Читать книгу ¿Dónde están mis orgasmos? - Francis Aurò - Страница 10

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Capítulo 3


¿Qué me estoy perdiendo?

Hola Sara, ¿te acuerdas de mí?

Soy Adrián.

Estaba pensando que podríamos

tomarnos algo esta tarde.

Si me das una dirección

Te recojo a eso de las… ¿19:30?

Oh, my God!!

Cuando leí estos dos mensajes el viernes a la hora del café no les daba crédito.

¡¡Qué fuerteeeeee!! Creo que tengo taquicardia.

¿Y ahora qué le digo?

¿Y si es un loco pirado? A ver, lo conoce Ferran, siempre le puedo preguntar…

Pero es que en realidad no lo conozco de nada.

Pero me resulta tremendamente atractivo… y dice que me pasa a recoger…

Pues ¡¡ME ENCANTA!!

Eran las 11. Le contesté a las 11:30. Le di vueltas a ver cómo le contestaba. Aunque fuera una chorrada, estaba nerviosa.

¡Hola Adrián!

Pues vale, me parece bien.

Pero me iría mejor quedar hacia las 20

Ya me dices!

Si de algo me había servido separarme era para volverme más decidida a la hora de pasar a la acción. Me había visto en la necesidad de tomar decisiones sola de nuevo… y en lo que a hombres se refería no pensaba quedarme en la duda continua si, de entrada, me parecía alguien interesante. Total, ¿qué era lo peor que me podía pasar? ¿Que no me gustase? ¿Que no le gustase? Pues perfecto, así ya lo sabía.

Ok.

Dime dónde te recojo

Concho, demasiado bonito. Y le ha puesto acento al “dónde”.

A ver con qué tara viene la criatura… Porque todos venimos con alguna de serie…

Le dije a Marta que me llamara a eso de las diez por si el tío resultaba ser un pesado. Era una llamada “trampa” para tener una excusa y largarme de manera poco violenta, o sea, para no tener que decirle “Oye, mira, no te lo tomes a mal, pero no me gustas nada y ya me quiero marchar”. Al final todos tenemos nuestro corazoncito y me parecía menos violento para mí y para él decírselo al día siguiente con un mensaje… menos violento, sobre todo para mí.

Hoy quizás directamente en la cita le diría que no hay feeling.

Muchas gracias por tu tiempo, pero me piro ya. Adiós.

Aunque cruzando los dedos para que la otra persona no pronuncie el temido ¿por qué? Llevo fatal tenerme que justificar.

Bueno, realmente hoy no sé qué haría: una tiene días para todo y me permito cambiar de opinión.

Estaba excitada.

No era mi primera cita después de separarme, pero quedar con alguien que te gusta siempre te pone algo nerviosa. Yo lo vivía como cuando me comía un Peta Zetas de pequeña: tenía la sensación que me saltaban chispas por dentro.

No sabía qué ponerme. Me apetecía lucirme pero a la vez ser discreta… para dejar trabajar a la imaginación…

Aquella semana se había empezado a notar ya el calor, y pensé lucirme en un vestido color verde cocodrilo (me gusta más llamarlo verde cocodrilo que verde militar) de tirantes, escotado y largo hasta el tobillo. Y lo combiné con unas bambas blancas, para desenfadar el look.

La primera vez que recuerdo haber visto la combinación falda-con-bambas fue en la serie Luz de luna, a la protagonista, Maddie. Me encantaba aquella serie cuando era niña. Me sentía muy yo en aquel vestido-con-bambas.

Adrián llegó puntual. Aparcó encima de la acera para saludarme y nos dimos dos besos de cortesía.

—Vamos. He pensado en ir a un local con una terraza muy chula, no muy lejos de aquí.

Me pasaba el día organizando la casa, los niños, comidas… así que estaba encantada de que me llevasen y dejarme sorprender, sin tener que pensar yo en nada.

Adrián era de conversación fácil y muy agradable.

La conversación, su voz, el entorno… aquella cerveza me supo a gloria. Se notaba que los dos estábamos muy a gusto.

—Conozco una pizzería a dos minutos. ¿Te parece si cenamos algo juntos? Yo tengo hambre.

No me imaginaba nada mejor en aquel momento. Me apetecía mucho seguir mi cita con él ¡y me encanta la pizzaaaaaa!

Una cena para enmarcar. Se notaba que había química entre los dos y el vinito ayudó lo suyo.

Cuanto más hablaba Adrián, más me gustaba.

Se había divorciado hacía tres años y tenía dos hijos también. Se dedicaba al sector inmobiliario y vivía en una casita a unos veinte kilómetros de Barcelona.

La llamada de Marta sonó puntual a las diez, pero colgué. Le envié un SMS:

Todo ok.

Al acabar la cena, caminamos hasta el parking donde había dejado el coche. Sacó un paquete de caramelos mentolados y se metió uno en la boca. Me ofreció y acepté. Pensé que siempre podría ayudar si nos dábamos un beso… Me apetecía mucho besarlo, la verdad.

—¿Sabes para qué van muy bien estos caramelos?

Parecía una pregunta de Trivial.

—¿Para despejar la nariz y suavizar la garganta? —contesté inocente.

—Jajaja. Supongo que también sirven para eso.

Se paró, me miró y esbozando una sonrisa contestó, susurrándome al oído: —Para hacer sexo oral.

¡Glups! Esto no me lo esperaba.

Un comentario directo y provocador.

—Tengo un vale para una noche de hotel en el Where, que está aquí al lado. Suelo quedarme cuando no me apetece conducir… Estoy pensando que igual te podía enseñar la habitación antes de llevarte a tu casa…

Vamos, de indirecta, nada…

¡Estaba todo calculado! ¿Llevaría a todas sus citas al hotel? ¿Quién tiene vales de una noche de hotel? Yo no… bueno, sería una reserva de esas por horas… y qué más da… en el fondo la idea me encanta…

Me miró fijamente, como pidiéndome permiso, mientras su cuerpo se acercaba al mío. Me empujó suavemente hasta que mi espalda quedó apoyada en el lateral del coche. De nuevo una mirada que buscaba aprobación… Acerqué mi cara hacia él. Sentí sus labios primero y su lengua después, bailando con la mía, con calma, con gusto. Nos besamos con muchas ganas unos minutos.

Su cuerpo pegado a mi cuerpo. Empezaba a sentir cómo crecía su pene pegado a mí…

Llevé mi mano abierta a su entrepierna, apreté con cuidado y acabé el beso para decirle al oído que no llevaba condones…

—Pero yo sí —contestó.

—Bien. Entonces vamos —dije sonriendo.

Yo era todo Peta Zetas de la emoción, aunque mi cabeza también hacía de las suyas:.

Voy a tener sexo con un tío que acabo de conocer hace tres horas, se va a pensar que eres una descocada… él y todo el mundo…

Ya, pero yo no tengo sexo con cualquiera que conozco… él me gusta y me apetece… y lo importante es lo que pienso yo… lo que siento yo…

Además, lo conocen en el despacho, no es tan “desconocido”…

Él va a pensar lo que quiera, igual que el resto del mundo…

Todo el día pensando en lo que los demás pensarán de mí. ¿Y yo?

¿Qué pensaré de mí si no hago lo que quiero?

No es culpa mía lo que los demás piensen de mí, es cosa de ellos, bastante tengo yo con entenderme a mí misma.

Soy adulta, me apetece y “creo” que no me importa lo que piensen de mí.

¡Fin de esta conversación!

Hasta la música que puso en el coche me gustó.

Aparcamos delante del hotel y nos acercamos a recepción a buscar la llave de la habitación.

—Aquí tiene, caballero.

Me miró sonriendo, me cogió de la mano y fuimos al ascensor.

No sé si notó que estaba temblando.

Aunque estaba excitada y con ganas, mi cabeza seguía ocupada en varias cosas a la vez:

¿Estaré a la altura? ¿Y él? ¿Cómo hará el amor?

Te parece que el sexo solo se hace de una manera hasta que lo haces con otras personas. Como las recetas de cocina: siempre te sorprendes al probar la misma receta hecha por otro…

El ascensor tenía las paredes transparentes y unas luces rojas verticales. Subió hasta el piso 9.

Al entrar en la habitación me condujo caminando mientras nos besábamos hasta la cama donde me dejé caer.

Se encargó de desnudarme, ágil pero con mimo, y de mirarme de arriba a abajo como quien admira con gusto el objeto que ha escogido. Sonreí al escuchar un soplido de excitación cuando me puse de espaldas.

Luego se quitó la ropa él, y entonces lo admiré yo: creo que es el tío más musculado y mejor depilado que veré nunca.

Yo nunca he sido una persona atlética, y ver su cuerpo tan estupendo me hizo dudar de mi desnudez…

Quizás le gusten las tías más fibradas, o más deportistas o más jóvenes o qué sé yo…

Vale sí, puede ser, pero ahora mismo está aquí contigo y te está besando a ti… así que deja de pensar…

Se sentó detrás de mí en la cama y pegó su cuerpo al mío. Sentí su pecho caliente en mi espalda y su falo erecto también. Sin dejar de besarme retiró mi pelo hacia un lado dejando mi cuello y mi nuca dispuestos para ser besados. Los besos en mi cuello me daban escalofríos y me ponían la piel de gallina y los pezones duros. Lo comprobó al agarrarme los pechos con ambas manos para jugar con ellos, mientras me seguía besando.

Me giró hacia él y me animó a sentarme encima de sus piernas… Me senté lentamente, tratando de encajar su miembro en mi puzle, sintiendo cómo entraba su pene en mi interior. Sus manos pasaron de mis pechos a mis nalgas, tratando de controlar así que mi culo bajase y subiese poco a poco.

Estaba muy excitada.

Resbalaba con energía dentro de mí.

( )

Cambiamos de posición varias veces. Aguantó no sé cuánto, bastante. Fueron minutos en los que yo gemí, disfruté y comprobé la resistencia de toda su musculatura, que estaba a años luz de la mía. Y me gustó mucho.

Pero no me corrí. Vamos, como siempre.

Y nunca me había planteado nada más, hasta que él, recobrando el aliento, me soltó lo de que me había corrido… dos veces.

Me sentí halagada, aunque no entendía nada.

No me hubiera importado quedarme a dormir con él en el hotel, pero Adrián tenía cosas que hacer temprano al día siguiente y prefirió llevarme a casa. Además, follar es una cosa, pero dormir juntos es otra.

Curioso. Acababa de compartir mi cuerpo con él pero me daba vergüenza imaginar su cara al despertarse a la mañana siguiente a mi lado. Así que la opción de marcharnos tampoco me pareció mal.

—Me lo he pasado muy bien contigo, Sara.

—Yo también —contesté sonriendo mientras nos besábamos, antes de bajar del coche.

—Nos llamamos —dijo antes de que se cerrara la puerta. Yo asentí con la cabeza y con mi sonrisa.

La verdad es que Adrián me había tratado genial y la cita superó con creces mis expectativas :)

Al llegar a casa solo pensaba en dormir. Pero al día siguiente empecé a darle vueltas a lo que me había dicho. Llegué a la conclusión de que era un fantasma:

Ahora resulta que él se da cuenta de que me corro. ¿Y yo no? Y dos veces.

¡Vamos, anda!

Estaba enfadada, con él, conmigo, con el mundo quizás, porque en realidad no tenía ni idea de qué se suponía que debía sentir al hacer el amor o al tener un orgasmo… Disfrutaba y me lo pasaba muy bien…

Lo que empezaba a cuestionarme era si podría pasármelo mejor.

A la semana siguiente quedamos a comer en plan rápido, porque los dos teníamos compromisos después. Adrián tenía que recoger unos papeles en el despacho y lo hicimos coincidir. Me esperó en el hall del edificio y me recibió con una sonrisa:

—Qué bonita estás. —Y me plantó un beso casi sin darme tiempo a contestarle.

Durante la comida hablamos más de temas laborales que de otra cosa, pero me gustó. Analizamos agenda y quedamos para la semana siguiente, para hacer una cenita tranquiiiiiilamente. Mmmmm.

Pero no, no hubo cenita tranquila. Sniff.

Acabamos cenando cada uno por su lado porque a él le surgió un compromiso con sus hijos. O eso me dijo.

—Me paso por tu casa en cuanto acabe.

Podría haberle dado vueltas al comentario, pero en esta ocasión no lo hice. Me recordé que me había propuesto disfrutar sin implicarme emocionalmente, al menos durante una temporada.

Al fin y al cabo había muchos hombres que lo hacían y admiraba a esas mujeres que decían hacerlo también.

Yo quiero ser como ellas, una mujer que busca compañía de forma puntual… sin más.

Y mientras me decía aquellas palabras me imaginaba más guapa, más segura, más atractiva y más de todo. Necesitaba creerlo. Necesitaba creer que yo podía funcionar en ese modo. En modo Post it: sin engancharme del todo, solo lo necesario.

Tenía miedo de volver a pasarlo mal.

Si no hay sentimientos, es más fácil todo. Empezar y acabar.

Tener sexo me parecía una experiencia muy íntima, pero mucho más sencilla que compartir sentimientos, ahí ya me sentía mucho más vulnerable.

Me encantaba el cortejo, el flirteo, el quedar, los nervios, los besos, las caricias, sentirme deseada… y al acabar, cada mochuelo a su olivo. Sobre el papel me parecía la mejor estrategia.

Sin embargo parte del atractivo de mi amante lo encontraba en su forma de hablar, de comportarse, de tratarme…

No tenía muy claro si iba a ser capaz de quedarme solo en la parte más física del encuentro sexual, porque si alguien me gusta, pues me gusta para más cosas también.

A ver, Sara, que has quedado una vez y media… relájate.

Vale, me relajo, estoy enfadada porque no hemos quedado para cenar, pero no pasa nada, yo solo quiero sexo, nada más, con un hombre interesante, atractivo, atento… pero solo sexo… nada más…

¿A quién pretendía engañar?

A pesar de mis expectativas, nuestro segundo encuentro no tuvo nada que ver con el primero.

Fue solo sexo. Cierto, era lo que decía que quería, pero no hubo conversación interesante, ni conexión previa… y así no hay quien lubrique…

Adrián se puso al lío a los pocos minutos de llegar… y yo… yo no estaba enchufada, pero me metí al lío a pesar de ello, porque hemos quedado para esto… y al acabar pues eso, cada mochuelo a su olivo.

Me excité poco y disfruté poco. Difícil creer que éramos los mismos del otro día.

Es cierto que no siempre estamos igual de receptivos, esto ya lo sabía de mis años con Alex, sin embargo algo me decía que igual no me iba a resultar tan sencillo separar la parte emocional de la sexual.

Creo que no me mola el sexo a palo seco y quizás Adrián no me gusta tanto como me pensaba.

No me apetecía mucho llamarle. Tampoco sabía qué decirle ni qué quería de él. Fue Adrián quien me escribió para quedar a comer el miércoles siguiente.

Esta vez llegué al restaurante que me propuso sin mucha expectativa. Hablando con él durante la comida, volví a verlo atento, interesante, atractivo, y se me volvieron a despertar las ganas de tener sexo con él, pero ninguno de los dos dijo nada en aquel momento.

A las dos horas me estaba enviando un mensaje:

Tengo muchas ganas de follarte

El mensajito me puso a cien.

¿Y tú lo has visto? Pues yo tampoco.

Varios mensajes para ver cómo quedábamos y ninguna opción le parecía bien.

Finalmente me dijo:

Creo que será mejor no quedar:

A partir del tercer polvo las mujeres os enamoráis

¿¿Perdonaaaa??

Este tío es gilipollas.


Le hubiese metido una superpatada en su entrepierna superdepilada y después hubiera follado con él hasta no poder más.

Mmmmm…

Pero en realidad estaba haciendo un sofrito de calabacín, que casi se me quema intentando cuadrar la dichosa cita.

Su contestación me dejó tan flipada que ni le contesté.

Estaba enfadada. Me dio rabia que me pusiera a cien para después decirme que no quería quedar… y me dio rabia su excusa.

¿Y qué si me enamoro? ¿Y qué si me gusta hacer el amor con alguien que me genere algún sentimiento? ¿Y qué si muestro lo que siento? ¿Será problema mío, no?

Al menos nosotras sentimos, no como vosotros que os pasáis media vida cagados de miedo cuando escucháis la palabra relación.

Y además, ¿él qué sabe si yo soy así?

¿Y qué pasa si soy así?

Grrrrr…

El momento del sofrito es lo que tiene… Incita a la reflexión.

Quizás generalicé un poco respecto al sexo masculino, ya sé que todos los hombres no son iguales…

Tardé unos días, pero me acabé olvidando. No era para tanto. Y cabreada me pareció relativamente fácil olvidarme de él.

Adrián no volvió a dar señales de vida. Tampoco apareció más por el despacho. Ni le pregunté a Ferran por él.

Me quedé con la parte positiva de la experiencia: sentirse atractiva para otra persona siempre da un plus de energía. Y comprobé que relacionarse en modo Post it permitía un desenganche rápido y no dejaba restos.

Era parecido a lo que me había pasado unos meses antes con Carlos.

¿Dónde están mis orgasmos?

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