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Los objetivos

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La calidad de las ópticas de nuestro equipo determinará el resultado final de nuestras fotografías, por lo que es importante adquirir productos de la mayor calidad que nos permita nuestro presupuesto. Además, y teniendo en cuenta que no necesitamos los últimos avances tecnológicos, podemos recurrir al mercado de segunda mano para encontrar excelentes ópticas, abandonadas a su destino para ser sustituidas por modernos objetivos autofocus que para nosotros constituyen más un engorro que una ayuda. Si bien otras facetas de la fotografía se han beneficiado especialmente de la electrónica desde los años 90, hasta el punto de haber un antes y un después en la fotografía de acción, en el campo de la macro no ha existido un progreso tan intenso. Las ópticas de hace 15 años tienen casi la misma calidad óptica que las modernas y a precios muy interesantes en el mercado de segunda mano.


Los objetivos con una luminosidad igual o superior a f/2,8 facilitan enormemente el enfoque, especialmente en condiciones de baja luminosidad.

Siempre será mejor invertir en las mejores ópticas que podamos comprar que en un cuerpo de última tecnología al que apenas le vamos a sacar partido, pues lo utilizaremos casi siempre con sus avanzados mecanismos desactivados, como el autofocus o la exposición totalmente automática. Los objetivos han llegado a un nivel de resolución y contraste que avanza muy lentamente en los últimos años y la tendencia es a lograr velocidades de enfoque más rápidas que en ocasiones hasta disminuyen su rendimiento en lo que a nitidez se refiere.


Si llevamos en nuestra mochila un equipo similar al de la imagen, un 24 mm, un 105 y un 200 mm estaremos en condiciones de asumir prácticamente cualquier toma macro.

Lo que hemos de procurar es que nuestros objetivos sean suficientemente luminosos. Simplifica mucho el enfoque poder contar con un objetivo 1:2,8 y no 1:5,6, ya que llega mucha más luz al espejo. Además la extensión ya se encarga por sí misma de minimizar la luz disponible para nuestras retinas y, por ello, si ya partimos de un objetivo poco luminoso apenas podremos adivinar si estamos enfocando dónde debemos o no.

La sensación de nitidez que tenemos ante una fotografía está dada, fundamentalmente, por la capacidad del objetivo para separar claramente detalles muy próximos y finos (resolución) y por el contraste con que aparece la toma, es decir por el gradiente que tienen los tonos en la misma. Por desgracia para nuestros bolsillos, cuanto mejor resultado ofrecen los objetivos, mayor es su precio.

El término bokeh o boke es una palabra japonesa que intenta definir la calidad del desenfoque. Es un concepto que no define la cantidad de este desenfoque, sino la forma en que se materializa. Debe haber sutiles diferencias de tono entre las zonas fuera de foco y las enfocadas para contar con un buen bokeh, sin zonas agresivas de transición. Un factor que suele ser beneficioso es el número de palas que tiene el diafragma: a mayor número suele obtenerse mejor bokeh, ya que la apertura es más redondeada. La mayoría de las lentes macro utiliza diafragmas de 9 palas y suelen contar con un desenfoque agradable.

¿Qué focal es la mejor?

24 y 35 mm. Muy útil para fotografiar sujetos inmersos en su hábitat o para fotografiar con ellos en posición invertida. Es conveniente que su distancia de enfoque sea la mínima posible, sobre los 20 o 25 centímetros.

Objetivo macro de 60, 105, 150 o 200 mm. Probablemente el que más adeptos tiene y más situaciones resuelve sea el de 105 mm.

Teleobjetivo de 200 a 300 mm, para fotografiar sujetos lejanos. Será de gran ayuda que enfoque a distancias cercanas al metro, o metro y medio. Permiten un control preciso del fondo y producen grandes desenfoques sobre el mismo, lo que hace resaltar más al sujeto.


No todos los objetivos ofrecen el mismo aspecto en las zonas desenfocadas. Será conveniente adquirir un equipo que nos proporcione el mejor aspecto posible dentro de nuestro siempre limitado presupuesto.

Nikon D800 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/5,6 y 1/60.

Es una costumbre muy arraigada el uso de filtros ultravioleta para proteger los objetivos. Muchos opinamos que no son recomendables ya que reducen la definición de la imagen. Los recubrimientos de las ópticas son muy resistentes y, a no ser que seamos realmente muy brutos y frotemos un paño sobre una lente cubierta de polvo, es muy difícil que se rayen. La forma adecuada de limpiar una óptica es soplar con una perilla de gran tamaño para eliminar el polvo y luego limpiar con un paño de microfibras la lente de forma radial, del centro a los bordes. Si las manchas son muy resistentes podemos usar algún líquido de limpieza o alcohol isopropílico. Echar vaho de nuestra respiración sobre la lente no es una buena idea ya que su pH es bastante bajo y puede afectar a algunos recubrimientos de la lente; además incrementamos la humedad y con ella las posibilidades de que aparezcan hongos.

De todas formas ya he visto muchos filtros UV rotos y lentes muy caras salvadas gracias a su sacrificio. Si nuestra amiga Bea no llevase roscado un filtro UV cuando cayó su cámara el golpe lo habría llevado, en el mejor de los casos, la rosca de filtros y seguramente quedaría inservible. Por eso si estáis trabajando en ambientes donde es posible que pueda ocasionarse un accidente o la atmósfera no esté limpia, como al lado del mar, os recomendaría que asumieseis esta merma de calidad en la toma para preservar la vida de vuestro equipo. Si optamos por su uso es imprescindible comprarlos de la mejor calidad posible para que no comprometan la nitidez. B+W, Hoya y Kenko ofrecen excelentes filtros en sus gamas altas.


Los filtros ultravioleta (UV) son de gran utilidad para proteger el equipo, a cambio de reducir la nitidez que proporciona el objetivo. En este caso, afortunadamente, la óptica se salvó gracias al sacrificio del filtro. Usar o no filtros UV es una decisión muy personal que hemos de meditar seriamente, sopesando ventajas e inconvenientes.

Los parasoles protegen tanto la lente como los filtros, no alteran la calidad, protegen del sol y de la lluvia a un precio incluso más contenido. Su único problema es que reducen la distancia entre la parte frontal del objetivo y nuestros modelos, que si son muy esquivos no verán con buenos ojos esta intrusión en su distancia de seguridad. Es posible que no quepan, siquiera, entre el objetivo y el plano de enfoque cuando trabajamos con muchos aumentos. También complican la posición de la iluminación artificial, sobre todo en ampliaciones grandes, en las que menos distancia tenemos entre el objetivo y el sujeto. Pero si podemos usarlos nos protegerán el equipo más que un filtro. Lo ideal será guardar la cámara sin necesidad de desmontar el parasol del objetivo; tenedlo en cuenta a la hora de elegir bolsa o mochila.

Cada vez existen más objetivos que tienen un grupo especial de lentes dotadas de un dispositivo que oscila en dirección contraria al movimiento de la cámara y que permite estabilizar notablemente la toma, lo que redunda en una apreciable mejoría de la nitidez en situaciones de luz escasa pero su precio es mayor y su peso y tamaño también.

Adquirir una de estas lentes para macro (como el Micro-Nikkor 105 mm 1:2.8 VR) es una decisión muy personal que tiene mucho que ver con el estilo de cada fotógrafo y su forma de trabajar. Personalmente no los uso ya que empleo siempre el trípode y en muy contadas ocasiones trabajo con la cámara en la mano. Pero para las personas que no les resulta cómodo o adecuado el uso de trípode seguro que es una inversión muy acertada.

La humedad es enemiga de nuestro equipo

Uno de los peores enemigos de los objetivos son los hongos. Es algo especialmente temido cuando adquirimos un objetivo de segunda mano, dado lo complicado que puede ser eliminarlos una vez convierten nuestra querida óptica en su hogar. Algunos hongos segregan determinadas sustancias, como ácidos, que pueden destruir los revestimientos de las lentes y, por tanto, sus resultados. Afortunadamente estos hongos no son los más comunes. Otro problema grave es que se encuentren ubicados en las capas de cemento que unen las lentes. En ambos casos, bien sea por lo caro de restaurar los tratamientos o desmontar las lentes y volver a pegarlas, la reparación suele exceder el valor de compra.

Es increíble que puedan vivir en algo que consideramos inerte, pero para ellos cualquier resto de aceite, ácaros, polvo… es suficiente para sobrevivir. Su desarrollo se ha minimizado al mejorarse el sellado de los objetivos por la industria. Al crecer los hongos vemos como unos finos filamentos van formando una estructura entrelazada de color claro que va colonizando la superficie de las lentes y dificultando la llegada de la luz al sensor.

Para evitar su proliferación hemos de evitar el exceso de humedad al guardar el equipo. Procuraremos airearlo bien al acabar una sesión y no lo guardaremos nunca en la propia bolsa de transporte, ya que es un excelente caldo de cultivo; optaremos por estanterías aireadas. Si hemos trabajado bajo la lluvia secaremos todo cuidadosamente. También es importante mantener el equipo limpio de nuestra grasa corporal y de polvo. Zeiss informa que mantener el equipo con una humedad relativa superior al 70% durante tres días consecutivos puede bastar para que las esporas proliferen. Así que no estará de más utilizar deshumidificadores si vivimos en zonas de alta humedad. Los baños de sol de nuestro equipo serán un buen seguro, siempre que no alcance temperaturas demasiado altas, claro, o será peor el remedio que la enfermedad.

Es importante destacar que los estabilizadores sólo reducen el movimiento de la cámara; si el que se mueve es el modelo no servirán de nada. Si trabajamos sobre trípode hemos de desactivar el mecanismo para evitar que las oscilaciones que produce se transformen en vibraciones indeseadas en la toma.

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