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CAPÍTULO CINCO

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El sol de la mañana se colaba cruelmente por las cortinas blancas del dormitorio de Olivia, dándole martillazos en su dolorido cráneo.

–«El Valley tinto te destrozará la cabeza» —gruñó. Se incorporó con cuidado, haciendo un gesto de dolor.

A media botella del mejor vino de la Toscana le había seguido una gran copa de zumo de uva alcoholizado, cargado de sulfitos y con potenciadores de sabor. Por lo menos sabía que se había buscado su dolor de cabeza. Y el vino le había proporcionado un entumecimiento bienvenido cuando había vuelto a su apartamento medio vacío, donde las estanterías desordenadas y las marcas de zapatillas en la alfombra eran la prueba de que Matt había hecho una limpieza apresurada de todas sus pertenencias por la noche.

Bueno, ya estaba fuera de su vida para siempre. Adiós y hasta nunca.

Fue hasta el baño arrastrando los pies y se tragó dos Advil con un vaso grande de agua. Después se metió de nuevo en la cama, con la esperanza de que empezaran a hacer efecto pronto, pues le dolía incluso pensar.

Para pasar el tiempo, Olivia abrió su teléfono y echó un vistazo a sus redes sociales. Durante semanas, no había tenido tiempo de actualizar su cuenta personal ni de ponerse al día con lo que estaban haciendo sus amigos.

Se movió por Instagram y se alegró al ver que una de sus compañeras de su anterior trabajo había adoptado dos gatitos. Su feed estaba lleno de fotos de la pareja de pelirrojos, jugando el uno con el otro, persiguiendo juguetes y echando una siesta.

Otra conocida había asistido a una boda en Hawái y Olivia estaba fascinada con las coloridas fotos.

Después abrió los ojos como platos cuando apareció la siguiente foto.

Era una villa de la Toscana dramáticamente hermosa. Olivos, piedra de un cálido color arena, con una vista de colinas y viñedos a lo lejos. Por un momento se sintió como si a su propia imaginación se le hubiera ocurrido esa foto.

Después vio que estaba en el feed de su amiga Charlotte.

Charlotte era la amiga más antigua de Charlotte. Cuando estaban en la escuela habían sido las mejores amigas. Cuando ambas eran tan solo niñas, habían fingido que eran hermanas, o incluso gemelas, para la gente que no las conocía. Con los años, habían ido perdiendo cada vez más el contacto, pues habían trabajado en ciudades diferentes durante demasiado tiempo. Ahora Olivia recordaba que Charlotte iba a casarse pronto. Tal vez ella y su prometido estaban por ahí en busca de lugares para la boda.

«#vibras de villa» —había escrito Charlotte—. «veranoenlaToscana#vino#libertad».

Olivia escribió un comentario.

«¡Parece increíble!»

Para su sorpresa, sonó una respuesta casi de inmediato.

«¡Ven de visita! Estoy aquí sola y buscando a alguien con quien compartir. ¡Tiene dos habitaciones y está alquilada para el verano!»

«¿Sola?» —escribió Olivia, con un emoji de sorpresa—. «¿Y qué pasa con la boda?»

«La cancelé. #solteríaeslibertad #vivirbieneslamejorvenganza» —le mandó Charlotte con una serie de caras sonrientes.

Olivia miró fijamente el mensaje anonadada. ¿Qué le había pasado a su amiga para tomar una decisión tan drástica? No pudo evitar sentir un pinchazo de envidia, pues estaba claro que Charlotte había decidido un cambio de escenario y estaba reestructurando su vida en un entorno desconocido.

En la misma situación, lo único que había hecho Olivia era beber el vino suficiente para hacer que le explotara la cabeza.

–¡Ya me gustaría! ¡Tal vez la próxima vez! —respondió.

Cerró los ojos. Si hubiera tomado mejores decisiones en la vida, podría estar sentada en un columpio de hierro forjado, charlando con Charlotte bajo un olivo, mirando desde arriba a un patio de piedra con una vista de colinas y viñedos a lo lejos. Casi podía imaginar cómo la suave brisa tiraría de su pelo mientras ella sorbía una copa fría de Chianti.

El mecanismo de afrontamiento de Charlotte parecía mucho más constructivo. Por otro lado, Charlotte no había estado en la agonía de una campaña de trabajo enorme como estaba ella.

Olivia recordó su importante reunión de aquella mañana. ¿Tendría el valor de hacer lo que había prometido anoche y se tomaría un tiempo libre, y después le diría a James que quería trasladarse a otra cuenta?

Ahora, con la luz cegadora del día, con dolor de cabeza, parecía ridículo. No podía hacer una cosa tan irresponsable y tan improvisada. Decepcionaría a la gente. Pensarían mal de ella. De todos modos, James diría que no. Probablemente se reiría en su cara.

Desviando su atención de Instagram, Olivia vio para su horror que ya eran las seis de la mañana.

Mientras ella había perdido el tiempo charlando en línea y soñando con la Toscana, había sonado un mensaje en su teléfono. Era de James.

–Olivia, te necesito aquí para las siete menos diez de la mañana como muy tarde. Ahora tenemos al equipo ejecutivo de Kansas Food al completo para asistir a esta reunión. Necesito darte instrucciones de antemano.

Daba igual lo rápido que saliera de su apartamento, iba a llegar tarde para estas importantes instrucciones.

Maldiciendo en voz baja, Olivia salió de la cama de un salto, cogió el primer atuendo formal del que pudo echar mano, se lo puso como pudo y se fue corriendo al baño para maquillarse.

Cuando encendió la luz, con un pum, la bombilla se apagó.

Olivia volvió a decir palabrotas. Ella casi nunca llegaba tarde. Bueno, no con frecuencia. Pero cuando lo hacía, ¿por qué la vida conspiraba contra ella de ese modo?

Se aplicó el maquillaje en la semioscuridad, haciendo una nota mental para comprobar si el rímel se había corrido.

A continuación, cogió su bolso y sus carpetas del trabajo y salió a toda prisa del apartamento.

Cuando pasó por el apartamento de al lado, se abrió la puerta.

–Hola, desconocida. Quería hablar contigo.

Era Len, su vecino. Len «el Brasas», tal y como lo apodaba ella, porque nunca podía terminar una conversación rápidamente. Ni tan solo podía empezar una rápidamente, si era honesta. Len ganaba una fortuna haciendo algo oscuro en IT y era particularmente excéntrico.

Olivia sonrió, aunque ella notó que era más bien una mueca de estrés. De todos los días que había, Len había escogido hoy para salir de su casa a la misma hora que ella.

–Lo siento. Llego muy tarde al trabajo y… —empezó a decir Olivia.

Len continuó como si no la hubiera oído, aplanándose con la mano su pelo revuelto. Parecía que todavía iba en pijama. Aunque Len siempre tenía este aspecto, así que tal vez solo tenía pijamas.

–Hace un año te pregunté si considerarías vender tu apartamento. Me gustaría recordarte la oferta pues tengo una urgente necesidad de espacio adicional, y no existe ningún otro lugar en esta ciudad que tenga esta capacidad de fibra. Ya sabes, además de necesitar un estudio para el trabajo, ahora tengo un conjunto completo de modelos de tren HO, que ocupa una habitación entera, igual que dos hechos a escala Z, que puede que tengan una medida más pequeña, pero que requieren un inmueble considerable.

–¿Ah, sí? —Olivia dio un suspiro para rechazarlo educadamente, pero él continuó.

–También he adquirido tres gatos adicionales, que necesitan su propio cuarto de juegos. No los puedo poner con los trenes. —Negó con la cabeza tristemente—. Lo intenté y no acabó bien. Puede que te alegre saber que los trenes tenían las de perder.

–Eso es un alivio —dijo Olivia.

–Estoy preparado para aumentar mi oferta.

Olivia se sentía preparada para gritar.

–Len, no, lo siento mucho. Lo siento por tus gatos y por tus trenes. Y por tus gatos adicionales. Y por tus nuevos trenes más pequeños. No quiero vender, pero prometo que si cambio de opinión, serás el primero en saberlo.

Len parecía no estar escuchándola ya. En su lugar, la estaba mirando de forma extraña.

–¿Te has hecho daño? ¿Tu novio y tú habéis tenido un altercado violento?

Olivia parpadeó.

–No. ¿Por qué?

–Tu ojo izquierdo parece estar ennegrecido.

–Oh. Es mi maquillaje. Gracias por decírmelo.

Fregándose frenéticamente debajo del ojo con los dedos, Olivia salió a toda prisa por la puerta de salida.

*

Media hora más tarde, llegó a la alta torre de oficinas cubierta d cristal donde JCreative ocupaba las dos plantas de arriba.

Cogió el ascensor para subir, deseando que se moviera más rápido y echó a correr en cuanto sus pies tocaron el pasillo enmoquetado. Irrumpió en la oficina de James a las siete y un minuto.

–Siento llegar tarde —dijo con la voz entrecortada.

James estaba sentado en su silla de director, que Olivia pensaba que le quedaba grande. la miraba seriamente, como si su llegada demorada fuera una enorme decepción.

Mirándolo fijamente, Olivia sintió un escalofrío de miedo, porque se veía a ella misma por el mismo camino. Esto era lo único que él conocía… esta empresa era su vida. Se había divorciado hacía unos años y apenas veía a sus hijos. Aunque era verano, ella se dio cuenta de lo pálida que estaba su piel, como si nunca tuviera la oportunidad de relajarse al sol, cuando pasaba todo su tiempo jugando al juego empresarial en las salas de juntas.

–Siéntate. Tengo noticias interesantes para ti —le dijo.

–¿De qué se trata? —preguntó ella, forzando una sonrisa.

–Kansas Foods, el holding empresarial de Valley Wines, está impresionado con el éxito de esta campaña. Bromean con que le hemos puesto un corcho a su oposición.

Olivia hizo una sonrisa más amplia, deseando que esta fuera realmente una buena noticia.

–En realidad, no es una broma, de hecho. Tres marcas competidoras han perdido tanto espacio en las estanterías que seguramente saldrán del negocio.  —Ahora James sonreía.

–Es… esto. —Olivia no podía forzarse a decir la palabra bueno. Era terrible y ella tenía la culpa.

–Así que, por el momento, gestionaremos toda la cuenta corporativa de Kansas Foods —anunció James con orgullo—. Por eso los equipos ejecutivos ya están en la sala de juntas. Vamos a hacer el traspaso esta mañana y firmaremos un contrato de cinco años para todas las marcas. Este acuerdo vale cientos de millones de dólares.

Olivia sintió que se le congelaba la sonrisa.

–Eso es genial. Todo un logro. —No estaba segura de cómo sonó, pero esperaba que James no sospechara cómo se sentía por dentro.

–Ahora podrías estar preguntándote qué significa esto para ti —dijo James. Hizo una gran sonrisa—. Esperemos que no tengas muchas vacaciones planeadas. Vas a asumir una carga de trabajo considerable, pues vas a estar al frente de todas las campañas importantes. Tendrás que contratar personal extra y dividir tu tiempo entre aquí y su ofician central, que se encuentra en Wichita. Supongo que pasarás una semana aquí y otra allí. Esto no debería de ser un problema para ti. No estás casada, ¿verdad?

Olivia se mordió la lengua para no responder. ¿Por qué iba a cambiar las cosas su estado civil? Sí, resultaba que desde ayer estaba sin novio, pero ¿por qué James, un hombre divorciado, daba por sentado que no estar casada y ser soltera era lo mismo para ella?

–No lo estoy —dijo fríamente.

James parecía sorprendido, como si esperara que sus palabras fueran recibidas con una conformidad servil.

–Recibirás un ascenso a Directora de Cuentas, un considerable incremento de sueldo y la estructura de bonificación es el doble de lo que tenías anteriormente. Así que se puede hacer un montón de dinero, mi niña. Un montón de dinero. —Se frotó las manos.

Olivia parpadeó. Ella pensaba que ya había hecho mucho dinero. Si iba a venir más, ¿cuánto más sería? ¿No decían que todo el mundo tenía un precio? Empezaba a preguntarse si ella lo tenía.

–Yo… —empezó a decir Olivia, pero James no se detenía.

–Una de las cuentas más grandes que tendremos con nosotros será Daily Loaf —que es su pan. —Tocó las teclas de su portátil—. Su director ejecutivo me dio algunos detalles ayer. Tiene un tiempo de caducidad de hasta dos semanas. Hasta dos emanas. ¿Lo puedes creer?

–Increíble —dijo Olivia. Por dentro, sentía pánico. No quería promocionar pan con un tiempo de caducidad de dos semanas. Quería trabajar con barras de pan artesanales, molidas a la piedra, cocidas en hornos de arcilla rústicos.

–El sabor de la firma se mejora con una mezcla de sacarosa y sirope de maíz, lo que hace al pan especialmente delicioso —continuó diciendo James—. Creo que podemos meter esto en la campaña. ¿Quizás algo como «¿Otra rebanada? No te quedes con las ganas»? Tú sabrás darle la última pincelada, estoy seguro. También tienen una versión saludable. Tiene un diez por ciento de harina de trigo integral añadida y, evidentemente, menos azúcar.

James echó un vistazo a su portátil.

–No, veo que el pan saludable tiene el mismo perfil de azúcar. Pero trigo integral añadido, evidentemente, esa es una gran palabra de moda ahora mismo. Daily Loaf tiene un grandísimo potencial y estoy impaciente por ver lo que se te ocurre.

Sonriendo débilmente, Olivia empezaba a sentirse mal.

–Será fantástico si se te pueden ocurrir algunas ideas, eslóganes e indicaciones a bote pronto para poder impresionarlos en la reunión. Sé que se te da bien lanzarlos. —Levantó una ceja cómplice.

Olivia se estremeció. ¿Era eso lo que ella pensaba?

–Te he puesto por las nubes, así que el equipo ejecutivo tiene grandes expectativas. Esperan el mundo de ti, pero yo sé que tú cumplirás. En fin, volvamos a los productos. Permíteme que te informe sobre los refrescos…

Olivia se levantó. No podía escuchar una palabra más. Ni tan solo la perspectiva del dinero, la bonificación y el ascenso podrían convencerla de otra cosa. No importaba cuánto fuera.

–Todo esto suena muy emocionante —dijo—. Pero creo que no es para mí.

No podía creer las palabras que estaban saliendo de su boca. La expresión horrorizada de James le decía que no era la única. Incapaz de detenerse, sintiendo que era ahora o nunca y que ya había cruzado la línea, Olivia continuó:

–Por desgracia, ya no puedo trabajar para esta marca ni cualquier otra marca asociada. Así que, por ahora, presento mi dimisión. Por favor, acéptala verbalmente.

–¿Qué narices es esto? —farfulló James—. Estás diciendo tonterías. Esto es de locos. ¡No puedes levantarte e irte!


—Me marcho —dijo Olivia con firmeza.

Con un suspiro profundo, se levantó y se fue de la sala. Tras ella oyó el grito desesperado de James.

–Olivia. ¡No te vayas! ¡Tenemos que hablar!

Manteniéndose fuerte, se obligó a continuar caminando y a no mirar atrás.

Fuera, en la calle, sintió una terrorífica sensación de libertad. Giró la mirada hacia el exterior de cristal oscuro del edificio sintiéndose estupefacta. Las manos le temblaban por la conmoción. ¿Qué acababa de hacer? Había sido un momento de locura, pero no había marcha atrás.

Este no era su lugar de trabajo no lo volvería a ser nunca. No volvería a poner un pie dentro por el resto de su vida.

El miedo y la esperanza cuajaban en su interior mientras abría Instagram y volvía a mandar un mensaje a Charlotte.

–He cambiado de opinión —escribió—. ¿Todavía está disponible la villa?

Aguantando la respiración, esperó la respuesta.

Maduro para el asesinato

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