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PRÓLOGO

Todxs hablamos…

Sin duda las relaciones con las personas que más queremos son las que más nos remueven. Las que más nos afectan.

Los que saben dicen que nos ayudan a crecer, que se trata de aprender de ellas…

Pero es que aprender sin temario o sin libros de texto es complicado: muchas veces lo que tú has considerado importante no es lo que entra en el examen. Y claro, así vamos un poco a ciegas, escogiendo temario en función de lo que nos va tocando vivir, aprendiendo sobre la marcha, aprobando unos exámenes y en cambio suspendiendo otros una y otra vez… hasta que un día hacemos algo diferente… y aprobamos…

Y entonces, cuando parecía que ya más o menos lo teníamos controlado, aparecen, como si de una gincana se tratara, nuevas situaciones que nos vuelven a poner a prueba en esa relación o en otra…

Las relaciones de pareja ocupan un espacio importante en nuestros pensamientos, en nuestras vidas y por supuesto en nuestras conversaciones.

Hablamos de las nuestras, de las de otros. De las que tuvimos, de las que nos gustaría tener o de esas que no queremos repetir.

¡¡Cuántas confesiones, cuántas dudas y cuántas soluciones en todas esas conversaciones!!

Además ¡es tan fácil opinar y aconsejar cuando se trata de la vida de los demás! De repente nos convertimos en expertos psicólogos-terapeutas-coachs entregados a ofrecer el mejor consejo a nuestra/o amiga/o, consejo que además vemos tan claro, que no entendemos cómo puede ser que no lo vea ella/él.

¡Ojalá fuera tan fácil cuando estás implicado!: desde dentro ya no ves tan claro lo que en otros parecía sencillo.

A veces son conversaciones preparadas: “Tenemos que quedar porque necesito hablar, necesito saber vuestra opinión. Le estoy dando tantas vueltas al tema que ya no sé si lo que pienso es normal”. Entonces, el lugar es lo de menos. Lo importante es encontrar un momento. Y si no hay momento posible, hay teléfono y hay audios de WhatsApp que consiguen hacer terapia en tiempo récord.

Otras conversaciones son más improvisadas… Al acabar una cena, con un café, dando un paseo, volviendo a casa en coche, tomando el sol en la playa, derrumbándote delante de un desconocido ese día que ya no puedes más y él escucha tu historia como si fuera tu mejor amigo… Las situaciones son infinitas.

Y es que en ocasiones las relaciones sentimentales pueden conseguir desgastarnos y chuparnos, como si del más hambriento vampiro se tratase, mucha energía.

(Y puestos a chupar, que nos chupen otras cosas, ¿no?).

Porque no se trata solo de sentimientos. En las relaciones sexo-afectivas o de pareja, como yo las llamo, también se trata de sexo.

Y aunque parece que cada vez hablamos de sexo con más naturalidad, la verdad es que “ese” tema sigue envuelto en creencias y connotaciones varias, sazonadas con vergüenza, culpa, burla, miedo, desconocimiento…

Las conversaciones sobre emociones o sexo pueden ser más o menos profundas y más o menos sinceras. Los hay que fácilmente cuentan de todo y los que difícilmente cuentan algo. Los que exageran o los que se posicionan en lo que parece la media, por si acaso… “No me vayan a juzgar” “Intentemos parecer normales”.

Y claro, acostumbrados a comparar desde pequeñitos, después de estas conversaciones, pues eso, comparamos; algunas veces reflexionamos y muchas otras nos frustramos al pensar en cómo parece que les va a los demás y cómo nos va a nosotros.

Pues de muchas de esas conversaciones, nace Sara.

Con sus creencias y con sus contradicciones, para contar su historia, hecha de partes de muchas historias.

¿Dónde están mis orgasmos?

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