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1 Superando al desilusionado Internet
ОглавлениеEslogan de marca: Bien distraído, completamente extraído™ – «La inteligencia artificial no es la respuesta a la estupidez organizada». Johan Sjerpstra – «Por favor no me escribas a menos que me vayas a pagar». Molly Soda – «El capitalismo tardío es como tu vida amorosa: se ve mucho menos desolado a través de un filtro de Instagram». Laurie Penny – «Me pregunto cuánta gente a favor de la necesidad de libre expresión y debate racional ha bloqueado y silenciado trolls». Nick Srnicek – «La posverdad es al capitalismo digital lo que la contaminación es al capitalismo de energías fósiles: un subproducto de sus operaciones». Evgeny Morozov – «He visto al ejército de trolls, y somos nosotros». Erin Gün Sirer.
El desencanto con Internet es un hecho1. La iluminación no nos trae liberación sino depresión. El aura alguna vez fabulosa, que rodeaba a nuestras queridas aplicaciones, blogs y redes sociales se ha desinflado. Deslizar, compartir y poner «Me gusta» se sienten como rutinas mecánicas, gestos vacíos. Hemos comenzado a borrar amigos y a dejar de seguir, pero no podemos permitirnos eliminar nuestras cuentas, ya que esto implica un suicidio social. Si «la verdad es lo que sea que produzca más globos oculares», como afirma Evgeny Morozov, la única opción que queda es una huelga general de clics. Como esto no está sucediendo, nos sentimos atrapados, encontrando consuelo en los memes.
El enfoque de múltiples verdades de la política de identidad, según Slavoj Žižek, ha producido una cultura del relativismo2. El «consentimiento de fabricación» de Lippmann y Chomsky se ha detenido. Como lo explica Žižek en una entrevista en la televisión británica, el Gran Hermano ha desaparecido3. Ya no existe el Servicio Mundial de la BBC, la voz de radio moderada que una vez nos proporcionó opiniones equilibradas e información fiable. Cada pieza de información conlleva la sospecha de autopromoción, elaborada por gerentes de relaciones públicas y consultores de comunicación, y por nosotros mismos como usuarios (somos nuestros propios becarios de marketing). Lo que está colapsando es la imaginación de una vida mejor. Al protestar, no son «los condenados de la Tierra» los que se están rebelando porque no tienen nada más que perder, sino la clase media estancada y los «jóvenes profesionales urbanos» que se enfrentan a una precariedad permanente.
La conformidad masiva no dio frutos. Una vez que el affaire con la aplicación se acaba y la adicción se revela, el estado de ánimo vira hacia el aborrecimiento y los pensamientos contemplan dejar el vicio de golpe. ¿Qué viene tras el detrimento exorbitante? Después de la arrogancia viene la culpa, la vergüenza y el remordimiento. La pregunta es cómo el descontento actual finalmente se desarrollará al nivel de la arquitectura de Internet. ¿Qué es el tecno-arrepentimiento? ¿Cómo podemos reintroducir la idea de una web descentralizada?, se pregunta la iluminada comunidad tecnológica norteamericana, después de décadas de apoyo poco crítico a sus propios adictivos monopolios en formación4. ¿Su respuesta? Escribe más código. En contraste, la respuesta europea al «Internet roto» es una iniciativa de infraestructura pública llamada soberanía tecnológica y la «pila pública» (veremos más sobre esto en el capítulo 5).
Lo que algunos ven como un alivio es experimentado por muchos como frustración, e incluso odio. El Otro en línea ya no puede ser clasificado como un «amigo». «Si la gente en el mundo exterior le asusta, la gente en Internet le aterrorizará», es una advertencia general que se aplica a todos los sitios. La conciencia sobre los trolls nunca ha sido tan alta. Incapaces de escapar y condenados a permanecer en línea, nuestro encuentro existencial con el troll parece inevitable. Los usuarios están bajo la amenaza de un colapso socioeconómico y, una vez pobres, están sujetos a la economía del posdinero, en la que solo circulan entidades imaginarias. Una vez que han sido dados de baja, estar en línea es su último refugio.
«Estamos aterrojodidos». Así es como Jarett Kobek resumió el sentimiento general en su novela I Hate the Internet, publicada en 2016. La culpa y la frustración son a la vez personales y políticas, a escala global. Ubicada en las calles gentrificadas de San Francisco, la historia describe cómo las computadoras coordinan la explotación de «la población excedente como esclavos perpetuos». ¿Qué sucede una vez que la comprendemos que «todas las computadoras del mundo fueron construidas por esclavos en China» y que tú eres la persona que usa esos mismos dispositivos? ¿Qué sucede cuando nos reconocemos personalmente como los cómplices culpables, «sufriendo la indignación moral de un escritor hipócrita que se ha beneficiado del botín de la esclavitud»?5
¿Qué sucede si la economía actual de Internet de lo gratuito es el escenario futuro predeterminado para el 99 %? Esta es la parte intrigante de la filosofía Hazlo Tú Mismo de Kobek, que él presenta como una ciencia ficción del presente. ¿Qué sucederá cuando la concentración de poder y dinero en manos de unos pocos se vuelva irreversible y abandonemos toda esperanza de una redistribución de ingresos? Para Kobek, este ya es el caso. El dinero tradicional ha fracasado, reemplazado por la microfama de los influencers, «la última moneda válida del mundo», que es incluso más susceptible a las oscilaciones que el dinero. «El dinero tradicional había dejado de ser un intercambio de humillación por comida y refugio. El dinero tradicional se había convertido en el equivalente de un mundo de fantasía».
Kobek se describe a sí mismo como un defensor de la «mala novela» en contraste con la ficción literaria de la Guerra Fría patrocinada por la CIA llamada «buena novela» –una categoría que continúa existiendo en la obra de Jonathan Franzen, «quien escribió sobre personas del Medio Oeste de los Estados Unidos que no tienen mucha eumelanina en sus epidermis». Las novelas malas se definen aquí como historias que «imitan a la red de computadoras en su obsesión con los medios de comunicación basura, en su presentación irrelevante e irregular de contenido», historias llenas de personajes que tienen un «profundo afecto por la literatura juvenil», como Heinlein, Tolkien y Rand. Todo esto te hace preguntarte en qué categoría podría encajar la actualización de Dave Eggers de 1984, The Circle. ¿Puede esta historia sobre la economía predictiva, impuesta por una fusión ficticia de Google y Facebook, ser clasificada como mala novela original en esta categoría? ¿Qué sucede cuando ya no somos capaces de distinguir entre utopía y distopía?
Para Kobek, la fama e Internet son dispositivos para despojarnos de agencia. La promesa de la fama engaña a las personas con imágenes de éxito grotesco. Mientras crean en sus sueños, todo el mundo es un artista y una celebridad, emulando a ejemplos como Beyoncé y Rihanna, que son inspiraciones en lugar de buitres. Tales casos de celebridades mostraron «cómo las personas impotentes mostraron sus súplicas ante sus amos». Los fans son compañeros de viaje en un viaje por la vida; no son consumidores que compran un producto o servicio. Según Kobek, «los pobres están condenados a Internet, un recurso maravilloso para ver televisión de mierda y experimentar angustia por los salarios de otras personas». Construido por «hombres sin sentido», Internet no invoca más que basura y odio, dejando a los pobres con las manos vacías, sin nada que vender. Los pobres hacen dinero para Facebook, nunca será al revés.
El estilo de Kobek se ha comparado con el de Houellebecq debido a la dureza de sus personajes. Deambulamos por el ambiente cínico de las startups de la Bahía de San Francisco donde manifestantes «lanzan piedras al bus de Google», pero Kobek se niega a llevarnos dentro. Esta es la perspectiva de los marginados y los desesperados, una perspectiva que al menos promete algunas ideas reales. Se nos hace notorio el imaginario colectivo desértico de la clase geek, esa mezcla de Hacker News, Reddit, 4chan, juegos y porno. A diferencia de una novela de ciberpunk, no ingresamos al ciberespacio, no nos enchufamos y nos deslizamos por los perfiles que fluyen a través de Instagram. No se trata de una «ilusión del fin». Y esta es la principal diferencia de la generación revolucionaria-utópica de 1968: tenemos la extraña sensación de que algo apenas ha comenzado. En esta era distópica e hiperconservadora, ya no nos enfrentamos al deber histórico de enfrentar la finalidad de los episodios de la sociedad, como el Estado del Bienestar, el Neoliberalismo, la Globalización o la Unión Europea. En cambio, nos han atraído a un estado perpetuo de retromanía, porque, como señaló el fenecido Mark Fisher, es el presente el que desapareció («Make America Dank Again»).
Dentro de estos pseudoeventos no hay cronología, ni desarrollo, ni principio ni medio, y mucho menos un final. Estamos más allá del proceso terminal, se trata del mosaico posmoderno. Todo se está acelerando. Este debe ser el estilo catastrófico del siglo XXI presentado en tantas películas. Sin embargo, seguimos encapsulados, capturados dentro de bucles cibernéticos que no van a ninguna parte, observando paralizados a medida que pasan ciclos sin sentido de eventos, series y temporadas. ¿Qué sucede cuando la ansiedad de la saturación de información se convierte en un profundo sentimiento de vacío? Una vez que hemos pasado este punto, lo digital no desaparece, ni termina. Los acontecimientos simplemente ya no se convierten en espectáculos romanos. En cambio, experimentamos el simulacro como realidad primordial. No podemos procesar una sobreproducción tan repentina de la realidad.
Ya no encendemos las noticias de televisión pensando que estamos viendo una película. Lo hemos superado. No es la vida lo que se ha convertido en cinematográfico; son el escenario cinematográfico y sus efectos los que dan forma a los grandes diseños de nuestras sociedades tecnológicas. Las películas anticiparon nuestra condición, y ahora estamos en medio de la ciencia ficción de antaño. El filme Minority Report es ahora una realidad tecno-burocrática, impulsada por la integración de flujos de datos una vez separados. Black Mirror no es una broma. La realidad virtual de verdad se siente como Matrix. Los reality shows de TV de Trump demostraron ser ensayos. Sus tuits son en verdad las políticas de Estados Unidos. Todo esto nos hace añorar una ficción realmente extemporánea y extraña. La lógica de vanguardia todavía parece viva con el papel de artistas bohemios siendo asumido por ingenieros y empresarios. Hemos dejado atrás el escenario del arte y el entretenimiento como «propuestas» y «escenarios». La última industria en lidiar con el remolino de lo falso y lo real es la propia industria de las noticias. La hiperrealidad se convierte en nuestra situación cotidiana, independientemente de si se la percibe como aburrida o marginal.
Veamos la desilusión radical como forma y celebremos el regreso de su sumo sacerdote, Jean Baudrillard. La rabia de las redes sociales no es solo una condición médica de unos pocos, es la condición humana. ¿Se convertirá el desencanto en una revuelta, como Camus contempló una vez? El agotamiento espiritual ciertamente está ahí (#sleepnomore). Con las manos vacías, discutimos una brillante pero impotente crítica del algoritmo, una tras otra. Para ponerlo en términos espaciales, el mundo infinito del ciberespacio, una sala que contiene una casa que contiene una ciudad, se ha derrumbado en un paisaje árido y expuesto en el que la transparencia se transforma rápidamente en paranoia. En lugar de perdidos en un laberinto, somos arrojados al aire libre, vigilados y manipulados, sin centros de comando a la vista.
Las mil mesetas de tuits, blogs, historias de Instagram y actualizaciones de Facebook han creado una cultura de profunda confusión. Se suponía que la fragmentación nos enriquecería. ¿Recuerdan que la diferencia radical se presentaba como belleza fractal? Todo bien. Entonces, ¿por qué deberíamos pagar ahora la factura por todas las consecuencias imprevistas? No se suponía que esto fuera a suceder. ¿Es esta la Derridalandia que una vez soñamos? Los medios convencionales juegan un papel decisivo en este proceso de decadencia. El papel de los medios de comunicación como «cámaras de compensación» para los hechos y las opiniones se ha visto socavado durante décadas por el aumento de las fuerzas centrípetas en la sociedad que ya no aceptan sentimientos particulares de épocas del baby boom, como la verdad y la independencia. A pesar de que su legitimidad se ha desvanecido, su influencia sigue siendo sustancial. Esto crea un ambiente de ambivalencia permanente.
Después de décadas de arduo trabajo para deconstruir la ideología dominante de los medios de comunicación convencionales, no hay vuelta atrás. El consenso liberal está roto. La impresionante incapacidad de «la prensa» para lidiar con los cambios en la sociedad (desde el cambio climático hasta la desigualdad de ingresos) ha llevado a una forma generalizada de indiferencia. ¿Por qué molestarse con los muertos vivientes? Los puntos ciegos teóricos de las sucesivas generaciones posmodernas son demasiado numerosos para enumerarlos. El gran elefante en la habitación aquí es Jürgen Habermas. Muchos de nosotros todavía suscribimos su noción de la esfera pública burguesa como un escenario donde las diferentes opiniones compiten en un diálogo racional, incluso si no creemos en los valores fundamentales de la sociedad occidental, como la democracia. ¿Y quién sería el «contrapúblico» en este contexto? ¿El «contenido generado por el usuario» de 4chan, Reddit o canales de YouTube como PewDiePie? ¿Cuál es la respuesta organizada a todo esto? Condena moral y negación. Y nosotros mismos como activistas, ¿qué tenemos para ofrecer? ¿Cómo se ve una versión contemporánea de Indymedia? ¿Y dónde está, ahora que la necesitamos tanto? Si es posible un modelo federado de filtrado de noticias de abajo hacia arriba, entonces construyámoslo.
Hay una crisis de «cultura participativa». Veamos el ejemplo de danah boyd y cómo está deconstruyendo el discurso de alfabetización mediática en el que muchos de nosotros teníamos grandes esperanzas. Una lectura cínica de las noticias ha ensombrecido las capacidades críticas. A raíz de las elecciones de 2016 de Donald Trump, se preguntó si la alfabetización mediática había sido contraproducente6. Es perezoso culpar solo al trolling, al clickbait y a las fake news de la caída de la legitimidad de las noticias. Para la generación del baby boom anterior a Internet, la alfabetización era sinónimo de la capacidad de cuestionar fuentes, deconstruir opiniones y leer ideología en mensajes casi neutrales. Hoy en día, el significado de alfabetización ha cambiado, refiriéndose a la capacidad de los ciudadanos para producir su propio contenido en forma de respuestas, contribuciones, publicaciones en blogs, actualizaciones de redes sociales e imágenes subidas a canales de vídeo y sitios para compartir fotos.
Sin embargo, este giro de consumidor crítico a productor crítico tuvo un precio: la inflación de la información. La autoridad para filtrar las noticias pasó de los medios de difusión de arriba abajo a los gigantes de la tecnología. Según boyd, la alfabetización mediática se ha asemejado a una desconfianza de los medios de comunicación y ya no a la crítica basada en hechos. En lugar de considerar la evidencia de los expertos, ha llegado a ser suficiente para exponer la propia experiencia. La indignación ha triunfado, se ha atrofiado el debate razonable. El resultado es una cultura altamente polarizada que favorece el tribalismo y la autosegregación.
La situación actual exige un replanteamiento de las demandas habituales de los activistas y actores de la sociedad civil con respecto a la «alfabetización mediática». ¿Cómo se puede informar mejor a la audiencia general? ¿Es este un diagnóstico preciso del problema actual en primer lugar? ¿Cómo se pueden hacer agujeros en burbujas de filtro? ¿Cómo puede el Hazlo-Tú-Mismo ser una alternativa viable cuando las redes sociales ya han experimentado en tales términos? ¿Y podemos seguir confiando en el potencial emancipador de «replicar a los medios de comunicación» a través de las ya conocidas aplicaciones de redes sociales? ¿Cómo funciona la manipulación hoy? ¿Sigue siendo productivo deconstruir The New York Times (y sus equivalentes)? Si la década de los setenta produjo Para leer al Pato Donald7, ¿quién va a escribir Para usar Facebook? ¿Cómo explicaría el funcionamiento del newsfeed de Facebook a su base de usuarios? ¿Sigue siendo una caja negra?
Si queremos culpar a los algoritmos, ¿cómo podemos popularizar su complejidad a grandes audiencias? Un ejemplo de ello podría ser Armas de destrucción matemática de Cathy O’Neil8, en el que describe cómo «los modelos matemáticos mal concebidos abarcan la economía, desde la publicidad hasta las cárceles». Su pregunta es cómo domesticar y, sí, desarmar los algoritmos peligrosos. Tales modelos matemáticos no son herramientas neutrales. Sin embargo, en la vida cotidiana, experimentamos cada vez más el ranking como destino. «Prometiendo eficiencia y equidad, distorsionan la educación superior, aumentan la deuda, estimulan el encarcelamiento masivo, golpean a los pobres en casi todos los momentos y socavan la democracia». En esta cuenta de sus trabajos en numerosas industrias, O’Neil muestra que este software es «no solo construido a partir de datos, sino también de las elecciones que hacemos sobre a qué datos prestar atención y cuáles omitir. Esas opciones no solo se refieren a la logística, los beneficios y la eficiencia. Son fundamentalmente morales». Y sesgados por clase, agrega: «Los privilegiados son procesados por personas, las masas por máquinas». Una vez instalados y funcionando por un tiempo, estos «motores de diferencia» crean su propia realidad y justifican sus propios resultados, un modelo que O’Neil denota como de autoperpetuación y altamente destructivo.
Técnicas tales como las filtraciones, las fake news, los bots sociales, el uso de materiales comprometedores en política y la propaganda de agitación confunden el clima político. La desorientación es suficiente: ya no es necesario manipular los resultados electorales. En esta era posfactual, nos quedamos con las creencias instantáneas de comentaristas famosos y expertos en medios. Mire los tuits de Donald Trump, una forma definitiva de alfabetización mediática y una perversa epifanía de la autoexpresión9. Los tuits personales se han vuelto indistinguibles de la política, la propaganda estatal y la guerrilla informacional. En este sentido, el poder ya no funciona a través de la seducción de la sobreexposición pornográfica a imágenes 3D de alta resolución. Ya no se trata del Big Data, sino del singular data: pequeños mensajes con una «tremenda» secuela. A este nivel, dejamos atrás los reinos del glamour de Hollywood y el reality de televisión y entramos en el reino de la comunicación-con-consecuencias en tiempo real, un híbrido de próximo nivel en el que el poder ejecutivo soberano y el marketing se vuelven inseparables.
Aparte de los impulsos tecnodecisionistas, ¿qué ofrece el psicoanálisis contemporáneo? El punto de partida parece ser el renacimiento del narcisismo como diagnóstico cultural. El trabajo al que me referiré aquí es El egoísmo de los Otros: un ensayo sobre el miedo al narcisismo, de Kristin Dombek. Si bien este texto evita las referencias a las culturas de Internet y se abstiene de quejas sobre selfies y redes sociales, el ensayo apunta al cambio crucial en el análisis de los métodos terapéuticos a los métodos cuantitativos. El narcisismo de hoy es de naturaleza social y contagiosa y consiste en rasgos «que pueden medirse a través de grandes grupos de personas»10. La Generación Yo se extiende por el planeta. Necesitamos ir más allá de las metáforas de la enfermedad cuando se habla de Trump, la derecha alternativa y las redes sociales en general. Podría ser un error fatal (tanto a nivel de diagnóstico como táctico) intentar marginar a la ensimismada derecha populista como si se tratase de «pacientes enfermos». En una reseña, leemos que «el propio punto de vista de Dombek se hace eco de la visión del filósofo René Girard, quien argumentó que nuestra tendencia a ver el narcisismo en los padres y compañeros es un esfuerzo para asegurarnos de que si aquellos que deseamos no nos responden de manera ideal, es porque ellos están enfermos, no porque nosotros no seamos interesantes»11.
Más allá del miedo al narcisismo, echemos otro vistazo a Trump, un hombre que «parece ser sumamente consciente del hecho de que siempre está actuando. Se mueve a través de la vida como un hombre que sabe que siempre lo están observando». Esta cita previa a las elecciones ha sido tomada de una pieza de junio de 2016 aparecida en The Atlantic llamada «La mente de Donald Trump»12. Allí se le describe como «desconcertante»: «una extroversión exagerada combinada con un bajo nivel de afabilidad». La lista de sus características es impresionante. Se le describe como «impulsado por una dinamo, inquieto, incapaz de quedarse estático, sin necesidad de dormir muchas horas». Una característica cardinal de la alta extroversión es la búsqueda de recompensa sin descanso. Impulsado por la actividad de los circuitos de dopamina en el cerebro, los actores altamente extrovertidos son impulsados a perseguir experiencias emocionales positivas. «La ira puede alimentar la malicia, pero también puede motivar el dominio social, alimentando el deseo de ganar la adoración de los demás… la ira está en el núcleo del carisma de Trump… dominado por la extroversión exuberante, la teatralidad constante y el deseo de trascender como celebridad», que nunca piensa dos veces sobre el daño colateral que dejará atrás.
Las personas altamente narcisistas atraen la atención hacia sí mismas. La auto-referencia repetida y desordenada es una característica distintiva de su personalidad. Con el tiempo, las personas se molestan, si no se enfurecen, por su egocentrismo. Cuando los narcisistas comienzan a decepcionar a aquellos a quienes alguna vez deslumbraron, su descenso puede ser especialmente precipitado. Todavía hay verdad hoy en el proverbio antiguo: «El orgullo precede a la caída». El mundo está saturado de una sensación de peligro y una necesidad de fortaleza. No se puede confiar en el mundo. En esta arena brutal, el héroe exitoso es el feroz combatiente que lucha para ganar. ¿Está preocupado por las fantasías de que el mundo se está acabando debido al egoísmo de los demás? «¿Quién es realmente Donald Trump? ¿Qué hay detrás de la máscara del actor? Puedo discernir poco más que motivaciones narcisistas y una narrativa personal complementaria sobre ganar a cualquier precio. Es como si Trump hubiera invertido tanto de sí mismo en desarrollar y perfeccionar su papel socialmente dominante que ya no le queda nada para crear una historia significativa para su vida o para la nación. Siempre es Donald Trump interpretando a Donald Trump, luchando para ganar, pero sin saber por qué»13.
¿Dónde podríamos encontrar el punto de partida para la filosofía del descrédito hoy en día? ¿Debemos buscar un seguimiento secular de la crítica de la religión? ¿Qué es el ateísmo dentro del contexto de la información? ¿Cuál es nuestro tótem y cuál el tabú? La multiplicidad de fuentes y puntos de vista, una vez celebrada como «diversidad de opinión», ahora está llegando a su «punto cero» nihilista. En lugar de una acumulación de significado que conduce a percepciones potencialmente críticas (o incluso al conocimiento), la información implosiona en un conjunto de indiferencias (una situación que posiblemente conduzca a la desaparición de canales como Twitter, ya que prosperan en expresiones, juicios y preferencias individuales).
En estos días, los dogmas institucionales se ocultan dentro del folklore de los medios, cableados en arquitecturas de red, dirigidos por algoritmos. El rechazo mental de la autoridad está ahora tan extendido y se ha hundido tanto en las rutinas y mentalidades diarias que se ha vuelto irrelevante si negamos, respaldamos o deconstruimos una información en particular. Este es el aspecto truculento de la disposición actual de las redes sociales.
Atrincherados en sus habitaciones, los productores de memes se han vuelto inmunes a cualquier crítica por parte de los moralistas liberales de la tercera vía. Su firewall de indiferencia aún no ha sido hackeado. La deconstrucción irónica tampoco está haciendo el trabajo. Tara Burton señala que «dada la anarquía ideológica inherente al shitposting, tiende a desafiar el análisis. Los shitposters, que no están limitados por nada, crean una trampa retórica para sus enemigos, que tienden a estar limitados por tener un punto real»14. «El shitposting no puede ser refutado, solo puede ser repetido», concluye Burton. Esta no es la edad del Hombre/Mujer del Renacimiento; aquí la desilusión es simplemente abrumadora.
Nos encontramos sobrepasados por los eventos de los medios que se desarrollan en tiempo real. ¿Es este espectáculo una cortina de humo para medidas más drásticas a largo plazo? ¿Cuál es nuestro plan? Las estrategias políticamente correctas de la «sociedad civil» son todas bien intencionadas y están relacionadas con temas importantes, pero parecen estar avanzando hacia un universo paralelo, incapaz de responder al diseño de memes cínicos que está tomando rápidamente posiciones de poder clave. ¿Hay formas de no solo devolver el golpe, sino también estar un paso por delante? ¿Qué tenemos en mente?
¿Cómo podemos pasar de Data a Dada y convertirnos en una vanguardia del siglo XXI, una que verdaderamente entienda el imperativo tecnológico y muestre que somos lo social en las redes sociales? En resumen, ¿cómo desarrollamos, y luego ampliamos, los conceptos críticos y juntamos la política y la estética de una manera que hable a los millones en línea? Identifiquemos los obstáculos, sabiendo que es hora de actuar. Sabemos que burlarse del penoso mundo de los xenófobos no está funcionando. Están en la ofensiva; nosotros, no. ¿Qué podemos hacer aparte de unirnos?15 ¿Podemos esperar algo del diseñador como lobo solitario? ¿Cómo puede organizarse el trabajo político contemporáneo fuera de Facebook y Twitter? ¿Necesitamos aún más herramientas para unirnos? ¿Ya ha comenzado a usar DuckDuckGo, Meetup, Diaspora, Mastodon, DemocracyOS o Loomio? ¿Dónde están los sitios de citas colectivas para el activismo político? ¿Cómo podemos diseñar y luego movilizar un deseo colectivo y en red que nos unifique en una «diversidad profunda»? ¿La promesa de redes abiertas y distribuidas va a hacer el trabajo o estás buscando lazos fuertes y todas las consecuencias que vienen con ellos?
Generaciones han estudiado los errores fatales cometidos en el período de entreguerras, pero ¿cuál es la conclusión ahora que nos estamos moviendo hacia una situación similar? ¿Cómo sería una vida no fascista en estos días? ¿Podemos seguir inspirándonos en Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt (en el que encontramos la cita de David Rousset, «los hombres normales no saben que todo es posible»), la Psicología del Fascismo de Wilhelm Reich, la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer, Masa y poder de Elias Canetti y –la obra que definió mi propio destino intelectual– Las fantasías masculinas de Klaus Theweleit? No hace falta decir que esta es una lista subjetiva, ya que hay tantos clásicos en este género16. ¿Nos ayudarán estos autores a descubrir cuáles son las causas definitorias de la regresión? ¿Cómo podemos ubicar los problemas clave, y luego actuar sobre ellos, sabiendo que hemos identificado los factores socio-psicológicos que están causando el punto de inflexión?
1Un borrador previo de este capítulo fue publicado en junio de 2017 en E-flux Journal #83: https://www.flux.com/journal/83/141287/overcoming-internet-disillusionment-on-the-principles-of-meme-design/. La parte correspondiente al diseño de memes ha sido trasladada al capítulo 8.
2El diseñador e investigador Silvio Lorusso (http://silviolorusso.com/), quien proveyó de comentarios valiosos a esta pieza, notó que un relativismo similar se ha asentado en la cultura visual. Esta podría ser la razón por la cual diseñadores gráficos entrenados y profesionales son los menos cualificados para producir memes efectivos. En respuesta, los memes son con frecuencia asociados a una cultura amateur underground. La creación de memes es por tanto descrita como un proceso misterioso, por ejemplo en el documental sobre el «primer meme», el Techno Viking (como se discute en el capítulo 9).
3Slavoj Žižek sobre Trump, el Brexit, y las fake news, Channel 4 News, 13 de febrero de 2017. https://www.youtube.com/watch?v=ByKXcIPi7MI.
4Véase: https://www.computing.co.uk/ctg/news/3036546/decentralising-the-web-why-is-it-so-hard-to-achieve.
5Jarett Kobek, I Hate the Internet [Odio Internet], Serpent’s Tail, Londres, 2016, pág. 25.
6danah boyd, «Did Media Literacy Backfire?», 12 de enero de 2017: http://dmlcentral.net/media-literacy-backfire/.
7En 2018, OR Books publicó una reimpresión del clásico de 1971 Para leer al Pato Donald, de Dorfman y Mattelart: https://es.wikipedia.org/wiki/Para_leer_al_Pato_Donald
8Cathy O’Neil, Armas de destrucción matemática, Madrid, Capitán Swing, 2017.
9Véase https://www.cjr.org/tow_center/donald_trump_media_organization.php. «De muchas maneras, Donald Trump se ve a sí mismo no solo como opuesto a la prensa existente sino en competencia con ellos, también». La pieza argumenta que, a través de Twitter y otros varios canales, Trump está dirigiendo su propia compañía de medios. (Gracias a Marc Tuters por la referencia.)
10Kristin Dombek, The Selfishness of Others—An Essay on the Fear of Narcissism, Farrar, Straus & Giroux, Nueva York, 2016.
11Jennifer Schuessler, «I’m OK, You’re a Narcissist», New York Times, 31 de julio de 2016: https://www.nytimes.com/2016/08/01/books/review-the-selfishness-of-others-or-im-ok-youre-a-narcissist.html
12Dan P. McAdams, «The Mind of Donald Trump», The Atlantic (junio de 2016): https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2016/06/the-mind-of-donald-trump/480771/. En español en Perfil.com (enero 2017): https://www.perfil.com/noticias/elobservador/que-tiene-trump-en-la-cabeza.phtml
13Ibid.
14Tara Burton, «Apocalypse Whatever», Real Life (13 de diciembre de 2016), http://reallifemag.com/apocalypse-whatever/.
15Materiales sobre el concepto propuesto de «redes organizadas» sobre el que escrito por varios años junto a Ned Rossiter han sido compilados en Organization after Social Media, Minor Compositions, 2018. Puede descargar el libro gratis aquí: http://www.minor-compositions.info/wp-content/uploads/2018/06/organizationaftersocialmedia-web.pdf.
16Aquí puede ser también relevante mencionar al psicohistoriador neoyorquino Lloyd deMause, (https://en.wikipedia.org/wiki/Lloyd_deMause), cuyo estudio de 1984 Reagan’s America [Los Estados Unidos de Reagan] puede ser leído como fuente de inspiración para nosotros hoy.