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19 de marzo

¿Precio de admisión?

“Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8, NVI).

¿Cuál es la diferencia entre amor incondicional y amor condicional? En opinión de la doctora Rachel Naomi Remen, la pregunta está mal formulada. Debería decir, la diferencia entre amor y aprobación. Por naturaleza, dice ella, el verdadero amor siempre es incondicional. La aprobación, en cambio, implica que la otra persona primero debe cumplir con ciertas condiciones para “merecer ser amada” (Kitchen Table Wisdom, p. 47).

Si, por ejemplo, mis hijos sienten que primero deben traer a casa excelentes calificaciones para ser amados, entonces lo que de mí están recibiendo es aprobación. Si para recibir muestras de cariño mi esposa primero debe cumplir con ciertas condiciones, pensar como yo, comportarse como a mí me gusta... entonces, lo que está recibiendo es aprobación.

¿Amamos a nuestros familiares y amigos por lo que son como personas, o por lo que hacen? ¿Podría suceder que, sin darnos cuenta, le estemos “poniendo precio” a nuestro amor, y ellos, en su deseo de agradarnos, se estén esforzando por pagarlo? El siguiente relato, publicado originalmente por Reader’s Digest, y comentado por John Powell, servirá de ilustración (Unconditional Love, p. 75).

Powell cuenta la historia de Katie, una joven considerada por sus padres y amigos como la joven perfecta. Sin embargo, una noche, mientras su madre estaba en la iglesia, Katie trató de quitarse la vida. Gracias a Dios, la joven sobrevivió. Según el psiquiatra que la atendió, Katie nunca había sido “ella misma”, sino que creía que tenía que ser todo lo maravillosa que sus padres pensaban que ella era.

Cuando su madre le preguntó al psiquiatra por qué Katie había llegado a esa conclusión, él respondió que, al actuar de manera agradable, ella pensaba que se hacía merecedora del amor de la gente.

John Powell concluye el relato diciendo que, por un lado, los padres de Katie habían edificado un pedestal, al cual ella había logrado subirse; y ella, por su parte, durante años había desempeñado ese papel creyendo que era el precio de admisión requerido para merecer su amor.

“Precio de admisión”. ¿Es eso lo que, quizá sin darnos cuenta, estamos cobrando a nuestros seres queridos para amarlos? Pero no es así como nos ama Dios. Por su gracia, él nos acepta como somos; y por su gracia, nos trasforma en lo que debemos ser. ¡Sin precio de admisión! ¿Por qué entonces ponerle precio a nuestro amor?

Padre celestial, quiero amar como tú me amas, sin requisitos previos ni condiciones. Te pido que hoy tu Santo Espíritu me llene del amor de Cristo, pues solo así podré reflejar su carácter ante quienes me rodean.

Nuestro maravilloso Dios

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