Читать книгу El juego de la vida y cómo jugarlo - Florence Scovel Shinn - Страница 7
Оглавление1 / El Juego
La mayoría de la gente considera la vida como una batalla, pero esta no es una batalla sino un juego.
Un juego en el cual, sin embargo, no es posible ganar si no se posee el conocimiento de la ley espiritual. El Antiguo y el Nuevo Testamento nos brindan, con una maravillosa claridad, las reglas para jugarlo, con tal precisión que difícil es no poder interpretarlas. Jesucristo enseñó que este juego se llama dar y recibir.
“Todo lo que se siembra, eso se cosechará”. |
Esto significa que aquello que se da por la palabra o por la acción, eso se recibirá. Si se siembra el odio, se recibirá odio; si amas, recibirás amor; si criticas, no evitarás recibir críticas; si mientes, alguien te mentirá; si haces trampas, te estafarán. Nosotros aprendemos que la imaginación juega un papel primordial en el juego de la vida.
“Guarda tu corazón (o tu imaginación) más que cualquier otra cosa, pues de él manarán las fuentes de la vida”.
(Prov. 4,23)
Esto significa que aquello que imaginas se exterioriza, tarde o temprano, en tu vida. Yo conozco a un señor que temía una determinada enfermedad. Se trataba de una dolencia muy poco frecuente y difícilmente contagiosa, pero él se la representaba sin parar, y leía artículos sobre ella, se obsesionaba con ella, hasta que un día la enfermedad se manifestó en su cuerpo, y el hombre murió víctima de su propia imaginación deteriorada.
Nosotros observamos que, para participar con éxito en el juego de la vida, es necesario dirigir bien nuestra imaginación. Es entonces cuando nuestra creatividad se anima a no representar nada más que el bien.
Atrae a tu vida “todos los deseos justos de tu corazón”, la santidad, la riqueza, el amor, las amistades, tu perfecta expresión y la realización de los más altos ideales.
La imaginación es llamada “las tijeras del espíritu” y, de hecho, recorta, da forma, moldea, sin parar, día tras día, las imágenes que el ser humano forma y tarde o temprano encuentra en el plano exterior sus propias creaciones.
Para formar convenientemente su imaginación, se debe conocer la naturaleza de nuestro espíritu, su forma de funcionar; los griegos decían: “Conócete a ti mismo”.
La mente está comprendida por tres planos: el Subconsciente, el Consciente y el Superconsciente.
El subconsciente no es más que fuerza sin dirección. Se parece al vapor o a la electricidad y manifiesta aquello que se le ordena; no tiene un poder intrínseco. Todo lo que el ser humano siente profundamente o imagina claramente queda impreso en el subconsciente y se manifiesta en los menores detalles.
Por ejemplo, una conocida de nuestra familia desde niña jugó a interpretar el papel, el rol, de una mujer viuda. Se vestía de negro, con un largo manto, y sus familiares la encontraban muy divertida y graciosa. Cuando se convirtió en una mujer, se casó con un hombre al que amaba profundamente. Poco tiempo después, él murió y ella se vistió con un largo manto de duelo durante muchos años. Su subconsciente, impresionado por la imagen que ella misma se había formado en el pasado, se exteriorizó sin tener en cuenta su dolor.
El consciente es llamado espíritu mortal o carnal. Es el espíritu humano que ve la vida tal como ésta se manifiesta. Observa la muerte, los desastres, la enfermedad, la miseria, y las limitaciones de todos los tipos, e imprime todo esto en el subconsciente.
El súper consciente, es el Espíritu de Dios que está en cada ser humano, es el plano de las ideas perfectas. Es ahí donde se encuentra el “modelo perfecto” del que hablaba Platón, el Plan Divino, pues hay uno para cada persona.
“Hay un lugar que debes ocupar y que ninguna otra persona puede hacerlo; tu tienes una tarea por ejecutar que ninguna otra persona puede cumplir”.
Tenemos una imagen perfecta de esto en el súper consciente. Esta imagen se proyecta a veces como un relámpago en el consciente y parece un ideal fuera de su alcance, algo demasiado bonito para ser verdad. En realidad, éste es el destino verdadero de la humanidad, proyectado por la Inteligencia Infinita que hay en ella mismo.
Muchas personas, no obstante, ignoran su verdadero destino y tratan de forzar las cosas, las situaciones que no les son propias y que les causarán fracasos y desilusiones en el caso de que lleguen a poseerlas.
Un joven, por ejemplo, vino a verme para pedirme el “pronunciamiento de la palabra” con la finalidad de casarse con una mujer de la cual estaba muy enamorado. (Él le llamaba A. B.).
Yo le dije que sería una violación de la ley espiritual, pero que pronunciaría la palabra para la mujer de elección divina, aquella que era su alma gemela por derecho supremo.
Y añadí: “Si A. B. es la mujer, entonces no podrás perderla; si no lo es, encontrarás a su equivalente”. Él se encontraba con A. B. constantemente, pero ella no le declaraba su amor. Una noche, el joven vino a verme y me dijo: “¿Sabe que después de este tiempo A. B. no me parece más extraordinaria?”. Yo le contesté: “Quizá ella no sea tu mujer en el Plan Divino, y puede ser que haya otra”. Poco tiempo después, el joven conoció a una persona que se enamoró inmediatamente y que le declaró que él era su ideal. De hecho, le dijo todas las cosas que él había esperado oír de A. B. Para este joven, todo eso resultó ser asombroso. No tardó en empezar a responder a sus voces interiores y abandonó por completo su interés por A. B.
Éste es un ejemplo de la ley de la sustitución. Una idea justa ha sustituido a una idea falsa y, en consecuencia, no hubo una pérdida o un sacrificio.
Jesucristo ha dicho: “Busca el Reino de Dios y Su Justicia y todo lo demás te será dado por añadidura”, y Él ha afirmado también que el Reino está dentro de nosotros.
El Reino es el plan de las ideas justas, del modelo divino.
Jesucristo ha enseñado también que nuestras palabras juegan un papel capital dentro del juego de la vida. “Por todas tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.
Muchas personas causan un desastre en sus vidas por palabras desconsideradas.
Por ejemplo: en una oportunidad, una mujer me preguntó por qué su vida ahora estaba llena de pobreza y limitaciones. Tiempo atrás ella tenía un hogar prospero, estaba rodeada de cosas hermosas pero a menudo se sentía cansada de la administración de su hogar y había repetido continuamente: “me siento enferma, cansada de las cosas que hay que hacer. Desearía vivir en un baúl”. Continuó su charla conmigo y agregó: “Hoy estoy viviendo en ese baúl”.
Ella había hablado, había decretado, y ahora se encontraba en eso que ella no deseaba pero sí pedía constantemente. La mente subconsciente no tiene sentido del humor y la gente a menudo bromea y obtiene infelices experiencias.
Aquí tenemos otro buen ejemplo: una persona que poseía una gran fortuna se divertía constantemente, y aseguraba que lo hacía así porque “se preparaba para entrar en un asilo”. Al cabo de pocos años estaba al borde de la ruina, por haber impreso en su subconsciente la imagen de la mediocridad y de la pobreza.
Afortunadamente, la ley tiene doble nivelación, y una situación desgraciada puede ser transformada en una situación ventajosa.
Una consultante vino a mi casa en un cálido día de verano para solicitarme un “tratamiento” para la prosperidad (en metafísica “tratar” significa someterse a la acción de la oración). Estaba agotada, abatida, desalentada y me dijo que le quedaba muy poco dinero. Yo le contesté: “Es perfecto, nosotros vamos a bendecir ese dinero y multiplicarlo como Jesucristo lo hizo con los panes y los peces”. Precisamente por eso Él ha enseñado que todos los seres humanos tienen el poder de bendecir y de multiplicar, de curar y de prosperar.
—Y después, ¿Qué debo hacer?
—Seguir su intuición. ¿Siente usted atracción por alguna cosa o algún lugar?
Intuición viene de intueri, ver desde el interior, es decir, ser enseñado desde el interior. La intuición es la guía infalible del ser humano —Hablaré más detalladamente de sus leyes en otro capítulo—. Esta señora reflexionó: “No sé, me parece que debería volver al seno de mi familia; tengo solamente el dinero justo para el viaje de ida”. Su familia se encontraba en un pueblo alejado y pobre; la razón, el intelecto, parecía decirle: “Quédate aquí, en la ciudad, encuentra trabajo y ganarás dinero”.
Pero en lugar de eso yo le dije: “Vamos, regrese a su casa, no rechace jamás una intuición”, y a continuación pronuncié para ella las siguientes palabras: “Espíritu infinito, abre la vía de la gran abundancia para la Señora X..., atrae irresistiblemente todo lo que a ella le pertenezca por derecho divino”.
Le recomendé repetir esta oración sin parar. Ella partió casi inmediatamente. Algunos días más tarde, en una visita, reencontró a una vieja amiga de su familia. A través de ella recibió abundante dinero de una manera milagrosa. Después, me dijo lo siguiente: “Cuente la historia de la señora que vino a verle casi sin dinero en el bolso y una intuición”.
La abundancia existe siempre en el camino del ser humano, pero no puede manifestarse más que por el deseo, la fe, o la palabra pronunciada. Jesucristo indicó claramente que es el ser humano quien tiene que dar el primer paso.
“Pida y recibirá, busque y encontrará, llame y se le abrirá”
(Mat. 7,7).
Nadie puede impedir tu éxito, excepto tú mismo.
Y en las Escrituras se lee: “En lo que se refiere al trabajo de mis manos, mándame”.
La Inteligencia Infinita, Dios, siempre está listo para realizar los deseos de los humanos, pequeños o grandes.
O bien, todo deseo expresado o in-expresado, es una demanda. Podemos asombrarnos al ver un sueño bruscamente realizado. Un año, por Pascua, viendo bonitas rosas en los escaparates de las floristerías; yo deseaba recibir una y, poco después, me imaginé mentalmente una rosa depositada ante mi puerta.
El día de Pascua me llegó un maravilloso ramo de rosas. Al día siguiente le di las gracias a la amiga que me lo había regalado y le dije que era exactamente lo que había deseado.
Ella me dijo: “¡Pero si yo no te envié un ramo de rosas! Yo te envié azucenas”.
La floristería había confundido su pedido con otro y me envió el ramo de rosas simplemente porque yo había puesto en acción la ley, y debía recibir un ramo de rosas.
Nada se interpone entre el ser humano, sus más altos ideales y cada deseo de su corazón, si no son la duda y el temor. Por eso si el ser humano desea algo ardientemente, todos sus deseos se realizarán al instante.
En el capítulo siguiente, explicaré más detalladamente la razón científica de esto y cómo el miedo puede ser borrado, eliminado, del consciente. Éste es el único enemigo del ser humano: miedo de la pobreza, del fracaso, a las enfermedades, de las pérdidas, todos los sentimientos de inseguridad sobre cualquier plano que sea. Jesucristo ha dicho:
“¿Por qué tienes miedo, hombre de poca fe?”
(Mat. 8,26.)
Creemos que debemos sustituir el miedo por la fe, pues el miedo no es más que la fe invertida: es la fe ligada al mal en lugar del bien.
Este es el objetivo del juego de la vida, ver claramente el bien y rechazar de la mente todas las imágenes del mal. Eso se obtiene imprimiendo sobre el subconsciente la realización del bien. Un hombre muy brillante que ha alcanzado un gran éxito, me contó que tuvo bruscamente un rechazo de todo temor en su conciencia y un día leyó un escrito en letra mayúscula: “No se inquiete, eso no se producirá probablemente jamás”. Estas palabras impresionaron su subconsciente; él tiene ahora la firme convicción de que sólo el bien quiere entrar en su vida y, en consecuencia, solamente el bien se manifiesta.
En el capítulo siguiente trataré diferentes métodos de impresionar el subconsciente. Él es un fiel servidor del ser humano, pero debe recibir órdenes convenientes. El ser humano tiene constantemente cerca suyo un testigo atento, su subconsciente.
Cada palabra, cada cosa que se dice se graba dentro del subconsciente y se realiza, se manifiesta, en detalles sorprendentes. Se parece a una cantante cuya voz quedara registrada en una grabación. Si ésta tose o vacila, esto quedará registrado también. Elimine las grabaciones malas y viejas del subconsciente, aquellas que no queremos conservar, y sustitúyalas por las nuevas y bonitas.
Pronuncie en voz alta, con fuerza y convicción, estas palabras:
“Yo quiebro y demuelo (por mis palabras) todo lo que, dentro de mi subconsciente, es falso. Todo eso regresará a la nada, pues todos los pensamientos vanos salieron de mi imaginación. Ahora, grabo los nuevos pensamientos por el poder de Cristo que hay en mí, que es la salud, la riqueza, el amor y la expresión perfecta de mi Ser, Ahí está la cuadratura de mi vida, el juego completo”.
Un poco más adelante, enseñaré cómo el ser humano puede cambiar las condiciones de su vida mediante el cambio de las palabras que utiliza. Quien no conozca el poder de la palabra se encuentra retrasado con respecto a su tiempo.
“Lo que uno habla determina la vida y la muerte; que se atengan a las consecuencias los que no miden sus palabras.”
(Prov. 18,21).