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Acerca de Alquimia Andina

Ante todo les contamos que somos un círculo de personas muy heterogéneo, mujeres y hombres, diversas profesiones y actividades llevamos adelante en nuestras actividades diarias. Formamos parte del conjunto de la sociedad como el resto de nuestros pares, no nos diferenciamos en mucho salvo por la pasión que ponemos en la búsqueda de mejorar nuestro ser, y el tuyo, de comunicar aquello que vamos aprendiendo. Nuestra idea es ofrecerles el conocimiento adquirido y aprender mucho más e invitarlos a recorrer el camino junto a nosotros... El círculo se expande.

Nos dimos en llamar Alquimia Andina, no es éste un nombre caprichoso, surgió combinando dos razones de peso: primero porque creemos firmemente en que cambiando nuestra forma de ver el mundo como nos lo han enseñado, es decir dejando de lado todas las premisas sociales con las cuales crecimos, es que lograremos sacar a la superficie ese Yo Divino e inmenso que nos habita e ignoramos. Hasta no darnos cuenta de esto, seguiremos portando formas de pensar heredadas y actuando de acuerdo a ellas. Somos ignorantes de cuestiones de índole Universal, vitales, porque somos productos de personas ignorantes en este tema y lo que hacen —han hecho— es legarnos aquello que desconocen. Ahora, nosotros, debemos ponernos en el lugar de maestros y revertir este sendero trunco que a ningún lugar nos lleva. Este cambio es posible solo si revertimos el anquilosado estado de nuestra mente, si llevamos acabo una transmutación maravillosa, si llevamos adelante nuestra Alquimia Mental. Creemos importante dejar claro un concepto: los seres humanos somos entidades bio-psico-sociales. El prefijo Bio alude a un organismo vivo, relativo a la naturaleza; Psico está relacionado con la mente, con aquello que nos permite darnos cuenta de nuestra existencia, a las cuestiones del alma; y Social porque nos relacionamos con nuestro entorno, interactuamos recibiendo influencia familiar, educativa, política, y así forjamos nuestra personalidad. Esta especie de eco sistema moldea nuestra conducta, nuestra forma de pensar y actuar. Generalmente este “ser en sociedad” acalla nuestra voz interior no premiándonos llegar a nuestro “ser espiritual”. Para regresar a nuestro origen Universal, de conexión divina, es indispensable transmutar; hay que tener en cuenta que esto no es transformar si no algo mucho más profundo, es Alquimia Mental. Así definimos la primer palabra del nombre de nuestro grupo.

La segunda palabra que compone el nombre, y de mucha importancia para nosotros, hace referencia a nuestro lugar en este mundo, al pie de Los Andes, lugar mágico de una fuerza y energía inconmensurable. La mayoría de nosotros nació en Mendoza, Argentina, somos amigos y compañeros de la vida. En nuestras cotidianas reuniones de amistad comenzaron a plantearse temas de índole espiritual de los cuales nunca antes nos creímos capaces de albergar dentro nuestro; fue de casualidad —o quizás no tanto— que en una de estas veladas se hizo mención de una nota periodística acerca de un descubrimiento de los restos de una antigua civilización en el sur de Mendoza, en una ubicación geográfica compleja y hostil —más de 3000 mts sobre el nivel del mar— en plena cordillera de Los Andes. La nota periodística se basaba en un trabajo a cargo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), del Museo de Historia Natural de San Rafael y de profesionales de la Universidad Tecnológica Nacional Argentina (UTN).

Mientras quien venía con la noticia del hallazgo daba detalles, otro de nosotros recordó una fascinante historia que su padre le contara acerca de un hallazgo que hicieron cuando él cumplía con su obligación de servicio militar, por allá, por 1954. Su padre estuvo en una compañía de esquiadores siendo un joven de apenas veinte años, cierto día, y en el marco de esas instrucciones militares que él consideraba inútiles, debían hacer una incursión hacia el volcán Maipo, en la frontera andina argentina–chilena. En el valle que se formaba entre el volcán y una montaña vecina había un glaciar de un color azul imposible de describir. El padre de nuestro amigo, fascinado por lo que veía no perdió detalle de absolutamente nada. A cierta distancia, en una casi planicie desierta, se erguía una roca que dominaba todo desde su altura, y a muy poca distancia un canelo, añejo pero aún muy robusto. El paisaje le resultó extraño, increíble, una fotografía imposible de obtener: una roca erguida, un árbol antiguo, y el macizo de Los Andes detrás. La compañía siguió su camino encontrándose más adelante con una cueva que según como se la mirase podía resultar maravillosa o escalofriante. Unos pocos se adentraron para corroborar lo que allí había, el padre de nuestro amigo fue uno de ellos. Estalactitas formadas por incontables lluvias colgaban del cavernoso techo, las paredes emitían un fulgor imposible de describir, casi como que no fuese real. Ahí había algo, habitaba algo, ese fue el pensamiento del padre de nuestro amigo. Pocos minutos después, alertados por quien capitaneaba la incursión, debieron abandonar el sitio porque un frente de tormenta de nieve se acercaba y lo mejor era estar lejos de ahí. El padre de nuestro amigo se quedó con un sabor muy amargo, él comprendió, en un breve momento, que en ese lugar habían sucedido cosas maravillosas o iban a suceder, eso no le quedaba claro. A partir de ese instante se sintió “conectado” con las montañas, sintiendo algo especial por ellas y se prometió volver. Dieciséis años más tarde, habiéndose convertido en montañista y rescatista, es que decidió regresar a esa maravilla oculta con un grupo de colegas amigos. La empresa no les fue fácil dado que los antiguos caminos ya no existían, tampoco se habían trazado nuevos senderos, pero el objetivo era claro y no había más opción que alcanzarlo. Era primavera, el deshielo no había comenzado, pero ya se percibía un sol más amigable. A la tercera jornada de ascenso se encontraron con aquella roca que dominaba la llanura, el canelo aún en su sitio, y la caverna ahí, esperando por él; en este caso por ellos.

Este grupo de amigos, montañistas, rescatistas, longevos hoy, siguen contando historias maravillosas de lo allí sucedido, y han sido el punta pie inicial para que estemos aquí, hoy, presentando en sociedad a Alquimia Andina, porque eso somos nosotros, un grupo de personas, comunes, con ganas de transmutar la energía heredada por aquella que realmente nos pertenece, y estas personas mayores nos han indicado el camino, porque ahí en esa caverna encontraron un montón de respuestas que nos han legado y sobre ellas trabajamos para ofrecerlas a ustedes... ¿Qué encontraron ellos allí?, eso da para un libro entero.

No queremos dar nuestros nombres para no alterar nuestro entorno, nuestra cotidianidad, para preservar a nuestros seres queridos, para seguir siendo aquello que creen que somos hasta que estén preparados para vernos de otra forma. El nombre que no podemos dejar de lado es el de nuestro editor, aquel que supo ver en nuestro trabajo algo que debía comunicarse, algo que debía tomar forma de lectura para otros; gracias a Marcelo Caballero por dar el puntapié inicial para convertir nuestro trabajo en una serie de libros.

El Círculo se amplía y ustedes están invitados.

Florence Scovel Shinn

Alquimia Andina, con este libro, presenta su primer trabajo. Consideramos que la obra de Florence Scovel Shinn ofrece conceptos básicos sobre la aplicación de la Metafísica en la vida diaria que debemos repasar y amigarnos con ellos. Una obra de ágil lectura.

Florence Scovel Shinn era una mujer adelantada a su tiempo. Para muchos, se la considera entre James Allen, el autor de “Cómo piensa un hombre”, Wallace D. Wattles, el autor de “La ciencia de hacerse rico” y Napoleón Hill, quien escribió el clásico “Piense y hágase rico”. Florence tenía la capacidad de explicar sus principios de éxito, y cómo funcionan, en un estilo entretenido y fácil de leer. Ella puede ser considerada una de las hacedoras de varios éxitos muy populares del siglo pasado. Nació el 24 de septiembre de 1871 en Camden, Nueva Jersey, hijo de Alden Cortlandt Scovel y Emily Hopkinson. Tenía una hermana mayor y un hermano menor.

Florence fue educada en Friends Central School en Filadelfia. Más tarde estudió arte en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania (1889-1897). Mientras estuvo allí, conoció a Everett Shinn, un pintor de lienzos impresionistas y murales realistas. Se casaron poco después de que Florence se graduara en la academia de arte.

Los Shinns se mudaron a Nueva York, donde ambos siguieron sus carreras por separado, Everett en el teatro, mientras que Florence hizo ilustraciones para la literatura infantil en revistas y libros.

En 1925, Florence decidió publicar su primer libro “El juego de la vida y cómo jugarlo”. Después de encontrar sin éxito un editor para su trabajo, lo publicó ella misma. Su segundo libro, 1928, fue “La palabra es tu varita mágica”, y su último libro “La puerta secreta al éxito” se publicó en 1940 poco antes de su muerte el 17 de octubre de ese mismo año. Un cuarto libro, “El poder de la palabra hablada” es un compendio de sus notas, reunidas por uno de sus alumnos y publicadas póstumamente en 1945. Todas sus obras son de una contemporaneidad impresionante.


El juego de la vida y cómo jugarlo

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