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V. Conclusión: Cavilaciones sobre la macroresiliencia y el macrocrecimiento postraumático en clave intergeneracional

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“Estos hombres, nacidos al comienzo de la primera guerra mundial, que tenían veinte años cuando se instalaban a la vez el poder hitleriano y los primeros procesos revolucionarios, que fueron confrontados después, para perfeccionar su educación, a la guerra de España, a la segunda guerra mundial, a los campos de concentración, a la Europa de la tortura y las prisiones, deben hoy levantar sus hijos y sus obras en un mundo amenazado de destrucción nuclear. Nadie, supongo, puede pedirles que sean optimistas… Pero la mayor parte de nosotros, en mi país y en Europa, ha rechazado este nihilismo y se ha lanzado a la búsqueda de una legitimidad. Ha sido necesario forjar un arte de vivir para tiempos de catástrofe, para nacer una segunda vez, y luchar después, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que actúa en nuestra historia” (A. Camus. 1957. Discurso en la entrega del Premio Nobel).

No se trata de etiquetar a las víctimas bajo un criterio definido por nuestra propia conveniencia, sino de evidenciar lo que las investigaciones empíricas victimológicas nos muestran, siquiera de forma limitada. Estas investigaciones indican que el pretendido punitivismo de las víctimas, particularmente comparado con el de la sociedad en general, es un mito37. Las víctimas están interesadas en la justicia entendida como solidaridad, verdad y reparación, más que en una mera punición. También están interesadas en que una reacción ante su injusticia no justifique ni perpetúe la violencia. Toda rebelión ante la injusticia, en el sentido de Camus (Cano, s.f.), tiene un límite que sería el respeto por la vida y los derechos humanos de lo demás. Si nos rebelamos contra lo que consideramos injusto debemos cuestionar todas las relaciones injustas, las impuestas o dadas y las que se desencadenan al reaccionar ante las primeras38. Al mismo tiempo, vemos el altruismo que surge el sufrimiento (Vollhardt, 2009) y su capacidad de convivencia, según hemos aludido anteriormente a la obra de Reyes Mate (2013)39. Sin embargo, todo ello no es evidente, ni fácil o automático. Vollhardt (2020) también se refiere a cómo la victimización (y victimidad) colectiva puede perpetuarse en círculos de violencia. Como indica Walker (2016, p. 27), tenemos que dar importancia a la respuesta y a la gestión política del resentimiento, la indignación, la humillación, la vergüenza, la desesperación… En algunos países, se ha constatado que se dan procesos de radicalización recíproca o de extremismo acumulativo, en una simbiosis política, donde la narrativa de un grupo retroalimenta la del otro, pero esto no ha ocurrido en el País Vasco en términos generales.

Entre los factores de resiliencia individual y social (Cyrulnik, 2018; Netten y van Donk, 2018; Ivanković, Altan y Verelst, 2017)40 y de desvictimización, en estudios anteriores, hemos destacado el paso del tiempo, el apoyo familiar, social e institucional41 y la necesidad de seguir adelante y ocuparse de la familia. La resiliencia puede asociarse posteriormente, aunque no necesariamente, con el crecimiento postraumático (Tedeschi y Calhoun, 1996; 2014; Henry, 2017; Fareng et al., 2019; Wulandari et al., 2020), el cual parece depender de aspectos de la propia historia personal y la fenomenología de la victimización, aspectos culturales, espirituales, religiosos y, particularmente, el apoyo familiar, de amigos, profesionales, el apoyo social, institucional, etc. La resiliencia y la recuperación se relaciona con la idea de integración (Danieli, 1985, p. 13) y de encontrar un significado para lo que no tiene sentido o explicación racional o ética. Asimismo, en algunos casos puede vincularse con respuestas restaurativas (Argomaniz y Lynch, 2018; Walker, 2016). Una memoria coherente puede contribuir a esa resiliencia y contribuye a la paz, a la reparación de las víctimas y a la prevención de extremismos violentos que caen en victimismo.

Géraldine Schwartz, escritora y periodista francoalemana, explica cómo no podemos asumir el pasado, sin asumir la perspectiva de la víctima:

“Afrontar la memoria con honestidad no es un accesorio moral. Nos ayuda a construir juntos el futuro. Nos guía para comprender el mundo en lugar de sufrirlo, evitar los errores e identificar los peligros, los que proceden de los otros, pero sobre todo, los que proceden de nosotros mismos. Nos ayuda a vivir de forma más consciente” (2020, p. 13).

E insiste:

“Enfrentarse a las sombras de la historia es algo que no debería hacerse en una cultura de la culpabilidad ni en el culto a las víctimas. Tampoco debe instrumentalizarse para agitar el odio y el sectarismo, ni para alimentar una versión anacrónica y maniquea del pasado. Pero asumir el pasado es imposible sin un paso esencial: adoptar la perspectiva de la víctima, el oprimido, el ocupado, el humillado” (Schwartz, 2020, p. 13).

Combatir el terrorismo con palabras (Altares, 2020) es en sí un acto de rebelión frente al monólogo de la violencia, como silencio impuesto, unas palabras que recuerden el daño personal, familiar, social y político que se quiso pasar por alto porque el fin justificaba los medios y el clima de miedo, oportunismo o indiferencia lo favorecían; unas palabras contextualizadas históricamente que nos recuerden hoy el mensaje perpetuo de la necesidad de resistir frente a la violencia.

Al hilo de ello, podemos aplicar la teoría del criminólogo australiano John Braithwaite (2019) en el sentido de que la actuación de las familias víctimas de la violencia terrorista ha actuado como cascada de prevención de la violencia, conectando la autoeficacia familiar, con la individual y la colectiva para permitir la convivencia. Hemos tenido que esperar a la disolución de ETA, cuando ya otros grupos terroristas cesaron de actuar, para poder apreciar mejor dicha cascada en términos intergeneracionales. Las familias han conseguido transformar culturas de violencia para cuestionar la estigmatización y la violencia e incluso nos han ofrecido ejemplos de convivencia con las personas responsables del asesinato de su familiar, ya sea en encuentros restaurativos, en círculos de diálogo o mediante la participación en programas educativos y de memoria. Aunque no contamos con el testimonio de la mayoría de ellas, muchas han mostrado una capacidad de convivencia, de la que carecemos muchos de los integrantes de la sociedad que no hemos sufrido ese daño directamente, ofreciendo claves para integrar de forma preventiva y reparadora el significado de la eliminación de vidas y de la injusticia, así como la oportunidad de responder a la soledad ética (Stauffer, 2015), marcada por la injusticia epistémica (Fricker, 2007), testimonial y hermenéutica, aspectos a considerar en un proceso de largo alcance de reparación social, cultural y política.

Las consecuencias de este tipo de victimización, en particular por el asesinato de un familiar, se han trasladado evidentemente a otros familiares, incluyendo segundas y terceras generaciones. Es obvio que el asesinato de un padre, de un hijo o de un hermano, en esas condiciones, tiene un impacto en la vida de los más cercanos. Sin embargo, esa transmisión general inevitable del trauma no ha supuesto una transmisión de odio, sino todo lo contrario, se puede percibir, de forma explícita e implícita, una transmisión de un mensaje por la defensa del pluralismo y los derechos humanos, sin perjuicio de la mayor o menor implicación pública de las muy diversas víctimas del terrorismo.


Ilustración 8: Interpretación del círculo de violencia por Akane Ramón, estudiante de 20 años de Victimología. Diseño realizado con cerillas, como metáfora de la necesidad de poner freno a procesos incendiarios de odio, que implican a víctimas, victimarios y sociedad

Así, podemos distinguir entre el impacto transformador de la primera generación de supervivientes del terrorismo sobre sus propias familias y sobre la sociedad. En las familias, conocemos muy poco sobre cómo opera este proceso, al encontrarnos en un ámbito privado y doloroso, muy difícil de investigar. En la sociedad, contamos con diversos proyectos educativos y restaurativos, dentro y fuera del País Vasco, que parecen confirmar el potencial transformador del testimonio de las víctimas en espacios públicos, particularmente ante generaciones jóvenes, sin perjuicio de las complejidades de valorar su impacto cuantitativo. Al mismo tiempo, la repercusión mediática de dichos proyectos juega un papel todavía no medido sociológicamente, sin perjuicio de la imagen general sobre las víctimas del terrorismo que arrojan periódicamente el Euskobarómetro y el Deustobarómetro.

El impacto transformador social de los testimonios de las víctimas se nutre de su legitimidad antes los demás (si ellas han podido, ¿nosotros no?), de su capacidad de convivencia, de romper estereotipos y de rechazar la violencia, así como de su capacidad interpeladora más allá de lo meramente personal. El silencio de muchos hijos y nietos también es un testimonio de dolor y de convivencia, al tiempo que un deber de solidaridad. Ese impacto parece perdurar en los postestigos, si bien se necesitan investigaciones más profundas para corroborarlo.

En relación con el Encuentro de Encuentros, la facilitadora de justicia restaurativa y artista, Clair Aldington (2020) resumió el Encuentro de Encuentros Restaurativos sobre terrorismo y violencia política en diversos países (Varona, 2020), organizado por el IVAC/KREI en 2019, con unas ilustraciones, tituladas 24; Elastic, Book, Spiral and Sunrays (darkness into light). El número hace referencia a las personas participantes. El término “elástico” se refiere a la vida que continúa, pero que queda algo aprisionada en el momento del delito. El término “libro” alude a la historia viva, nuestra historia. El término “espiral” representa los años relevantes en nuestras líneas de vida, donde se pude subir y bajar42. Finalmente, el término “rayos de sol” evoca la idea de la posible transformación de la oscuridad en luz. El papel sobre el que se dibujó se elaboró con el material con el que la artista recogió notas durante dicho Encuentro.


Ilustración 9: 24; Elastic, Book, Spiral and Sunrays (darkness into light). Fuente: Clair Aldington (2020)

Los testimonios de futuro a los que aludimos en el título de este apartado no son entendibles como un camino de éxito en el que todo queda amortizado y que lleva a pasar página, sino que son testimonios del pasado, imprescindibles para el presente y el futuro, incómodos, dolorosos pero rebeldes con los guiones de violencia impuestos y con el cuestionamiento de esa verdad profunda de la víctima, sin perjuicio de otras narrativas. Por ello nos parece importante terminar con esta cita de Martín Alonso Zarza (2020), contenedora a su vez de otra, en un texto ofrecido generosamente para el debate con nuestros jóvenes estudiantes:

“La verdad no se lleva bien con la violencia, pero tampoco con el narcisismo inconsciente que alimenta los sesgos autoconfirmatorios … Si la identidad social es, cuanto se activa y moviliza, el monocultivo del narcisismo de las pequeñas diferencias, la identidad moral es el descubrimiento de lo que hay de común entre todos los seres humanos; aquello que nos impele a cumplir ese mandamiento formulado indistintamente como la regla de oro o el primum non nocere. Precisamente uno de los primeros compases del camino hacia la violencia es la neutralización de la identidad moral, lo que habitualmente comporta la homogenización o des-individuación… La identidad moral sirve precisamente para desautorizar la subordinación de la verdad a la sensibilidad de la atmósfera social. Como escribió David Rousset (2000), superviviente de los campos y condenado al ostracismo por sus amigos comunistas por denunciar el Gulag: ‘La verdad no es múltiple, es una. No pertenece ni a una clase social, ni a un partido, ni a un Estado. En ciertas circunstancias la verdad impone que uno se levante contra su clase, contra su partido, contra su Estado… El tribunal de última instancia está siempre en uno mismo. No es una garantía contra el error pero es la única garantía de la integridad interior que fundamenta todo lo demás’ ”.

Macrovictimización, abuso de poder y victimología: impactos intergeneracionales

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