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LA MOCHILA DEL OBISPO.
PISTAS PARA PREPARAR –BIEN– LOS SACRAMENTOS

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Parece cosa sabida, sin embargo conviene subrayar que, para celebrar los sacramentos con sentido, se requiere prepararlos adecuadamente, con ganas, implicando a los que van a participar en ellos, sabiendo y sintiendo que conducen al encuentro con Cristo. No pretendemos dar lecciones, únicamente compartir algunos testimonios y reflexiones al hilo de la experiencia acumulada en dos décadas de ministerio sacerdotal. Continúo en la línea del «Pliego» del n. 3056 de Vida Nueva, que llevaba por título «El tren azul. Consideraciones pastorales en torno a la muerte». Ahora la motivación viene por lo vivido en torno a la celebración del sacramento de la confirmación. Este texto viene originado, como veremos, por el bisbe Toni Vadell, obispo auxiliar de Barcelona y presidente del Secretariado Interdiocesano de Catequesis de Cataluña y las Islas Baleares.

No nos vamos a quedar únicamente en el sacramento de la confirmación y apuntaremos algunas perspectivas, ilustradas con ejemplos, para el resto de sacramentos, excepto el del orden sacerdotal, que, al ir dirigido a los ministros ordenados y ser menos frecuente, lo dejamos para que se anime algún teólogo u obispo.


La carta del bisbe


El bisbe Toni ha venido un par de veces en los últimos meses por el col·legi Padre Damián SS.CC., de Barcelona. Primero ha tenido un encuentro con los alumnos de 2º de Bachillerato, que le han formulado preguntas de todo tipo. Él ha ido respondiendo con naturalidad y cercanía a los jóvenes, a los que ha animado a que no busquen como primer valor el éxito, porque «si se cuidan, la realidad puede superar sus mejores sueños: ese es el verdadero éxito».

El bisbe deja en la secretaría del colegio la mochila negra que trae. Es una mochila de ordenador, pero que le va muy bien para llevar la mitra, el solideo y el báculo portátil. Así viaja discretamente en metro y autobús por Barcelona. Después de visitar a nuestros alumnos tiene una confirmación en una parroquia cercana. Pero en la mochila no hay solo objetos litúrgicos episcopales, va cargada de ideas, ilusiones y creatividad pastoral de un joven y entusiasta pastor.

En su segunda visita ha conocido y dialogado con los que se van a confirmar, haciendo hincapié en que en la confirmación recibirán el regalo más grande: el Espíritu Santo, «la presencia viva del Señor habitará en tu corazón y te acompañará el resto de tu vida. No es que ya no goces del Espíritu. Evidentemente, desde el bautismo, pero a través del sacramento de la confirmación lo queremos celebrar nuevamente, acentuando especialmente que el Señor te da el Espíritu para enviarte en misión: vivir el Evangelio en medio del mundo, entre tus amigos, familiares, sobre todo entre los más alejados, los que están en la periferia, como dice el papa Francisco».

Les ha explicado también la significación del crisma; para ello ha diferenciado entre el maquillaje y la crema. Los jóvenes han indicado que el maquillaje oculta la realidad, la disfraza de algún modo, mientras que la crema hidrata, protege, penetra, fortalece el rostro o el lugar donde se aplica. Recibir el santo crisma es contar con la fortaleza de la acción del Espíritu de Jesús en nuestra vida. Maquillaje y crema se les ha quedado bien grabado en la mente a este grupo. Son imágenes que ayudan y que se retienen.

Después de este encuentro, el obispo ha enviado a cada uno de los jóvenes una carta por correo electrónico que han de responderle. Es una tarea para prepararse a recibir el sacramento y así poderlos conocer mejor. Los confirmandos han de responderle a estas tres preguntas a su dirección de correo electrónico:

– Preséntate. ¿Quién eres? Indícame algunas características que creas interesantes de ti.

– ¿Cuál ha sido tu historia cristiana hasta hoy? Haz una breve síntesis y cuéntame tu vida cristiana, recordando sobre todo las experiencias que has tenido y a las personas a las que estás especialmente agradecido porque te han transmitido la fe.

– ¿Por qué necesitas a Dios dentro de tu vida? ¿Cómo vives este momento de recibir el sacramento de la confirmación? ¿Qué significa este sacramento para tu fe en Jesús?

Después de ir recibiendo las cartas, Mons. Vadell ha ido respondiendo personal y brevemente a cada uno de los jóvenes. A Guille le escribe: «Me encanta lo que cuentas de tu historia de fe y cómo has continuado fiel a la opción que hicieron tus padres pidiendo el bautismo para ti en el año 2000. Y agradeces a la vez al padre Edu... qué grande es el Señor, que nos pone a personas que nos ayudan a vivir la fe». Anna quiere ser maestra. El bisbe se alegra de su elección: «Gracias por comentarme cosas de tu vida, que quieras ser educadora. Eso me parece interesantísimo, porque estoy convencido de que la educación es apasionante. Te felicito por tu vocación». Y hay un mensaje que suele remarcar: «La confirmación es un gran sí tuyo y, a la vez, del Señor, que te confirma, que te dice que te quiere mucho».

En la homilía de la celebración de la confirmación se ha referido a algunos de los aspectos que los confirmandos le habían comunicado en esta original correspondencia epistolar. Además ha subrayado cómo el Señor los quiere a cada uno y que no se sientan solos, porque él les ama. Los ha animado a ser testigos y les ha puesto una tarea misionera, que es contar el secreto de su vida, cuánto les ama Dios, a siete personas de su entorno. Ha ungido a cada uno de los jóvenes impregnándolos bien en la frente con el crisma; se convierten en «otros Cristos», y luego les ha dado un sentido abrazo de paz, mientras les dice: «Dios te ama».

Después de la misa, Anna ha ido a abrazar al bisbe, porque se sentía emocionada con todo lo vivido. Toni ha compartido un rato con las familias y con los jóvenes. Después ha cogido su mochila, se ha despedido y ha tomado el metro para regresar a casa. Iba feliz. Ese día cumplía el vigésimo aniversario de su ordenación sacerdotal.


El «encalijo» y otras prácticas


Para prepararnos bien al sacramento del perdón no hay como releer e interiorizar las parábolas de la misericordia del capítulo 15 de san Lucas. No obstante, después de seguir los diferentes pasos que marca el ritual del sacramento del perdón podemos echar mano de la simbología para celebrar el sacramento, sobre todo con jóvenes o en una comunidad participativa donde queramos compartir algo del misterio de Dios, que se hace presente en su perdón.

Durante varios años trabajé pastoralmente en el colegio de Ntra. Sra. del Carmen, que tienen las religiosas carmelitas vedrunas en San Fernando, Cádiz. Allí, en el equipo de pastoral, había un grupo creativo de profesores, entre ellos Jesús Chozas, que siempre busca cómo conectar con los alumnos del colegio. Sus dinámicas luego podía trasladarlas a las celebraciones que tenía en la parroquia del Buen Pastor.

Veamos algunas pistas para posibles celebraciones.

– El «encalijo». Esta es muy andaluza. En el centro de la capilla se colocaron varios objetos relativos a algo muy asociado al blanco de Andalucía: la cal, pintura, brochas... Los niños se sorprendían al ver los preparativos para una pintura o limpieza general. Se decía en la monición: «Seguro que vuestras abuelas os habrán contado que, en sus tiempos, todos los años, en una determinada fecha, encalaban sus casas, hacían la limpieza general. Pero antes de seguir hablando os voy a pedir que me digáis qué simbolizarán todos estos objetos. ¿Por qué celebramos la fiesta del “encalijo”?». Y ahí comenzaba un diálogo que iba de la limpieza de la casa a la limpieza del corazón y de la propia vida.

– Las ataduras. Esta vez, delante del altar hay una cuerda que tiene varios nudos. Atar significa unir, enlazar. Nos atamos a nuestras amistades, atamos nuestro futuro, nos atamos a nuestra pareja... Atarse es bueno, gratificante, el hombre no nació para vivir solo. Pero también nos atamos al ordenador, solo a nuestra pareja y olvidamos a los amigos, nos atamos a la moda, al móvil... «Como símbolo de nuestra intención de ser mejores vamos a cortar cada uno de nosotros un nudo y vamos a pedir perdón por...».

– Los clavos. Contamos la siguiente historia, que circula en varias versiones por Internet:


Un adolescente tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que, cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavó treinta y siete clavos detrás de la puerta.

Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra dominar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su progenitor que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo:

–Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos agujeros en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que pierdes la paciencia dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero según cómo se lo digas podrá devastarlo, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

Por favor, perdóname si alguna vez dejé una cicatriz en tu puerta.


Después de la lectura se invitaba a los participantes a pedir perdón y a clavar un clavo en una tabla de madera. El sacerdote invitaba a ello: «Veis ya de qué son símbolos los clavos, ¿verdad? Es bueno que tengamos en cuenta esta historia, porque, aunque es verdad que el Señor perdona siempre, la huella del daño que hacemos a las personas es difícil de eliminar. Mirad, ahora vamos a pensar en esas veces que hemos ofendido a los demás y vamos a confesarlo públicamente. A medida que lo vayáis reconociendo, vais a clavar un clavo en esta tabla, diciendo: “Yo he ofendido...”».

Después de la confesión sacramental, cada uno iba retirando el clavo que había colocado en la tabla.

– El reloj. Se coloca un gran reloj en un sitio visible. La celebración gira en torno a cómo aprovechar, agradecer y dar fruto con el tiempo que se nos regala. Se ambienta con la canción Tiempo, del grupo «Ciento ochenta grados», que recoge el capítulo 3 del libro del Eclesiastés. Se hacían algunas peticiones de perdón de este estilo:

• Porque no aprovechamos bien el tiempo, regalo que tú nos das, ¡Señor, perdónanos!

• Porque a veces somos egoístas, no compartimos nuestro tiempo y solo lo empleamos en nosotros mismos, ¡Cristo, perdónanos!

• Porque escurrimos el bulto, echamos la culpa a los demás y buscamos muchas excusas para no hacer nuestro trabajo o cumplir con nuestras obligaciones, ¡Señor, perdónanos!


Una fiesta de cumpleaños


El franciscano Javier Garrido señala que, «según se prepara una fiesta, así es valorada la celebración de la eucaristía. Para nosotros, cristianos, no hay mayor fiesta que esta, banquete del amor de la alianza eterna con nuestro Dios». Así que desde que salimos de casa comenzamos una peregrinación hacia la iglesia, donde el corazón se va ambientando en aquello que vamos a celebrar.

En el colegio María de la O, en el barrio de chabolas de Los Asperones (Málaga), los catequistas han tenido que inventarse una manera atractiva de transmitir a niños y padres en qué consiste la eucaristía. Claro, teniendo un catequista tan imaginativo como el dibujante Patxi Velasco, «Fano», se les ha ocurrido plantear la celebración con una fiesta de cumpleaños. En primer lugar, el saludo. Cuando nos invitan a una fiesta de «cumple», saludamos a la gente al entrar. En la misa también. Y lo hacemos: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Cuando vamos a una fiesta, elegimos un traje limpio en vez de sucio, al igual que en la eucaristía pedimos perdón al Señor para que limpie lo que nos aleja de su amor. Es decir, revisamos nuestra vida y vemos aquello que no va del todo bien, lo que nos aleja de Jesús y de nuestros hermanos. Una de las cosas por las que podemos arrepentirnos es por nuestro orgullo. Cuando solo nosotros queremos ser los protagonistas, nos creemos el centro de todo, los importantes y no tenemos en cuenta a los demás.

Estamos atentos a la oración colecta, que es la primera que se hace en la eucaristía. Imaginemos que podemos juntar, recolectar, buscar y hacer un ramo con todas nuestras necesidades y también las de los demás. Ese «ramo de flores» con lo que hay en nuestro corazón y en el de nuestros hermanos es lo que recoge el sacerdote en nombre de todos los que celebramos la eucaristía y se lo presenta a Dios Padre. Es tan importante que estamos de pie, en silencio, para que nuestra oración se junte con la de los demás desde el corazón y la elevemos así al Padre.

En una fiesta, uno habla con sus amigos y también los escucha. Eso sucede cuando se proclama la Palabra de Dios: oímos lo que Dios nos quiere decir. Sobre dos mesas gira la celebración de la eucaristía: la mesa de la Palabra y la mesa propiamente eucarística. La mesa de la Palabra nos convoca a la escucha atenta de la primera lectura, que los domingos está tomada normalmente de algún libro del Antiguo Testamento, donde se nos cuenta la relación de Dios con su pueblo escogido. Luego el salmo responsorial y alguna carta del Nuevo Testamento normalmente. A través de la escucha de la Palabra nos sorprendemos por lo que Dios desea comunicarnos. La mesa de la Palabra tiene un «plato fuerte»: el evangelio, el más destacado de esta mesa. Cuando escuchamos en comunidad la Palabra, adquiere un valor especial, ya que la fuerza del Espíritu la hace penetrar en nuestros corazones para que la hagamos vida.

En las fiestas de cumpleaños hay un momento en que se dan los regalos. En la eucaristía damos lo que tenemos: el pan y el vino que Jesús transformará en su Cuerpo y su Sangre. En la consagración, con las palabras y gestos que hace el sacerdote, vivimos un momento muy importante de la eucaristía, con silencio, en oración y unión de corazones. Se renueva la entrega del mismo Cristo en la última cena, cuando con el pan y el vino ofreció su Cuerpo y Sangre y se lo dio a los apóstoles. Y les encargó conmemorar ese momento tan especial. Estas palabras, con la acción del Espíritu Santo, son el punto más destacado de la misa. No son la narración de un hecho del pasado sin más. Jesucristo mismo, con sus gestos y palabras, hace realmente presente su paso de la muerte a la resurrección.

Y uno de los momentos más esperados en el cumpleaños es la tarta. En la eucaristía, este momento es cuando comemos el pan del Señor. El pan del Señor no es pan de panadería. Es un pan que nos da la Vida. «Yo soy el pan de vida» (Jn 6,35). En el momento de la comunión nos acercamos a participar del banquete de la mesa del Señor. Él mismo se nos entrega como comida que sacia, que nos quita el hambre, que nos hace alimentarnos de su propio Cuerpo, del alimento de su vida. Jesús se nos da para estar más íntimamente con nosotros y convertirse en nuestro impulso y fortaleza. Son momentos especiales de intimidad y de gratitud. Nos sentimos satisfechos de recibir al que lo entrega todo por nosotros, por amor.

Antes de irnos le damos un beso a la mamá de nuestro amigo. Pues en la misa, antes de terminar, rezamos a la Virgen María, la madre de Jesús y nuestra madre. Somos enviados a llevar a los que nos rodean esta eucaristía que hemos celebrado en comunidad.


Momento «Rey león»


En el sacramento del bautismo les pido a los padres, días antes de la celebración, que preparen una oración de presentación de su hijo o hija a la comunidad cristiana para el inicio del rito. Algunos hacen unas oraciones preciosas, sentidas y llenas de contenido. Recuerdo la de los padres de Sara, cuya mamá tuvo problemas durante el embarazo. Todo cambió cuando la pequeña estuvo entre sus brazos:


Señor, aquí tienes a nuestra hija Sara.

Después de una larga espera,

sentimos que es lo mejor que tenemos

y que es el regalo más bonito que hemos recibido de ti.

Nos la has dado para que la amemos con el mismo amor

con que nos sentimos amados por ti.

Vivir será para nosotros amar a esta hija,

manera concreta de hacer vida el mandamiento nuevo.

Haz que ella responda también a tu amor

y a nuestro amor, amando al estilo de tu corazón.

Tú, Señor, lo eres todo para nosotros,

cuida de nuestra familia

y de nuestra pequeña siempre. Amén.


Hace unos años, unos amigos, Rocío y Salvi, me pidieron que bautizase a su segunda hija, Celia. Me comentaron que les encantaría que, después del bautismo y la unción con el santo crisma, hiciera una presentación a la asamblea, como al inicio de la película El rey león. Los vi con tantas ganas que me fui luego a ver la escena. Hago un pequeño resumen y subrayo algunas relaciones con la Biblia.

Desde todos los lugares vienen animales de diferentes especies a reconocer como rey a Simba. Nos recuerda este pasaje: «¡Señor, mi fuerza y mi fortaleza, mi refugio cuando llega el peligro! Acudirán a ti los gentiles de los confines de la tierra, y dirán: “Nuestros padres nos legaron la mentira, la vaciedad, pues son cosa inútil”» (Jr 16,19).

Una vez concentrados los animales en el mismo lugar, donde nace el pequeño rey león, se procede al ritual para consagrarlo rey, que es el mismo que aparece en el Antiguo Testamento: «Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del señor vino sobre David desde aquel día en adelante» (1 Sam 16,13).

Tras ser consagrado rey, el mono, que hace de sumo sacerdote, lo presenta ante todos los animales allí congregados. Hallamos aquí dos referencias bíblicas. Primera, al bautismo de Jesús: «Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”» (Mt 3,16-17). El momento en que se abre el cielo es aquel en el que Dios Padre reconoce a Jesús como Hijo. Paralelamente, el cielo se abre también cuando Simba es elevado a lo alto. A continuación, se arrodillan todos los animales ante él: «Póstrense ante él todos los reyes y sírvanle todos los pueblos» (Sal 72,11).

En fin, que Celia tuvo su «momento Rey león», donde la comunidad de la parroquia de San Pablo, de Jerez, acogió con gran cariño a la pequeña, que hoy adolescente sigue saboreando las aguas bautismales con las que un día nació a la vida de la fe.


Ponerse en los zapatos del otro


En la Exhortación pastoral Amoris laetitia, el papa Francisco propone que se ofrezca a los novios la posibilidad de preparar el matrimonio a través de los elementos necesarios para recibir el sacramento, que lleve a iniciar la vida familiar con solidez, recalcando los valores del matrimonio, la comunidad de fe, la importancia del amor en la construcción de una familia. De ahí que nos fijemos en tres tiempos:

– Preparación remota. Se parte de la experiencia de cómo ha calado en cada uno los valores del matrimonio vividos en la propia familia, sobre todo cómo han vivido la experiencia del amor. Señala el papa: «Probablemente, quienes llegan mejor preparados al casamiento son quienes han aprendido de sus propios padres lo que es un matrimonio cristiano, donde ambos se han elegido sin condiciones y siguen renovando esa decisión».

Se ha de tener presente también la situación de aquellos novios que han experimentado las separaciones de sus progenitores o provienen de familias monoparentales. Ello requiere una sensibilidad especial por parte de los agentes de pastoral que acompañan estos procesos.

Es necesario que los que se preparan al matrimonio recuerden el bagaje de lo recibido en la escuela, en la catequesis con motivo de los sacramentos, para ver cómo les ha influido en sus vidas.

– Preparación próxima. Se realiza a través del diálogo con personas, individualmente o en grupo, que brinda la posibilidad de reflexionar sobre los temas fundamentales de la vida conyugal. Temas que los novios no suelen reflexionar por sí mismos. En este sentido, cada vez se están cuidando más los cursos de preparación al matrimonio, llamados antes «cursillo», que adquieren un porte más sólido.

En Málaga, por ejemplo, el equipo de pastoral familiar de la parroquia de Nuestra Señora de la Amargura ha comenzado una iniciativa semestral. Se han reunido en doce sesiones de trabajo los domingos por la tarde en la parroquia para profundizar en temas como el «Diálogo en el matrimonio», «La afectividad, las emociones y los sentimientos», «La Iglesia y los sacramentos», «Jesucristo», «Ser padres», «La familia cristiana en medio del mundo», «Nuestro proyecto de matrimonio y familia» y «Preparamos la boda», entre otros. Las sesiones han estado dirigidas por varios matrimonios, el párroco, Salvador Gil, y un diácono. Nuria Caro, miembro de este equipo, subraya que la idea no es solo la preparación, sino que después continúen en los grupos de matrimonios de la parroquia. «Casi todos son alejados. Se dan cuenta de que los cristianos somos gente normal y que la Iglesia no es un tostón», remarca Nuria. De esta edición han destacado en la evaluación el valor del diálogo y de perdonarse. Juan Carlos Ramos y Virginia Villodre, coordinadores del curso, se han traído a sus tres hijos, que están entre los 17 y los 21 años, para explicar su vida de fe en familia, cosa que ha llamado mucho la atención a los asistentes. Toñi Echevarría y Cristóbal Ruiz, para abordar el asunto del amor y la comunicación en pareja, han propuesto la dinámica de intercambiar los zapatos en la pareja. De ahí han extraído conclusiones prácticas: la principal, lo difícil que es ponerte en el lugar del otro a lo largo de la vida.

Me gustaría destacar un material editado de manera sencilla por la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar del arzobispado de Barcelona, que lleva por título «Orientaciones para el diálogo de preparación al matrimonio. Según el espíritu de Amoris laetitia». Puede ser de gran utilidad para los cursos de preparación al matrimonio, con un buen resumen de contenidos y unos cuestionarios interpeladores que provocan el diálogo.

A través de YouTube podemos acceder a un material muy recomendable: «Cursillo de preparación al matrimonio de Pixar», con escenas de la película Up. En poco más de cuatro minutos se repasan diferentes asuntos: el mañana (quererte más), la austeridad, reservar tiempo para hablar en un escenario diferente, cómo afrontar los malos rollos, pequeños proyectos, afrontar las crisis, luchar contra la rutina, solo hay aventura cuando se apuesta todo por la otra persona, con Dios es más fácil vivir las alegrías y los dolores.

– Preparación inmediata. Es la relativa a la celebración litúrgica, a la comprensión y vivencia de su contenido sacramental, de las diferentes palabras y gestos que acompañarán al consentimiento. El acompañamiento que haga el sacerdote puede ser significativo. No solo porque les dará tranquilidad para el día del enlace, sino porque así los contrayentes pueden preparar su boda con detenimiento, no solo externamente, sino en su interior.

Personalmente, me gusta hacerles a los novios algunas preguntas cuando llegan los momentos de los preparativos: ¿quién es el novio para la novia y la novia para el novio? Es decir, sus características, lo que más valoran, lo que aprenden y las propias limitaciones. En la preparación se suelen emocionar con esta dimensión. Pero he de decir que ha habido algunos novios que no sabían decir nada del otro, que no se les ocurría, que estaban nerviosos... Hay preguntas que son significativas. Advierte Francisco: «Lamentablemente, muchos llegan a las nupcias sin conocerse. Solo se han distraído juntos, han hecho experiencias juntos, pero no han afrontado el desafío de mostrarse a sí mismos y de aprender quién es en realidad el otro».

Elegir las lecturas, los cantos y los otros elementos de la celebración ayuda a crear un ambiente de contemplación y de conexión con el misterio de la Trinidad, que es el culmen del amor. Escuchar los criterios para la elección de las lecturas puede ser muy útil de cara a la homilía, así como la pregunta en torno a qué papel va a jugar Dios en el matrimonio.

Seguramente, a pesar de las críticas que ha tenido, una de las homilías de boda que más se nos ha quedado grabada ha sido la del arzobispo Michael Curry en la boda del príncipe Harry y Megan Markle. Podríamos titularla: «Imaginad un mundo en el que el amor fuera el camino». La forma de decirlo, con su tableta en el histórico templo y su pasión, despertaron el interés mundial. Probablemente dijo cosas básicas, pero muy bien dichas y sentidas en un altavoz mediático único: «Imaginad nuestros hogares y familias donde el amor fuera el camino. Imaginad nuestros vecindarios y comunidades donde el amor fuera el camino. Imaginad nuestros gobiernos y naciones donde el amor fuera el camino. Imaginad los negocios y el comercio donde este amor fuera el camino. Imaginad este viejo mundo cansado donde el amor fuera el camino».


Unción o «tabernáculo sagrado»


Los equipos de pastoral de la salud de las parroquias saben bien de la necesidad de acompañar a los enfermos, de visitarlos, de compartir diálogos, de «llevarles la comunión», de leer juntos la Palabra y hacer presente a la comunidad eclesial en medio de la etapa de enfermedad que vive la persona destinataria de esta atención, que entronca con la cercanía de Jesús por los enfermos. Además, esta pastoral es «magisterio mariano», porque, como afirma Jesús Martínez Carracedo, «María, la Madre, encarna la moral de la responsabilidad en el cuidado, es decir, la que se caracteriza por una gran proximidad a la realidad cotidiana, unas relaciones más afectivas, un lenguaje concreto (“No tienen vino”), una cercanía intuitiva y práctica».

La unción de enfermos, celebrada en torno a la Virgen de Lourdes o en la Pascua del Enfermo, en medio de la comunidad cristiana, es un momento significativo de la vida parroquial en el que nos abrimos al misterio de la esperanza. Acompañar es clave. Ungidos por Jesús, que nos acompaña en el dolor y en la enfermedad. La comunidad queda también ungida y urgida en ese acompañamiento. Así lo experimenté hace años en la parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria, de Sevilla, donde su equipo de pastoral de la salud mimaba la visita a los enfermos, y el día de la unción comunitaria entregaban un clavel a cada una de las personas que recibían el sacramento y luego ofrecían una merienda preparada con esmero.

Con ocasión de la Pascua del Enfermo de 2018, la diócesis de Málaga publicó en su canal de YouTube una entrevista al sacerdote José López Solórzano, párroco de Ntra. Sra. de la Encarnación, de Marbella, y padrino del joven Pablo Ráez, donde cuenta con sencillez su historia, su relación con Pablo y lo que él le enseñó. Es un testimonio precioso para acompañar. Lleva por título: «El legado íntimo de Pablo Ráez». En un determinado momento, el joven que comienza a ser mediáticamente conocido por su lucha contra la leucemia y el trasplante de médula, da gracias a la vida. El sacerdote le dice: «¿Por qué no das gracias a Dios? Yo sé que tú eres creyente». De hecho, Pablo ha comulgado y recibido la unción de enfermos administrada por el propio sacerdote. Responde el enfermo: «Pepe, yo no quiero que nadie se sienta excluido, ni siquiera por Dios. A mí Dios no me ha dado la médula, me la tiene que dar la gente. Dios es mi fuerza».

El joven destaca en un documental que se hizo viral la cercanía de su párroco: «Pepe es mi padrino, pero es mucho más que mi padrino. Es mi amigo. Realmente, Pepe es un gran amigo para mí. Ha estado muy presente en mi enfermedad. Ha sido de las personas que más cercanas han estado. Siempre, siempre, siempre que ha podido ha estado para venir a verme. Siempre que he necesitado algo ha estado para dármelo».

En los momentos más duros también estaba el sacerdote. Así lo recordaba Pablo: «Lo más importante de todo fue el día en que yo me estaba trasplantando. Tenía muchísimo miedo. Él apareció por allí y, cuando le vi, me inflé a llorar, estuve un rato llorando y supe que me iba a recuperar e iba a ir bien». Es tan importante aparecer, estar, compartir... Solo así se puede acompañar la pasión de los que sufren. El párroco de la Encarnación revela que, «cuando Pablo está más malito, su casa se convierte en un tabernáculo sagrado con su padre, su madre, su hermana y un servidor. Pablo se va muy en paz. No se va derrotado. Ha derrotado a la enfermedad, porque la enfermedad no ha podido con él ni le ha quitado la esperanza ni las ganas de hacer el bien». Y como colofón: «La leucemia no pudo con Pablo. Pablo venció a su enfermedad muriendo».

Podríamos decir que hay un denominador común a la hora de preparar bien los sacramentos, que es que el sacerdote conozca y tenga trato con aquellos que van a recibirlos. En ocasiones puede suceder que alguien esté en un proceso para recibir algún sacramento y las circunstancias de la vida le lleven a encontrarse con Jesús en otro de los siete signos. Esto ha sucedido hace unos meses en Francia. Un terrorista tenía como rehenes, en un supermercado, a cuatro hombres y una mujer. El gendarme Arnaud Beltrame se ofreció para ocupar el puesto de la mujer y, en el intento de reducir al terrorista, recibió varios disparos, que le causaron la muerte unas horas más tarde. Arnaud iba a contraer matrimonio canónico con Marielle. El padre Jean-Baptiste, de los Canónigos Regulares de la Madre de Dios, en la abadía de Santa María de Lagrasse, conocía muy bien a ambos. Prueba de ello son algunas de sus palabras en la homilía del funeral: «En el hospital estábamos reunidos los tres como para el matrimonio que debía celebrarse próximamente, y lo que celebramos en su lugar fue la unción de enfermos. Dentro de dos meses debería haber presidido la alegría del matrimonio de Arnaud y Marielle, y aquí estoy, celebrando su funeral».


Sentados en la hierba


Me gustaría terminar estas pinceladas en torno a preparar los sacramentos con otra reflexión del bisbe Toni que me parece ciertamente inspiradora en torno a la multiplicación de los panes y los peces. Celebramos los sacramentos en comunidad, nos sentimos hermanos, somos Iglesia en salida que comparte la vida y la intemperie con los otros.

Escribe Toni:


Jesús bendijo el pan y lo partió, solemne eucaristía del prado; y animó a los apóstoles a que indicaran a la gente que se sentara en el suelo. «Había mucha hierba en aquel sitio»: siempre me ha sorprendido esta descripción del evangelista. ¿Por qué este detalle de la hierba? Quizá simplemente para indicarnos que podían sentarse cómodamente en el suelo. Y resulta que aquí está otra clave significativa de este milagro, que para mí le da el título, ya que se trata de un detalle importante.


Y prosigue el joven bisbe sobre el sentido de este sentarse en la hierba:


Cuando uno se sienta en el suelo y deja la silla, descubre que el vecino, sentado también en el suelo, es igual que yo, y juntos, cara a cara, sentados cómodamente en la hierba, podemos compartir de corazón a corazón. Sentarse en el suelo significa abandonar la silla, la cátedra, el trono, que me hace diferente, por el título, la clase social, la casta, etc. Porque sentado en el suelo poco importa lo que tienes, solo cuenta quién eres. La silla y el trono no permiten intimar, porque siempre me sitúan en una altura, rango o categoría diferente. La intimidad es posible sentado sobre la hierba.


Ojalá, al celebrar los sacramentos, creemos un ambiente de familia, de estar sentados en la hierba, junto a Jesús, que en medio de nosotros apuesta por el milagro de la fraternidad. Solo así la existencia se transforma con una extraña felicidad que lo impregna todo, dándonos el impulso de la esperanza y emplazándonos a vivir la alegría del Evangelio.

El corazón de la pastoral

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