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Prefacio

Cuando era adolescente iba a un colegio de solo varones. Un día, en clase, el profesor de literatura dijo que estudiaríamos Romeo y Julieta. Yo no lo podía creer. ¿Nos iba a enseñar una historia de amor a una clase de varones de dieciséis años? Recuerdo haberme imaginado que la experiencia sería terrible y que me aburriría un montón. No podría haber estado más equivocado.

Ese año que estudiamos Romeo y Julieta cambió mi vida. Sé que es mucho decir, pero es la verdad. La razón por la cual estudiar un romance de hace cuatrocientos años fue tan poderoso para mí fue debido a mi maestro. No se limitó a enseñar literatura como una materia, le encantaba hacerlo. Enseñar literatura para él era un estilo de vida, no un trabajo. Mientras nos enseñaba sobre la obra, nos explicaba el significado de palabras antiguas, de la poesía y de eventos importantes. La historia cobró vida y se hizo emocionante. El profesor nos enseñó cómo entender un texto antiguo hoy en día. Desde esa primera introducción a Romeo y Julieta, cada vez que me entero de que está siendo interpretada por un grupo de teatro local o si se lanza una nueva versión de la película, allí estoy. Me encanta escuchar y ver la historia una vez más. En realidad mi experiencia de aprender cómo estudiar una obra como Romeo y Julieta para darle sentido hoy en día me ha ayudado como predicador. Las habilidades que mi profesor de literatura nos enseñó y la manera en la que expresaba su amor por su trabajo me inspiraron para toda la vida. Después, cuando me convertí al cristianismo, Dios tomó algo de esa experiencia y la transformó para que pudiera entender y vivir dentro de la historia de amor más grande de todos los tiempos: Dios envió a su hijo Jesús, porque amó tanto al mundo. Ahora las historias a la cuales dedico mi vida se encuentran en las Escrituras, y paso mi tiempo estudiándolas, predicándolas y ayudando a las personas a entenderlas. Mi vida está dedicada al Autor de la mejor historia. Una historia sin fin.

Y ahora, respecto al libro que estás leyendo. ¿Qué tiene que ver Romeo y Julieta con un libro acerca de la predicación? Un día, más de treinta años después de haber descubierto Romeo y Julieta, mi sobrina, Talía (de trece años en ese entonces), me envió algo que había escrito acerca de esa obra. La estaba estudiando en el colegio. Ella no sabía de mi amor por la historia y cuando recibí su trabajo fue una sorpresa muy especial. No sé exactamente qué fue lo que ocurrió mientras leía su versión de la historia, pero me hizo reflexionar sobre la importancia de predicar la Palabra de Dios. Dios me habló por medio de Talía. ¡Dios tiende a hablarnos de maneras inesperadas! Mientras le respondía, comencé a pensar más acerca de la manera en que vivimos nuestras vidas en relación con Dios. Escribí esto:

Tu escritura es… un don. Tu forma de narrar esta historia es única y maravillosa. Es poderosa. Tienes un don especial. En este mundo las personas están haciendo tres cosas: viviendo una historia (la propia), escuchando historias (las de otros, alrededor suyo) y narrando historias (una mezcla de las dos anteriores). Su mundo y su forma de ser son poderosamente moldeados por estos tres tipos de historias: las que viven, las que escuchan y las que cuentan. Lo que más necesita este mundo son personas que puedan hacer las tres bien. No hay muchos que puedan hacerlo. Sugiero que eres de las pocas que sí pueden.

Mi oración para ti, lector de este libro, es que el Espíritu de Dios te empodere e inspire para que puedas vivir, escuchar y narrar la historia de Jesucristo de maneras que te cambien a ti y que continúen cambiando al mundo. Pido a Dios que tu amor por las Escrituras se profundice y se extienda, y que tu amor por el Autor de la vida sea abundante.

Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén. (Ef 3.20-21)

Geoff New

Navidad de 2015

El arte de la predicación bíblica

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