columnas irían contra la humanidad, y dos se quedarían de reserva en la ciudad de Vulcania. Después que se lograra el éxito, entonces irían a por los anders y los freezzies, los exterminarían y poco a poco se lanzarían por la conquista de todo lo que había al sur de Vulcania, una vez que fuera suyo irían al oeste, después al nacimiento del sol, más tarde al norte y cuando en tierra no existiera nada que conquistar, conquistarían las estrellas. Pero los egoístas que lo quieren todo para sí, siempre terminan mal, y la profecía estaba escrita por algo. Al final todos, inmortales o mortales, tenemos un espacio de tiempo reservado en la vida y después tenemos que emprender viaje al más allá, lo único que nos diferencia de los inmortales es que nosotros nos procuramos una idea de cuánto puede demorar el viaje, ellos no, pero al final llegará.
Aquella decisión que había tomado el Profeta quizás fue la más estúpida en su carrera de pronósticos, porque sería a lo mejor el inicio de su final. Crear enemistad con vampiros no es lo mejor que se puede hacer, estos no son como los niños, que olvidan, porque los niños no saben guardar rencor, que es tan malo como vivir en agonía, estos siempre lo llevarán presente, y el mejor día le clavarán el zarpazo. Lo que sucede es que El profeta creyó que lanzándose en una guerra contra ellos los eliminaría y se escaparía del peligro, pero esa no era la solución a la profecía. Los jerarcas comunicaron inmediatamente a sus respectivas columnas la decisión tomada por el máximo líder de la ciudad. Aquellos que se quedarían en Vulcania lamentaron no poder participar en la diversión, se perderían la del mundo. Nunca antes nadie se había divertido como se divertirían los designados en esta ocasión, bienaventurados sean y malditos los que se han de quedar en casa esperando que la mesa esté servida. Solo sería “cazar vampiros” y “eliminar maniquíes” y de mala forma no podían participar los elegidos como reserva. Con esta decisión había que cumplir, además no era del todo malo, al menos podrían estar con sus esposas y con sus hijos, algo que venían haciendo desde hacía mucho tiempo, les gustaba, pero siempre resultaba ser bueno un cambio de ambiente.
Ya los humanos sabían que ningún milagro evitaría la guerra, lo que no imaginaban era que serían subestimados por El profeta, lo cual sería su única posibilidad de sobrevivir a la misma. Porque si Vulcania se les hubiese lanzado con todas las fuerzas era imposible vencerla. Ellos habían pedido a los anders y a los freezzies que se les aliaran para combatir a los agresores, porque de seguro una vez que terminaran el trabajo contra la humanidad arremeterían contra ellos. Sin embargo no fueron escuchados, los anders alegaron que los vulcanos no representaban peligro alguno para ellos, los freezzies que eran partidarios de la paz y no se inmiscuirían en ninguna guerra, los humanos quedaron solos. Tendrían que luchar por la supervivencia de su especie. No había otro camino, y estaban dispuestos a hacerlo con derroche de valentía. Así pues las batallas comenzaron bastante rápido, pero contra menos fuerzas de las esperadas. Tres columnas de vulcanos atacando en tres puntos distintos de La Pravia, al norte del reino de Sauma, en el centro del mundo; al este de las tierras anders, al sur de las ciudades de Frennia y de Bloonding. Las batallas se realizarían a campo abierto, en las sabanas o en matorrales, las ciudades humanas como no contaban con murallas, como tampoco contaba otra ciudad de la tierra, habían sido desplazadas por los territorios Pravenses, los cuales eran de mejores cualidades tácticas para enfrentar a una fuerza tan poderosa como la de Vulcania.
Los vulcanos mandaron sus fuerzas divididas en tres columnas, cada una contaba con una división de waiks, una de caballeriza, y otra de arqueros, así como con escuadras de exploradores sobre waiks y de catapultas, invento solo conocido por ellos hasta el momento. Por tales motivos se hacía necesario que el enfrentamiento se produjera fuera de los límites de las ciudades, porque de lo contrario las temidas catapultas destruirían todo cuanto encontraran a su paso. Por su parte los humanos tenían una estructura parecida a la vulcana, solo que no dominaban la catapulta, no había waiks, y su principal línea defensiva eran los cercos de lanzas, un gran nudo de hombres con largas lanzas se enfrentaría a la velocidad de los felinos y la caballeriza del enemigo para hacer caer la mayor cantidad posible. Y debían vencer el poder de fuego de las catapultas con las condiciones del medio circundante, estas no serían útiles entre los árboles. Cuando ya existía conocimiento de la presencia vulcana en La Pravia, se dieron las últimas indicaciones de enfrentamiento por parte de Adriano, no podía existir compasión alguna con los vulcanos, así como los mismos no la iban a tener con ellos. Un vulcano bueno era uno muerto, el vivo te podía quitar la vida. La guerra había comenzado.
La primera batalla se produjo en la zona central de La Pravia. Los vulcanos tenían ventaja en un aspecto muy importante, la detección del enemigo, los waiks eran capaces de detectar por el olor o el sonido a cualquier humano a una distancia considerable y tenían una capacidad de olfateo mejor que la de cualquier can conocido hasta el momento en los tiempos actuales del mundo, por lo que el trabajo de exploración sería más fácil para ellos. Los humanos estaban al tanto de estas capacidades, por ello, debían hacer algo para enfrentarse a las adversidades y poder vencerlas. Si permitían que estos seres no racionales los delatasen fácilmente, se podían dar por muertos.
Había una escuadra designada para desactivar la exploración vulcana, la que se encontraba estática en el páramo. Más fango en el cuerpo y más hedor a bicho muerto que un ave de rapiña. Aquellos hombres totalmente enmascarados no se observaban en los alrededores de un pantano. Su misión, esperar que pasara la exploración, enfrentárseles y eliminarlos. Debían usar cerbatanas con dardos envenenados para poder neutralizar a los soldados, y flechas con el mismo veneno para eliminar a los felinos del enemigo. Los soldados vulcanos se fueron acercando sin imaginar que existía un vacío en la detección que hacían sus guías, y que dentro de pocos instantes sería puesto en práctica. En ese caso, eran más temidos los waiks que los vulcanos, por tanto a los últimos había que eliminarlos sutilmente para no levantar revuelo en los felinos y a los otros después, no importaba si haciendo ruido o sin hacerlo.
La cuestión fue que cuando los exploradores vulcanos estuvieron cerca de los soldados humanos, los dardos se les comenzaron a clavar y fueron goteando de uno en uno, o varios a la vez, morían al instante, el veneno era letal. Los waiks no se asombraron de lo que pasaba, en fin de cuentas no eran seres racionales, solo tenían cierta capacidad, pero no podían interpretar los sucesos. Después los soldados humanos comenzaron a disparar flechas contra los felinos, lo cual sí los alertó y alteró, fueron muriendo cada uno de ellos, aunque no dejaron de causar daños a sus rivales, algunos soldados del rey Adriano perecieron en la misión, pero fue todo un éxito a pesar de las bajas, porque el objetivo había sido cumplido. Esto no significaba que la guerra estuviera ganada, pues solo se trataba de una escuadra de exploración enemiga, había que eliminar a las demás, y aun así, existían divisiones sobre waiks, que seguían siendo tan peligrosas como los exploradores, dada la capacidad y fortaleza de los mismos.
Las fuerzas humanas de La Pravia Central fueron tomando posiciones ventajosas, hasta situarse en un lugar destinado al enfrentamiento directo de los enemigos. La batalla no se hizo esperar. Al ser detectados por los vulcanos el enfrentamiento fue la única salida posible, pero precisamente con ese objetivo lo habían hecho. Los arqueros de Vulcania pusieron su sistema a funcionar, miles de flechas comenzaron a volar por el aire, el Jerarca estaba decidido a ganar la batalla, no existía ni la más mínima indisposición, porque la derrota no estaba en su vocabulario. Con la lluvia de flechas la muerte les hacía compañía a los soldados pravenses, quienes se refugiaban entre los árboles, los cuales en la zona no resultaban ser tan frondosos y por tanto eran insuficientes para detener lo que se les avecinaba. Podían morir todos bajo la sombra, o podían intentar llegar a la meta, el caballero que estaba al frente de las fuerzas esperaba el momento oportuno. Cuando las flechas llevaban varios minutos volando y causando bajas, que los vulcanos creyeron haber eliminado el grueso de los humanos, el jerarca ordenó el avance de la caballería, pues a pesar de la ferocidad de los waiks, él prefería conservarlos para cubrirse en caso necesario. Ahora venía la segunda fase, para la cual los humanos sí estaban preparados. Comenzaron a formar dos filas de soldados, desde lo lejos se podía apreciar que se trataba de una barrera, todo con el objetivo de detener el avance de la caballeriza enemiga. Encima de los árboles se subieron varios arqueros que estaban camuflajeados, otros se veían pero le prestaban la menor importancia a la situación. Mientras esto ocurría la caballeriza vulcana se les venía encima, y no precisamente como buenos amigos, al menos, no lo aparentaban. Se produjo el gran choque, los soldados humanos que estaban en la barrera sacaron enormes lanzas y los arqueros desde los árboles o desde la parte de atrás comenzaron a lanzar flechas y eliminar vulcanos o caballos, a veces ambos. Las lanzas hicieron el resto del trabajo, los atacantes caían ensartados, los que perdían sus caballos y quedaban en pies tenían que luchar contra los espadachines que habían tomado posición detrás. La batalla arrojó una conclusión, la caballeriza vulcana había sido eliminada.
Después el caballero no dejó a los invasores pensar, reflexionar o adaptarse al golpe, inmediatamente una caballeriza humana salió de entre los árboles, estaban adentrados y se abalanzó a toda velocidad contra los arqueros vulcanos y contra los soldados sobre waiks. El combate fue de frente a frente. Más seguidamente los hombres que andaban a pies siguieron los rastros de los caballos, paladines, piqueros y arqueros sabían que no podían ceder ni un pedacito de suelo, porque si los vulcanos se recuperaban no habría forma de detenerlos. Bajas había por ambos lados, los waiks eran hueso duro de roer pero iban siendo eliminados poco a poco, primero o después de los soldados que los montaban. El jerarca entendió que la batalla estaba a punto de perderla, sin embargo es de destacar algo, en ningún momento pretendió escaparse, tomó una espada, y sobre el lomo del waik en el que se encontraba comenzó a luchar y a eliminar humanos hasta que su waik recibió varios flechazos y cayó muerto. El jerarca continuó luchando desde el suelo, seguía eliminando humanos hasta que una flecha lanzada por el caballero se le clavó en el pecho, con la distancia de varios metros se miraron fijamente a los ojos, el fin había llegado para él, otra flecha lanzada sin compasión alguna por el líder humano se le clavó en el pecho y un paladín que pasaba cerca concluyó el trabajo, le clavó la espada en el mismo lugar para que le viera a la cara mientras la vida se le escapaba.
La batalla en La Pravia Central había tenido un feliz desenlace para los humanos a pesar de las disimiles bajas, habían demostrado que los vulcanos no eran invulnerables, que se podía luchar contra ellos sin temor alguno, y sobre todo, que podían ser vencidos. Para darle una mayor combatividad a sus fuerzas enseguida el rey Adriano ordenó comunicar a las tropas de La Pravia del Este y La Pravia Occidental de la victoria, así lucharían con una actitud de vencedores, y una mayor moral combativa. Los combates en las dos Pravias restantes no se hicieron esperar, la victoria tampoco. En La Pravia Occidental sufrieron un poco más al principio por los daños causados por los arqueros y por el uso de las catapultas, pero en un avance relámpago lograron desactivar las catapultas y enfrentar a los arqueros hasta extinguirlos. Ganó el bien sobre el mal como debe ser, pero los malos no cedieron ni un pedacito voluntariamente, hubo que quitárselos por la fuerza, hubo que arrancarles sus vidas de las entrañas, para que con ellas no intentaran expandirse más.
Vulcania perdió su guerra contra la humanidad en las tierras de La Pravia, todo había sido cuestión de una mala decisión de El profeta, que únicamente sería salvada si las fuerzas destinadas a atacar Bloonding encontraban el éxito. De lo contrario todo había sido un fracaso, malo para ellos, bueno para los humanos y demás especies. Por supuesto, tanto El profeta como La profetiza conocían de los reveses porque tenían visión a través del Oráculo, que era una bola de cristal, pero que no era indispensable, porque su visión la podían lograr en sueños, o en cualquier pedazo de cristal o espejo. Ellos podían ver todo lo que sucedía con los mortales, al menos en las tierras más cercanas, hasta los montes de Sátura, que están donde se esconde el sol, o las tierras del este, donde nace el astro rey. Von Cross se había puesto furioso, Ivonne no se sentía bien porque apreciaba cualquier vida, pero por dentro sentía cierta satisfacción, bien que alertó al profeta de las consecuencias. Por su parte los humanos se habían llenado de júbilo tras la victoria, pero no por ello iban a bajar la guardia, porque no conocían a ciencia exacta si se habían enfrentado a toda la fuerza vulcana disponible o si serían enviados más soldados. Ahora la exploración y la inteligencia debían hacer su trabajo. Una vez que estuvieran seguros que en los próximos años no habría guerras, al menos no contra los vulcanos, podrían regresar a sus ciudades y continuar con la vida de forma normal.
Simultáneamente mientras eran atacadas las tierras de La Pravia, la ciudad de Bloonding recibía huéspedes nada bienvenidos. Las cinco columnas vulcanas llevaban cinco rutas distintas para hacer trizas la pequeña ciudad. Todo resultaría más fácil de lo que se imaginaban, era el sentir de la mayoría de los efectivos, otros opinaban que no era necesario que tantos soldados se dirigieran hasta la ciudad cuando con una o dos columnas podían destruirla. Estas fuerzas que iban contra Bloonding no llevaban catapultas, solo las armas necesarias para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, espadas, flechas y los waiks que serían terribles asesinos de los vampiros. Lo que no imaginaban era que serían esperados con la mayor satisfacción posible por sus habitantes. Se había activado el sistema de defensa de los vampiros.
Leman, el vampiro más temido de todos, el más longevo y el más popular, tomó como le corresponde, las riendas de la situación. Convocó al Consejo, el cual estaba integrado por los seis más antiguos, que por esta condición, eran los más fuertes. Los nombres de los originales como también se les conocía, eran: Azizur, Kermal, Tritán, y las vampiresas Lía y Verakia. Cada consejero tendría para sí una secta, que estaba formada por varios follen, y debería defender una parte de la ciudad asignada y los territorios adyacentes, los enemigos eliminados serían llevados hasta un centro de depuración donde le sacarían toda la sangre y la almacenarían para que los follen integrantes de la secta no tuviesen problemas de alimentación, la sangre que no pudieran almacenar se la entregarían a otros.
En ningún momento entre vampiros y vulcanos existió batalla alguna, la torta se viró al revés, fue una real cacería, pero los vulcanos se mantuvieron valientes todo el tiempo. A pesar que no podían aguantar a los enemigos no trataron de escapar, sus vidas eran lo de menos, su prestigio lo de más, si morían, con ellos se enterraría la derrota. Por muchas flechas que disparaban, los vampiros las esquivaban y solo de vez en cuando alguna hacía impacto en un chupasangre, pero no lo mataba, se la quitaba y arremetía contra el vulcano que la había disparado para aniquilarlo, en otras ocasiones el impactado ni siquiera se la quitaba. Existieron pocos vampiros muertos, recibían varios flechazos o por determinada condición la flecha le atravesaba el corazón o el cerebro en el área más vulnerable, quizás le lograban arrancar la cabeza, porque de otra manera no había forma de matarlos. Enfrentándolos con espadas era poco probable que los vencieran a menos que varios atacaran al mismo tiempo y alguno pudiera llegar hasta los puntos antes mencionados. Sucedió muy poco. Y los waiks eran como niños de tetas ante los vampiros, los hematófagos se les subían al lomo y les clavaban espadas por el cuello atravesándole el corazón. Las cinco columnas fueron eliminadas por las cinco sectas, ningún vulcano quedó vivo para contar la historia. Ahora la ciudad de Bloonding tendría alimentos por los próximos años, no habría necesidad de salir a cazar, la cena había sido servida a la mesa.
Los consejeros vampiros sobrevivieron a tales hazañas, si es que se le puede llamar de esta forma. Algo muy importante vale destacar, los vampiros eran capaces de defender su ciudad muy bien, a veces parecía que solo les resultaba una diversión, pero lo cierto es que no se marcharían jamás huyéndole a algún agresor. Un vampiro no solo es fuerte, sino que tampoco le tiene miedo al peligro, para ellos los sentimientos de miedo, terror, muerte, no existen, no temen perder la eternidad. Defienden su pedazo de tierra con todas las fuerzas que puedan tener, y gracias a sus dotes naturales, estaban destinados a no perecer en la batalla. Y si preguntan que con tal organización porque los habitantes de Bloonding no atacaban a la humanidad y tenían sangre de por vida, sencillamente, cuando vencieron a los vulcanos y la sangre almacenada era tanta que daba para muchos años, las sectas se desactivaron y volvieron a los follen, a nadie le interesaba la guerra. Después con los años, la sangre si iría extinguiendo, cada follen tendría que designar que vampiro debía cazar y buscar los alimentos de la organización. En caso de los vampiros solitarios, les sería fácil alimentarse de cualquiera que anduviese perdido. El problema de mantener las sectas y hacer guerras es que extinguirían los alimentos en poco tiempo, la reproducción de las especies no sería posible y algún día tendrían que comerse entre ellos o convertirse en vegetarianos. Tanta visión tenían los chupasangres que podían ver muchos siglos delante.
Regresando a la humanidad, con el transcurso de los meses, cuando los humanos estuvieron seguros que no serían atacados por los vulcanos, sin saber que los mismos habían sido derrotados por los vampiros, entonces se retiraron a sus ciudades. Los tiempos, la modernización del pensamiento hizo posible que con los años surgieran las murallas para protegerse de los agresores, así cada ciudad las construyó para garantizar una mejor defensa de sus habitantes y nacieron tres urbes humanas amuralladas: Frostest, Dower, y Sauma, también se construyó una gran fortaleza en el reino de los anders tras los mismos cambiar de líder, la ciudadela de Cauto Cero, de la cual se comenzó a decir que era impenetrable hasta para los vampiros. En la ciudad de Boswat y en Frennia se erigieron grandes murallas, porque todos se sentían más seguros de esta forma.
El golpe recibido por los vulcanos les había propinado un gran escarmiento, pero eso no significaba que su corazón le fuera extraído, que su raíz le fuera cortada, solo era cuestión de tiempo que se decidieran a emprender otra época de guerras, de sangre y de muerte, si total, era lo único que sabían hacer. Además, El profeta seguía vivo, y sus aspiraciones de dominar el mundo solo cesarían si algún día se cumplía la profecía y moría, de lo contrario por la eternidad reinarían las tinieblas en la tierra. No podía cambiarse su forma de pensar, pero podía ser radicada su forma de actuar, aun cuando la solución fuese quitarle la vida.
Y esto es lo fundamental que aconteció en los tiempos antes de Jonathan, lo cual de cierta forma se ha logrado salvar en la historia, para así conocer acerca de nuestros antepasados que es tan importante como que existimos, respiramos y tenemos vida. Si no hubiese existido un pasado no tendríamos un presente, y si no hacemos un buen presente, no habrá un futuro para nuestra especie, otros como nosotros en los tiempos de los tiempos no podrán disfrutar de una vida en la tierra, que es tan bella como la naturaleza que la creó, como el azul del limpio y querido mar, como la pureza de nuestro cielo y su capa de ozono, como el blanco terminar de las nubes si efectos, o la exactitud con que los climas y las estaciones nos visitan año tras año, como el sabor de las aguas transparentes e insípidas que nos quitan la sed día a día y que provienen de las grandes lagunas, los caudalosos ríos, o sencillamente, de los pequeños manantiales que protegemos tanto porque son capaces de garantizar la vida en la tierra. Gracias a que aquellos hombres dirigidos por el rey Adriano derrocharon coraje y valentía, Jonathan podrá llegar a los tiempos que nos ocupa la historia, gracias a que nosotros sabremos jugar nuestro papel, habrá muchos Jonathan en el futuro de la humanidad.
Así pasaron cuatrocientos años para que naciera el protagonista de la historia que más adelante se cuenta. Sucedieron disímiles de cosas, producto de las propias hazañas y de los errores de los humanos, pero lo más importante, se llegó hasta el punto donde comienza a contar La era de Jonathan, alguien que hará lo inimaginable solo por amor. Pero esa historia debe ser contada a partir del próximo capítulo. Y no equidista mucho de lo que hasta aquí han podido apreciar.