Читать книгу Caminando juntos hacia la plenitud del amor - Francisca García Guirado - Страница 8

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INTRODUCCIÓN

“Que seáis llenos del conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual y os comportéis de una manera digna del Señor, intentando complacerle en todo… dando gracias, al mismo tiempo, a Dios, que nos ha invitado y hechos partícipes de la herencia de los santos en la gloria” (Col 1,9-10ª.12).

Con estas palabras de san Pablo quiero comenzar una reflexión sobre el matrimonio y la familia en la Biblia, que nos lleve a entender cuán importante son éstos en el plan de salvación de Dios para la humanidad; que nos lleve a descubrir cuál es el sentido de la vida conyugal y familiar y la meta a la que hemos sido llamados como matrimonios.

Vivir la vida conyugal para ser felices juntos es el motor que nos llevó a casarnos, a proyectar una vida en común. Una vida que fuera creciendo cada vez más en un amor profundo, amor que nos llevara a esa felicidad tan anhelada por todos los seres humanos.

Hoy constatamos, por desgracia, que muchos de los matrimonios que se casaron con esa ilusión, trascurrido un tiempo de vida conyugal, se han separado por múltiples motivos. Vemos cómo las familias se rompen y cómo los hijos, muchas veces, tienen que vivir la experiencia de unas segundas nupcias de sus padres.

Para todos los matrimonios católicos que hemos recibido el sacramento, esa situación no debería darse, pues nos hemos casado para toda la vida, sin embargo, la realidad es que sí se da y con mucha frecuencia.

Al abordar la tarea de este libro quise iluminar de manera sencilla la institución matrimonial y familiar a la luz de la Sagrada Escritura, desde el matrimonio natural de los orígenes hasta el matrimonio como sacramento en el Nuevo Testamento. Quise descubrir y hacer ver a los lectores cómo Dios creó al hombre y la mujer por amor y para el amor y, por tanto, para que fueran felices juntos. Y que la voluntad de felicidad del Creador para la humanidad va paralela a su voluntad salvífica y tiene en ella su mejor expresión.

Vamos a ver pues, a lo largo de las siguientes páginas, la maravilla que encierra la Palabra de Dios, sobre el designio de toda pareja humana, hombre y mujer, que han sido llamados a vivir juntos en una comunidad de amor abierta a la vida. La Sagrada Escritura nos va llevando poco a poco a descubrir la naturaleza humana, con sus grandezas y debilidades, con sus logros y sus fracasos. Nos va presentando parejas que han luchado por vivir la relación de amor a la que el Creador las llamó; relación que no ha sido siempre fácil, pero en la que ha triunfado el deseo de vivir juntos la felicidad.

Para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, casados por la Iglesia, conseguir ese ideal de felicidad es posible cuando tenemos como camino el Evangelio de Jesús, contamos con su gracia y nos alimentamos día a día del pan de su Palabra y del pan de Vida. Cuando tenemos una comunidad que nos acoge, nos anima en la andadura conyugal y nos invita a vivir la fiesta del amor, como dice repetidas veces el Papa Francisco.

Sólo así, entiendo que es posible mantener la fidelidad y la donación mutua en el matrimonio, en pos siempre de alcanzar la meta para la que hemos sido creados y llamados a la vida conyugal: crecer juntos hacia la plenitud del amor.

En Colosenses 1,16 vemos cómo el orden de la creación está determinado por la orientación a Cristo: “porque en Él fueron creadas todas las cosas… Todo fue hecho en Él y para Él”. En la pedagogía divina, el orden de la creación evoluciona en el de la redención, mediante sucesivas etapas. Así pues, es necesario comprender la importancia del matrimonio sacramental en continuación del matrimonio natural instaurado por Dios en los orígenes. Todo está comprendido en el plan de salvación de Dios, orientado desde Cristo y para Cristo, “hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el hombre perfecto, con esa madurez que no es menos que la plenitud de Cristo” (Ef 4,13).

De ese modo, desde su inicio hasta el fin, la Biblia habla del matrimonio y de su Misterio, de su institución y del sentido que Dios le ha dado, de su origen y de su fin, de sus diversas realizaciones a lo largo de toda la historia de la salvación, de sus dificultades derivadas del pecado, de su renovación en Jesucristo y de la nueva Alianza que Él establece con la Iglesia.

En esta revelación del amor, que nos fascina, la luz de la Palabra nos hace ver el amor de Dios que sale a nuestro encuentro, que está de alguna forma presente en el amor que sentimos los cónyuges. Nos vemos introducidos en una historia de amor a la que somos invitados personalmente como protagonistas. Dios cuenta con nosotros y con nuestra familia para desvelar y realizar su Misterio de amor.

En la Biblia se pone de manifiesto cómo los matrimonios podemos y debemos llegar a la santidad. La Palabra de Dios nos ofrece los elementos necesarios para iluminar ese camino, consciente de las dificultades del mismo. En ella encontramos respuestas para nuestros más variados problemas conyugales y familiares, encontramos consuelo y fortaleza en las dificultades, pero, sobre todo, encontramos a un Dios Amor que no cesa de entregarse por nosotros, que se ha querido quedar a vivir en casa, en nuestro hogar, para que éste sea continuamente un hogar nuevo.

Por todo ello, animo a que nos adentremos en este mar maravilloso que es la Palabra de Dios para que a través de ella descubramos cómo crecer juntos, en el matrimonio y en la familia, hacia la plenitud del amor que es Cristo.

Para esta tarea, voy a seleccionar algunos textos pertenecientes a las distintas etapas de la Historia de la Salvación, Antiguo y Nuevo Testamento. No pretendo hacer un trabajo exhaustivo de exégesis bíblica, más bien todo lo contrario: quisiera iluminar de forma sencilla la realidad del matrimonio y la familia con algunos textos que nos ayuden a vivir mejor la vida conyugal y familiar, sabiendo que es Dios con su Palabra quien nos anima y fortalece en esta hermosa tarea.

Puesto que la fuente de los principios de la Buena Noticia sobre el matrimonio y la familia está no sólo en la Palabra de Dios sino también en la Tradición de la Iglesia, haré alusión de algunos documentos posconciliares (textos del Vaticano II, encíclicas, exhortaciones, sínodos de obispos, etc.) que nos ayuden a iluminar este hermoso proyecto de caminar hacia la plenitud del amor en la vida conyugal y familiar.

Nos dice san Juan Pablo II: “La Iglesia, iluminada por la fe, que le da a conocer toda la verdad acerca del bien precioso del matrimonio y de la familia y acerca de sus significados más profundos, siente una vez más el deber de anunciar el Evangelio, esto es, la «buena nueva», a todos indistintamente, en particular a aquellos que son llamados al matrimonio y se preparan para él, a todos los esposos y padres del mundo. Está íntimamente convencida de que sólo con la aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza puesta legítimamente en el matrimonio y en la familia”.1

1 SAN JUAN PABLO II. FC 3. 22-11-1981

Caminando juntos hacia la plenitud del amor

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