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Los suplementos de instrucción, entretenimiento y moralización
para la infancia durante
el porfiriato
ОглавлениеCarmen García Venegas*
Dichoso el hombre que adquiere en la infancia
la costumbre de ver con respeto
y gusto el periódico…
El Diario de los Niños
Escribir sobre el tema de los suplementos para la infancia publicados desde el siglo xix en México implica reflexionar no sólo sobre el contenido de esas revistas, sino también nos permite observar qué tipo de educación se ofrecía a los niños. Sin duda, estos aspectos dan cuenta de la importancia que tenía empezar a educar a los niños dentro y fuera de las escuelas. Desde que nos volvimos un país independiente, se necesitaba una población instruida para que nuestro país lograra alcanzar el anhelado progreso; y de eso fueron conscientes los gobiernos y sus más cercanos colaboradores. Los niños eran un sector social al que se debía procurar la educación por todos los medios posibles: en la escuela, con maestros preparados; en el hogar, bajo los cuidados y consejos de sus padres y con materiales de lectura con mensajes orientados a brindarles instrucción elemental, moralización con un sentido cívico y un poco de esparcimiento.
Es importante señalar que a pesar de que en el siglo xix se empezó a considerar a los niños con características distintas a la población adulta, de tal forma que requerían ser tratados con cuidados especiales para ser formados desde su tierna edad, muchas veces los niños eran la mano de obra en el campo, el taller y el servicio doméstico, lo que a muchos les impedía recibir instrucción. Los que tenían la fortuna de asistir a la escuela, lo hacían en colegios particulares o dentro de sus hogares por medio de maestros contratados por los padres de familia. Durante el porfiriato existía el problema del ausentismo escolar por la resistencia de los padres o tutores para que sus hijos asistieran al colegio, pues la situación económica no les permitía comprar los útiles escolares de sus hijos, además de que algunos niños apoyaban a su familia consiguiendo dinero para cubrir “los gastos del hogar”.1
Una de las tantas preocupaciones que tuvieron los ideólogos y políticos durante el siglo xix fue la de proporcionar la instrucción a todos los niveles sociales, de tal forma que se pudiera tener una población preparada para impulsar el progreso del país. Las autoridades encargadas de organizar la instrucción eran los ayuntamientos, a quienes les correspondía establecer escuelas, aunque fuera alquilando casas en vecindarios, y contratar a los maestros evaluándolos previamente en conocimientos elementales como leer, escribir y contar. Otra forma de solucionar el problema educativo fue a través de las escuelas lancasterianas, que por medio de la ayuda de monitores o alumnos más avanzados en sus estudios, los maestros lograban dar clases a otros niños. Tras el triunfo liberal se buscó la forma de impulsar leyes que garantizaran a los niños su derecho a recibir instrucción; pero conforme a la Constitución de 1857, a cada estado de la República le tocaba organizar la educación de acuerdo a sus leyes internas, por lo que el gobierno federal no podía estructurar una educación que llegara a todos de forma uniforme.
Durante el porfiriato se enfocaron diversos esfuerzos en atender la instrucción elemental de la niñez a nivel nacional; pero esos esfuerzos eran tanto de las autoridades del gobierno como de los intelectuales que se preocupaban y se ocupaban por impulsar el progreso del país mediante la educación de la población; muchos de ellos eran políticos, maestros y editores de periódicos. El gobierno estaba diseñando los planes para impulsar un sistema educativo que hiciera llegar la instrucción de forma uniforme a todo el país y los intelectuales se orientaron a publicar suplementos destinados a brindar en sus páginas instrucción y recreo para la niñez mexicana.
La uniformidad educativa en el porfiriato
El gobierno de Porfirio Díaz, a través del ministro de Instrucción, Joaquín Baranda, comenzó el proceso de unificar la educación mediante la organización de un Congreso Nacional de Instrucción con el fin de establecer acuerdos con los gobiernos de los estados para homologar la educación en todo el territorio nacional sin desatender los artículos de la Constitución de 1857 que reservaba la organización de estos asuntos a las legislaturas y autoridades de cada estado.
El 1 junio de 1889, Joaquín Baranda envió a los gobernadores de los estados una convocatoria para que nombraran a sus representantes para participar en el primer Congreso Nacional de Instrucción a celebrarse en la ciudad de México el primero de diciembre de ese mismo año. La idea era conseguir que los esfuerzos de cada uno de los estados de la República enfocados en llevar la educación primaria a la población, se convirtieran en un sistema uniforme y abarcar a la totalidad del país. El argumento que el ministro de Instrucción utilizó para convencer a los gobernadores que apoyaran esta idea, fue que existían diferencias entre los sistemas educativos de los estados, lo cual provocaba desigualdad en los conocimientos adquiridos por los alumnos, cayendo en la instrucción elemental una “lamentable anarquía”.
De acuerdo al programa de trabajo que se seguiría dentro del primer Congreso Nacional de Instrucción, los temas puestos a discusión en el nivel de educación primaria estaban enfocados a unificar el sistema educativo en toda la República. Esta uniformidad implicaba revisar temas como: Escuelas Normales; educación para adultos; jardines de niños; títulos a profesores; emolumentos; escuelas rurales; preceptos constitucionales relativos a la instrucción pública; edificios escolares; las materias a impartirse para establecer los programas de estudio; los métodos, procedimientos y sistemas de enseñanza; el contenido de los textos de apoyo para la instrucción elemental, entre otros.
Para normar la educación bajo ciertos principios de uniformidad en la enseñanza primaria, se requería que ese sistema educativo ofreciera una “suma de conocimientos” útiles para los alumnos de las escuelas. El programa general de la enseñanza primaria elemental obligatoria –propuesto en el Congreso Nacional de Instrucción- contenía las siguientes materias: moral practica; instrucción cívica; lengua nacional, que incluía enseñanza de lectura y escritura; lecciones de cosas; aritmética; ciencias físicas y naturales; geometría; geografía; historia patria; dibujo; canto; gimnasia, y labores manuales para niñas.2
Lo importante de este tema, es que el programa educativo propuesto se enfocaba en brindar a los niños los conocimientos que les pudieran servir en la vida práctica; pero lo más sobresaliente era que algunas de sus materias ofrecían un sistema ideológico para unificar una identidad nacional:
La moral práctica contenía principios que regulaban las costumbres o acciones humanas, basándose en las nociones del bien y del mal. Sus principios universales formarían el ser social: al hombre.
La instrucción cívica servía para que los niños obtuvieran conocimientos que necesitaban para desempeñar sus funciones como ciudadano mexicano. Con el apoyo de esta materia se formaba al ser político: al ciudadano.
La lengua nacional buscaba que los niños obtuvieran facilidad para expresarse y también se pretendían unificar los sentimientos de los individuos. Uno de los motivos por los que las diferentes etnias que habitaban en nuestro país tenían cierto alejamiento del resto de la población mexicana, se debía a que sus habitantes no habían podido acercarse con la familiaridad que daba hablar un mismo idioma.
La geografía servía para que los niños ubicaran el país y el estado donde vivían, y además para que tuvieran una referencia exacta de los lugares donde sucedieron los acontecimientos más importantes de la historia.
La historia patria servía para que los niños comprendieran los hechos culminantes de la vida del país y los nombres y acciones de sus hombres eminentes.
Otras materias apoyaban las habilidades intelectuales y psicomotoras, básicas para desempeñar labores cotidianas y —en el futuro— las actividades técnicas o profesionales que pudieran impulsar el desarrollo nacional: la lectura, la escritura y la aritmética, eran elementales para comenzar a aprender y tener acceso a los conocimientos, lo que significaba que cada individuo podía progresar; las lecciones de cosas tenían el objetivo de cultivar los sentidos y las facultades intelectuales; el dibujo y la geometría facilitaban la forma de elaborar diseños, lo cual servía para aplicar las técnicas en los talleres de artesanos; las labores manuales significaban para las mujeres un potencial de trabajo no sólo al interior del hogar, sino también en el ámbito laboral en el que ya empezaban a desenvolverse.3
Durante el régimen porfirista también se dio la pauta para que los profesores estuvieran mejor preparados para difundir los conocimientos a los niños y para ello debían formarse en las escuelas normalistas, donde los capacitarían en materias pedagógicas, puesto que no sólo bastaba con saber leer, escribir y contar, para estar al frente de un grupo, sino aprender diversas materias y la forma eficaz de transmitir conocimientos a sus alumnos.
Estos Congresos Nacionales de Instrucción se impartieron cuando el gobierno había conseguido cierta estabilidad política y pretendió que el país entrara en un periodo de progreso, en donde las fuerzas individuales y colectivas pudieran contribuir a su desarrollo. Educar era una necesidad apremiante para impulsar ese progreso, y el gobierno federal debía encargarse de difundir la instrucción elemental al mayor número posible de mexicanos para que adquirieran la preparación que les permitiera acceder a las oportunidades que podría ofrecer la modernidad.
Los periódicos infantiles
En cuanto a los materiales de lectura, también el siglo xix nos ofrece una riqueza importante en suplementos dirigidos especialmente a los niños. Cabe señalar que en Europa ya había una tradición por publicar escritos especialmente dirigidos a los niños con contenido moralista, educativo y de entretenimiento. La población infantil europea tenía libros escritos especialmente para ellos; librerías donde podían comprar los ejemplares de Hans Cristian Andersen, Charles Dickens y Julio Verne; bibliotecas que les prestaban materiales de lectura de esparcimiento. Mucha de esa literatura fue publicada en los suplementos que ya empezaban a circular entre los niños: The Liliputian Magazine, en Inglaterra; el Magasin des Enfants, en Francia; Kinderfreund, en Alemania, y La Gaceta de los Niños, en España, por mencionar algunos. Fueron estas mismas publicaciones las que inspiraron a los editores mexicanos a imprimir materiales especialmente dirigidos al público infantil mexicano. Es importante señalar que los suplementos infantiles en nuestro país brindaron literatura de entretenimiento e instrucción con mensajes moralizantes y de orientación cívica que fomentara en los niños el amor por la patria.
Los periódicos para niños comenzaron a publicarse en la segunda mitad del siglo xix, y aunque este trabajo centra la atención en rescatar los que se difundieron durante el régimen porfiriano, cabe señalar que antes ya se conocían algunos que no podemos dejar de mencionar, entre éstos están:
El Diario de los Niños, publicado entre1839 y 1840 por Wenceslao Sánchez de la Barquera. Era un suplemento de corte literario, en el cual los niños encontraban una miscelánea de conocimientos, como referencias geográficas sobre México y el mundo; artículos de salud e higiene; biografías de personajes célebres, y todo tipo de temas de interés para los niños. Este periódico fue traducido del francés para la infancia mexicana.
El Obrero del Porvenir, suplemento leído por los niños a partir de 1870 con temas educativos y de recreación. En sus páginas se publicaban lecciones de moral que inculcaban el valor de la amistad, el respeto a los ancianos y el amor por el país que habitaban. Se distribuía de forma gratuita y su objetivo era contribuir a la propagación de conocimientos útiles para la niñez de escasos recursos. El suplemento se repartía en las escuelas públicas para niños y niñas. Entre las personas que hacían posible su publicación estaba Ramón Manterola, quien ocupó cargos importantes en instituciones educativas: Regidor de Instrucción Pública de Tacubaya en 1887; profesor de pedagogía en la Escuela Normal de la Ciudad de México y director de la misma en 1890; representó al estado de Tlaxcala como diputado en los Congresos Nacionales de Instrucción de 1890-1891.
El Protector de la Infancia era una revista surgida en 1871 bajo los auspicios de la Compañía Lancasteriana, destinada a instruir y entretener a niños y niñas. A partir de julio de 1872 otro periódico dedicado a las alumnas de las escuelas lancasterianas fue El Escolar, redactado por Ignacio S. Mendizábal y Miguel Olivares, quienes se dirigían a las “lectorcitas” con mensajes que exaltaban los valores del estudio y el trabajo. El Escolar tenía como “redactor en jefe” a Ignacio S. Mendizábal y como responsable a Miguel Olivares. Este suplemento incluía varias secciones. Presentaba un editorial con enfoque moralizante; después el espacio de “Variedades”, escrito por C. Poulet, quien aconsejaba a las niñas sobre la importancia de amar a los padres o de la dedicación al trabajo; también se escribía un segmento para dar a conocer la “Biografía” de un personaje célebre; se incluían además charadas o adivinanzas que las niñas o niños podían resolver para ganarse libros instructivos y juguetes ofrecidos por el periódico; no podía faltar un espacio para publicar “Noticias Varias”, donde anunciaban eventos de las sociedades mutualistas que apoyaban al periódico con la compra de subscripciones, también invitaciones para que los niños enviaran colaboraciones que quisieran publicar en las páginas de este periódico, o los agradecimientos a otros suplementos que escribieron mensajes gratos para El Escolar; finalmente se importaba y una “Charla” que quincenalmente las “lectorcitas” tendrían con un personaje de nombre “Metastacio”, quien escribiría sobre temas diversos que pudieran instruir o interesar a las pequeñas.
El Ángel de la Guarda, semanario dirigido a los niños de la Sociedad Católica (constituida en 1869 por algunos integrantes del partido conservador). Inició en febrero de 1870 con escritos sobre La Biblia; su idea principal era ofrecer a los niños una enseñanza religiosa por medio de cuentos sobre vidas ejemplares de los santos y consejos que fomentaban el amor a la religión, la familia y la patria.
La Edad Feliz, semanario publicado todos los jueves con un precio de cincuenta centavos la suscripción mensual. Su redactor era José Rosas y dedicaba la publicación a los niños y a las madres de familia. Contenía ilustraciones en su portada, así como en los cuentos y en los escritos científicos, históricos y geográficos que publicaba. Incluía proverbios, chistes, charadas, crónicas y anuncios de juguetes, medicinas, calzado y libros para niños. Muchos de los libros anunciados eran escritos por José Rosas: La ciencia de la dicha; Lecciones de moral en verso, y Fabulas, adaptadas para servir de texto en las escuelas nacionales.
De esta forma podemos observar que la prensa infantil ya era conocida en nuestro país desde antes del porfiriato, sobre todo porque se difundió entre la población escolar y contó con la iniciativa de hombres y mujeres que se ocuparon y preocuparon por dejar a la niñez una herramienta que serviría para apoyar su instrucción escolar, su formación cívica y su espacio para el entretenimiento. Además, contribuía a la preparación de los maestros con escritos pedagógicos y orientaba a las madres de familia con consejos útiles para el cuidado, higiene y salud de sus hijos. Otra de las formas en que se difundió el periódico infantil fue a través de la misma prensa, que en su sección de anuncios dedicaba espacio para dar a conocer la existencia de esas publicaciones:
A la prensa
Agradecemos infinito a todos los periódicos de la capital la benévola acogida que se han servido dispensar a nuestra publicación: las lisonjeras frases con las que han anunciado nos han llenado de gozo… El Correo de los Niños, este simpático coleguita, ha anunciado nuestra aparición en los más honrosos términos. Gracias caro coleguita.4
Los suplementos infantiles del porfiriato
Como ya lo hemos señalado, los esfuerzos por brindar instrucción no sólo surgieron por parte del gobierno, sino también fueron los editores de periódicos quienes orientaron sus trabajos con material de instrucción y recreo para los niños. Es importante señalar que estos suplementos infantiles se publicaron de forma independiente a los proyectos oficiales de instrucción, se trataba de un esfuerzo de particulares (algunos de ellos eran intelectuales o maestros) que deseaban que la educación llegara a un público más numeroso.
Cabe señalar que el contenido de los escritos publicados tenía similitud con los programas de estudio que se pretendía impulsar en la reforma educativa discutida en los Congresos Nacionales de Instrucción del porfiriato, puesto que en las páginas los niños hallaban temas sobre ciencia, moral, civismo, geografía, historia, higiene, artes y literatura; pero además ofrecían material de recreación y entretenimiento extraescolar. Por ejemplo, las lecciones de historia eran retomadas con la publicación de biografías de personajes célebres como Hidalgo y Zaragoza. También publicaban nociones de geografía con temas sobre el territorio mexicano, sus ríos, mares y montañas, así como datos referentes al progreso material alcanzado. En cuanto a la moralización de los niños, los suplementos buscaban orientar su conducta cívica y humana por medio de discursos enfocados a hacer de ellos seres trabajadores, justos, generosos, ordenados y respetuosos.5
Tanto los maestros como las madres de familia eran quienes acompañaban más tiempo a los niños y ellos tenían la misión de formarlos en la escuela y en el hogar. Por ello se echó mano de un gran aliado para orientarlos: el periódico especializado para niños. Dentro de sus páginas se publicaban artículos pedagógicos que daban a conocer lo más novedoso de los métodos de enseñanza para ser aplicados por los maestros de primaria en sus aulas o para difundirlos a los alumnos de las escuelas normalistas, pues se requería tener preceptores bien preparados para transmitir los conocimientos elementales a los niños que tuvieran a su cargo; y para las madres de familia escribían consejos útiles para el cuidado de los hijos, la salud e higiene en el hogar, y les incluían la impresión de figurines para que ellas mismas confeccionaran la ropa de los chiquitines.
Entre esos suplementos infantiles publicados en el régimen porfirista podemos mencionar:
El Correo de los niños (1872-1883)
“Semanario dedicado a la niñez mexicana”, que alcanzó una larga vida durante el siglo xix. Se proponía divertir y educar a través de la creación de un personaje llamado Postillón, quien en el primer ejemplar dio la bienvenida a los niños, presentándose como un hombre de edad avanzada que entendía a los pequeños en sus gustos literarios y por eso les prometía escribir para ellos con un lenguaje sencillo.
Este suplemento estaba dirigido a niños de diferentes edades y cada domingo por las mañanas ofrecía diversos temas para leer: problemas de aritmética y lecciones de gramática, ciencia e historia; cuentos infantiles de Perrault y algunos de Postillón. También publicaba poemas, cuestionarios, artículos sobre higiene y urbanidad, consejos, anécdotas, charadas, adivinanzas, juegos infantiles, fábulas, cartas a los niños; incluía una “Galería de Sabios” con biografías de célebres personajes. En algunos números se publicó una sección de “Noticias Varias”, que tenía como objetivo informar a los niños sobre eventos, libros, listas de lecturas y temas de interés general.
Este periódico promovió la participación de los escolares de aquella época, ya que recibía y publicaba las aportaciones de los alumnos de las escuelas públicas o privadas, a quienes se les otorgaban premios. Su editor y redactor responsable era Miguel Quezada.
El Escolar Mexicano (1888-1889)
Con el subtítulo de “Periódico de instrucción moral y recreo dedicado a la niñez y a los profesores de enseñanza primaria”, fue publicado este suplemento. En sus páginas, los niños y maestros de primaria podían encontrar artículos relacionados con las tareas escolares, los discursos moralizantes que orientaban el comportamiento de los niños y secciones de entretenimiento.
Nuestro semanario estará también dedicado a los Profesores de Instrucción Primaria, útil será para el desempeño de su misión de todo cuanto escribamos para los niños, pero además consagraremos especialmente al profesorado… [lecciones] pedagógicas y de instrucción pública en general.6
El periódico también se interesaba en despertar en los niños el gusto por la lectura al ofrecer en sus páginas escritos especiales para ellos. Cada año este suplemento publicó un “Almanaque Infantil” como regalo para los suscriptores, el cual contenía cuentos ilustrados con láminas, poesías y muchos interesantes datos históricos y científicos.
También los niños hallan un agradable placer en la lectura de periódicos que satisface su curiosidad natural y su afición a las novedades… Debe aprovecharse como un brillante medio de educación, su afición a esta clase de lectura, presentándoles periódicos que, por su forma, por su fondo, se ajusten precisamente a la índole de la niñez.7
En su prospecto, este periódico no dudaba que su contenido podía “ser en el hogar doméstico fuente de instrucción, moral y recreo; y en la escuela auxiliar y guía” para las familias y los profesores. Era dirigido por Alberto Correa Zapata, maestro que impulsó un Reglamento para las escuelas municipales de Tabasco y representó a ese estado en el primer Congreso Nacional de Instrucción de 1889. El equipo de redactores de El Escolar Mexicano lo integraban Guillermo Prieto, Ramón Manterola, Luis E. Ruiz, Manuel Cervantes Imaz. También colaboraron Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, Miguel E. Shultz. Todos ellos, al igual que su director, fueron diputados en los Congresos Nacionales de Instrucción y dedicaron su trabajo en el ámbito de la organización educativa en el México decimonónico. Cabe mencionar que contaron con escritos de mujeres notables, como Mateana Murguía, Laureana Wright, Dolores Correa Zapata y Laura Méndez V. de Cuenca, pioneras del periodismo femenino publicado en la época.
El Camarada (1888-1890)
Era un semanario ilustrado en el que se mantenía un diálogo con los niños mediante un personaje de nombre Antoñito, quien firmaba las primeras páginas; se trataba de un editorial dirigido a los niños para darles a conocer sucesos importantes. También se publicaban notas curiosas, cuentos y novelas por capítulos, poesías, ejercicios de español, aritmética y una sección de juegos, consejos y artículos de higiene infantil (tema importante de la época después de discutirse en los Congresos Higiénico-Pedagógicos organizados en 1884). Originalmente se publicaba en España, pero lo reeditó en México J. Ballescá y C.
El Niño Mexicano (1895-1896)
Este periódico publicaba escritos sobre historia de México, en donde se inculcaba a los niños el “honrar y venerar a los héroes que se sacrificaron por darnos independencia y libertad”. Para aprender geografía, se publicaba un mapa en el que los niños tenían que responder un cuestionario sobre el país ilustrado en esa cartografía: sus regiones, sus mares y sus montes. Tenía una sección titulada “Lengua Nacional”, en la cual los niños aprendían de ejercicios gramaticales y de composiciones. En la sección “La ciencia al alcance de todos” se incluían experimentos sencillos de ciencias físicas para que los niños los elaboraran; además agregaba una explicación tanto de su ejecución como de los resultados que se podían obtener con el experimento. Los redactores motivaban a los niños a acercarse al conocimiento de la ciencia describiéndola como una materia fácil de aprender: “Aprender es más fácil de lo que parece. Pensar que la tarea de instruirse fatiga y molesta, es una preocupación vulgar: la ciencia tiene mil atractivos no sólo para los que la profesan, sino también para los que comienzan a iniciarse en sus eternos principios”.8
También se publicaban pensamientos, poemas, cuentos infantiles, literatura clásica, maravillas de la naturaleza y artículos diversos. En cuanto a la difusión de valores, El Niño Mexicano también publicaba una sección en la que se exponían relatos acerca de la infancia mal portada; y la intención de esta sección consistía en exagerar la nota con el único fin de que los pequeños lectores no quisieran parecerse a esta “Galería de niños antipáticos”. Al parecer, estos relatos de los niños malcriados los redactaba Guillermo Prieto.
Así mismo, este semanario brindaba información a los niños con una sección titulada “Lo que pasa en el mundo”, en la que los pequeños lectores podían leer noticias de todos los sucesos de importancia verificados en el mundo entero y los acontecidos en nuestro país.
El Niño Mexicano incluía fotografías de algunos lugares de nuestro país con el fin de que los pequeños pudieran estructurar un álbum geográfico, además se pudieran conocer lugares como el Popocatépetl y Chapultepec. Este semanario motivaba la participación de los niños al organizar concursos en donde ellos podían escribir artículos de materias escolares; también regalaba una lámina de colores con actividades manuales (recortar y pegar) “para niños que quieran construir juguetes de cartón”.
Por todo lo que publicaba, El Niño Mexicano contaba con la preferencia de los niños, pues por medio de cartas enviadas al semanario ellos lo describían como “ameno, agradable y simpático”, lo que era “profundamente satisfactorio para los redactores de este periódico que no tiene otra aspiración que ser amigo verdadero de la niñez, agradarla, deleitarla y servirla en la importantísima obra de su instrucción y educación, y como auxiliar a las personas encargadas directamente de ellas”.9
La Evolución Escolar (1899)
Era un periódico que básicamente estaba dirigido a los maestros, por lo que publicaban algunos artículos que los ponían al tanto sobre temas didácticos. Asimismo, daba a conocer lo más reciente de las publicaciones pedagógicas, ya fueran del país o extranjeras. En un editorial prometían “poner mejoras a nuestra evolución y fieles a nuestro programa [para escoger] libros y periódicos, nacionales y extranjeros, lo que de más utilidad encontremos para facilitar el trabajo a los señores maestros y ayudarlos en sus nobles y trascendentales tareas.10
Este periódico pretendía brindar a los profesores lo más reciente que se conociera sobre los asuntos en pedagogía, puesto que no todos los preceptores se encontraban en aptitud de tener a su disposición lo más notable y reciente en la disciplina que estudia la metodología y la técnica a aplicarse en la enseñanza y la educación infantil. Lo anterior era importante porque para 1899, año en que sale a la luz pública la segunda época de este periódico pedagógico, se empezaban a diseñar los proyectos de las escuelas normalistas que formarían a los futuros maestros; y gracias a los materiales ofrecidos por esta publicación quincenal, los preceptores aumentarían sus conocimientos para impartir a sus pequeños alumnos los conocimientos elementales para su formación y encaminarlos hacia esa evolución y progreso en el que se quería colocar a la población mexicana.
El Educador Moderno (1910)
“Periódico quincenal, consagrado a los niños, a las madres de familia y a los profesores de instrucción pública”, que apareció publicado en la ciudad de México el 31 de enero de 1910. En su primer número expuso los objetivos que pretendía al dirigir sus escritos para los niños, las madres y los maestros, argumentando que el Educador Moderno surgía con base en las publicaciones anteriores que procuraban la instrucción y el recreo de los niños.
Asimismo, buscaba apoyar a las madres de familia al publicar para ellas todo tipo de consejos para organizar la casa y atender a la familia; y para los maestros proporcionaba materiales de pedagogía para estimular la labor de instruir a los pequeños. Al respecto, en El Educador Moderno se escribía:
La aparición de hojas impresas para los niños no es una novedad en el país y algunos hay y ha habido de verdadero mérito y variada utilidad. Sin desconocer estos antecedentes, hemos acometido la publicación de El Educador Moderno con el fin de ensanchar los motivos de publicaciones de esta índole y persuadidos de que la forma en que nos proponemos realizarlo debe llegar a satisfacer una necesidad que es verdaderamente manifiesta. Nuestra publicación trae un carácter esencialmente educativo. Utilizar todos estos elementos que las artes y las ciencias tienen hoy disponibles y con ellos facilitar la evolución infantil, tanto como la acción del personal docente y aun la paternal.
Los suplementos infantiles publicados en el régimen porfiriano tenían un contenido especial para que los niños encontraran material escolar y recreativo que en ocasiones era repartido entre los estudiantes de las escuelas de forma gratuita. Gracias a que existieron personas, padres de familia, periódicos y organizaciones mutualistas que compraban suscripciones, muchas veces los periódicos para los niños lograban subsistir:
Sociedad mutua
La del ramo de sombrerería, por medio de su secretario, nos ha dirigido una atenta comunicación, en que nos pide algunas suscriciones (sic) con que acordaron sus miembros proteger nuestra pobre publicación. Agradecemos infinito a dicha sociedad, que con tanta abnegación coadyuve al buen éxito de nuestro periódico y esperamos que no sean los únicos que nos tiendan la mano bienhechora, sin la cual tal vez muy pronto tengamos que abandonar la difícil tarea que nos hemos impuesto… nosotros esperamos que las personas amantes de la instrucción nos presten su protección, que no dudamos obtener.11
Y es que la tarea de difundir estos suplementos era fundamental para que los niños complementaran tareas escolares o tuvieran en su hogar un material que le brindara espacio para su entretenimiento, sobre todo si tomamos en cuenta las horas de reunión familiar que posiblemente algunos padres de familia empleaban para leer el periódico junto con sus hijos, y qué mejor que se tuvieran mensajes adecuados para la infancia.
Conclusión
Los editores de los suplementos infantiles tomaron en cuenta las publicaciones existentes en Europa para diseñar el contenido de sus páginas. La necesidad de ofrecer instrucción y recreo a los niños obedeció al interés que a principios del siglo xix se le brindó a éstos, que ya no eran considerados como “adultos chiquitos”, sino que eran seres humanos a formarse en el hogar y la escuela.
En este trabajo pudimos observar que en la época porfiriana se realizaron diversos esfuerzos por brindar educación a la niñez de México. Por un lado, los políticos y educadores analizaban la forma de hacer llegar la instrucción pública elemental al mayor número de mexicanos, bajo un sistema uniforme, que implicaba atender no sólo las materias escolares, sino también la formación de maestros capacitados para enseñar a los alumnos. Por otro lado, los editores de periódicos (intelectuales y maestros) también enfocaron sus esfuerzos en brindar materiales de apoyo para la instrucción y recreo de la niñez mexicana. Lo destacable en este periodo es que los suplementos infantiles contenían en sus páginas artículos especiales sobre pedagogía, que podía servir de apoyo para los maestros que ya se estaban formando dentro de las escuelas normales existentes en Veracruz (1873), Puebla (1879) y el Distrito Federal (1877).
Estos suplementos eran independientes del sistema educativo oficial, pero el hecho de impulsar suplementos dedicados a la niñez se debió a que algunos de sus editores se ocuparon en aportar trabajos para mejorar las condiciones de vida de la población mexicana y para eso se necesitaba educarla. Intelectuales y políticos del régimen del gobierno de Porfirio Díaz como Justo Sierra, Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano, Ramón Manterola, Alberto Correa, Luis E. Ruiz, entre otros, ocuparon cargos de profesores, directores, ministros y legisladores, de las instituciones educativas de nuestro país. Estos personajes también colaboraron con escritos dirigidos a los niños en las páginas de los suplementos aquí estudiados.
También fue posible observar que el contenido de estos suplementos se enfocaba a brindar lecciones de apoyo escolar al publicarse secciones sobre historia patria, lengua nacional, higiene escolar, ciencias, geografía, educación cívica, entre otras disciplinas. Cabe mencionar que en los programas educativos que se estaban analizando en los Congresos Nacionales de Instrucción organizados durante el gobierno de Porfirio Díaz, se planteaban esas materias para que los niños las estudiaran en escuelas oficiales. De esta forma podemos pensar que los suplementos infantiles complementaban la instrucción de los pequeños, pero con contenidos diferentes a lo que los alumnos revisaban con sus maestros dentro de las aulas. Sin embargo no todo estaba relacionado con la instrucción, pues la lectura de estos suplementos podía significar un rato de entretenimiento para los niños que se interesaban por los cuentos, historias o relatos publicados por los más connotados escritores de la época.
Si tomamos en cuenta que en ese periodo no había televisión y que la única distracción de la población eran los periódicos que se leían en familia, era necesario crear suplementos destinados para el recreo. El público lector de estos suplementos eran los niños, las madres y los maestros. Los niños encontraban en las páginas lecturas amenas y divertidas, así como juegos y pasatiempos que los entretenían. Las madres hallaron en los periódicos infantiles una herramienta de apoyo para educar a sus hijos. Los maestros tuvieron un complemento para apoyar sus lecciones dentro de las aulas y tuvieran la oportunidad de conocer teorías pedagógicas que los guiaban para difundir de la mejor manera los conocimientos a sus alumnos.
Bibliografía
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La Evolución del Escolar. Periódico quincenal pedagógico, tomo i. núm. 1, Salvador C. Sifuentes, (dir.), México, 1899.
* cecc-fcps-unam.
1 Verónica Arellano Rosales y Alberto Sánchez Cervantes, “El ausentismo escolar en la ciudad de México durante el porfiriato”, en Antonio Padilla Arroyo, Alcira Soler Durán (coords.), La Infancia en los siglos xix y xx: Discursos e imágenes, espacios y práctica, México, Casa Juan Pablos, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2008, pp. 359-361.
2 Joaquín Baranda, Memoria de Justicia e Instrucción Pública (1888/1892), México, Imprenta del Gobierno Federal, 1892, pp. 15-16.
3 Debates del Congreso Nacional de Instrucción Pública (1889), México, Imprenta del partido liberal,1889, p. 124.
4 El Escolar: periódico dedicado a las niñas de las escuelas lancasterianas, p. 4.
5 Luz Elena Galván Lafarga, “La niñez desvalida. El discurso de la prensa infantil del siglo xix”, en Antonio Padilla Arroyo, Alcira Soler Durán (coord.), La Infancia en los siglos xix y xx. Discursos e imágenes, espacios y prácticas, México, Casa Juan Pablos, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2008, pp. 176-178.
6 El Escolar Mexicano. Periódico de Instrucción Moral y recreo dedicado a la niñez y a los profesores de enseñanza primaria, año i. núm. 2. núm. 11. México, Imprenta en la calle de Santa Teresa, 1872, pp. 1-2.
7 Idem.
8 El Niño Mexicano. Semanario de instrucción recreativa para niños y niñas, vol.1, núm. 1, Victoriano Pimentel (director), 1895, p. 4.
9 Idem.
10 La Evolución del Escolar. Periódico quincenal pedagógico, tomo 1, núm. 1, Salvador C. Sifuentes (director), México. 1899, pp. 1-2.
11 El Escolar. Periódico dedicado a las niñas de las escuelas lancasterianas, op. cit., p. 3.