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5.1 Ciberespacio y sublime dinámico
ОглавлениеVale la pena insistir en lo sublime dinámico, porque la inteligencia colectiva supone una fuerza que nace y se alimenta de la complejidad y del poder de las inteligencias en red y de sus procesos poiéticos distribuidos y paralelos, pues al respecto hay que verificar lo que Levy afirma acerca de la diferencia entre posible, imposible e imaginación: “La tecnología, en el sentido más amplio del término, se refiere a todo evento cuyos efectos serán desplazar el borde entre lo posible y lo factible”.67 La tecnología potencia la imaginación y, con la ayuda de la ciencia y por medio de la interacción planetaria del conocimiento, va ampliando el territorio de lo posible y de lo factible.
Para validar o no esta idea, propongo discutir dos aspectos: uno, la naturaleza epistemológica, lingüística y estética de las herramientas digitales; y dos, la efectiva ausencia de estructuras de control y poder en la interacción intelectual y en los procesos poiéticos de la inteligencia colectiva; en otras palabras, que el ciberespacio esté libre del logocentrismo, del etnocentrismo y de la violencia epistémica. Podríamos empezar a responder recordando que Derrida ha puesto luz en que la razón de lo sublime no es lo posible, sino lo imposible,68 porque lo posible está dentro del borde de lo mensurable. Mi hipótesis al respecto es que las herramientas digitales crean solo factibles dentro de lo que es ya posible y predecible: llenan, reproducen, pero no crean y no abren; el horizonte de lo posible es, en realidad, siempre lo factible. Me explico: si todo se puede, si todo es factible (si no existe lo que está más allá del borde), nada queda en el dominio de lo imposible, es decir, no hay apertura e indeterminación. A esto se debe que las tecnologías de la información, cuanto más poderosas son, tanto más reducen el espacio de la imaginación y de la ilusión, como ha escrito en varias ocasiones Baudrillard.69
Adicionalmente, sucede también que lo factible se vuelve globalizado e infinito, pero, ya que lo posible coincide con el mismo factible, esta especie de infinitud es repetitiva; por lo tanto, innecesaria. Baudrillard habla, al respecto, de la perfección inútil de la imagen: perfecta porque todo es visible y reproducible de modo claro y metódico; inútil porque, por esta perfección, la imagen es incapaz de mediar la ilusión y el misterio radical del mundo.
Concluyendo: la tecnología, la digitalización y la computabilidad del lenguaje excluyen lo sublime porque, perdonando el juego de palabras, la producibilidad de lo posible es posible, pero solamente al precio de lo imposible.