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EXCURSIÓN ETIMOLÓGICA

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Un buen camino para acercarse a la densidad semántica de una palabra es el método etimológico. Ahondar en la raíz de la palabra humildad es una vía para acceder al significado originario, a su contenido más primitivo.

Los conceptos, como las personas y los pueblos, tienen su historia, evolucionan, cambian, mutan y adquieren nuevos significados. En ocasiones, se borra el sedimento original o bien se interpreta de un modo completamente distinto con el paso del tiempo al que tenía al principio. La historia del concepto (Begriffsgeschichte) no es lineal, ni se puede anticipar su trayectoria, dibuja todo tipo de meandros, de curvas y de ramificaciones a lo largo del tiempo.

La palabra humildad persiste. Está en el diccionario, a pesar de que su uso es extraño en el lenguaje habitual. Aun así, no se ha perdido en el cementerio de la desmemoria. Está ahí, pero requiere de un proceso de resignificación, de reelaboración intelectual, para sacarla del atolladero semántico donde ha ido a parar y explorar sus múltiples significados latentes. Necesita una puesta al día, un aggiornamento.

La palabra humildad procede de humus (detectable en el neologismo humus y en inhumar y exhumar), que significa «tierra». Debe tener también alguna relación con humedad, pero es difícil establecerla. Humilis ha de significar algo así como que se puede reducir a tierra, a humus, que está muy cerca de la altura del barro.

Ser humilde significa reconocerse hijo de la tierra, pero también, muy arraigado a la superficie de esta. De hecho, el humus se forma, en gran parte, de la desintegración de las hojas de los árboles cuyas sustancias nutrientes son absorbidas, de nuevo, por los árboles, para realizar su función vital.

El cristianismo dota al vocablo de un contenido positivo, al igual que los demás caracteres de la esclavitud y de la desgracia humana. Convierte la condición humilde en cualidad para un cristiano, la aceptación de esa condición en virtud y el estar dispuesto, por solidaridad con los humildes, a colocarse junto a ellos, en un rango más abajo del que a uno objetivamente le corresponde (humillarse), en una de las más excelsas virtudes cristianas.

La humildad, en este sentido, es claramente contraria al clasismo. El hombre humilde se desapega de su rango, se olvida de su estatus y condición para unirse con todos los demás, porque entiende que lo humano es lo más común y esencial que nos une a todos y que las diferencias son meramente accidentales y coyunturales.

El clasismo significa todo lo contrario: petrificarse en las diferencias, marcar niveles, distinguir derechos y deberes y someter a los inferiores a una relación de dominio y subyugación.

Humildad

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