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Prefacio

Habría que centrar mejor lo que podemos exigir de la función del padre.

JACQUES LACAN, …o peor.

Los partidarios del padre desfilan por las calles en

nombre de la tradición. [Pero el] psicoanalista no tiene

vocación de hacerse guardián del antiguo orden.

JACQUES-ALAIN MILLER, “Lacan, profesor de deseo”.

Estudiar críticamente la situación del padre es una tarea difícil, candente y necesaria. Difícil no sólo en el aspecto epistémico del asunto, ya que abordarlo requiere reconocer vicios de nuestra forma de entender cuestiones centrales de nuestra teoría y, peor aún, arraigados prejuicios de nuestro modo de leer el mundo. Candente debido a que las tensiones en torno al semblante paterno y al discurso patriarcal que hasta ahora lo sostenía ocupan el primer plano en nuestra sociedad y dieron lugar a una nueva sensibilidad (1) que además está exacerbada (y con razón) en los tiempos que corren, (2) lo cual incrementa esas tensiones a tal punto que quienes cruzan las líneas de fuerza de ese campo social –y los psicoanalistas estamos allí– suelen tener la impresión de caminar sobre un campo minado. Necesaria por ese motivo, como mínimo, en la medida en que discutir los problemas que la precaria situación del padre plantea se ha vuelto indispensable y hasta urgente para nosotros, los analistas, debido al papel que cabe al psicoanálisis en la cultura contemporánea.

A continuación, el lector hallará algunos argumentos que sugieren la conveniencia de reformular la metáfora paterna (formalizada por Lacan a mediados del siglo XX) y, en general, de someter la noción de padre a una suerte de operación de “desbricolaje”. Quizá los frutos de este trabajo lo sorprendan tanto como a nosotros mismos.

1. En el sentido definido por Sontag (1964: 356; 1965: 377).

2. Cf. Moraga (2018).

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