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INTRODUCCIÓN

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DETRÁS DE ESTE LIBRO está la convicción de que el medio de Dios más común en cuanto a liderar su pueblo es a través de aquellos que enseñan a su pueblo.

Mucho se ha escrito acerca del tema de liderazgo. Temas tales como dirigir al cambio, implementar una visión, planeamiento estratégico y construir equipos efectivos, llenan los libros. Son recursos de valor y ayudan a los que buscan dirigir a cualquier organización. De hecho, yo los uso en las clases que enseño a estudiantes de doctorado en el Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky. Pero un aspecto de liderazgo parece que fue pasado por alto en la mayoría de estas obras, el papel de la enseñanza en el ejercicio del liderazgo. Este libro busca dirigirse a esa faceta de liderazgo, especialmente en relación a dirigir al pueblo de Dios y a través de la iglesia local.

Cuando se menciona la palabra líder, frecuentemente nos imaginamos personas con algún título quienes dirigen los asuntos de las organizaciones, o nos imaginamos empresarios que lanzan su visión acerca de nuevas y dinámicas aventuras. Algunas veces nos imagina mos entrenadores de atletas o generales militares, ejecutivos de corporaciones, y pastores de mega iglesias. Todos ellos ciertamente califican como líderes, pero quiero que se imaginen otro tipo de líder, el líder-maestro. Estoy convencido que los líderes más poderosos entre nosotros son los maestros que están entre nosotros.

Recientemente escuché la historia de una mujer que asistió a una reunión del veinteavo aniversario de su colegio. Ahí se encontró a su maestro de arte. Esta mujer empezó a decirle a su maestro de arte lo inspirador que fue para ella sus enseñanzas durante los años de colegio. Ella le dijo a él que ella decidió entrar a la universidad y estudiar arte como resultado del aliento que él le dio. Ella siguió diciéndole a su maestro que ella era maestra de arte en una grande y prestigiosa universidad.

Al final de la reunión de aquella noche, el maestro buscó una vez más a su antigua estudiante. Una vez más él le dio la mano y dijo: “Gracias por decir tantas cosas buenas sobre mi forma de enseñar. Me has hecho muy feliz este día.”

“De nada,” respondió la mujer, mientras una lágrima bajaba por su mejilla. “Pero permítame darle gracias a usted, ¡me ha hecho muy feliz toda la vida!”

Los maestros son líderes poderosos. Y entre esos líderes que dirigen más efectivamente, están los que enseñan la Palabra de Dios con precisión, entusiasmo, y fidelidad.

A Carlos Haddon Spurgeon se le ha llamado el príncipe de los predicadores, y su ministerio en el Tabernáculo Metropolitano en Londres a mediados de los mil ochocientos, fue legendario. Entre 1863 y 1891, el año de la muerte de Spurgeon, el Tabernáculo promediaba en asistencia más de cinco mil a la semana. Timothy George escribe que, “Spurgeon era un pastor de una mega iglesia antes de que las mega iglesias estuvieran de moda.”1

Mientras que Spurgeon es bien conocido como un líder-maestro, una menos conocida líder-maestra también estaba teniendo un impacto en la misma iglesia durante el mismo periodo de tiempo. Su nombre era Laviana Bartlett.

La señora Laviana Bartlett era la maestra de una de las clases bíblicas para mujeres en el Tabernáculo Metropolitano. En 1859, la señora Bartlett empezó su clase con solamente tres mujeres jóvenes. Durante el curso del primer mes de estar juntas, su clase creció a catorce damas en asistencia. La clase creció de manera estable durante los siguientes seis meses cuando alcanzó seiscientos en asistencia. Se estima que durante sus catorce años de enseñanza la señora Bartlett sumó más de mil personas al ministerio del Tabernáculo.

Lo que es más, la mayor parte de este crecimiento fue crecimiento de conversión (crecimiento de nuevos convertidos). Estas no eran personas que saltaban de iglesia en iglesia; estos eran nuevos convertidos que vinieron a Cristo a través de esta fiel maestra de la Palabra de Dios.

Estas eran mujeres que no venían de una iglesia y que tenían muchas preocupaciones y problemas. En respuesta, ella abrió su casa y su corazón a aquellas a quienes enseñaba. Tan poderoso fue su ministerio de enseñanza que Spurgeon mismo llamó su hogar una “casa de misericordia.”

Pero la señora Bartlett no simplemente alcanzó a las personas para convertirlas al cristianismo, las discipuló también. La señora Bartlett se preocupaba que las personas, a quienes ella enseñaba, pudieran crecer en su fe y se sintieran movidas al ministerio. Spurgeon dijo una vez de la señora Bartlett, “Ella entrena a sus discípulas para que formen parte de una banda de obreras y a todas las mantenía en eso, al máximo de sus habilidades.” El resultado fue una multiplicación en su ministerio de liderar-enseñar mientras su clase produjo misioneras y maestras. Además, la clase contribuyó en el entrenamiento de pastores por medio de su generosidad financiera.2

La señora Bartlett fue una líder-maestra. Ella moldeó vidas a través de su ministerio de enseñanza y en el proceso dio liderazgo a la iglesia. Este libro trata sobre liderar por medio del ministerio de la enseñanza.

Gran líder gran maestro

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