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Capítulo 3: Galene a vhn x 0.6

El ascensor volvió a tintinar y las puertas se abrieron deslizándose. Esta era la primera vez que Galene ponía un pie en el ático. No era por ninguna razón en particular, simplemente el jefe asignaba a cada informático determinados pisos para que se familiarizaran con las peculiaridades del sistema de cada oficina y los no menos problemáticos elementos humanos.

Había un claro aire elitista ahí arriba. Área de recepción con lujosos sofás de cuero, puertas elegantes pero seguras, electrónica integrada en el diseño del lugar. Galene había visto las oficinas de los altos ejecutivos de la corporación, esto se parecía pero estaba un peldaño más arriba.

Alguien habló, y Galene gritó.

―¡Ay, dios!, ¡me has dado un susto de muerte!

La mujer sonrió dulcemente.

―Hola, Galene. Siento haberla asustado. Debe ser la alfombra, caminar sobre ella es tan silencioso... Me aseguraré de toser la próxima vez.

Galene tiró de la bandolera de su mochila con nerviosismo.

―Sí. Alfombras mullidas. ―¿Había visto a esa mujer antes en alguna parte? La cara en reposo de la mujer parecía extraña, de alguna manera. Su maquillaje o algo así. Su boca abierta. Era como, ¿una máscara? Eso, una máscara de tragedia griega. ¡Eso era!

Raro.

―Qué grosero de mi parte, no me he presentado. Soy Melpomene. Encantada de conocerla. ―Le ofreció la mano.

Galene la estrechó.

―Entonces, ¿llamó por un problema con la computadora?

―Sí, por aquí. Sígame, por favor.

Melpomene usó su tarjeta de acceso, y cruzaron la puerta. Galene no podía ver todo el interior pero, al conocer la disposición del edificio, dedujo que el ático ocupaba todo el piso. Le resultó extraño, porque estaba acostumbrada a la distribución de todos los otros pisos del rascacielos, con un amplio espacio central para los empleados y oficinas en las esquinas para los gerentes. Este se había hecho distinto.

La decoración era moderna y parecía cara. Entraron en el departamento en sí, que parecía más habitado que el vestíbulo. No es que fuera un completo desorden; de nuevo, Galene no se atrevería a acusar a nadie de ser un guarro, pero había claras señales de que alguien vivía ahí permanentemente.

Un hombre, para ser precisos.

―Por favor, espere aquí un momento ―dijo Melpomene y entró en la habitación de al lado.

Galene musitó y miró alrededor. Había muchas cosas interesantes por ahí. Gran cantidad de artilugios frikis abarrotaban el lugar. ¡Oh, genial! Una espada láser. Magnífico. Empezó a curiosear por los estantes, que se repartían prácticamente por todas las paredes. Había filas y filas de libros, pero algunas estanterías solo tenían discos duros apilados. Cada etiqueta indicaba su contenido: viejos programas de televisión, temporadas completas de series de Netflix, películas. Una estantería completa con títulos de libros.

Espera, ¿doscientos libros por disco? Eso no podía estar bien, en cada uno de ellos cabían millones de libros.

Galene se mordió el labio y tocó la espada láser. La empuñó, y se activó el sonido característico. Sonó demasiado fuerte y Galene hizo una mueca de dolor. Estaba a punto de dejarla en su sitio cuando algo llamó su atención.

Podía oír a Melpomene hablar con un hombre al otro lado del pasillo.

Espera.

Su voz sonaba graciosa. Extraña, de alguna manera.

―ObviamentelamandaronaellaporqueGeorgenoestabadisponible.

¿Hablaba muy rápido?

El hombre respondió algo.

―¿Quieresqueloreviseconeljefededepartamento?

¡Hostia! Sí que estaba hablando rápido.

El hombre suspiró, quizás.

―¿Sabeellasiquieraloqueestáhaciendo?

¡Eh, menuda imbécil!

―Suniveldehabilitaciónestáverificadosiesoesloquetepreocupa.

―Bien.Lahagopasar.

A Galene se le resbaló la espada láser, y se cayó al suelo.

Melpomene regresó, la vio colocándola de nuevo en su soporte y sonrió.

―Sígame por esta puerta, por favor.

―Ajá. Por supuesto. ―Galene la siguió.

El hombre era un cuarentón. A ojos de Galene parecía viejo. Guapo, pero viejo. Tenía patillas grisáceas, ese detalle que hacía a un hombre sexy durante unos cuantos años más de su vida, como si la naturaleza le diera una última oportunidad de propagar sus genes antes de quitarle la erección.

―Hola. Bien, el problema es... Bueno, no sé realmente cuál es el problema, George había aislado algo... Llámame Greg, para acortar ―prorrumpió él, interrumpiéndose a sí mismo, y le extendió la mano.

Galene la estrechó.

―Hola. Soy Galene. Llámame Gal, para acortar.

―Lo corto es bueno.

Ella soltó una risita.

―No te estás refiriendo a la estatura, ¿verdad?

Ella era muy bajita y él medía 1.80, así que le sacaba una buena cabeza.

―¡Ah, no! estaba hablando de brevedad. ―Miró su reloj. No era un reloj inteligente, sino uno digital antiguo, con botones y detalles deportivos. Raro.

―Bueno, estoy a punto de recibir una llamada; por favor, haga las comprobaciones necesarias al ordenador. ―Señaló una de las torres de la oficina. Tenía un montaje espectacular, aunque no inusual para los analistas, con cuatro monitores separados, dos torres con teclados separados, auriculares, sonido estéreo (no holofrecuencia, lo cual era, de nuevo, raro) y una conexión de fibra óptica con una IA de Hermes. Esto último lo sabía Gal porque había trabajado en el otro extremo de la línea, cuando había arreglado algún problema con su colega George.

En la pantalla se veía un vídeo congelado, con subtítulos automáticos debajo. En la esquina superior se podía leer «x 3.0».

Gal se encogió de hombros y tiró su mochila sobre el escritorio. Se arrastró por debajo de la mesa y accedió a la torre del ordenador. Era curioso que nadie mencionara todo el tiempo que pasaba un trabajador de TI debajo de los escritorios. Deberían ponerlo en la descripción del trabajo: Tecnología de la Información, debajo de los escritorios.

Bueno, al menos este lugar estaba limpio.

Greg hablaba por teléfono en la habitación contigua, pero Mel seguía ahí.

―Greg mencionó problemas con la reproducción de vídeo, que a veces tardan mucho tiempo en cargar.

―Vale, veamos. ―Gal comenzó con los pasos clásicos en la solución de problemas: comprobar cables sueltos, reiniciar, desconectar los periféricos. Luego se sentó en el escritorio y cargó algunos vídeos. Parecían estar bien, sin desajustes de FPS, sin distorsiones en la imagen. Conectó el sonido en los auriculares para no hacer ruido y escuchó. El audio estaba bien, a tiempo con el vídeo.

Si se ignoraba el hecho de que todo se reproducía a 3 veces la velocidad normal, todo funcionaba bien. ¿Cómo puede alguien seguir eso?

―No veo cuál es el problema.

―Bueno, hay un retraso de cinco segundos cuando se cambia de canal.

Gal asintió lentamente, frunciendo los labios.

―¿Cinco segundos enteros? ¡Bueno, ciertamente no podemos permitirnos eso!

«Cálmate, Gal. Ahora sabes por qué te envió el jefe».

―Excelente ―dijo Mel y la dejó trabajar sola.

Gal suspiró y lentamente empezó a comprobar la configuración. Modificó algunos de los ajustes del programa de vídeo para que utilizara más del procesador, realizó algunas pruebas y consiguió reducir el retardo a 1 segundo.

Con el trabajo prácticamente terminado, dejó correr el vídeo y trató de enterarse de algo, mirándolo con toda la atención posible. Era una noticia sobre las zonas de gas natural al sur de Chipre. Gal miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la veía y entrecerró los ojos haciendo un verdadero esfuerzo para poder captar la información discurriendo a esa velocidad. Lo intentó, se agarró a los extremos del escritorio como si estuviera a punto de empezar una carrera, fijó los ojos en la pantalla y apartó todos los pensamientos de su mente. Trató de leer los subtítulos, hacer coincidir las palabras con su significado, pero las palabras simplemente pasaban demasiado rápido para leerlas, mucho menos para comprenderlas.

De. Ninguna. Puta. Manera.

—¿Cómo puede alguien ver algo tan acelerado?

Era imposible. Se detuvo antes de que se le reventara una vena de la frente o algo más importante, como su dedo de clicar.

Greg volvió a la habitación terminando la conversación telefónica:

―Correcto, Dan. Tenemos que dejar esta llamada ahora, piensa en cualquier asunto que quieras discutir la próxima vez y enviármelo por correo electrónico. No, este era mi tiempo asignado para esta llamada telefónica. Sí, en serio. Adiós.

Gal levantó una ceja. ¿Acababa de espantar a un asociado? Guapo y descarado. Pero igualmente raro.

―Entonces, ¿se puede hacer algo con el retardo? ―le preguntó.

―Sí, he cambiado algunos ajustes, ahora debería ser un solo segundo. ―Se detuvo, pasando el dedo por encima de la barra espaciadora―. ¿O eso no es aceptable?

Él se rió.

―Está bien. Muéstrame.

Ella inició la transmisión de un par de vídeos, y el retraso era de un segundo en cada uno.

―Perfecto ―juntó las manos en una única palmada, pasando a mirar sus papeles. ¡Papeles! ¿Quién sigue usando papeles, aparte del gobierno?

Sintiéndose despachada, Gal se levantó y se cargó la bolsa en el hombro. Dudó un segundo.

―Hum...

―¿Sí? ―Sus ojos escaneaban los documentos, sobrevolando rápidamente la página. Sostenía un bolígrafo para señalar cada línea.

―He visto que tienes vídeos con subtítulos automáticos. Que se aceleran a tres veces la velocidad normal, por alguna razón.

―Sí.

―Creo que sería más fácil leer los subtítulos si hubiera un pequeño retraso en la imagen y se fuesen añadiendo debajo.

«¿Por qué estaba sugiriendo cosas? ¿No había aprendido ya en su año de vida corporativa que quien hace sugerencias termina enterrado en trabajo?

Él levantó la mirada, finalmente prestándole atención.

―¿De verdad? ―se quedó pensando―. Sí, creo que sería más fácil. Muéstrame cómo.

Ella se sentó de nuevo en su silla y él se inclinó detrás de ella. ¿Por qué se sonrojaba, maldita sea? ¿Y se había duchado esa mañana? Debía haberlo hecho, ¿verdad? Agitó la cabeza y se concentró en la computadora. Abrió un editor de vídeo y rápidamente elaboró un programa de reproducción que mantenía los subtítulos autogenerados unos segundos más en la pantalla, y configuró que los nuevos subtítulos apareciesen debajo. Eso le llevó un par de minutos, durante los cuales intentó ignorar al hombre que se inclinaba sobre ella. Activó el programa y lo probó.

La señal de vídeo se reproduce a 3 veces la velocidad normal, y los subtítulos permanecen en la pantalla durante más tiempo. Por un segundo trató de seguir el ritmo de la corriente informativa como antes, pero se rindió. Miró a Greg, que se alzaba sobre ella.

Él miró concentrado durante un minuto, y luego se inclinó hacia delante para ingresar un comando de teclado. Olía fresco y masculino. Incrementó la velocidad a 3.1, luego 3.2, luego 3.3. Lo dejó así unos minutos, viendo a los expertos hablar sobre el gas natural. Luego aumentó la velocidad a 3.4, y después saltó a 4.0. Él miró durante un minuto, las palabras y la información eran un borrón para ella. Luego bajó la velocidad a 3.3.

Miró durante unos segundos más y luego asintió.

―Espléndido. Un aumento del 10%. ¿Perdón, cómo era tu nombre?

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