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CAPÍTULO CINCO

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En la atenuada mugre de Inferknow, sobresalían dos estructuras magníficas. En las noches principales, ambas puertas se mantenían abiertas hasta el amanecer. Eran noches de expulsión de hechizos demoníacos y un desfile de caras botellas de bebidas.

Los últimos viernes de cada mes se hacía un sacrificio de vírgenes en el hotel. En un cuarto exclusivo, perros sobre una cama nupcial profanaban chicas menores de edad para que sus huéspedes se divirtieran. En la iglesia, algunos acomodadores ataban a hermanos poseídos a pilares para que fuesen azotados por el pastor con escobas confesionales y agua bendita.

El hotel estaba al lado de la casa religiosa de adoración. La campana de la iglesia llamaba al culto de la tarde. Algunos huéspedes del hotel se sentían incómodos cuando la campana sonaba en medio de gemidos y quejidos. Inferknow era muy lucrativo para sus negocios. La administración del hotel hizo todo lo posible para que la iglesia se mudara a otro sitio. El dueño le había pagado en secreto a un perito para que abarcara el terreno de la iglesia. La mitad de este invadía el camino y él le había escrito anónimamente al gobierno.

Famoso por su concepto del jazz con bandas en vivo los viernes, era el único en su tipo en la colonia, accesible y económico y decorado con gusto. Su discreción también atraía a muchos clientes potenciales de todas partes.

El bar y el restaurante de hotel eran oscuros. Joel sujetó a Ezekiel por la espalda. “¡Hombre! Veo que la bebida te ha tumbado”.

“La cuenta la pagas tú. ¿Por qué has llegado tarde? He estado esperando las dos últimas horas y por eso creo que me debes una botella”. Se estrecharon las manos.

“Debes estar bromeando” Joel se rió con gusto.

“He tenido las nalgas pegadas a este taburete durante horas. No te llamé porque tomé en cuenta que lo que fuese que te tenía ocupado era muy importante”.

“No estás lejos de la verdad, Ezekiel, diste en el clavo”. Joel le hizo señas al barman para que le sirviera un trago.

“Así que ¿cuál fue la razón para que me hicieras esperarte tanto tiempo?”

“No mucho, hermano. Estuve atascado en una tranca del tránsito. Todo está vuelto loco en la ciudad. Desearía que mi carro tuviera alas y pudiera volar sobre los frustrantes caminos”.

“Ese es un deseo caro. Mi cuenta bancaria vacía me exime de esas quejas lujosas. Sólo me bajo del autobús y camino el resto del camino hacia mi casa o a cualquier otro lugar, en estos días no necesito estar apurado”.

“Eso no es gracioso. Tenemos que hacer algo sobre tu estatus. Ese par de viejos zapatos me avergüenzan, en serio”. Joel se rió.

“¿Alguna vez he rehusado un par de zapatos nuevos que me hayas dado? Con tus finas camisas bastante usadas a las que ni siquiera puedes lavarles el asqueroso perfume. Mira a este hombre adinerado demasiado tacaño para gastar en su vestimenta”. Se rieron y Ezekiel le dio un ligero golpe a Joel el brazo.

Joel tomó su bebida y tomó algunos sorbos de la crema irlandesa. “¿Por qué te gusta estar aquí?”

“La verdad es que no tenía suficiente dinero para ir hasta el centro. Me apenaba decírtelo por teléfono”.

“Tranquilo hombre, somos como hermanos” Joel empujó a Ezekiel por el codo.

“Lo sé Joel, pero algunas veces…”

“Algunas veces tienes que dejar tu orgullo. No dejes que tu ego se interponga en nuestra amistad, por favor. Creo que conozco al manager de Borrows Steel. Hemos hecho un par de negocios en el pasado, puedo hablar con él. Quizás puedas trabajar en un mejor departamento de la compañía”.

“Me encantaría. Espero que la paga sea mejor”.

“Por supuesto eres amigo del amigo del gerente” Joel sonrió.

Ezekiel se rió. “¿Esa es la política de la compañía?”

Detrás de ellos, oyeron una conocida voz femenina sensual. “Buenas noches, buenmozo. Bienvenido al hotel Good Evening Street y burdel de finos vinos. ¿Quieres un medio vaso de cristal de mí o el vaso completo?

Ciudad Carbón Destartalada

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