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Prólogo

EL LIENZO

¿Cuál el lienzo para el retrato de Santander? En el ambiente psíquico del autor se recortará la imagen del que vamos a resucitar. Definamos nuestro ambiente.

Todo lo que sucede estuvo latente en la realidad anterior y está grávido del futuro. El drama histórico es desarrollo, en zigzag, hacia el equilibrio divino, conjeturan unos, y en eterno retorno, suponen otros. Los hombres intervienen en la historia como expresiones de la latencia, de lo que subyace y que brega por manifestarse. De ahí que el universo sea voluntad y representación. Hombres históricos son aquellos en quienes encarna la potencia en forma de instintos y reacciones actuantes; en ellos o por ellos se representan los pueblos y la humanidad toda. De ahí el criterio para medir el grado de historicidad de un personaje, que consiste en la cantidad de latencia que representa.

Como vemos, de aquí está ausente la vulgar idea de causa: lo que comunica su ser a otro; creación de la nada. Y está ausente la noción de libertad. No caben aquí insultos ni alabanzas. Nadie es culpable ni tiene gracia: el Ser, el único, la sustancia, se representa en desarrollo lógico, que se llama vida, y, en cuanto se refiere al hombre, historia. No cabe en este lienzo sino: ¿quién era Santander, qué hizo y por qué? ¿Qué significa?

¿Quién tuvo la culpa de la Guerra Europea? Buen título para libro de políticos, que escriben tácticamente, es decir, para incitar determinado entusiasmo o pasión. Nuestra pregunta es: ¿por qué esa guerra?

¿Quién tuvo la culpa de la Conspiración, y de la muerte de la Gran Colombia? Cuestionario para políticos que deseen alindar su lote de terreno inculpando al vecino, creando odios, que es como se hacen y afirman las fronteras. Nosotros sabemos cómo nacen el diablo y las nacionalidades: el diablo es el dios de los vecinos, y la frontera psíquica son los contrastes, los odios.

En tal sentido (y como los nacionalismos cumplen función biológica en el desarrollo histórico) decimos que los prejuicios y las visiones incompletas son instrumentos en la marcha de la humanidad, constituyen el drama.

Nosotros, los de este lienzo, nos preguntamos: ¿por qué conspiraron contra Bolívar, se disgregó la Gran Colombia, y por qué Suramérica es como la vemos y para dónde va?

¿Qué panorama se nos ofrece desde esta altura? La actividad de Bolívar es el círculo grandioso del cóndor, dentro del cual vuelan otras aves de menor plumaje y, a pesar de que el círculo las comprende, revolotean en sentidos opuestos las unas de las otras. O bien, es como flechas que se dirigen al norte, al sur, al oriente…, pero que están dentro de la circunferencia.

Bolívar es el Libertador, lo cual significa quebrantador de fronteras: formas históricas y psíquicas.

San Martín, Santander, O’Higgins y Washington son creadores de fronteras, héroes nacionales. Bolívar representa el impulso latente que va unificando al género humano a través de la historia; los demás, al elemento conservador. La historia es el drama resultante del conflicto entre esas dos fuerzas. Los semejantes a Bolívar se llaman semidioses; los otros son los héroes nacionales.

¿Cuál fue y es el impulso bolivariano? Libertar todo el Continente; unificarlo, y unirlo a los otros; Panamá, centro de confederación universal; influir en el mundo entero; crear nuevas formas universales.

¿Cuál el impulso de los héroes nacionales? Libertar la Nueva Granada y gobernarla tras el escudo de las leyes y la intriga electoral. La democracia electorera fue la altura a que parece haber remontado el general Santander. Páez no alcanzó a ver sino la independencia del Apure, como su latifundio; sus energías vitales no daban para más. San Martín sólo percibió la independencia americana como monarquías europeas mejor organizadas que la colonia. Formado en Europa, vino ya viejo e hizo una campaña a la europea. En Chacabuco y Maipú se acabó. ¿Qué hacer con estos mestizos e indios?, preguntóse al llegar a Lima. Se retiró a Francia, desilusionado, soñando en monarquías.

Con las batallas de Boyacá y Carabobo, Santander y Páez quedaron satisfechos. Inducidos por el genio, tuvieron que ayudarle en su vuelo al sur, pero cada día con mayor desgano; y el genio envejeció, gastóse y se apagó en San Pedro Alejandrino. Su legado fue incitación para siglos.

En este lienzo todo se explica; a nadie se insulta ni se culpa; cada héroe da la latencia que representaba…

Creemos que este lienzo y las figuras en él destacadas corresponden a la serenidad de la inteligencia, que es donde reside la libertad. Creemos que estos héroes y aquel semidiós son dignos de ser ofrecidos a la juventud americana, a quien dedicamos este libro.

Hace ya ciento diez años que se deshilachó la Gran Colombia, período suficiente para afirmarse las nacionalidades, las fronteras: ya carece de objeto la literatura creadora de contrastes. La obra actual consiste en instigar a la comprensión a los pueblos suramericanos, pues llegó el momento de obrar unidos. Ya nos separamos y adquirimos conciencia de nuestras casas. Se trata ahora de ir confederándonos, segunda etapa, la que sigue a la separación. Luego vendrán las uniones internacionales, y, por último, el Género Humano, el último hombre de Nietzsche, impropio para la vida terrestre, listo para la vida celícola. ¿No se adivina en el drama histórico que tal será el fin de la humanidad?

Cuando a través de la brega (luchas, nacionalismos, odios y amores) los hombres se hayan comprendido, aparecerá el último hombre: último, porque ya no obrará, pues actuamos a causa de las pasiones, de la incomprensión; el dolor y la limitación son padres de la acción. Este último hombre ya no tendrá qué hacer en la tierra, y suponemos que pasará a otro astro o región en donde se le ofrecerá nueva escuela para su ascenso al equilibrio divino… ¿O será la vida aquella rueda, el eterno retorno? ¿Volverá a suceder este instante, volveremos a vivir a Santander, a estudiarle, siempre lo mismo y eternamente lo mismo según Heráclito y Nietzsche?

Así, pues, este retrato de Francisco de Paula Santander tiene como fines el de incitar la inteligencia, ayudar a los gobernantes de América, honrar a la humanidad, y está dedicado a la juventud americana.

PROBLEMA DEL HÉROE NACIONAL

Se nos presenta, en primer lugar, el problema del héroe nacional. ¿Cuál es su significado sociológico? Su papel es el de aglutinador de la nacionalidad cuyo dios es.

La nacionalidad se halla dispersa e inconsciente: entonces principia a concretarse alrededor del héroe nacional, como su núcleo. Pero entiéndase bien que la figura de éste no aparece de una vez, perfecta ya, sino que es fenómeno vivo y como tal va creciendo y perfeccionándose en la medida en que las necesidades de la nacionalidad, en formación también, lo exigen.

Así, el héroe nacional no es propiamente una figura histórica, sino que tiene de leyenda o de invención lógica de la nacionalidad a que sirve de núcleo: trátase siempre de personaje que fue histórico y sobre cuya historicidad va laborando la psiquis nacional, quitando aquí, agregando allí, puliendo, falsificando documentos mediante interpretación que tiene de lógica vital. En tal sentido diremos que el héroe nacional es padre y es hijo a un mismo tiempo de la nacionalidad. ¡Hermosos secretos de la biología!

* * *

Como Santander es un falso héroe nacional, el propósito de este libro es destaparlo. Colombia, guiada por él y sus hijos, que hoy nos gobiernan, va por torcido y oscuro camino que conduce a la enajenación de almas y tierra, cielo, mar y subsuelo. Un instinto poderoso, atracción por la verdad, nos guía en esta obra. Ella sería antipatriótica si realmente el Mayor Santander fuera representativo de los nueve millones de colombianos que poblamos este territorio. Pero no lo es, y una voz nos ordena destaparlo, para que la juventud le evite.

* * *

Refiriéndonos a los héroes nacionales de las actuales repúblicas suramericanas, viene el fenómeno triste: como el Libertador no fue ni puede ser héroe nacional, sino continental o universal, estos países, bajos aún en la escala biológica, al proceder a la formación de sus héroes, lo han hecho y realizan a expensas de Bolívar: le quitan de aquí a su gloria; le sustraen de allí a su acción; le roban en Colombia; le despojan en el Ecuador, y le insultan en Argentina y Perú. Porque ante esta obra de fatalidad biológico-social que se cumple en la formación de héroes nacionales, la necesidad no respeta nada; se nutre de lo que encuentra a mano, como la planta que aprovecha las oportunidades que la rodean. Lo que se oponga a la figura naciente, al progreso formativo de esos núcleos de nacionalidades, es destruido. Y como Bolívar es el único que dio grandeza épica a la emancipación, vivificando a las montoneras del continente americano, ha resultado preciso robarle, aminorarle, para que sean posibles los héroes nacionales. ¿Cómo hacer grande a Santander si no disminuyen a Bolívar? ¡Robémosle, pues, la campaña de Boyacá…! ¿Cómo engrandecer a Páez, al llanero valentón? ¿Cómo gestar a San Martín, sino a expensas del Libertador?

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El universo se compone de formas determinadas cuyo conjunto es otro organismo. Y ni los individuos, ni los pueblos, ninguna cosa acrece su energía expansiva sino por su limitación: concretarse para obrar; encerrar el explosivo dentro de la cápsula; recogerse para dar el brinco; nacimiento de la familia, del municipio y de la provincia… El papel sociológico del héroe nacional es agrupar, fortalecer el grupo, crear la nacionalidad.

Porque comprendemos las necesidades vitales, perdonamos, desde esta altura, el cruel despojo que hacen de Bolívar. Y si el Mayor Santander respondiera a las necesidades de la actual Colombia, si no fuera héroe falsificado, este libro carecería de finalidad.

Ya no vemos en América sino héroes nacionales y cada vez más befada, más robada, la figura histórica del Libertador. Una necesidad biológica, mal dirigida por los llamados directores de la juventud, hace que inconscientemente algunos y con perversidad los más, le hayan robado a Bolívar hasta la sublime campaña de 1819 desde Mantecal a Boyacá, y que oligarcas de Buenos Aires, y peruanos, que son los huérfanos de héroe en Suramérica, le roben la libertad del Perú. Pero de varias formas aparece otra: de las células, el animal o vegetal; de los individuos, el municipio; y de estos, la república.

De las nacionalidades en formación de América, tenemos el Continente, y de los continentes, la sociedad humana. Hay seres que trabajan sociológicamente en la formación de estos organismos universales. Más alto aún están Buda y Cristo, cuya brega fue por la formación de la unidad divina: los hijos de Dios. Con la sustancia única trabaja Spinoza y también Giordano Bruno.

¿Percibimos ya qué cosa es héroe nacional y quién es Bolívar? ¿Comprendemos ya que no es posible comparar, equiparar al héroe con el dios? ¿Cómo concebir a Bolívar de héroe nacional, de héroe de Colombia o del Perú? ¿Y a Cristo como héroe nacional hebreo? ¿A Buda, hindú?

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El héroe nacional es necesario, es manifestación sociológica de este drama llamado historia.

¿Cómo se forma el héroe nacional?

Aquél que fue brazo y boca de los instintos, limitaciones y tendencias de un pueblo (gentes que desde largo tiempo conviven en terreno más o menos circunscrito), ese tal fue hombre fuerte, porque palabra y obra eran representativas (latencia biológica): el futuro se asomaba en él. Durante su vida aparece triunfante, bandera, a pesar de momentáneas derrotas (que son los momentos en que surgen instintos opuestos, anárquicos). Muerto, vive como símbolo y guion.

Y ¿cómo se forma su imagen histórica?

Los pueblos, inconscientemente, le quitan lo impropio y le aumentan virtudes: es la obra lenta de la purificación. En tal sentido la historia es mistificadora, pero mistificadora lógica y que responde a necesidades vitales del devenir. El pueblo va haciendo del héroe la imagen de lo que desea llegar a ser; en ella materializa su programa, encarna su futuro. Es el mismo génesis de los dioses, en escala menor. Dios es lo que nos falta y que anhelamos: es el hombre perfecto, el ideal en cada época de épocas. También el cielo es la morada en donde hallaremos lo que anhelamos, todo íntegro… No es Dios, pues, el creador del hombre, sino que éste crea a su imagen culminada a su Dios; y crea también su casa ideal, el Cielo, e inventa a su hombre político, el Héroe Nacional.

Así, sin culpa, es como se falsifican los documentos, destruyendo los perjudiciales, interpretando favorablemente las dudas y creando las leyendas. ¡Inmenso poder del espíritu humano, que se unifica con el todo en el abismo (subconsciencia) y cuya cima lleva lucecilla admirable, engañosa pero divina: la conciencia! ¡Inmenso poder del espíritu humano, con su facultad de olvidar lo perjudicial, y agrandar y tener presente lo que le conviene! ¡Creador así de dioses, cielos y naciones! En tal sentido el hombre es creador…

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El espíritu neogranadino que aún perdura como elemento oficial, gobernante, dirigente de Colombia, del general Santander ha olvidado la cobardía, ha cubierto la pequeñez y le ha envuelto en la gloria de Bolívar: por eso aparece hoy, a los cien años de su muerte, como el indudable héroe nacional de los granadinos de 1940…

Pero hoy somos en Colombia nueve millones de nativos, ya todos de la misma color, sin castas, dispersos en territorio de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, sin aglomeraciones como la de Buenos Aires en Argentina, sin problema racial, demócratas, ricos y prometedores… De este pueblo no es héroe nacional el general Santander.

De la capa neogranadina que cubre y tiene atontado a este gran pueblo que ya va a nacer a la conciencia política, ¡sí es héroe nacional el Mayor Santander!

Por eso este libro está dedicado a la juventud. A la juventud colombiana que es, con la de México, la más americana por su sangre y por sus promesas de originalidad.

Santander es un amago de héroe con que quiere estafarnos la moribunda Nueva Granada.

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Argentina es gran país, pero hidrocéfalo, cubierto por Buenos Aires. Allá también, los europeizantes, los nobles bonaerenses, han pretendido imponerles un héroe nacional, a San Martín, el general chileno y español: militar que no amaba a la Argentina, que en Chile arrió su bandera y que guerreó por mero amor al arte. El héroe argentino está entre los caudillos, Quiroga, Rosas o Irigoyen. Ponemos a éste, porque de los caudillos heredó su fuerza y el sentido histórico futurista: el único gobernante que en setenta años ha tenido Suramérica.

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Para exponer la historia de la mistificación hecha en la Argentina en perjuicio del Libertador y a favor de San Martín por los oligarcas que desde Buenos Aires han dominado al gran pueblo, traeremos aquí los comprobantes. Valgámonos para ello de armas cogidas al enemigo. Se trata de robar a Bolívar la independencia del Perú, y es preciso atribuir a San Martín capacidad, pero desinterés… San Martín no representa la Argentina, no tiene respaldo en ella. Monarquista, despreciador de América e incapaz de la obra. Se acabó después de las batallas de Maipú y Chacabuco, y traicionó la obra iniciada en su campaña. Fue después, al ver ya libertada a América, cuando San Martín habló nuevamente de tales negocios…

Oigamos, para comprobarlo, las palabras de Sarmiento y las de Mitre, padre y señor de la oligarquía del Plata:

PRIMERO.—San Martín no es manifestación americana.

“San Martín habíase educado en Europa y llegó a América, donde el gobierno era el revolucionario, y pudo formar a sus anchas el ejército europeo (subraya F. G.), disciplinarlo y dar batallas regulares, según las reglas de la ciencia. Pero si San Martín hubiese tenido que encabezar montoneras, ser vencido aquí para ir a reunir un grupo de llaneros por allá, lo habrían colgado a su segunda tentativa” (Domingo F. Sarmiento).

Vivió en América los primeros ocho años de su vida. Luego estuvo de 1812 a 1823. Vivió, pues, en América 18 años y murió setentón en Europa. En la Argentina propiamente vivió muy poco.

Definitivamente, en América hay monederos falsos: los oligarcas bonaerenses y los neogranadinos en Colombia.

SEGUNDO.—San Martín era incapaz de luchar en América.

“Una proclama de San Martín, que por su tono jactancioso contrastaba con su actitud modesta de vencedor (cuando llegó al Perú), llamó a las armas a los habitantes, prometiendo terminar la campaña en cuarenta días. No era imposible del todo tan gran resultado, si la palabra hubiese sido acompañada de la acción; pero lejos de esto, no sólo no dio nuevo impulso a la guerra, sino que la paralizó, cometiendo graves errores militares, que revelaban la falta de un plan fijo de operaciones o tan sólo un plan negativo. Había querido hacer una campaña pacífica, de evoluciones, conquistando sin batallas” (Bartolomé Mitre.—Historia de San Martín y de la Emancipación. Tomo 2.°, págs. 677 y 678).

Llegó al Perú: conoció mulatos y mestizos, y no fue capaz… ¡A París!

TERCERO.—San Martín no tuvo visión original ninguna de América.

“El 5 de octubre de 1820 se reúnen en el pueblo de Miraflores, a 11 kilómetros de Lima, los comisionados de San Martín y los del virrey Pezuela. Proponen los comisionados de San Martín coronar en América un príncipe de la casa reinante de España” (Mitre.—Historia de San Martín, págs. 549 y 553, tomo 2.°).

“2 de junio de 1821: entrevista de San Martín y de La Serna en la hacienda Punchancha. Proposición de San Martín: que se nombre una regencia que gobernará independientemente al Perú, de la cual debía ser presidente La Serna, hasta la llegada de un príncipe de la familia real de España, que sería reconocido por monarca, ofreciéndose el mismo San Martín para ir a traerlo” (pág. 655 ídem).

Dice Mitre, comentando:

“Esta proposición, que dejó atónitos a los realistas y que acogieron con visibles señales de contentamiento, tuvo el apoyo caluroso del comisionado regio y de sus colegas. Era muy grave la responsabilidad de San Martín ante la historia, al reaccionar contra su propia obra” (pág. 653 ídem).

Bolívar era la fuente original. Libertó y creó Derecho Constitucional sudamericano. Lo admirable en la constitución boliviana fue el impulso hacia la originalidad. Ni monarquía ni república democrática: constitución propia para la raza en devenir.

CUARTO.—Se sintió incapaz de la obra.

“Cometió muchos errores (en el Perú), disgustando a sus oficiales. Se desacredita. Se retira, soñando en monarquías, odiado por el pueblo de Lima, disgustado con el almirante Cochrane. Al llegar a Chile encontró que su nombre era execrado allí como el de un verdugo” (págs. 21, 30, 90 a 93, 109, 116, 137, 146, 147, tomo 3.° de la obra de Mitre precitada).

Aquí queda explicado lo que pudo pasar en la conferencia de Guayaquil entre Bolívar y San Martín.

* * *

¿Qué significan entonces San Martín y Santander como héroes nacionales de Argentina y de Colombia?

¿Qué energía se manifiesta en estos fenómenos históricos? Ya lo hemos indicado. Téngase presente que la emancipación suramericana no fue decretada por los pueblos, los cuales no tenían aún existencia, pues estaban en la esclavitud de la ignorancia. Fue obra de las aristocracias criollas, en las que había influido la revolución francesa, a través de lecturas ocultas. Por eso la facilidad con que los pacificadores ahogaron los primeros movimientos, valiéndose precisamente de los mismos pueblos de las colonias. Los soldados que vencieron a Miranda y a Bolívar en Venezuela fueron venezolanos, y con soldados granadinos se destruyó la Patria Boba.

San Martín es la oligarquía europeizante que siempre ha dominado en Buenos Aires. Hay en la Argentina, siempre latente y algunas veces ha querido surgir, fuerza original, representada por los caudillos: con Rosas imperó, pero fue ahogada; hace muy poco actuó, consciente ya, en Hipólito Irigoyen, y parece que la juventud argentina comienza a ver claro que su originalidad no está en San Martín ni Mitre, en Justo ni en Ortiz. Manuel Gálvez y sus compañeros están haciendo obra de reconquista.

Ciento diez años hace que en Colombia se trabaja por hacer de Santander el héroe nacional. Pero cada día se observa mayor oposición.

Creemos nosotros que tal deseo responde a la necesidad de crear las fronteras con Venezuela. La conciencia nacional latente impuso esa falsificación santanderista: por eso hemos padecido esta literatura, historia y gobiernos granadinos. No siempre han procedido de mala fe; la fatalidad biológica les ha convertido en monederos falsos. Así nos explicamos las polémicas históricas con los venezolanos.

Y ¿cuál la explicación de esta otra tendencia que reniega de Santander? Que no es, ni puede, ni debe ser el héroe de la Colombia que ya se formó y que comienza a gobernar. Alfonso López, que fue democrático y cruel con los oligarcas, y la lucha contra el espíritu rabulesco, son indicios de que el pueblo comienza a manifestarse.

Un ejemplo es el occidente colombiano, unificado por la raza antioqueña, y que es factor novísimo. No intervino en la emancipación. Zea, los Restrepos, Uribes, Córdovas, etc., actuaron entonces, pero no con personalidad antioqueña. Su acción no fue representativa de tendencias raciales, pues Antioquia estaba amorfa. Intervinieron en calidad de educados en Bogotá y Popayán o influenciados por tales centros. De ellos, Córdova fue el único indicio de la raza. Los Restrepos fueron escribas, funcionarios payaneses. Zea era apenas antioqueño en cuanto amaba la plata. Pero en todos ellos se alcanza a percibir algo de rabino y de prendero, porque la sangre antioqueña es como la tinta china.

Antioquia tiene hoy más de dos millones de habitantes, dentro y fuera, y ha pintado con su sangre casi todas las familias colombianas. Bogotá es nuestra ciudad más populosa. Y si tan ricos, tan activos y tan realistas, no hemos hablado aún los antioqueños del occidente colombiano, ¿cómo afirmar que Santander es el representativo, el héroe nacional?

En mejores palabras expresó el Libertador esta misma idea. Refiriéndose a los letrados, que siempre han creído ser el pueblo colombiano, dice:

“Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está y porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede; todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos. Esta política, que ciertamente no es la de Rousseau, al fin será necesario desenvolverla para que no nos vuelvan a perder esos señores. Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos del Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de África y de América que, como gamos, recorren las soledades de Colombia.

¿No le parece a usted, mi querido Santander, que esos legisladores, más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina? Yo lo creo así y estoy cierto de ello. De suerte que si no son los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada Colombia” (carta de Bolívar a Santander.—Junio 13 de 1821).

¡Qué bello! Nos dice allí el Libertador que en Colombia no se había manifestado la voluntad popular, por incapacidad; que la única voluntad manifestada era la de su ejército y que en la Nueva Granada había un grupo de ideólogos, suaves filósofos, que iban a destruir su obra. Y esta profecía se la hace al rábula que valiéndose de ellos la iba a destruir, y a asesinarle moralmente.

Pues bien: los mineros y usureros de Antioquia; los bogas del Magdalena; los indómitos pastusos y todas las hordas salvajes que vegetábamos cuando la guerra de independencia, estamos ya unificados racialmente, y ¡Santander no puede ser nuestro héroe!

Queda explicado que ni los antioqueños, ni los caucanos y pastusos, ni los costeños del Atlántico, que hoy formamos la más prometedora nacionalidad de Suramérica, tuvimos parte o culpa en la formación de esta república clerical y masónica que celebra ahora, en mayo de 1940, el primer centenario de la muerte del general Santander. En nosotros comienza la Colombia futura.

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Panorama suramericano de héroes nacionales: Perú es pueblo huérfano de héroe, pero en su política conquistadora se manifiesta el inca expansivo. Pueblo peligroso para sus vecinos. Otros le hicieron la emancipación.

Chile tiene a nuestro padre O’Higgins. Dejémosle hasta que perezca la aristocracia viciosa de Santiago.

En el desgraciado Ecuador el padre de la patria es Juan José Flores, venezolano, compadre de Santander, nacido en Puerto Cabello de ajuntamiento desconocido… El pueblo es indio. Si no despiertan y libertan al nativo, se los llevará el Perú.

Venezuela, la noble Venezuela, tiene la ciudad santa y todas sus piedras son lugares sagrados; fue autora de la guerra de independencia suramericana. Podemos decir que está por encima de los héroes nacionales.

Aspiramos a que este libro sea incitación a comprender cómo nacieron las repúblicas suramericanas. Las ciencias madres de la sociología proporcionan visión de los hombres y pueblos como fenómenos del devenir.

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El sitial de Bolívar es olímpico. Le sentimos entre los dioses que vivifican el universo. De la guerra que le inició Santander y de donde surgieron estas repúblicas que perdieron el istmo de Panamá, deseamos mostrar cómo le hizo detener en su marcha al Río de la Plata y a la unificación del continente: le trajo a Bogotá, al frío lomo andino, y le formó pelea en el campo en que Santander era invencible: el de la pequeñez: elecciones, compadrazgos, congresos, libelos, suspicacias, intrigas… Fue como ágil hormiga en lucha con el león. ¿Cómo vencerlo? Yendo y viniendo, andando más allá, picándole los ijares… El león corre, desespera y muere precipitado: así fue como el Mayor Santander venció al Libertador.

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A los aficionados a la filosofía nos está encomendada la obra de suministrar la visión amplia de que seamos capaces: incitar a la comprensión del fenómeno social. Nuestro problema de ahora es el de cómo nacen los héroes y qué significan, y desnudar a un ídolo falso que tuerce el camino de la juventud; cómo se desarrolla el drama humano, de dónde y para dónde, y aplicar esta visión a Santander.

Porque pretendemos llenar una necesidad de estos pueblos que viven en la apariencia, en la múltiple apariencia, sin vuelo, amando y padeciendo pequeñeces, vida atómica, pasiones minúsculas. ¿Y no es la filosofía el ascender, según la capacidad, a las colinas más o menos altas, desde donde se abarcan en conjunto los fenómenos?

Hemos trepado a cima desde la cual vemos a los actores suramericanos en sus puestos, apaciblemente, guiados en la acción por sus demonios interiores o fatalidad biológica. Esta nuestra colina es el problema del héroe nacional, planteado y resuelto aquí por primera vez.

Nada nos importan panegíricos e insultos, que serán la contribución y tributo de los colombianos en este centenario. Queremos un libro de filosofía y una estatua viva: Historia.

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¿Qué es historia? La ciencia que de una sucesión de hechos sociales induce la energía que en ellos se manifiesta, y el futuro. Considera los hechos como índices de una voluntad. Es útil, por futurista; emocional, por adivina; estética, porque vivifica. Trabaja en las formas pasadas para prever las futuras.

La historia aspira a visión en conjunto del drama. Para ella el mundo es voluntad y representación. Indaga inductivamente la voluntad social y augura la representación.

No llamemos historia los veinticuatro tomos del Archivo Santander: son los documentos que dejó para cubrirse: monedero falso. Cartas, oficios, narraciones de campañas, monumentos, medallas y retratos, y la vida de sus hijos espirituales que le heredaron el gobierno, son apenas fenómenos para inducir, material indicador.

Montón de imágenes de hechos: eso es lo que hay sobre esta mesa; por más que los lea y aprenda de memoria no dejarán de ser lo que son: índices; y mientras no logren, como dedos que señalan, incitarnos a ver lo que subyace, la vida, no tendremos la estatua animada del Mayor Santander.

¿Qué señalan esos índices, materiales para la historia? Señalan el por qué sucedieron. Y como la energía que en tales fenómenos emergió no se extingue, también nos señalan el futuro fenoménico.

¿Qué devenir urgía para que sucediera este hombre llamado Santander y qué porvenir nos revela acerca de la patria?

¡Ojalá podamos cumplir nuestro deber, tal como lo hemos expuesto!

* * *

En esto de biografías se han usado dos métodos hasta hoy: el narrativo y el filosófico. El primero saca su interés de los procedimientos del novelista; es muy exitoso: Ludwig. El segundo es más serio e intelectual: Zweig.

Usaremos nuestro método, el emotivo: revivir la historia por el procedimiento de la autosugestión, según la técnica que expusimos en el tratado del conocimiento, que lleva por título Mi Simón Bolívar. La ventaja o inferioridad de este procedimiento sobre los que hasta hoy se han usado es asunto que dejamos al lector.

Santander

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