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Introducción

No es necesario ser un experto para reconocer la importancia que tiene el portero en un equipo de fútbol. Resulta una obvie-dad, pero si no se encaja un gol, al menos el empate está ga-rantizado. Por el contrario, una buena actuación de un equipo puede no valer para nada –en cuanto a resultado– ante una desafortunada acción de su portero. Así, no es de extrañar que cuando los niños se inician en el fútbol sean pocos los que se animan a ocupar este puesto1. Por una parte se interviene menos en el juego (y el niño lo que quiere es participar, «jugar») y, por otra, está expuesto a las críticas del grupo cuando es batido, con la repercusión correspondiente sobre su autoestima, tan importante y tan frágil en etapas tempranas de la vida.

Tradicionalmente, se elegía como portero al menos dotado para el juego, al más torpe en el manejo del balón. Pero la evolución del fútbol y sus reglas ha supuesto un cambio: ahora hay que ser fuerte, ágil, valiente, con capacidad de anticipación, visión de la jugada, habilidoso en el juego con el pie, iniciador de las jugadas de ataque, y con una fuerza mental que permita sobreponerse a las adversidades… en defi-nitiva, un superhombre. Pero no lo es, y además, aun en el caso de po-seer las características enunciadas anteriormente, necesita entrenamiento.

Desde hace años, los clubes de primera línea han incorporado entrenadores de porteros en su plantilla de técnicos, que habitualmente ellos mismos lo hayan sido con anterioridad. Sin embargo, y funda-mentalmente en los equipos modestos o de fútbol base, el entrenamiento de los porteros no suele recibir la atención que requiere. Lo más frecuente es que realicen los mismos ejercicios que el resto del grupo: carrera de fondo, de velocidad, estiramientos, abdominales, etc., para después disputar un partido y finalizar con una serie de tiros a puerta que raramente reproducen las condiciones en que se va a desarrollar el juego durante el partido oficial. No se vea en esto una crítica a los entrenadores de fútbol base que, abnegadamente y a costa de su tiempo libre, son los que mantienen y refuerzan la afición y la ilusión de tantos y tantos niños, sino todo lo contrario. Entendemos que es tal la especificidad del puesto, que resulta complicado entrenar, comprender y aconsejar desde la teoría. No obstante, ése es el objetivo de la presente publicación: ayudar en lo posible a los entrenadores de equipos base en su difícil misión.

A lo largo de este manual se irá repitiendo un principio pedagógico que ha sido básico en nuestro trabajo y que queremos poner de mani-fiesto desde las primeras páginas: «LO QUE NO SE ENTRENA NO SE JUEGA». No podemos pretender que nuestros porteros realicen durante la competición lo que no han ejercitado en los entrenamientos. Habrá que prestarles la atención suficiente para que tengan la experiencia previa que les permita reflexionar y tomar la decisión más adecuada en cada momento de los partidos…

Aitor Ares Ikaran

Fco. Chicharro Lezkano


1Aunque en los últimos años se ha producido una «inflación de aspirantes», quizás de- bida a la influencia de los medios de comunicación en la exaltación de jóvenes porte-ros (Iker Casillas, Dani Aranzubía, Víctor Valdés) con quienes los niños se sienten iden-tificados.

Manual para el entrenamiento de porteros de fútbol base

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