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INTRODUCCIÓN

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Quiero contaros, amigos lectores, cómo ha surgido este libro. Desde 2013 vengo publicando un par de «Pliegos» –un cuadernillo central sobre un tema– al año en la revista Vida Nueva. Ahora los directores de PPC y Vida Nueva, es decir, Pedro Miguel García Fraile y José Beltrán, me ofrecen esta posibilidad de recopilarlos en un volumen. Para mí, empezar a colaborar con esta revista fue una gran oportunidad, acogida con gran alegría e ilusión, para compartir inquietudes, alguna dosis de creatividad y la responsabilidad de escribir para un público especializado. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que me han dejado plena libertad para tratar los asuntos que han ido pasando por mi interior y que han ido configurando mi vida en estos últimos años. He tenido, por tanto, la satisfacción de poner por escrito el poso que me ha dejado el contacto con las personas, el encuentro con lecturas o aquello que me ha llamado la atención como sacerdote y periodista.

Comencé estas colaboraciones siendo párroco del Buen Pastor, de San Fernando (Cádiz), un barrio de esos que le gustan al papa Francisco, situado en las periferias y rodeado de salinas. Y he continuado, dando un salto geográfico, en Barcelona, dedicado a la pastoral y la enseñanza en el colegio Padre Damián SS.CC., junto con la atención de nuestra iglesia de los Sagrados Corazones. Últimamente combinándolo con la dirección de la ya centenaria revista 21. La ciudad de Gaudí es, sin duda, fuente de inspiración, porque ahí se va desarrollando mi día a día con las inquietudes, alegrías y retos que familias, alumnos, compañeros profesores, hermanos de congregación, así como de laicos y sacerdotes de la diócesis, me van ofreciendo en este camino compartido. Cuando escribo estas líneas estoy recién inmerso en una nueva aventura, viviendo en Roma al servicio de mis hermanos de la congregación de los Sagrados Corazones.

Normalmente, me gusta darles vueltas a los títulos de mis libros. En esta ocasión, mi «jefe» y coordinador de «Pliegos», José Luis Celada, que firma el epílogo, me lo ha servido en bandeja. Cosa que es de agradecer. En principio tenía la idea de que fuese El tren azul. Por las vías de lo cotidiano, tomando como referencia un texto que a mí me ha marcado personalmente. Pero José Luis lo veía claramente: El corazón de la pastoral. De nuevo dialogaba con él: «¿No será mejor Una pastoral con corazón?». Porque tampoco quería que pareciera un tratado con palabras últimas sobre lo que es o ha de ser la pastoral. Estas ideas hechas escritura han surgido con el objetivo de compartir y de servir, sin más pretensiones.

Me insistía José Luis: «Yo sigo viendo más El corazón de la pastoral, porque tú tomas el pulso, los latidos a la realidad... y luego los vuelcas en tus escritos. Una pastoral con corazón suena más a tener entrañas de misericordia en el trabajo pastoral. Y creo que ofreces reflexiones que nacen de la realidad (lo que ves, lees, escuchas, anécdotas, historias...), que es –o debería ser– “el corazón de la pastoral”, el órgano que impulsa las acciones pastorales. Seguramente, muy en la línea del ver-juzgar-actuar».

Curiosamente, estaba en el arzobispado esperando al obispo auxiliar, Antoni Vadell, el bisbe Toni, para tratar algunos asuntos y pedirle que me escribiera el prólogo cuando mi «jefe» y yo seguíamos la conversación. «Hay dos palabras que tienen que aparecer: “pastoral” y “corazón”». Así que, convencido quedé sobre el título. Si te recuerdan que una palabra que aparece continuamente es «corazón», fruto de mi ser religioso de los Sagrados Corazones, y que lo que me mueve es la pastoral o la manera de intentar transmitir la alegría del Evangelio, no se hable más.

Como veréis, cada capítulo recoge un «Pliego». Hemos revisado el texto y actualizado algún dato, siendo fieles a lo que se publicó en su momento en la revista. Un hilo conductor en todos ellos es la preocupación por encontrar a Dios en lo cotidiano y cómo las pequeñas cosas del día a día nos ponen directamente en contacto con él. Descubriréis la posibilidad de vivir los sacramentos como encuentros con el Señor y con los hermanos, cómo acompañar y preparar esas estaciones del tren de la vida que vamos serpenteando unas veces con lentitud, otras con la velocidad del AVE. Cuando ha habido alguna imagen o símbolo sugerente e inspirador, me ha servido como eje conector; por ejemplo, la mochila del obispo, el caleidoscopio, los signos que oxigenan...

Como bien me recordaba José Luis Celada, los «Pliegos» han surgido del Corazón de Jesús y de María como fruto de la espiritualidad de la familia religiosa a la que pertenezco. Ese Corazón que ama «interesadamente» o, mejor, por nuestro interés. También hay dos capítulos –el 7 y el 8– que pueden acompañar dos tiempos litúrgicos: el Adviento y la Cuaresma. Las obras de misericordia espirituales nacieron con ocasión del Año Santo de la misericordia. Y el «Pliego» sobre la santidad, que fue el primero que escribí, porque me cautivó esa preocupación del papa Francisco desde el inicio de su pontificado por reconocer la santidad del que tenemos en la puerta de al lado, como nos señala en la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate.

Consecuencia de la reflexión y la docencia de la asignatura de «Iglesia y medios de comunicación», que impartí varios años en el Centro de Estudios Teológicos de Sevilla, vio la luz el «Pliego» «Junto al avestruz de dos cabezas», donde analizo las claves de la información religiosa actual.

El año del centenario de Gloria Fuertes me permitió aproximarme nuevamente a la poeta de mi infancia, redescubierta en su poesía para adultos. Fui cincelando poco a poco ese escrito. Gloria se lo merece. Y quedé enriquecido por la magia de sus palabras, que me transportaron hasta Gaudí.

Solo cabe dar las gracias sinceras a mis editores, por su continuo cuidado y amistad, así como al pastor que me regala el prólogo. Y, especialmente, a vosotros, queridos lectores, por los que estas páginas adquieren sentido. ¡Gracias!

El corazón de la pastoral

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