Читать книгу Wittgenstein - Federico Penelas - Страница 12
ОглавлениеDe cómo arrancar una flor
Wittgenstein decidió al menos tres veces recomendar la lectura de la novela épica de Lev Tolstói, Hadjí Murat (1912): una a su maestro inglés Bertrand Russell y las restantes a dos de sus discípulos, los estadounidenses Rush Rhees y Normal Malcolm. Las cartas donde ha quedado registrada esa recomendación literaria datan de 1912 (carta a Russell) y 1945 (cartas a sus discípulos). (10) El relato épico del maestro ruso acompañó así al filósofo vienés desde su juventud hasta su madurez; encontraba que “había mucho en él” y que su autor era “un hombre de verdad; que tiene derecho a escribir”. (11) La novela se abre con un prólogo que por sí mismo alcanza para entender el entusiasmo del joven vienés al leerlo por primera vez. En él, el narrador describe un paseo por un campo lleno de flores. Las va arrancando formando un ramo hasta que encuentra un cardo tártaro florecido y decide sumar una flor de cardo al ramo. La tarea resulta infructuosa; el cardo se defiende con sus espinas, hiriendo al desmalezador; cuando finalmente el cardo es arrancado, la flor está desecha, y el autor del destrozo se termina maravillando de lo duramente que ha luchado la planta por su vida. El resultado es pesaroso para el narrador: “sentí haber destruido inútilmente una flor que había sido bella mientras estaba en la planta”. (12)
El episodio del cardo tártaro que hiere la mano que lo termina deshaciendo es más que adecuado para pensar en el desarrollo del pensamiento de Wittgenstein desde primer encuentro con Russell en Cambridge en 1911 hasta la publicación del Tractatus Logico-Philosophicus. Todo el lastimoso esfuerzo por desenmascarar al lenguaje de sus apariencias gramaticales, esas espinas de la vaguedad y la ambigüedad, en procura de la forma general de la proposición, esa flor seca y recóndita, culmina en la revelación de que no es posible enunciar lingüísticamente la sintaxis y la semántica develada: el Tractatus no logra decir nada, como la flor de cardo, anhelada y arrancada, es incapaz de erguirse fuera del malezal. (13)
Es dicho recorrido teórico realizado por Wittgenstein, cabalmente expresado en el Tractatus como un relato que va del mundo al silencio, lo que ha llevado desde su publicación a que buena parte de sus lectores vean el texto como conllevando una anomalía. Un texto anómalo que ha sido abordado como un enigma (14) o como un conjunto de paradojas. (15) Un texto que, en consecuencia, ha sido visto como la expresión de una tragedia, dado que “en su aniquilamiento final pone ante nuestros ojos la irredimible tragedia de todo lenguaje: su absoluta convencionalidad y su laberíntica circularidad”. (16)
Si nos atenemos a las consideraciones del gran crítico literario canadiense Northrop Frye y a la apropiación que de sus ideas hizo el filósofo de la historia estadounidense Hayden White, parece muy adecuada la alusión a la tragedia como el modo de tramar presente en la narración tractariana. Como señala White:
La caída del protagonista y la conmoción del mundo en que habita que ocurren al final de la obra trágica no son vistas como totalmente amenazantes para quienes sobreviven a la prueba agónica. Para los espectadores de la contienda ha habido una ganancia de conciencia. Y se considera que esa ganancia consiste en la epifanía de la ley que gobierna la existencia humana, provocada por los esfuerzos del protagonista contra el mundo. (17)
El carácter trágico del Tractatus se hace evidente si leemos la cita de White pensando, por un lado, que en el texto dichos esfuerzos son aquellos concernientes a la clarificación de la estructura representacional del lenguaje, y, por el otro, que la caída no es sino el momento del sinsentido en que desemboca todo aquel atravesado por la hýbris de no cejar en la voluntad de expresar lingüísticamente todo lo que importa. Las diferencias de la tragedia con la comedia tornan más claro el carácter del libro de Wittgenstein, dado que “la comedia y la tragedia toman el conflicto seriamente, aun cuando la primera desemboca en una visión de la reconciliación final de fuerzas opuestas y la segunda en una revelación de la naturaleza de las fuerzas que se oponen al hombre”. (18) En efecto, el camino que nos propone el Tractatus es un camino ascético; el de quien “tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después de haber subido por ella”; (19) el camino en busca de la cifra de lo pensable vía lo decible que tiene como desenlace la revelación de una inefabilidad tan intolerable, tan opuesta a nuestras demandas expresivas prerreflexivas, que demanda una máxima de silencio. Una máxima que no supone la posibilidad de ser violada, sino que, dado que el intento de violarla no conlleva error sino insensatez, se nos impone como un recordatorio de la praxis en pos de la sabiduría. Si se acepta que quienes traman trágicamente “perciben una persistente estructura de relaciones”, (20) resulta claro pensar que, devenido autor trágico, el joven Wittgenstein no pudo sino culminar su tratado con un “Hay que callar” en tanto máxima prudencial tras la revelación de un límite, el de aquello “De lo que no se puede hablar”. Límite comprendido al comprender la estructura del lenguaje, esto es, del pensamiento y, en contrapartida trascendental, del mundo.
Ascenso, anagnórisis, sabiduría; he allí el relato trágico del Tractatus. Un relato que supone la fusión de un conjunto de lecturas que solo pudo aunar un genio atormentado e inmerso en el exilio, el ostracismo o la guerra. Si son tan solo Frege y Russell los dos autores recurrentemente referidos y discutidos en el libro, (21) ello no debe oscurecer la presencia tácita de, entre otros, Georg Lichtenberg, Arthur Schopenhauer, Karl Kraus, Søren Kierkegaard, Fiódor Dostoievski y, por supuesto, Tolstói. Podemos decir que, si los dos primeros son “dichos” en el Tractatus, los demás se “muestran” en las entretelas del texto. Como veremos, buena parte de las enseñanzas que pudo haber extraído Wittgenstein de los autores que nutren implícitamente la obra le sirvieron al joven austríaco para resolver callejones sin salida a los que lo conducía su abordaje de los problemas teóricos derivados de la filosofía de las matemáticas de la época. Así, Wittgenstein ofrece en el Tractatus una visión que pretende integrar coherentemente una miríada de preocupaciones europeas. La Europa que se desangraba en la Gran Guerra lograba ofrecer de este modo, y desde la Austria derrotada, una flor de cardo resistente al arrasamiento del terreno. (22)
10- La novela se publicó póstumamente y la primera edición, no completa, se publicó en 1912; con lo cual Wittgenstein puede ser considerado uno de sus primeros lectores. Para cada una de las cartas mencionadas Véase McGuiness (2008: 35, 378, 379).
11- McGuiness (2008: 383).
12- Tolstói (2009 [1912]): 8). En una carta a Ottoline Morrell escrita también en 1912, Russell cuenta la siguiente anéctoda muy significativa: “Le dije [a Wittgenstein] que no debe limitarse a enunciar lo que piensa que es verdadero, sino que debe dar argumentos a su favor, pero replicó que los argumentos estropean su belleza, y que se sentiría como si estuviera ensuciando una flor al tomarla con las manos embarradas” (citada en McGuinness, 1991: 148-149).
13- Véase Sánchez Durá (2013) para un excelente análisis de la relevancia de Hadji Murat para el pensamiento de Wittgenstein. Curiosamente el trabajo no presta atención al prólogo del relato del escritor ruso del que nos hemos valido para un primer acercamiento al Tractatus. Para otras aproximaciones al influjo de Tolstói en Wittgenstein, véase Sánchez Durá (2012), Valdés Villanueva (2008), y Calabuig Cañestro (2010).
14- “Más allá de su problemática tensión interna, se trata de una obra que seguirá brillando como un enigma cuyo desciframiento siempre podrá ser renovado” (Cabanchik, 2010: 38).
15- Véase Rivera (1994: 15-74), donde se presenta el contenido del libro como la articulación de siete paradojas.
16- Rivera (1994: 17).
17- White (2010: 20).
18- White (2010: 21). La oposición tragedia/comedia quizás sirva de clave para pensar el pasaje del Tractatus a las Investigaciones filosóficas. Si bien habría mucho para decir a la hora de vincular la comedia, en tanto modo de tramar, con lo cómico o el humor, para un primer acercamiento en clave de comedia a las Investigaciones puede verse Del Castillo (2015 y 2018).
19- TLP, 6.54.
20- White (2010: 21).
21- Son muy pocos los filósofos o científicos aludidos en la obra, y cuando son mencionados, con excepción del físico Heinrich Hertz, lo son en referencias no centrales: Alfred Whitehead (que figura simplemente en tanto coautor junto con Russell de Principia Mathematica), William de Ockham, Immanuel Kant, Isaac Newton y Charles Darwin. Wittgenstein da cuenta de esta sobriedad en el prólogo al Tractatus; véase al respecto SELECCIÓN DE TEXTOS, sección “Los prólogos”.
22- Sin duda, los estadounidenses William James y Ralph W. Emerson también merecen ser mencionados entre las lecturas importantes para el Wittgenstein soldado. La frescura del Nuevo Mundo seguramente nutrió de savia especialmente vigorosa el florecimiento del Tractatus.