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INICIOS Y ACTIVIDAD PERIODÍSTICA
ОглавлениеA pesar del Gobierno (¡cómo no, de signo peronista!), y luego del propio destino, Carlos abrazó en su juventud la ideología marxista pretendidamente liberadora y aparentemente redentora que, en la teoría y en la práctica, tanto daño ha causado y causa a la libertad, al ser intrínsecamente fuente de arbitrariedad, populismo y despotismo. Y aunque en esos primeros pasos Carlos aduce cierto grado de inconsciencia, que en casi todo siempre otorga la juventud, los hechos son que a finales de 1976 salió de su muy amada Argentina, con su familia y rumbo a España, porque la dictadura militar de Videla, en el poder tras el golpe de Estado de marzo de 1976, lo va a buscar a su casa por una detención previa –y haber sido fichado–, en 1975, durante el período de otra dictadura, en este caso peronista, donde gobernaban personajes como Isabelita Perón y López Rega2. Así pues, en definitiva, y como pensador libre en busca de la verdad, Carlos también ha estado confundido, combatiendo –siempre intelectualmente– ideas opresoras y populistas con otras de la misma índole3, pero, sobre todo, y tal vez sea ésta una característica de los investigadores independientes, Carlos ha sabido reponerse de los errores, a pesar de haber sido hostigado por ideologías y personas de todo signo, incluidas las que, como él, afirmaban defender la libertad, aunque especialmente por los enemigos de ésta. Algo que no sólo nunca lo ha arredrado sino que lo estimula, pues es en la disputa intelectual donde manifiesta sentirse más en su medio4.
Carlos reclama, con causa, la autoría de la frase: “el verdadero amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio”, que bien podría ser el “chivo explicatorio” de Les Luthiers sobre todo hoy en día en que abundan y no cesan los intentos de explicar lo inconcebible. Sin embargo, la inconsciente juventud antes apelada no es amiga del “chivo expiatorio”, por cuanto se esfuerza en una búsqueda, posiblemente sin término y desde luego con desaciertos, de las ideas propias. Asimismo, Carlos recuerda que a su llegada a España le sorprendió que este era un país rico y, desde luego, mucho más rico de la imagen que de nosotros se proyectaba fuera, y todavía hoy se proyecta, de una sociedad más bien atrasada y de emigrantes. Y apunta que, a diferencia de los argentinos que, en general, tienden a considerarse los mejores del mundo, los españoles suelen tener una mala imagen de sí mismos y no se creen lo buenos que pueden llegar a ser5.
Como Carlos ha relatado en varias ocasiones, su contacto con las ideas liberales no se produce de forma articulada hasta que llega a España –con 28 años– donde, atraído por la materia del curso de doctorado que entonces impartía el profesor Schwartz, se encuentra con una disciplina, un método, completamente extraños y nuevos para él y distintos a los contenidos formativos que lo habían orientado hasta ese momento6. Fue en este curso, donde Pedro le preguntó a su también amigo y discípulo Manuel Jesús González, añorado maestro que nos dejó en 2011, “¿quién es ese argentino de izquierdas que se sienta en una esquina?”7.
La educación académica recibida por Carlos, tanto durante el bachillerato en el colegio Newman, de donde aún conserva amistades sólidas, como en sus estudios de Economía, en la Facultad de Económicas de la Universidad Católica de Buenos Aires, le orientaron a identificar, como era costumbre entonces y lo es ahora, el liberalismo con algo retrógrado, conservador, reaccionario y contrario a la generosidad, el altruismo, el sacrificio o la solidaridad. Una imagen, señala él, que han otorgado al liberalismo tanto las izquierdas como las derechas. Así pues, junto a una formación matemática procedente del bachillerato y que amplió en el ámbito de sus estudios universitarios por ser ésta una materia que siempre le atrajo, lo que, una vez en España, le indujo a apuntarse en el curso de teoría económica que impartía el profesor Dr. José Castañeda, Carlos venía de un mundo académico donde lo que imperaba era la formación intervencionista, mercantilista, con tintes marxistas, revolucionarios y de lucha de clases. Aunque también –en ocasiones– estaba cribada por ideas menos revolucionarias y más reformistas, de componente neoclásico, marginalista, que hicieron de Carlos un socialista moderado, un socialdemócrata, admirador de John Stuart Mill y patrocinador de la ingeniería social. Mas ahora se encontraba con el profesor Schwartz, quien, como él, también había seguido esas erróneas fantasías e incluso era un especialista en la obra intelectual de J. S. Mill, si bien Pedro Schwartz estaba entonces desandando el camino e impartía otra percepción bien distinta del liberalismo y de su papel en la historia del pensamiento8. Como dice Carlos, esto no es, ni ha sido, un fenómeno inusual: son numerosos los liberales que han arribado al liberalismo desde el socialismo.
Por otra parte, el ambiente intelectual heredado de su familia contenía escasa carga política, salvo para convenir en que el peronismo estaba mal9, pero estaba colmado de exigencia intelectual y cultural: su madre conocía a Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato acudía con cierta normalidad a su casa. Recuerda Carlos que ambos progenitores gustaban de la lectura, la música clásica y el cine, y los cultivaron con cierto primor en su hogar transmitiéndoselos a sus vástagos10. Tal vez esa mezcla de aprendizaje y formación en su niñez y juventud hayan hecho de Carlos un “rebelde con causa”, tanto en aquel entonces como hoy en día, aunque las causas hayan cambiado con el paso del tiempo.
Otra circunstancia de su juventud que ha influido en Carlos es la consciencia de la volatilidad de la fortuna y la transitoriedad de la riqueza familiar o personal. Recuerda que su familia, tanto por la rama materna como por la paterna, había sido y era próspera; pero la crisis de los treinta del pasado siglo XX y otros diversos acontecimientos hicieron que su situación acomodada se deteriorase y dejase de serlo. Eso le enseñó tanto que los patrimonios no son para siempre, pueden perderse o esfumarse y contienen cierta futilidad11, como que a este mundo uno no viene a quejarse: por lo general, afirma Carlos, no hay que quejarse. Esta idea es profundamente liberal, pues apela al esfuerzo y responsabilidad personales, incluida la cooperación con los demás que ello supone, para lograr nuestros objetivos en la vida, frente a quienes, consciente o inconscientemente, procuran que sean otros los que determinen, asignen, suministren o administren sus vidas, evitando los costes de transacción que todo acto de libertad contiene.
Por ello, gusta Carlos de citar el famoso párrafo de Adam Smith en La teoría de los sentimientos morales, contra quienes siempre ven –y acentúan– los aspectos terribles, dolorosos o negativos de la vida y nos sermonean con que no tenemos derecho a la felicidad cuando todo a nuestro alrededor va tan mal:
“Esos moralistas quejumbrosos y melancólicos, que perpetuamente nos reprochan que seamos felices cuando tantos de nuestros semejantes son desdichados, que consideran impío el regocijo natural ante la prosperidad, que no piensa en los muchos desventurados que en ese mismo instante están sometidos a toda suerte de calamidades, en la postración de la pobreza, en la agonía de la enfermedad, en el horror de la muerte, bajo los ultrajes y la opresión de sus enemigos. Ellos creen que la conmiseración por los males que nunca vimos, de los que nunca hemos oído, pero que podemos estar seguros de que en todos los tiempos infestan a numerosos semejantes, debería ahogar los placeres de los afortunados y hacer que un cierto melancólico desaliento sea la norma de todos los hombres. Pero ante todo esa simpatía extrema con desgracias que desconocemos es totalmente absurda e irrazonable”. A. Smith (1997) [1759, 1790], La teoría de los sentimientos morales, Madrid, Alianza Ed., Parte III, 3, p. 263.
Con tales principios, evocando a Groucho Marx, afrontó Carlos las dificultades propias de una familia que emigra a otro país prácticamente con lo puesto, pues sale huyendo de su patria chica en salvaguarda de su vida, e inicia una nueva existencia en su otra patria, España, con los recursos de una beca que, como reconoce, le permitía pagar un alquiler pero no comprarse una televisión (con cierta sorna añade Carlos que, al ser éste un criterio para establecer el umbral de la línea de pobreza, él ha vivido por debajo de dicha línea). Así que pronto tuvo que ponerse a ganarse la vida con lo que, considera, mejor se le da hacer y además dice disfrutar: escribir y leer. De modo que reanudó su colaboración en la prensa y los medios de comunicación, donde se había iniciado en su juventud dirigiendo las publicaciones del Instituto y de la Universidad12. De tal manera que a una especie de corresponsalía que ejercía cuando llegó a España para el diario La Prensa de Buenos Aires pronto le siguió la publicación de reseñas para el suplemento Literario y Cultural de ABC, colaboración que solicitó a un grupo de personas D. José Varela Ortega, entonces profesor y director de la Fundación Ortega y Gasset donde Carlos seguía parte de sus cursos de doctorado y donde también impartía algunas clases y conferencias. Allí fue precisamente, en el curso que dirigía el profesor Gabriel Tortella en la Fundación Ortega y Gasset, donde conoció al profesor Leandro Prados de la Escosura, con quien forjó una entrañable amistad que ha superado los límites meramente académicos o profesionales. Posteriormente, y ya en el diario El Mundo, ha vuelto a coincidir con quien fuera la directora de aquel suplemento Literario y Cultural, Blanca Berasátegui, y con el entonces director de ABC, Luis María Ansón.
Muchos conocen el aprecio de Carlos por el periodismo y los medios de comunicación, en donde lleva desenvolviéndose y prodigándose largo tiempo, lo que demuestra su buen hacer, dadas las dificultades y lo efímero del interés propios de la actividad informativa centrada en la economía. Precisamente, eso le ha obligado a esforzarse en hacerla atractiva. Ha colaborado y trabajado en prensa (ABC, El País, Expansión, La Razón, El Mundo, Actualidad Económica, Libertad Digital, Diario16, Cambio16 –donde fue subdirector– o España Económica); radio (Radio16, la SER –en el programa de Iñaki Gabilondo– y Onda Cero); y también televisión, donde participó como subdirector (1996-97) en una versión propia del programa de Milton Friedman, Libertad de Elegir, que se emitió en La 2 de TVE, titulado El valor del dinero y dirigido por Pedro Schwartz. Además, ha participado en otros diversos canales de televisión, como Telemadrid, Antena 3, 13TV; y actualmente mantiene una actividad intensa en las redes sociales (Facebook, Twitter, YouTube, LinkedIn e Instagram) y cuenta con su propia página web.
Su profesión universitaria y académica junto con tal actividad, que en términos intelectuales y académicos se plantea en España como una rémora pero que en otros países es parte de la labor de profesores, científicos, eruditos, etc., son los aspectos más acreditados de las ocupaciones que, como otros muchos mortales, ha realizado el profesor Rodríguez Braun como modus vivendi13. Sin embargo, no muchos saben que, por ejemplo, trabajó para una empresa del mercado de transportes y fletes de petróleo, donde aprendió –igual que el economista austriaco Carl Menger que proporcionó el análisis bursátil para el periódico Zeitung de Viena– que habitualmente los mercados se corresponden poco con lo que de ellos se critica o enseña –en realidad son más ágiles, rápidos y efectivos de lo que suele suponerse– y que los brokers no manejan ni controlan los mercados: ¡qué más hubiese querido él!14.
Tampoco es muy conocido que trabajó para la Embajada de Finlandia como economista, realizando informes propios de su experiencia y formación, y donde tomó la iniciativa de intentar aprender finés, lo que no consiguió. O que, cuando le tocó hacer el servicio militar en Argentina, estuvo destinado en un campo de tiro donde él era “el chico” (The Kid, evocando la película de Chaplin) encargado de cambiar el cartel de las dianas dentro del foso de prácticas, en condiciones de frío o humedad poco aconsejables y en medio de los disparos de unas personas que no siempre eran unas virtuosas del blanco. Puede, por tanto, decirse que Carlos ya ha estado “bajo las balas” pero, sobre todo, tal imagen permite fabular lo mucho que habría dado de sí esta historia en manos de Les Luthiers.